Dos

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-Zoro -la profunda voz de Mihawk su padre llamo su atención en medio del pasillo de aquella gran casa.

-padre -respondió de forma respetuosa.

-se que has estado evitando esta conversación -entrecerro la mirada con seriedad - ya es hora de que me des siquiera un nieto o dos... -hablo con seriedad.

Zoro se sorprendió con ello, abrió sus ojos de a par y volteo un poco el rostro. -no estoy interesado en ese tipo de cosas -respondió.

-no dejes que se pase el tiempo hijo -se aproximó y dio un par de palmadas en su hombro - yo no se que pasa con todos mis hijos -suspiró largo y profundo -ninguno de ellos quiere hacer abuelo a su padre -inclino ligeramente su cabeza en un deje de dramatismo puro, Zoro algo una ceja.

Últimamente su padre actua extraño, comentándoles cada vez que puede el hecho de porque ninguno ha decidido formar una familia, casarse o siquiera tener una pareja estable, los tres solo se dedican a trabajar duramente y cumplir todas sus espectativas.

-¿porque estas tan sensible viejo? -Zoro esbozo una sutil sonrisa a su padre e imitó su acción dando palmaditas en su hombro -además, tu sabes que yo solo espero a la persona indicada para regalarle mi vida...

-no estoy sensible, solo me estoy poniendo viejo -comentó con gracia y decidió que era suficiente de esa conversación -no te demores Zoro

Paso junto a él y se alejo, Zoro soltó una pequeña risilla y simplemente siguió con su camino, tenía trabajo que hacer.

La verdad es que Zoro estuvo muy enamorado alguna vez de una linda chica que conoció cuando entro a primaria, su nombre era Kuina una chica omega de temperamento fuerte que siempre fue amable con él, salieron durante muchos años hasta que tenían edad suficiente para tener una familia, Zoro recuerda muy bien aquella tarde cuando emocionado de obtener la aprobación de su padre y el de Kuina finalmente le pediría que se casaran, luego de almorzar con afán, salió disparado a casa de ella, el lugar está a vacío y luego de marcar demasiadas veces finalmente obtuvo una respuesta.

-lo siento Zoro, Kuina esta muerta...

Fue un accidente de carretera, ella perdió la vida de camino al hospital y por lo tanto también se perdió la de su pequeño hijo que venía en camino, Zoro no lo sabía, al menos lo supo en ese momento cuando llorando desesperado les pedía a todos que fuera una mentira o una cruel broma despiadada, pero no, todo era la cruda realidad.

El funeral y el duelo fueron interminables para él, siguen siéndolo, la tortura y la desesperación de no volver a verla, la angustia de perder a su único amor, a su familia, se lo comieron vivo durante años, incluso ahora sentado en su cómoda oficina admira un par de fotos sobre su escritorio todavía llora en silencio, no es que ya dejo de doler, es solo que aprendió a vivir con ese dolor.

Y desde entonces no encuentra un nuevo amor que logre llenar ese hueco que quedó en su pecho, el mismo no se permite admirar a nadie más, no se siente capaz de traicionar su profundo amor por Kuina.

Prefiere morir solo y reencontrarse con ella en el otro plano si es posible.

Aquella tarde cuando iba de regreso a casa fue que vio al rubio siendo atacado por un par de tipos más grandes, algo dentro de su pecho se removió con violencia, como si el chico le estuviera gritando al oído que debía parar, que le ayudara. De inmediato su instinto se activo, cuando le pidió a Usopp qué se detuviera sintió una terrible angustia, se bajó corriendo.

Cada paso que dio para aproximarse a la escena desataba una rabia incontrolables, libero toda su esencia e invadió el lugar, un par de metros antes de que llegara finalmente a la escena los dos tipos que se encontraban rodeando al rubio huyeron despavoridos, el chico callo y Zoro supo en ese mismo momento que debía protegerlo, cuidar de ese frágil cuerpo. Olvido todo, toda su angustia y dolor constantes desaparecieron de un momento a otro, olvido quien era y de donde es, olvido a Kuina y su profundo dolor olvido donde estaba y que hacia allí, cuando lo tuvo finalmente entre sus brazos su corazón latió con fuerza una y otra vez retumbando contra su pecho, había encontrado una especie de ángel de cabellos de oro y piel pálida enrojecida por el momento que vivió.

Mi Gran AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora