Capítulo 22

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EVANGELINE BROWN.

Mientras la ceremonia tenía lugar en el piso principal de la casa, yo me encontraba encerrada en uno de los baños de los Telesco. No me sorprendió en absoluto descubrir que era más grande que mi habitación en California.

El baño de los Telesco era un derroche de lujo y elegancia. Las paredes estaban revestidas de mármol blanco, pulido hasta brillar bajo la luz tenue de las lámparas incrustadas en el techo. Frente a mí, un espejo gigantesco ocupaba toda la pared, reflejando cada detalle de la habitación con una claridad casi sobrenatural.

Una bañera de estilo antiguo, con patas de garra de león, se encontraba en el centro del espacio, rodeada de velas perfumadas que inundaban el aire con su aroma embriagador. Al lado, una ducha de lluvia con mampara de cristal se alzaba como un monumento moderno entre las comodidades clásicas del baño.

En una esquina, un tocador de madera finamente tallada ofrecía una amplia selección de productos de belleza de las marcas más exclusivas. Sobre él, un juego completo de toallas de algodón egipcio, suaves y esponjosas al tacto, esperaba ser utilizado.

El suelo, cubierto por una alfombra de felpa color crema, absorbía el sonido de mis pasos mientras caminaba por la estancia. Y en el aire, el suave murmullo de una música clásica proveniente de algún altavoz oculto completaba la atmósfera de opulencia y refinamiento.

Si este era el baño de invitados, no queria imaginarme cómo eran los baños privados.

No podía permitirme el lujo de desmoronarme, ni siquiera por un instante. Cualquier indicio de debilidad podría arruinar el elaborado disfraz que me veía obligada a llevar. Con cuidado, evité salpicar mi rostro con agua fría, consciente de que podría deshacer la cuidadosa capa de maquillaje que me hacía parecer radiante y feliz, aunque por dentro estuviera lejos de sentirlo.

Al salir al pasillo del segundo piso, me encontré con su mirada helada y distante, una mirada que solo había visto en Darya cuando estaba profundamente molesta con alguien. La vi allí, apoyada contra la pared opuesta, con una actitud desafiante y una mano que sostenía un cigarrillo encendido, observando cómo las cenizas caían al suelo con cada calada.

—¿Qué diablos estás haciendo, Evangeline? —me espetó con un tono que cortaba como un cuchillo.

—Estoy en la ceremonia de mi compromiso.

—Eso díselo a otro; a mí me dices la verdad. No estás enamorada de Nathan, a ti te gustaba Dan, ¿o necesitas que te dé una bofetada para que recuerdes? —sus palabras resonaron en el pasillo, cargadas de una sinceridad brutal y un toque de amenaza latente.

Darya me imponía un miedo que nunca antes había experimentado. Su carácter feroz y su presencia imponente me dejaban helada, recordándome lo vulnerable que era en comparación con ella. Su figura, más alta y robusta que la mía, parecía amenazar con romperme en dos con solo un gesto.

Me sorprendió la apariencia de Darya, tan diferente de lo que solía esperar. No lucía ninguna prenda que deslumbrara con brillos o que destacara por estar a la vanguardia de la moda. En su lugar, la encontré con un pantalón largo, de un talle superior al que solía usar, los pies descalzos y una playera que parecía ser la de... Dan.

—Estoy embarazada de Dan—le confesé finalmente.

Esperaba alguna reacción por parte de Darya, pero su rostro no mostraba ni la más mínima sorpresa ni emoción. La indiferencia con la que recibió mi noticia me desconcertó por completo, haciéndome sentir una profunda inquietud.

—Sí, lo sé —respondió con calma, como si se tratara de un detalle trivial—. Revisé tu mesa de noche en el palacio y encontré el test de embarazo positivo.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora