Capítulo 22

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Capítulo 22

EVANGELINE.

Hoy daba por sentado que me gustaba bailar con Dan.

No sabia si era por su manera de tomar mi mano y hacerme girar sobre el lugar, no sabia si era por su distancia oportuna debido a que otras parejas parecían estar haciendo el delicioso ante todos con la ropa interior que había escogido usar esa noche.

No sabia si era por su sonrisa simpática ante cada comentario sacado de su boca.

Dan era un bailarín excepcional, y cada paso que dábamos juntos parecía una coreografía perfectamente sincronizada. Su tacto era suave pero firme, y el roce de nuestras manos me envolvía en una sensación de seguridad y deseo al mismo tiempo.

A medida que avanzaba la noche, noté cómo otras parejas se entregaban al deseo y la pasión, exhibiendo su amor de una manera más física y evidente. Pero con Dan, el baile era suficiente. No necesitábamos demostrar nada más ante los demás, porque la conexión que compartíamos trascendía cualquier gesto superficial. Era una danza de almas que solo nosotros entendíamos. Una danza ridícula, llena de risas y lagrimas por la misma.

Darya me pasa una cerveza que no tardo en beber luego de que los tres brindamos. Le doy un trago profundo y quiero parecer que no la considero asquerosa y que estoy acostumbrada a beber.

Pero los ojos curiosos de Dan me descubrieron.

—¿Por qué bebes si no te gusta? —me pregunta, confundido, quitándome la botella de la mano.

—¡Oye! Yo no te dije nada.

—No te gusta la cerveza—me descubre, juzgandome—. Mentirosa—termina con la que tiene en la mano y se bebe la mia. La nuez de su garganta se marca.

—No es que no me guste, es que nunca terminé de acostumbrarme a su sabor.

—Puedes ir a pedir que te preparen una bebida—me sugiere—. Hay alguien en algun sitio que se ocupa de eso.

—¿Vamos? —le pregunto.

—No, ve tú, así te acostumbras a andar entre los muertos tú solita—me guiña un ojo.

Tuerzo el gesto.

Estar con los hermanos Telesco me asegura que nadie me observe de más porque estos reaccionan y sé que reaccionan. Empiezo a caminar y me detengo en seco. Me doy la vuelta y miro a Dan, el cual está mirando atentamente mi trasero y cuando se percata que me he dado cuenta, lo veo tragar saliva.

—¿Por eso quieres que vaya sola y así darte la espalda?¿Para verme el trasero? —lo acuso.

—¡Te dije que tarde o temprano te vería entera y si me vas a golpear lo habrá valido! —me grita a través de la música.

Pongo los ojos en blanco y sigo caminando en busca del chico o chica que esté haciendo bebidas.

Siento que a mi costado me están mirando, por lo que cuando veo de quién se trata, veo los ojos curiosos de Adiele sobre mí.

Me quedo maravillada por la ropa interior que lleva puesta y la poca tela con la que ha sido elaborada. Solo son dos tiras sobre sus hombros que cubren sus pezones y elevan sus pechos que son como dos globos enormes.

Su diminuta cintura con un piercing en el ombligo y unas piernas larguísimas. Su cabello pelirrojo
está trenzado.

—¿Qué miras, vaca? —me dice, masticando chicle y pidiéndole algo a la chica que se está ocupando de las bebidas.

Pestañeo, reaccionando a que la estoy mirando de más.

Miro al frente una vez que la chica que prepara las bebidas me recomienda que beba un Daiquiri de frutas.

Lo tomo y pretendo irme, pero Adiele no soporta que la ignore y me agarra del brazo y me clava las uñas.

—¡Suéltame! —grito, tratando de liberarme de su agarre mientras mi corazón se acelera por la tensión del momento.

Adiele suelta mi brazo y me lanza una mirada llena de furia antes de alejarse. Respiro aliviado, sintiendo cómo el estrés comienza a disiparse.

Me quedo en mi lugar, tratando de procesar lo que acaba de pasar. Miro mi brazo y las uñas de ella se me han quedado marcada en la piel, a tal punto que la herida empieza a sangrar levemente.

Empiezo a sentirme mareada, todo comienza a darme vueltas. Me tambaleo al caminar en dirección a donde están Darya y Dan pero no consigo visualizarlos entre tanta gente.

Cierro los ojos un momento pero tras abrirlos de nuevo me encontré con una vista borrosa. Las luces de colores se difuminaban y bailaban ante mis ojos, y las voces de las personas se mezclaban en un zumbido confuso. Me senté en un sofá cercano, tratando de calmar mi cabeza giratoria. Tomé sorbos de agua, esperando que eso me ayudara a sentirme mejor.

Tenia la bebida helada en mi mano y la apoye en el suelo mientras intentaba recuperarme.

—Es ella—oigo una voz femina y de golpe siento como alguien me tira hacia atrás haciendo que apoye mi espalda contra el respaldo de aquel sofa.

Veo un rostro masculino difuso que acaricia mi rostro. No lo veo bien. No comprendo que está pasando y por qué mi cuerpo está paralizado.

Abro la boca, en un intento de decir algo pero ni siquiera eso consigo.

La mano pesada del chico corre una de las telas de mi sostén y siento como empieza a chupar uno de mis pezones. Desesperada, intento quitármelo de encima y aún así mis golpes son débiles, tanto que ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy intentando apartarlo.

De golpe noto que empiezan a haber varias luces que parpadean y creo que son de celulares. No diviso bien, me siento mareada, todo me da vueltas y el chico no se detiene. No para...

Siento las lagrimas brotar de mis ojos y deslizarse sobre mis mejillas mientras las manos de aquel chico hacen lo que quieren conmigo. Cierro las piernas con fuerza, apretando mis muslos para impedir que sus dedos quieran meterse en mis bragas y lucho, juro que lucho para quitármelo de encima.

Escucho risas, comentarios lejanos...

¿Qué me estás haciendo?

¿Mamá, papá...dónde me han dejado?

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora