CAPÍTULO 2.
Papá y mamá estaban en la sala, conociendo al personal que supuestamente se ocuparían de la casa. Un jardinero, dos mucamas, un ama de llaves y un sujeto que se ocupaba de la piscina que no había visto hasta el momento.
Cuando quise ir a ver la casa por si sola, mamá me detuvo sin decirme una sola palabra y me obligó a sentarme en el sofá.
No es que fuera una mala madre, pero siempre quería mantenerme bajo su control y eso me frustraba muchísimo.
Tuve que ver cómo mi padre los trataba de manera formal, como si supiera lo que estaba haciendo y mi madre, a dos pasos detrás de él con sumisión. Ella me pateó varias veces el pie de forma discreta para que enderezara la espalda.
Quise sacar mi móvil de mi bolso, pero mi madre me lo negó rotundamente. Y por supuesto que fue sin decirme ni una sola palabra, con sólo una mirada tensa y ojos saltones sabia que me estaba dando un NO rotundo a mis decisiones.
—Les recomendamos regresar a la casa eso de las diez de la noche y si hay una fiesta en el pueblo, no hay horario. —nos cuenta Allen, la ama de llaves—Luego, hay un cronograma de actividades para las damas y el caballero de la casa a donde se les enseñara equitación, natación, acrobacia y deben asistir todos al gimnasio privado que tienen en la casa. Al menos una hora al día. Las damas deberán asistir a un curso de cocina y cada una semana tendrán que visitar al clínico de cabecera que se les asignara cuando vayan al hospital del pueblo—Allen me mira a mí—. La niña deberá asistir a su primer control ginecológico hoy mismo y luego al doctor clínico el cual controlara estrictamente su peso entre otras cosas.
—¿Disculpe? —mi madre da un paso al frente—¿Por qué Evangeline deberá tener ese tipo de controles?
Allen levanta la barbilla como si estuviera a punto de prepararse para lo que parece una batalla de mando.
—Evangeline ingresara a los diecinueve años a lo que llamamos La elite. Es un edificio en donde se convive durante tres meses con otros jovenes de su edad y deberá escoger esposo. En caso de no encontrarlo este año, volverá asistir. Tiene tiempo hasta los treinta años.
Me pongo de pie de un salto, consternada.
—¡¿Esposo?!¿De qué están hablando? —levanto la voz y mi madre no pretende esta vez callarme porque está igual de perpleja que yo.
Mi padre, sin embargo, desvía la mirada.
—¡¿Papá tú lo sabias?! —escruto, furiosa.
—Evangeline—mi madre me levanta la voz en advertencia, mirando a Allen.
—Tendrás que vivir durante tres meses—vuelve a repetir Allen ahora con más paciencia—, con jóvenes de diecinueve años y también habrá otros adultos que estarán buscando esposa.
—¿Qué pasa con las personas que no logren contraer matrimonio? —pregunta mi madre.
Silencio.
Entre los empleados se miran, sin decir nada.
—Cadena de muerte, señora Brown—responde Allen sin tembleque en la voz.
Morir a causa de una vida fracasada que acaba en un matrimonio inexistente. La ironía de la vida me estaba dando una fuerte bofetada en este mismo momento.
Mamá me quedó viendo porque sabía que estaba pálida y creo que estaba a punto de bajarme la presión una vez más.
Sentía mi rostro frio y mis manos había empezado a temblar involuntariamente.
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En las sabanas de un Telesco
Ficção AdolescenteEvangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma mortal, hombres pagan por tu virginidad y en donde deberas casarte a los diecinueve años o estaras condenada a muerte si no lo haces. Depend...