CAPÍTULO 48.
EVANGELINE BROWN.
Degusté una porción de fruta fresca.
No hay nada reprochable en ello; es una elección saludable, un líquido puro que eventualmente se desvanecerá en mi sistema. Mi preocupación se centra en el pan, sin embargo, era de salvado, más una amalgama de semillas que un simple pan. Estoy inclinada a creer que estaré bien, que no necesitaré recurrir a la purga.
Es líquido. Es fruta. Es exactamente lo que mi cuerpo requiere... aunque admito que sería sabio complementarlo con algo más sustancial.
Dan está absorto en su teléfono móvil, entretenido con videos que lo hacen reír a carcajadas. De vez en cuando, comparte uno conmigo y juntos estallamos en risas. Mientras tanto, Alex permanece a mi lado, rígido, consciente de que el siguiente paso en nuestra jornada será mi traslado a otra habitación.
El momento para hacerlo puede surgir en cualquier instante del día; no estamos limitados a este preciso momento. Afortunadamente, mi madre no está pendiente de mí en este momento.
—¡Amor mio! —una voz femenina grita detrás de nosotros y giro para mirar quién es.
De repente, una mujer de cabello castaño ondulado, de figura esbelta y vestida con un elegante vestido de flores con volantes en los hombros, se abalanza en un abrazo afectuoso alrededor de Alex. Al principio, él tarda en corresponder al abrazo, su rostro reflejando sorpresa y asombro ante su presencia, como si hubiera visto un fantasma. Sin embargo, logra disimularlo con una sonrisa forzada.
—Carla —musita Alex, nervioso—, ¿qué haces aquí?
¡Carajo, es su esposa!
—Supuse que estabas trabajando, así que te traje algo para almorzar —le tiende una lonchera con cariño, como si fuera un gesto hacia un niño, y le sonríe con ojos llenos de amor hacia él. Luego, su mirada se posa en mí—, tú debes ser Evangeline Brown, ¿verdad? Encantada de conocerte.
Desde mi silla de jardín, estrecho su mano delicada con anillos de oro adornando sus dedos. Sonrío, aunque mi corazón late desbocado. Carla es deslumbrante y encantadora. Dios, es la esposa de mi guardaespaldas.
Mientras aprieto su mano, se deslizan imágenes de la noche anterior en la que me entregué a su marido.
—Un placer conocerla, señora...
—Oh, Carla Telesco —se ríe, con sus mejillas sonrojadas—, mi apellido prevalece sobre el de mi esposo. Ya sabes, por cuestiones de poder y todo eso —me guiña un ojo y su risa resuena de nuevo.
Desearía que me tragara la tierra en ese momento.
—Darya mataría por ese vestido, tía Carla —comenta Dan, levantándose de su silla con una sonrisa y abrazándola en saludo.
—Mi querido Dan —Carla y él se funden en un abrazo—, cada día estás más grande, joven. ¿Cómo estás?
—¿¿Dan es su sobrino?? —mis labios dejan escapar la pregunta antes de que pueda siquiera procesarla.
Dan me mira con calma, su brazo reposando casualmente sobre el hombro de Carla Telesco.
—Oye, me dolería mucho si no le cuentas a tus amigas que tienes una tía muy atractiva —Carla golpea suavemente el pecho de Dan con el puño y se ríe.
—Tía Carla, permíteme presentarte a Evangeline Brown. Es nueva en el pueblo, seguro que ya has oído hablar de ella —dice Dan, sonriéndome.
Siento un impulso de huir. No puedo creer que me haya involucrado no solo con el esposo de una mujer que evidentemente lo adora (se nota en sus ojos y en que le trajo comida), sino también con la tía de Dan.
ESTÁS LEYENDO
En las sabanas de un Telesco
Novela JuvenilEvangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma mortal, hombres pagan por tu virginidad y en donde deberas casarte a los diecinueve años o estaras condenada a muerte si no lo haces. Depend...