Nadie espera que de la noche a la mañana tus padres te levanten de la cama debido a sus gritos en la planta baja.Fue cuestión de segundos el dolor de cabeza que me produjo.
Sali de la cama al escuchar cómo la discusión se intensificaba porque papá ya no pretendía ser amable con mamá ni mucho menos ella con él.
Bajé las escaleras con el pijama puesto y me frené en uno de los escalones al ver que él había apenas había ingresado a la casa.
Había dejado el maletín de trabajo en el suelo. La puerta de la entrada estaba abierta y mamá ya lo estaba increpando.
Papá siempre llegaba tarde del trabajo y mamá esperaba a que vuelva para tomar un té con él antes de dormir. Sin embargo, esa noche ya no eran una pareja, sino dos perros peleándose.
La discusión se detuvo en cuanto papá levantó la cabeza y mamá lo siguió.
Se dieron cuenta de que no estaban solos.
—¿Por qué discuten? —no puedo evitar soltar un bostezo al final de mis palabras.
Mamá mira a papá cómo si quisiera que él me lo explicara. Se cruza de brazos.
Mi madre suele lucir siempre su bata rosa de algodón en las noches de frio, pero en esta oportunidad, ya estaba cambiada cómo si estuviera a punto de salir.
¿Qué demonios estaba ocurriendo?
—Evangeline...—la voz de mi padre suena débil, con temor. Cierra la puerta cómo si temiera que alguien de la calle escuchara—, tenemos que irnos de aquí y no tenemos que decírselo a nadie.
Sonreí, como si se tratara de un chiste pero al ver que los dos seguían serios y tenían cara de estar a punto de entrar en pánico, mi sonrisa se esfumó.
—¿Qué?
—¿Recuerdas cuando te conté sobre tus abuelos paternos? —mi padre da un paso en mi dirección.
—Nunca me hablaste de ellos.
—Exacto, porque tenia prohibido hablarte de ellos.
—Papá ¿qué está pasando? —le pregunto para que se deje de rodeos.
—Arma una valija con lo necesario. Tenemos que irnos de aquí, Evangeline—mi madre finalmente habla y su tono de voz es tan exigente como alarmante.
Me late el corazón con fuerza. Todos mis pensamientos empiezan a acelerarse recordando todo lo importante que tengo en Oregon.
—Pero la escuela, mis amigas...—hablo deprisa—¡No podemos irnos!
Papá da dos pasos esta vez y pone un pie en uno de los escalones de la escalera, tomando el barandal con una mano.
—Evangeline tenemos que irnos. No hay opción.
Quién diría que esas palabras fueron el comienzo de un desastre.
¿Por qué? Es muy sencillo. No nos íbamos de vacaciones como lo hacia Jules, mi amiga que amaba la playa o a esquiar, como lo hacia David, porque sus padres deseaban que a futuro sea profesional en eso.
Sino, a The Moon, un pueblo escondido exclusivamente para gente billonaria que está aislada del mundo y en donde te obligar a casarte a los diecinueve años y sino, te dan pena de muerte.
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En las sabanas de un Telesco
Roman pour AdolescentsEvangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma mortal, hombres pagan por tu virginidad y en donde deberas casarte a los diecinueve años o estaras condenada a muerte si no lo haces. Depend...