CAPÍTULO 14
EVANGELINE BROWN.
Me siento como si estuviera en el epicentro de un teatro de marionetas, donde cada uno trata de manipular mis cuerdas a su antojo.
Ya estoy harta de la hipocresía que parece perseguirme a cada paso, y ahora, con la reciente fortuna de mi padre, sé que esta farsa solo se intensificará.
Decido escapar al jardín para buscar un respiro. Sin embargo, mi intento de tranquilidad se ve interrumpido de inmediato por dos chicas del servicio que se acercan con sus ofrecimientos de abanicos y bebidas.
Acepto de mala gana un licuado de banana, esperando que al menos traiga un poco de alivio a mi día.
Mientras bebo, me encuentro perdida en mis pensamientos. ¿Acaso Adiele piensa que podemos ser amigas? La idea me parece absurda.
Su corazón es tan oscuro como la noche, y no me verán asociándome con alguien así.
No soy una santa, pero jamás se me ocurriría hacerle a alguien lo que ella me hizo en el establo.
Mis reflexiones se ven interrumpidas por una escena en la distancia que llama mi atención. Dan camina con una joven a su lado, una chica de apariencia modesta, con un vestido discreto y zapatos bajos.
Su cabello rizado brilla bajo el sol, y su mirada está llena de asombro mientras charlan animadamente y se detienen para admirar las flores del jardín. Es como si estuvieran completamente absortos el uno en el otro, y una punzada de envidia me atraviesa mientras los observo.
Bueno, no es envidia porque no siento absolutamente nada por él, pero... la forma en que mira a esa chica es la misma forma en que solía mirarme a mí.
—Cuando Dan se aburre de alguien, va directo a alguien mejor —comenta Nathan mientras toma asiento en la silla que está junto a mí, con un refresco en la mano.
Se acomoda de manera desenfadada, como si estuviera en el sofá de su propia casa, y bebe directamente de la botella con gesto despreocupado. Con un movimiento de mano, aparta varios mechones de su cabello negro hacia atrás, dejando que el sol le acaricie el rostro y revelando los tatuajes que se asoman en su amplio cuello.
—Gracias por el cumplido —respondo con sarcasmo.
—Sonó más cruel al decirlo que al pensarlo. Lo siento, Evangeline —se disculpa Nathan.
—Tu hermano me está ignorando como si realmente no existiera —afirmo, frustrada.
—Mi hermano es un idiota que no sabe lo que quiere —responde Nathan, con evidente frustración en su tono.
—No por eso tiene que ignorarme. Incluso podría presentarme a su futura prometida y tomar el "té" juntos —sugiero con ironía.
—¿Quieres un trío con Dan y su prometida? —Nathan suelta una carcajada.
—¿Qué? No, por Dios.
—Bueno, aquí tomar el "té" a veces significa eso —responde con una sonrisa sarcástica.
—No lo amerita en este caso —aclaro.
—¿Puedes calmarte? Te noto con muy mala vibra, hermana —me pide Nathan.
Suspiro, apoyando mi espalda contra la silla.
—Lo siento —me disculpo—. No me siento bien...
El líquido que acabo de ingerir sale disparado en un vómito repentino directo al suelo en cuanto intento inclinarme. Algunas gotas alcanzan a mojar las patas de la silla de Nathan.
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En las sabanas de un Telesco
Novela JuvenilEvangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma mortal, hombres pagan por tu virginidad y en donde deberas casarte a los diecinueve años o estaras condenada a muerte si no lo haces. Depend...