1. Italia

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Después de casi 9 horas de vuelo, al fin llegué a Italia, siento que he perdido mis pequeñas pompis de tanto estar sentada, y para completar llevo rato tratando de encontrar a mi bello padre y no lo veo por ningún lado. Mis pies duelen horrible y mi espalda está pidiendo cama urgentemente.

Estoy por agarrar mi teléfono para llamarlo y me diga donde esta y venga por mi cuando escucho mi nombre ser gritado a toda voz detrás mio.

Rápidamente me doy la vuelta y veo a papá a unos cuantos pasos de mi con un cartel en sus manos que dice: "Bienvenida a casa, pequeña".

Salgo corriendo dejando las maletas tiradas en medio, esquivo unas cuantas personas hasta que llego hacie el y me le tiro encima abrazandolo como una garrapata a un perro. Las lágrimas salen de mis ojos sin control empapando mis mejillas y la camisa blanca de papá.

Lo he extrañado tanto.

Suelto leves sollozos que quedan ahogados en su pecho, mientras tanto el repite lo mucho que me ha extrañado.

—Te extrañé, papá —logro decir entre sollozos —muchísimo.

—Y yo a ti, Pequeña, no sabes cuanto, mi amor —apuesto a que también esta llorando. Lo abrazo mas fuerte contra mi y quisiera que este abrazo no terminara nunca para quedarme así con el porque después de durar casi un año viendolo por la camara de un teléfono lo había extrañado mucho y no considero la idea de separarme de el otra vez.

—Yo tambien te extrañe, mi pequeña —da un tierno besos sobre mi cien y vuelve a murmurar lo mucho que me ama.

—Ahora mejor nos vamos a casa—asiento de acuerdo con el. Con cuidado me deposita en el piso, me pasa los dedos por debajo de los ojos limpiandome las lágrimas mientras me sonrie y cuando ve que también sonrio no se contiene y vuelve y me atrae hacia el en un fuerte abrazo.

Estoy tan feliz de volver a verlo, tengo tantas cosas que contarle que de seguro no me alcanzaran estos meses para decirlas, pero tratare de usar estos meses al máximo.

Vamos por mis maletas que están regadas a unos pasos de nosotros, cada uno agarra una de las grandes y pesadas maletas que traje y caminamos hacia el parqueo.

—¿Qué tanto trajiste en esas maletas que pesan tanto, Liliana? —habla mirando por encima de su hombro, me encojo de hombros y sigo mi camino —parece que tuvieras piedras en vez de ropa aqui dentro.

Mamá también se preguntó lo mismo cuando me ayudo a empacar ayer en la tarde, pero juro que todo lo que traje en la maleta es muy necesario.

"¿El peluche de elefante también es necesario?"

Obvio que si conciencia, no puedo dormir si no es con ese peluche abrazado. Nadie les dijo a mis padres que era buena idea acostumbrarme a ese peluche desde que nací.

Papá lo mando a hacer para mi cuando naci y me he acostumbrado tanto a el que es imposible que me separe de el. Tiene hasta mi nombre grabado en el pecho.

Dejo mis pensamientos a un lado y abro la boca sorprendida al ver el deportivo rojo parado frente a mi.

—Tienes que dejarme conducir este bebé algún día, pa —dejo la maleta a un lado y me acerco a el carro pasando mis manos por todos lados. La pintura roja brilla bajo mis dedos y se siente muy suave.

—Si recuerdas que no sabes conducir ni siquiera una bicicleta Liliana, cierto —el tono de burla con el que habla no me pasa desapercibido —Igual para que quieres hacer eso si mientras yo viva no vas a conducir ningún coche ni nada de eso —comenta con un tono serio.

—Papá, tienes que superar eso —digo. Me paro frente a el y poso mis manos en su cara —paso hace mucho tiempo y ya estoy bien —doy media vuelta para que me vea.

Te quiero idiota (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora