Capítulo 3

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CAPÍTULO 3

No sabia lo duro que podían ser los doctores con los recién llegados al pueblo.

Se ocuparon de hacerme sentir incomoda con mi peso, con el tamaño de mis piernas, mi atuendo, mi cabello y fueron severos a la hora de preguntarme si era virgen, lo cual no sabia que tenia "valor" hasta que tuvimos que mudarnos aquí.

Que si mis dedos eran largos y finos, que si mi cabello necesitaba tratamiento, que si mis labios estaban resecos, que necesitaba una depilación urgente de piernas porque se notaban los puntos negros de mis vellos crecientes.

Y ni hablar cuando vieron mi vello púbico tras hacerme ese chequeo de mierda para confirmar si decía la verdad.

Me sentí violentada porque no había sido atendida por profesionales, sino, por gente criticona sin filtro que se ocupó de hacerme sentir mal conmigo misma y lo que soy físicamente. Y no les importó.

Antes, había varias chicas que estaban haciendo fila conmigo para ser atendidas. Las que salíamos teníamos una cara completamente deprimida a las que estaban a punto de entrar.

Tras salir del consultorio, mi madre se puso de pie y tomó mi mano. Ambas caminamos en silencio por el pasillo del hospital, el cual, parecía un hotel de lujo. Tras salir a la calle, un auto negro de ultimo modelo (creo que era un Audi, soy mala para saber la marca de los autos) nos estaba esperando.

—Mamá, me hicieron preguntas horribles—le conté en un susurro.

—Hablaremos en casa. Yo tampoco la pasé bien—me corta, preocupada.

Tras llegar de nuevo a la mansión, respiré. Me descalcé y me senté en el suelo de la sala viendo con atención cada detalle con el fin de distraerme.

Mamá colgó su bolso y se sentó en el sofá, encendió el televisor y puso el canal de música. Supongo que estaba igual de dolida que yo.

—No sabia que tener tantos lunares en lugares "indebidos" fuera un pecado—le comento a mamá.

Mi madre me observa, horrorizada.

—¿En serio te dijeron eso, Evangeline?

Asiento con la cabeza tras apretar los labios.

—Me dijeron que estaba gorda como si eso fuese algo malo. Fue de manera despectiva. Dije que estaba pesando cincuenta y siete kilos y aún así me recomendaron bajar a los cincuenta si quería conseguir esposo rápido en el palacio de la elite.

—Este pueblo está enfermo.

—Moria de ganas por protestarles pero lo dejé pasar porque creo que ya tenemos demasiado lio en nuestras vidas—finalizo, pegando mis piernas flexionadas contra mi pecho—. No creo que pueda soportar vivir aquí, mamá. Y sólo vamos un día.

Mi madre tiene los ojos en un video musical, no dice nada pero su rostro lo dice todo; sabe que no nos queda otra que sobrevivir.

—¿Qué pasará con la universidad? ¿Y mi beca en Yale? —levanto la cabeza tras darme cuenta todo lo que estaba dejando atrás—. Mamá dime que iré a Yale.

Sigue con los ojos en el televisor, toma el control y cambia de canal. No me dice nada.

—¡¡Mamá!! —le grito para que me escuche.

—¡No lo sé, ya te dije que no lo sé, Evangeline! —me grita aún más fuerte, revoleando el control a algún punto de la sala.

Me quedo paralizada. Veo el terror en sus ojos y seguro ella los ve en los míos.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora