Capítulo 26

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CAPITULO 26

La vibración de un movil me despierta en medio de la noche. Resulta un quejido molesto que no se calla por lo que no me queda otra que levantarme de la cama y buscar de dónde proviene. Algo aturdida, observó que se trata del celular de Dan.

Está tan dormido que no lo oye.

Rodeo la cama, tomo el móvil y atiendo la llamada de ¿Nathan?

—¿Hola?—saludo en voz muy baja para no despertar a Dan.

Él está boca a bajo durmiendo con el rostro pegado a la almohada. Sus brazos se han extendido en medio de la cama y me pregunto cómo volveré a tener algo de espacio en ella.

—Necesito a mi hermano—me dice mientras tose al otro lado del teléfono.

—¿Estás bien? Dan está durmiendo—le aviso.

—Bueno, ven tú qué me siento fatal.

—No te conozco.

—Pero yo si a ti Evangeline por favor ven que estoy volando de fiebre—me suplica y realmente se lo escuchaba fatal.

Dudo un instante. No conozco al hermano de Dan ni mucho menos sé en qué habitación está.

—En el palacio hay enfermería y...

—Ven por favor.

—Bien, dime tu número de habitación.

—La 334.

—Ahora voy.

Cuelgo la llamada. Miro a Dan con cierta duda. No se si le gustara que lo abandone por esta noche para ver cómo está su hermano y no es porque es cuestión de lealtad pero...temo quedar mal con él.

Me pongo una bata rápida y unas pantuflas. Salgo de la habitación en puntas de pie y finalmente llego al pasillo. Tomo una bocanada de aire.

¿Por qué me siento tan nerviosa?

Busco la habitación 334 y cuando la encuentro, toco dos veces. Escucho pasos en el interior y la puerta se abre.

Es un chico de cabello negro y ojos apagados.

Tiene la frente brillanté por el sudor. El piercing del labio inferior está chueco y tiene el torso desnudo el cual posee el tatuaje de un dragón armado con calaveras. Era extraño y siniestro a la vez pero estaba tan bien hecho que podría ser admirado.

Se suena los mocos sonoramente con un pañuelo blanco sin ni siquiera mirarme.

—Pasa—me dice, con voz ronca y arrastra los pies hacia el interior de la habitación.

Ni siquiera un hola. De todas maneras a este chico ya lo he visto antes en el baile de presentación de los postulantes. Él me había limpiado el maquillaje corrido con saliva y una servilleta.

Jamás espere que fuera hermano de Dan y Darya.

Tiene incluso pinta de antipático. Es todo lo contrario a ellos.

—¿En qué puedo ayudarte?—le pregunto.

Las luces de la habitación están apagadas y la única encendida es el velador de la mesita ratona que le da un aire cálido al sitio.

El suelo está lleno de pañuelos al igual que la mesa ratona del lado de la cama en la que duerme.

—Necesito que me vigiles mientras me ducho—me dice, tomando algo de ropa de su mueble y cerrando los cajones con cierto mal humor—. Tengo miedo de caerme de la ducha. Es para bajarme la fiebre.

Trago saliva, poniéndome nerviosa al instante.

—Si venía Dan o Darya les pediría lo mismo—me dice como si me hubiera leído la mente.

—¿Cuánto tienes de temperatura?

—Creo que ya estoy por los cuarenta grados.

—Madre mía. Metete a la ducha—insisto, mirando la puerta del baño y luego a él.

Se arrastra tosiendo al baño y ambos nos metemos. Me siento en el bidé y cuando veo que está a punto de desvestirse, desvío la mirada hacia otro lado. Él parece tan cómodo con esto y yo tan tensa.

Las mamparas son algo traslúcidas por lo que puedo ver con claridad cuando se mete desnudo.

Dios, no debería estar mirando. Saco mi móvil y empiezo a ver videos en Tik tok mientras él suelta quejidos por el agua helada.

—Dios, odio estar en enfermo. Me lleva la mierda—escruta, quejoso y intuyo que está llorando de la frustración.

—¿Por qué no has ido a la enfermería, Nathan?

—Harían un informe y le dirían a mis padres. No quiero verlos ni en figurita.

Me genera curiosidad saber por qué no quiere hablar con ellos pero preguntarle sería demasiado.

Nathan se sigue duchando. Levantó mis ojos y me quedó observando su espalda desnuda y su trasero bien definido. Incluso tiene más trasero que yo. Está bajo el agua, con la cabeza agachada. Su espalda en inmensa y cabe mencionar que es más alto que Dan. O al menos eso muestra.

—Me lleva la puta madre—vuelve a quejarse, con los labios temblando y el cuerpo entumecido—¡que me baje la puta fiebre!

—Aguanta Nathan—le digo—. Aguanta un poco más.

Se queda en silencio una vez más. Realmente la está pasando fatal y no creo que le sea de ayuda tener a una extraña haciendo eco en el baño con su insoportable voz.

Se queda un momento más y cierra los grifos. Vuelvo mis ojos a la pantalla de mi móvil cuando me doy cuenta que está por salir.

Se cubre con una toalla mientras maldice y cuando noto que se ha cubierto, lo miro, algo tensa. Honestamente me siento así desde que estoy en su habitación y me pregunto si Dan se ha dado cuenta de mi ausencia.

—Vamos—me dice, con espasmos y sale del cuarto del baño.

¿Vamos?

Salgo del baño y lo sigo de brazo cruzados. Vuelve a acostarse, llevándose una pastilla que hay en su mesa de luz. La traga ayudándose con un vaso de agua.

Noto la nuez de su garganta tras tragar. Incluso enfermo luce bien y no sé por qué estoy pensando en ello.

—Acuestate—me pide, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos, abatido.

—¿Qué? Yo no...

—Dan cuando duerme lo hace profundamente y no podrá controlarme la temperatura y Darya está seguramente acostándose con mi casi algo llamada Adiele—me dice, esforzando su voz—. Acuéstate para que estés pendiente de mí. Necesito a alguien que procure que no me suba la temperatura.

—Nathan...

Abre los ojos, levantando un poco la cabeza y me observa con esos ojos oscuros profundos que posee.

—Te estoy suplicando que te quedes, Evangeline. No me siento bien—entonces sus ojos se humedecen pero no cae ninguna lagrima.

—Esta bien, me quedaré—le digo tras suspirar.

Ha logrado convencerme por su desesperación y porque por poco se echa a llorar. Y no lo pienso despectivamente, sino que la sensibilidad de los hombres a veces la ocultan de tal manera que resulta sorpresivo que se quiebren.

Cosa que no debería ser así y debería estar naturalizado.

Nathan baja los hombros, relajados y vuelve a recostar su espalda contra las almohadas de la cama.

Rodeo la cama recostándome a su lado tomando una de las mantas del sofá esquinero que todas las habitaciones tienen. Esta es afelpada y cómoda.

—Gracias por quedarte, Evangeline—me susurra antes de quedarse dormido.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora