Capítulo 52

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DARYA TELESCO.

La boda había terminado, como tantas otras en el pueblo. Los novios fueron llevados a su nuevo hogar, y la fiesta seguía su curso sin ellos. Era una escena común, y ya no me emocionaba. Desde pequeña supe que las bodas aquí no eran por amor, sino por conveniencia.

No asistí a la fiesta. Evangeline desapareció apenas concluyó la ceremonia, Nathan y los chicos se dirigieron al bar exclusivo del cuarto piso para intentar ligar, y Adiele se unió a sus amigas en la celebración, dejando atrás a los recién casados.

Siguiendo una vieja costumbre del pueblo, la pareja recién casada no se presentaba en su propia fiesta, ya que se decía que debían consumar la unión esa misma noche para concebir un hijo.

En cambio, yo me encontraba parada frente a la puerta de la habitación de mi hermano, Dan, esperando su regreso.

Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron y él apareció. Su cabello castaño estaba revuelto, su traje arrugado y tenía marcas de besos en el cuello.

—Mierda —masculló al verme—. ¿Qué estás haciendo aquí, Darya? —salió del ascensor y las puertas se cerraron tras él.

Lo observé con brazos cruzados, mi rostro reflejando mi enojo contenido. Era hora de hablar.

—He estado esperando —le dije con firmeza—. ¿Dónde mierda estabas?

—No creo que deba explicarte constantemente a dónde estoy —me respondió en tono seco, avanzando hacia mí.

Intentó abrir la puerta de su habitación con la tarjeta magnética, pero me opuse.

—Darya...

—Sólo te permiten salir del palacio si es una URGENCIA o si mamá levanta el teléfono para citarnos por algo grave. Pero ahora que te veo, se desvanece la idea de que alguien ha muerto —admití, evaluando su aspecto—. ¿Fuiste al bar nocturno?

Dan mantuvo la mirada, inexpresivo, hasta que exhaló y finalmente me respondió.

—Sí, fui.

—¿Con quién te obligaron a meterte en la cama esta vez?

—No quiero hablar de eso.

—Dan...

—Darya, te juro que si te cuento, mi vida se arruinará, junto con mis planes de casarme con Evangeline —confesó, dejándome sin palabras.

Entonces, una terrible comprensión se abrió paso en mi mente.

Habían tramado que se acostara con alguien cercano a Evangeline sino no estaría así de palido, y la única mujer en la vida de mi amiga era...

—Su madre ¿te acostaste con su madre? —mis dedos volaron a mis labios, sellando mi horror en un gesto involuntario.

Dan evitó mi mirada por un momento, como si la confirmación de mis sospechas fuera demasiado pesada de cargar. Finalmente, sus ojos se encontraron con los míos, y en ellos vi una mezcla de vergüenza y resignación.

Mi mente se debatía entre la incredulidad y el asombro. La realidad de la situación era tan increíble que casi esperaba que Dan se riera y dijera que todo era una broma. Pero su rostro sombrío y sus palabras sinceras dejaban en claro que la situación era muy real.

—¿Cómo pudiste hacer algo así? —mis palabras emergieron en un susurro, casi sin creer lo que estaba escuchando.

Dan pasó una mano por su cabello desordenado, la expresión en su rostro mostraba el tormento interno que estaba experimentando.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora