Capitulo 9

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El invierno se acercaba rápidamente en Rusia, los días eran cada vez más cortos y fríos. Para Sofía la esperanza era un sentimiento lejano en el que ya no pensaba, luego de la muerte de la adolescente fue como entrar en un limbo de tiempo en el que solo se subsistía sin mayor propósito que el de no morir de frio por las noches. Las tardes transcurrían en cámara lenta, la rutina era lo único de lo que estaban seguras las mujeres en su pequeño mundo. Sofía se alimentaba sin percibir los sabores de la comida que les llevaban, tomaba el agua que le daban sin especular acerca de la cantidad o si tendría alguna droga que las mantenía a todas en el letargo en el que se encontraban, las llevaban a un pequeño baño una a una, dos veces al día, ese era el momento en que debía hacer sus necesidades quisieran o no puesto que no tendrían más oportunidad, hasta el día siguiente, todo aquello ocurría en cámara lenta, como si se tratara de una barata película independiente de un director psicópata.
El hombre que había violado a la adolescente hasta matarla desapareció, en su lugar había llegado otro hombre que ayudaba a Berta a ocuparse de las prisioneras, a ese hombre Sofía no recordaba haberlo visto el día que llegara a Rusia, este era un poco más bajo de estatura, su cabello era más claro y su expresión un tanto menos dura, eso le daba cierta tranquilidad a su espíritu, quizá este no tenía intención de violarlas hasta la muerte, quizá este era buena persona y las trataría con algo de consideración...
La monotonía fue alterada esa noche, Sofía pensó que el día había llegado a su fin y que solo debía esperar de nuevo la mañana para que todo comenzara de nuevo, ni ella ni ninguna otra esperaba la visita de Pavel que irrumpió de pronto espabilándola.
- Buenas noches. – dijo en ruso con el rostro tan expresivo como una piedra de pie ante las mujeres acostadas en el piso.
Siguió hablando a las nacidas en la zona quienes comprendían perfectamente el idioma, por sus rostros contorsionados, sus expresiones de miedo Sofía comprendió que lo que el ruso con cara de ángel les estaba diciendo no eran precisamente buenas noticias.
Minutos después se dirigió directamente a ella y a marcela que esperaban en silencio en un rincón.
- Ahora les traduzco a ustedes lo que le acabo de decir a las otras. – dijo Pavel mirándolas intimidantemente – Mañana será un gran día para ustedes, comenzaran a pagar las deudas que contrajeron al llegar aquí. Celebraré una fiesta en la que vendrá gente muy importante y de mucho dinero a la que ustedes deben complacer en todo lo que les pidan, ellos pagaran por satisfacer sus deseos y ustedes lo harán para que paguen con gusto, mientras mejor se porten mejor será la paga, algunas se irán con el que pague suficiente por llevárselas y otras si se diera el caso se podrían quedar para ser enviadas a otro sitio. Si llegan a hacer algún tipo de escándalo o se portan mal con alguno de ellos tendré que matarla y en ese caso no me quedará mas remedio que cobrarle a sus familias. Berta les hará saber lo que tienen que hacer.
Sin más el hombre se fue, dejo a Sofía con un millón de preguntas no formuladas, ¿A quiénes tenía que complacer? ¿Que tenía que hacer? ¿Llevársela a dónde? El miedo renació con fuerza, miró a Marcela que no decía ni una palabra, miró más allá a las otras chicas que tenían la misma expresión que Marcela de "esto era todo, llego el día" Sofía no pensaba así, no podía hacerlo, ¡había salido de su país para trabajar decentemente, no para ser prostituta en un país extraño! Su corazón latía fuertemente, las manos le sudaban, quería gritar, quería salir de allí a como diera lugar. Se levantó lentamente del piso, fue hasta la puerta que Pavel había cerrado al abandonar la habitación, cerró fuertemente los puños y comenzó a golpear con todas sus fuerzas y a gritar a todo pulmón.
- ¡Quiero salir! ¡Sáquenme de aquí! 
- ¡Sofía calla! – dijo una voz a sus espaldas.
- ¡No... quiero salir de aquí! – insistía desesperada cuando fue volteada rudamente por Marcela que la sostenía por lo hombros.
- Sofía, por favor contrólate, el hombre dijo que nos mataría... ¡te van a matar!
- No quiero ir a esa fiesta... ¡No soy prostituta! – dijo ahogada en su propio llanto.
- Lo se... lo sé. – consoló Marcela a Sofía abrazándola mientras ambas temblaban.
El sol estaba en lo más alto de cielo cuando Berta abrió la puerta para llevarlas a la casa grande, al verla entrar con su sonrisa siniestra Sofía supo que el momento había llegado, sería vendida al mejor postor para beneficio de otros. Sus piernas se negaban a sostenerla, un extraño frio le llenó todo el cuerpo haciéndole imposible moverse con celeridad, casi petrificada en la esquina de la habitación donde había dormido los últimos días luchaba entre el temor a lo que vendría y el instinto de sobrevivencia que la hacía obedecer a las órdenes de los rusos que la tenían secuestrada. Marcela al darse cuenta, la tomó de la mano para darse fuerzas una a la otra, no les quedó más remedio que tomar sus pequeñas maletas imitando lo que hicieron las demás.
Ninguna se atrevió a correr en busca de su libertad, ninguna lo llegó siquiera a pensar a pesar de lo fácil que podría parecer, los amplios campos alrededor de la casa no las tentó, tenían que pagar la deuda, tenían sobre todo que proteger a sus familias, padres, hermanos, hijos a los que buscarían para cobrar lo que ellas no pagarían si escapaban. Caminaban en silencio detrás de Berta hacia la casa grande donde entrarían por una puerta lateral. Una vez dentro fueron conducidas a una habitación grande, mucho más grande que la habitación en donde habían estado hasta ese momento, dentro había varios espejos medianos, sillas, un par de sofás y un perchero lleno de lo que a simple vista parecían prendas de vestir, a un lado otro espejo de cuerpo entero, al final una puerta que luego descubrirían que era un baño.
- Kupat'. (báñense) - ordeno Berta – Tam elektrobritv v vannoy komate, ya khochu chtoby ikh bez volos na tele (hay afeitadoras en el baño, las quiero sin un pelo en el cuerpo)
Berta se retiró dejando a las dos latinas confundidas por no haber comprendido ni un palabra de sus órdenes, sin saber que hacer Sofía miró a marcela como pidiendo un respuesta que ninguna de las dos tenía, una de las chicas que había compartido con ellas sin ninguna interacción anterior, una joven de cabello oscuro y ojos claros se acercó tocando tímidamente a Sofía en un hombro para llamar su atención, al verla Sofía comprendió de inmediato que quería que la siguiera, ella y Marcela lo hicieron con desconfianza pero sabiendo que no tenían opción, si querían saber o por lo menos tener una idea de lo que Berta les había dicho debían seguir a la joven con la esperanza de que les diera a entender de alguna manera lo que debía hacer.
La joven las condujo hasta el baño, entraron mirando a su alrededor con detenimiento, con un breve recorrido visual la rusa que las llevó hasta allí consiguió sobre el excusado lo que había estado buscando. Dentro de una cesta había una botella de champú, un jabón de tocador y varias afeitadoras desechables, se acercó a la cesta tomando una de las afeitadoras, sin sacarla del empaque, la pasó delicadamente sobre la ropa en su área púbica repitiendo el movimiento sobre sus axilas tratando de hacerles comprender lo que debían hacer.
Ambas se miraron de nuevo a los ojos con más tranquilidad y algo de resignación, sobre todo Marcela que estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario para salir lo mejor parada de toda esa situación y pagar rápidamente sus deudas para con la esperanza de volver a ver a su hijo. En cambio, para Sofía era diferente, sólo el hecho de pensar en que debía arreglarse y preparase para ser prostituida le daba nauseas, no quería hacerlo por ningún motivo.
La joven que las acompaño y que solamente por las ganas de ser buena les explico sin palabras lo que debían hacer comenzó a desvestirse sin ningún pudor frente a ellas, Sofía avergonzada salió del baño seguida de Marcela para darle privacidad. Al volver a la habitación se encontró con que las otras chicas habían abierto sus maletas y examinaban lo que tenían dentro, parecían buscar algo, en unos segundos comprendió que lo que buscaban era algo apropiado para usar esa noche, algunas examinaban las prendas colgadas en el perchero.
En la habitación reinaba el silencio a pesar de la actividad, una a una las mujeres cual ganado pasaron por el proceso de "preparación" para la fiesta, a todas les había quedado claro que los asistentes serian personas de mucho dinero acostumbradas a tener lo mejor y que no pagarían por estar con mujeres sucias o poco atractivas, si ellas querían pagar sus deudas debían hacer alarde sus atributos y de su buena disposición aunque ellas mismas preferirían morir antes de exponerse a tales humillaciones, pero la muerte tampoco era la salida,  en ese caso pagarían sus seres queridos.
Sofía entró de ultima al baño, mientras esperaba observaba como las demás incluida Marcela se vestían con minivestidos que apenas las cubrían, se probaban zapatos de tacón altos que encontraron al pie del perchero o que habían traído en sus maletas. Limpias tenía otro aspecto, se veían muy atractivas, seductoras, sin duda quien las llevo allí sabía lo que hacía, por un momento creyó esta tras bastidores de algún concurso internacional de belleza. Una se secaba el cabello con un secador que había encontrado, otras se maquillaban con productos de belleza que Sofía no tenía idea de donde habían salido, todo parecía haber salido de la nada ese día.
Bajo la ducha Sofía sintió como la suciedad que se había acumulado en su cuerpo desde su llegada a Rusia resbalaba por su cuerpo concientizando la cantidad de días que tenía sin asearse, la sensación del agua templada en su piel limpiándola de tanta mugre pareció lavarle también el alma, el llanto acudió a ella lavándola también por dentro, había sido engañada, secuestrada y dentro de pocas horas seria vendida como objeto sexual para ser violada por cualquiera que tuviera el dinero para pagarle a Pavel lo que sea que pidiera por ella, todo salió en esas lágrimas dejándola vacía por dentro, debía enfrentar lo que sea que le tocara vivir a partir de ese momento.  Lavó su cabello tratando de disfrutar al máximo el placer de sentir la espuma en su cabeza, pensó en cómo puede uno acostumbrarse tanto a placeres tan exquisitos hasta perder la capacidad de disfrutarlos, lo mismo pensó cuando frotó  con delicadeza la pastilla de jabón por todo su cuerpo lavándolo del sudor que se había pegado a su piel a pesar del clima frio que había en ese país, Buscó reacia entre las afeitadoras que había quedado dispersas por el suelo una que se viera menos usada, sintió asco, pero no tenía opción, se la pasó por el área del bikini  intentando hacerlo lo mejor que podía considerando su visión borrosa causada por las insistentes lagrimas que se empeñaban en salir, fue poco lo que hizo, quizá Berta ordeno que las quería  totalmente depiladas "no, no más de ahí" se dijo Sofía al  observar su zona intima luego de haber depilado un pequeño margen de vello, luego depilo sus piernas y axilas temiendo un castigo de no hacerlo.
El baño había terminado, lo que ella pensó que fueron horas sólo tomo un par de minutos en los que el tiempo se detuvo haciéndole creer que su destino estaba en pausa, cerró la ducha, buscó a su alrededor algo con que secarse, ella recordaba haber visto algunas toallas cuando entro por primera vez, pero sólo había quedado una que habían dejado tirada descuidadamente en el piso.  Envuelta en la tela mojada salió agradecida de que la habitación contara con calefacción.
Sofía comprendió en ese  momento la insistencia de Nora o de Olga o como sea que se llamara de por que debía empacar esas prendas tan sexis, los minivestidos y la lencería,  resignada tomó de su maleta el vestido negro y el conjunto de ropa interior negra  que usara para tomarse las fotos en casa de sus secuestradores en Caracas cuando se suponía que se tomaba fotos que usarían para su pasaporte cuando la misma chica que la ayudo a comprender lo que había dicho Berta al llegar a la casa grande se acercó de nuevo quitándole suavemente las prendas más pequeñas de las manos negando con la cabeza.
- ¿Qué haces? – preguntó Sofía confundida.
- Tol'ko plat 'ye. (sólo el vestido)
A pesar de no comprender ni una palabra, si comprendió el significado cuando la joven señalo a las demás chicas que se vestían sin ropa interior, las que ya estaban vestidas no evidenciaban marcas de sujetador ni de pantis a pesar de lo ajustado de las prendas. Al ver que Sofía había comprendido el mensaje, la rusa se retiró a seguir ocupándose de estar lista para cuando llegara Berta a buscarlas, ninguna quería ser castiga.
Saliendo de su estupor comenzó a vestirse tratando torpemente de no soltar la toalla que cubría su cuerpo, el cabello mojado junto la prisa por cubrirse hicieron de la tarea algo casi imposible dejando su cuerpo desnudo a la vista de las demás a quienes no les importo en lo absoluto pasando desapercibida. Una vez vestida volvió en ella algo parecido a la calma por apenas unos segundos.
De nuevo la parálisis, no podía y no quería moverse, en su mente persistía el pensamiento infantil de que  si seguía paralizada el tiempo también se paralizaría evitando la hora en que sería ofrecida como cualquier mercadería, de nuevo Marcela acudió en su ayuda para llevarla de la mano al centro de la habitación haciendo que se sentara en una silla situada frente a un espejo, secó el cabello de su compañera con el secador que ya ella misma había usado antes, le dio unos sutiles toques de maquillaje que lejos de pretender llenar su rostro de colores atractivos como lo hicieran las demás solo le acentuaban sus rasgos con algo de rubor, mascara de pestañas y brillo labial.
- Recuerda que mientras mejor te veas pagaran más por ti. – le recordó Marcela al oído mientras miraba su reflejo en el espejo – ¡Nunca se sabe, quizá allá afuera puede estar esperándote el amor de su vida!
Sofía se giró para mirarla a los ojos, tenía razón... quizá esa era la única estrategia para salir de allí, ningún sitio podría ser peor que ese.
El salón principal de la casa grande estaba lleno de desconocidos, invitados de varias nacionalidades, asiáticos, europeos, árabes coronados con exóticos turbantes, el lujo y los excesos se mostraban sin tapujos ni pudor alrededor de Sofía, caballeros de todas las edades y mujeres vestidas de telas brillantes y joyas relucientes, era como sí esa noche los asistentes dejaran las máscaras en casa para ser quienes realmente eran por una noche. Sofía pudo notar desde su asiento al lado de Pavel la manera tan desenvuelta con la que todos se trataban, lejos estaban las formalidades o las costumbres de la gente con mucho dinero acostumbrados a ser discretos, por el contrario, todos parecían estar descontrolados y eufóricos. A Sofía le llamó la atención ver como mujeres que evidenciaban más de cincuenta años flirteaban con hombres mucho más jóvenes sin ningún pudor cuando lo más probable era que en sus vidas publicas eran damas intachables de moral impoluta, los hombres hacían lo mismo, señores mayores acompañados de mujeres a las que les doblaban y en algunos casos triplicaban la edad, algunos acompañados de jovencitos de cuerpos musculosos que se esforzaban por complacerlos en todo, pero lo que más escandalizo a la pobre Sofía fueron algunos que llevaban a sus acompañante de una cadena enganchadas de collares en sus cuellos como si fueran mascotas. Todos se divertían a su gusto, bebían y se servían a su gusto de la barra más popular entre los invitados donde se distribuían el crack, la heroína, o la cocaína que quisieran de manos de hermosas jóvenes semidesnudas a las que les dejaban jugosas propinas. 
Desde su lugar en una silla alta en una barra de madera antigua Sofía podía observar todo lo que sucedía en la fiesta así como todos podían observarla a ella y a las otras del grupo, Pavel sonreía satisfecho del éxito de la velada esperando que cada vez se pusiera mejor el ambiente, mostraba con orgullo el lote de mujeres que tenía para subastar esa noche mientras Sofía soportaba estoicamente la humillación de ser mirada, evaluada y hasta manoseada por extraños, hombres y mujeres que deseaban comprar su cuerpo para satisfacer quien sabe qué tipo de fantasías. Trataba de imitar a las demás chicas que vivían el calvario con ella, "si ellas lo hacen es porque debe ser lo mejor para salir de aquí se repetía una y otra vez buscando fuerzas para no flaquear y romper en llanto allí mismo. Los interesados en alguna chica en especial ofertaban por ella en privado directamente a Pavel, luego no les quedaba más que esperar a que la subasta se abriera públicamente con la suma más alta que la chica hubiera recibido, así Pavel obligaba a los interesados a pagar mucho más dinero de lo que hubieran estado dispuestos al principio.
Durante la noche los posibles compradores tenían libertad de acercarse a la chica por la que estaba dispuesto a pujar o a cualquiera del grupo,  hombres o mujeres podían hablarles en caso de no haber diferencia en el idioma, podían tocarlas en cualquier parte del cuerpo, pedirles que hicieran cualquier cosa como caminar, o adoptar posiciones para el placer de los que las observaban, luego de eso se dirigían a Pavel para hacer su oferta, así podían ofertar varias veces si creían que alguien podría estarles ganando el premio, de igual manera tendrían una nueva oportunidad cuando la subasta se hiciera pública, allí podrían pujar de la manera tradicional por la que quisieran.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora