Capítulo 50

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SOPHIA BROWN.

Ante el espejo, sus ojos oscuros se encontraron con su propia imagen reflejada. La escena parecía simple: abotonar la camisa, apartar el cabello oscuro de su cuello, pero para ella, esos gestos cotidianos ocultaban un torbellino de emociones. Un sentimiento de inquietud la acompañaba mientras sus dedos se movían con precisión mecánica.

El cabello, oscuro como la noche, fue retirado hacia atrás en un intento de alejarlo de su cuello.

Cada mechón caía en cascada sobre su espalda, y en ese momento, su mirada se volvió crítica. Como si en el espejo se reflejara algo que ella no podía comprender del todo, algo que la hacía cuestionar su propia imagen.

Sin embargo, en medio de esa mirada autoexaminadora, había un atisbo de determinación. Una decisión que había tomado conscientemente, motivada por una causa mayor.

Sabía que la ruta que había elegido era la única opción para cambiar el destino de su familia. El sacrificio que estaba dispuesta a hacer por su madre, su hermana y sus sobrinos la impulsaba a seguir adelante.

California no era un lugar donde vivieran en pobreza, pero comparado con lo que había aquí, en este lugar sombrío pero a la vez intrigante, era como si vivieran en una realidad alterna.

Ese pensamiento evocó una sonrisa llena de anhelo. Imaginó a su madre, una figura fuerte y resiliente, caminando descalza sobre el césped, sintiendo la caricia de la hierba bajo sus pies.

La imagen de su madre disfrutando de la belleza del pueblo, con su riqueza y misterio, llenó su mente de esperanza y propósito.

Marco el numero de Evangeline en su móvil y la llamó.

—¿Mamá? —la voz de su hija, llena de sorpresa por su llamado pareció ponerla en alerta.

—Querida—suspiró Sophia—, mañana por la mañana tendré una sorpresa para ti.

—¿A qué te refieres? No puedo hablar mucho, estoy en el gimnasio.

—¿Y tu pierna? ¿Por qué estás en el gimnasio si tienes la pierna herida?

—Estoy entrenando mis brazos—responde, rápido—¿de qué sorpresa, mamá?

—Oh te encantará hija, será un alivio en nuestras vidas que ni te imaginas—le endulza la oreja a su hija mientras se coloca un collar de perla que su esposo le regaló—. En cuanto pueda te diré pero estate alerta.

Sabia cuando Evangeline amaba a su abuela, siempre la llenaba de mensajes para saber si sabia algo de ella y obvio que Sophia no sabia nada porque la habían incomunicado del mundo.

—Pero mamá no me dejes así—se rie Evangeline—, dime al menos de qué se trata.

—Te llamaré en cuanto pueda, hija. Cuídate mucho.

—¡No seas mala!

Sophia le corta la llamada, riéndose.

"Con tal de verte feliz hija, haré lo posible".

***

Cayó la noche.

Sophia estacionó su flamante Ferrari negro mate frente a la imponente mansión Telesco. La estructura era tan intimidante como la suya propia, aunque de manera diferente.

La sorprendió que, a pesar de sus diferencias, ambas propiedades compartieran un nivel económico similar. Un pensamiento fugaz se preguntó cómo era posible que dos fachadas tan distintas ocultaran la misma opulencia.

Descendió del auto con una gracia innata, un contraste frente al telón de fondo majestuoso. El regalo de bienvenida que su esposo, Elijah, le había ofrecido, el Ferrari negro mate, parecía encajar perfectamente en su entorno, a pesar de la diferencia de estilos.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora