Capítulo 45

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CAPÍTULO 45.

Sophia Brown buscó un momento de relajación en un baño reconfortante. Encendió delicadas velas que bailaban al ritmo de la tenue luz, se permitió un cigarro y se sumergió en la tina, acompañada por la música clásica que llenaba el ambiente. Sabía que esa sería la última vez que podría sentirse tan pulcra y en armonía consigo misma.

La pesadilla que tanto temía se hizo realidad cuando vio a su pequeña hija postrada en una cama, víctima de la tortura infligida por unas chicas crueles que le habían quemado la pierna. Le dolía en lo más profundo de su ser saber que su hija estaba pagando por decisiones tomadas por adultos sin escrúpulos.

Lo peor fue tener que soportar ver cómo ella y el hijo de esa mujer misógina vivían bajo el mismo techo. Dio una calada a su cigarrillo mientras la desesperación se adueñaba de su ser. Una caja de cigarrillos en dos días mostraba lo agobiada que estaba, y su marido, ausente en casa, ni siquiera se había dado cuenta de lo mucho que ella anhelaba sacarlos del pueblo.

Se lavó el cabello con esmero, aplicó una de las cremas más costosas que solo veía en las publicidades y se depiló minuciosamente cada parte del cuerpo.

Un leve golpe en la puerta del baño la sacó de su intento de paz, interrumpiendo su momento de reflexión y cuidado personal.

—Adelante —dijo Sophia, aunque su frustración era evidente por ser interrumpida en ese momento tan íntimo.

—Bueno, veo que estabas demasiado desesperada por contactarme. Veinte llamadas perdidas en mi móvil, ¿no te parece un poco excesivo? — dijo Sara.

La madre de los hermanos Telesco, estaba de pie junto a la puerta del baño.

La tina estaba llena de espuma, pero Sophia no se preocupó de que la viera desnuda. La presencia de Sara era inesperada y perturbadora.

Sara respiró hondo y observó a Sophia, levantando la barbilla con determinación.

—Quiero entrar a tu secta de mierda para sacar a mi familia de este pueblo —le dijo Sophia, sin rodeos—. Tengo a mi madre enferma en California y no sé cuánto tiempo le queda de vida. Mis hermanos deben estar preguntándose por mí y seguramente nos dieron por muertos.

Sara pareció considerar las palabras de Sophia por un momento y luego habló con voz pausada y calculada.

—¿Estás segura de que quieres largarte? Porque no hay una sola opción teniendo en cuenta tu caso—propuso, planteando una alternativa que dejó a Sophia desconcertada.


—¿A qué se refiere exactamente? —cuestionó Sophia con un dejo de incredulidad, mientras sus ojos se clavaban en la figura imponente de Sara Telesco, madre de los hermanos Telesco, quien se erguía con determinación frente a ella.

—Tu riqueza te permite brindar la oportunidad a otros miembros de tu familia de establecerse en este pueblo; sin embargo, existen algunas condiciones para ello —respondió Sara, sin rodeos, haciendo énfasis en el tono de voz.

Sophia, visiblemente preocupada, se apresuró a expresar su negativa

—¡No quiero que el resto de mi familia se vea influenciado por sus tradiciones!

Sara contrarrestó su rechazo con una pregunta audaz.

—¿Crees que tus familiares se preocuparán por tradiciones cuando puedan disfrutar de prosperidad, buena salud y numerosos beneficios? ¡The Moon es un lugar que trae armonía a la vida de las personas! Deja de ser tan negativa, Sophia Brown, eres una mujer adinerada.

Las palabras de Sara resonaron en el aire, impactando a Sophia como cristales quebradizos. La propuesta de traer a su madre al pueblo se perfilaba como una opción tentadora, una promesa de paz en medio de su agitada vida. Sin embargo, también estaba la inquietante incertidumbre en torno a la situación de Evangeline.

—Evangeline estará bien —insistió Sara con un tono más sosegado—. Las niñas pueden ser difíciles, pero confío en que has criado a una joven fuerte.

Sophia frunció el ceño, sintiéndose dividida entre la tentación y el temor que albergaba en su corazón.

—Si mi hija se encuentra en peligro...

—Tu hija no corre riesgo de morir, Sophia —intervino Sara, procurando disipar sus preocupaciones—. En The Moon, tenemos lo necesario para brindarle la mejor atención y cuidado.

Sophia no pudo evitar soltar una reveladora afirmación —¿Sabías que ella y tu hijo Dan comparten habitación?

Sara la miró fijamente y negó lentamente con la cabeza, reconociendo la verdad en las palabras de Sophia.

—No tienes por qué preocuparte por ello. Mi hijo está destinado a casarse con Adiele Ferrari —declaró Sara con seguridad.

Sophia enarcó una ceja, mostrando su escepticismo ante la afirmación de Sara.

—¿Cómo puedes estar tan segura de eso? No vaya a ser que terminemos convirtiéndonos en familia, señora Telesco.

—Si quieres traer a tu familia a vivir a este pueblo o a la persona que desees tienes que hacer un par de favores sexuales. Tu marido no va a enterarse, no te preocupes por ello—le dice Sara, cambiando de tema—. Te veré mañana a las diez de la noche en mi casa, no faltes o comprenderé que eres una egoísta.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora