Capítulo 19

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Sofía aprendía rápidamente lo básico del idioma, a los pocos días de lecciones fortuitas con Francesca ya sabía suficientes palabras como para hacerse entender con bastante claridad, así como también había aprendido a interpretar a su compañera sintiendo que su soledad disminuía en una pequeña medida cuando estaban juntas para luego reaparecer con más fuerzas en las noches cuando el panorama cambiaba completamente. Una profunda nostalgia se apoderaba de ella llenando a veces de tristeza y temor por los inciertos días por venir, o a veces de rabia y desconsuelo que la hacían odiar al mundo entero.
Cuando era la tristeza la que ganaba terreno en su alma, Sofía se acurrucaba en su cama buscando consolarse ella misma en un abrazo que nunca le daba el calor que tanto necesitaba. Cuando era la rabia la que se apoderaba de ella, pasaba las noches caminando de un lado a otro maldiciendo su suerte hasta que el cansancio la vencía haciéndola caer agotada casi siempre al amanecer luego de estudiar mil maneras de escapar llegando siempre a la misma conclusión "no sé ni dónde estoy, ni a donde ir".
Esa noche en particular tenía una mezcla de sentimientos, sentía rabia y dolor, dolor y desconsuelo, confusión y dolor. Se dolía a sí misma y no había cura para ella.
Mientras, caminaba de un lado a otro con los brazos fuertemente cruzados sobre su pecho y los ojos líquidos llenos de lágrimas a duras penas contenidas se decía haciéndose eco de sus pensamientos.
- Dios mío, ¿qué pesadilla es esta? ¿Cómo pude meterme en esto? ¿Cómo hago para salir de aquí? Ese señor dijo que me va a dejar ir... pero ¿Cuándo?
Cansada de caminar sin ir a ningún lado Sofía se dejó caer en esa silla que tanto le recordaba a su captor, le pareció escuchar de nuevo esas palabras que aún no comprendía; "cómo era eso de que estoy mejor aquí, en su poder" - ¿qué puede ser peor que esto? - Se preguntó en un susurro.
Frente a ella la ventana abierta le mostraba un cielo lleno de estrellas que comenzó a tener un efecto calmante, los ruidos propios de la noche, los pequeños insectos tocando una sinfonía armónica a lo lejos... todo junto comenzó a hacer efecto en ella, sus pensamientos descendieron en intensidad cuando prestó más atención a lo que la rodeaba, la habitación era grande y estaba siempre limpia, el paisaje pacífico, el aire tibio. De pronto de nuevo la esquiva paz le dio la espalda cuando concientizó la vieja madera bajo sus manos, apretó los dedos alrededor de los posa brazos logrando sentir como le transmitían una tibieza acumulada a través de los años, quizá un poco de la energía de las muchas personas que debieron reposar en ese antiguo mueble.
Sofía cerró los ojos dejándose llevar cada vez más por esa sensación que la arrastraba hacia otros pensamientos, una imagen se formó rebelde y altiva dentro de su mente, la imagen de Marco sentado en esa misma silla desde donde la miraba con innata prepotencia y sobrada seguridad haciéndola levantarse casi de un salto para alejarse unos pasos, sobresaltada miró la silla tratando de desechar la irreal sensación de que era él, su captor quien la retenía y no un simple mueble de madera antigua. De nuevo la rabia y el desconsuelo.
- ¡Me voy a volver loca!  - gritó con las manos en la cabeza.
- Espero que no. – dijo una voz a su espalda.
Sofía dio vuelta sorprendida y asustada viendo como su peor temor se hacía realidad.
- O, ¿es que te estás volviendo loca por volverme a ver? – preguntó marco lleno de sarcasmo.
La joven frente a él no pudo articular palabra, de pie en el centro de la habitación, pálida y con los ojos muy abiertos observaba como Marco se movía cómodamente para apoderarse de la misma silla de donde ella se había levantado segundos antes. Sin esperar ninguna reacción por parte de ella Marco tomó asiento cómodamente, después preguntó en forma casual.
- ¿Cómo sigue la herida en tu cabeza?
Sofía que aún no salía de su sorpresa por la repentina aparición de Marco, solo pudo mirarlo fijamente sin saber que responder. Segundos después volvió a preguntar.
- ¿Cómo sigues? Oh, no quieres contestarme... - asumió.
- Bien. Estoy bien. – respondió queriendo evitar enfrentamientos.
- Me alegro. ¿Acaso no te advertí que no debías intentar escapar? ¿acaso no te di libertad para moverte adentro de la casa?
La voz de Marco se escuchaba serena, pero se sentía como un regaño. Al no obtener más respuestas se puso de pie, caminó lentamente hacia Sofía quedando justo al lado de ella, pero mirando en sentido contrario, sus hombros casi la rozaban en una cercanía que mortificaba a la joven haciendo que su corazón latiera rápidamente, como no lo había hecho desde la última vez que estuviera tan cerca de él.
- Apenas supe lo que pasó quise venir a verte. Pero preferí dejarte sola para que recapacitaras. En caso de que necesites ayuda para eso, te traje unas imágenes que te harán comprender por qué eres tan afortunada.
Sofía no comprendía aun lo que Marco ya le había dicho antes con distintas palabras.
- ¿A qué se refiere con eso? – preguntó saliendo de su mutismo.
Marco fue hasta la cama para sentarse en el borde, desde allí hizo señas a Sofía dándole unas suaves palmadas al colchón para que lo imitara, la joven temerosa negó con la cabeza reusándose a lo que parecía una invitación sexual explícita de parte de Marco.
- ¡No voy a ir! – dijo con firmeza.
- No es lo que crees. Quiero que veas algo.
Marco buscó dentro del bolsillo de su chaqueta, de allí sacó su teléfono móvil mostrándoselo a Sofía en un intento de ganar su confianza, una vez más repitió el gesto par que se sentara a su lado.
A Sofía no le quedo otra opción que bajar la guardia y hacer lo que Marco le pedía; por alguna razón desconocida se sintió que esa vez estaría segura a su lado, cruzó fuertemente sus brazos alrededor de su pecho en gesto ya conocido por Marco como "el gesto de rebeldía de Sofía" suspiró profundamente y se acercó a la cama sentándose al lado de Marco a una distancia que consideró Prudencial, cerca, pero sin tocarlo. Marco al darse cuenta de sus reservas prefirió no presionarla y mantener esa distancia, pero se inclinó un poco a ella para mostrarle una imagen en la pantalla de su teléfono móvil que ella miró con recelo.
En la imagen se podía ver a una joven mujer inconsciente, su rostro y cuerpo estaban sucios lleno de moretones y magulladuras, su cabello despeinado y en sus facciones se revelaba dolor y angustia. Sofía arrugó la frente y comprendió de inmediato que había sido violada y brutalmente golpeada. Intentó voltear la mirada, pero su propio asombro no lo permitió.
- Esa chica fue vendida en una subasta en la casa de Pavel. – explicó Marco– pagaron por ella para llevársela solo por dos días. Pasaron meses antes de que se recuperara, luego siguió trabajando para el mucho tiempo más. La verdad no sé qué fue de ella.
Sofía quedó petrificada mirando la imagen frente a ella, un vacío en su estómago hizo que sintiera en un ínfimo nivel el miedo que la víctima debió sentir mientras era brutalmente golpeada y violada.
Marco deslizó un dedo sobre la pantalla para cambiar la imagen, en la imagen siguiente se podía apreciar a otra mujer, está vez una morena a la que habían atado de manos y pies a una cruz de madera semejante a una gran equis que a su vez estaba empotrada a unos centímetros de la pared, su boca estaba amordazada, sus pechos amoratados sangraban en los puntos donde apretadas pinzas torturaba sus ennegrecidos pezones, el resto de su cuerpo se veía igualmente maltratado con marcas de látigos y moretones causados aparentemente con objetos contundentes, entre las piernas también sangraba.
- Está también fue vendida en la casa de Pavel. Por cierto, a la mujer que pujó con tanto fervor por ti. ¿la recuerdas?
La joven enfermera levantó la mirada, sus ojos llenos de terror se encontraron con los de Marco que la observaba a la espera de cualquier reacción. En ese punto ya Sofía no podía reprimir el temblor en sus manos que, aunque escondidas en fuertes puños y bajo ese auto abrazo con el que a menudo se consolaba era más que evidente para él.
- Todavía falta. – aseguró él dispuesto a seguir mostrándole muchas más fotografías.
- No. ¡No quiero ver nada más!
- Vas a verlas, tienes que hacerlo. Quiero que veas lo que les pasó a casi todas las mujeres que salieron de casa de Pavel subastadas como lo fuiste tú. – dijo en tono de regaño mientras cambiaba de nuevo la imagen.
La siguiente era la imagen de una adolescente como aquella que Sofía vio morir durante su encierro en Rusia, era casi una niña, de piel muy blanca y ojos color café, su cuerpo desnudo evidenciaba su tierna edad y que aún le faltaba mucho por desarrollar, está vez en la imagen no se apreciaba violencia, peor aún, se podía ver a la niña de rodillas frente a dos hombres bastante entrados en años a los que les agarraba sus miembros erectos, uno en cada mano. Las pequeñas manos no alcanzaban a cubrir ni la mitad de los falos que a pesar de su desconsolado llanto trataba de complacer.  Fue demasiado para Sofía que se puso de pie escapando rápidamente de la próxima imagen que Marco pudiera mostrarle.
- Por qué... ¿Por qué tengo que ver esas cosas tan horrorosas? – preguntó con la voz quebrada por el desconsuelo.
- Para que de una vez por todas comprendas que estar aquí conmigo es lo mejor que te pudo pasar. De no ser por mí, tú pudieras haber pasado por todo eso que viste y más.
- ¡No! – estalló con la poca valentía que le quedaba – ¡estoy mejor en mi casa! ¡en mi país, de donde nunca debí salir! A dónde quiero volver...
Dichas estás verdades Sofía rompió en llanto, el desamparo que la joven sentía era más que evidente y doloroso incluso para Marco que se sintió arrastrado hacia la mujer que lloraba frente a él, en un acto de misericordia desistió en su empeño de hacerla ver más imágenes, sabía que lo peor no lo había mostrado aún, todas imágenes de expedientes de sus clientes a quienes había defendido frente a un juez, todos ellos "amigos" de Pavel. Por precaución se tomó unos segundos para borrar la carpeta con las fotos para luego guardar su celular en el bolsillo de su pantalón.
Sofía No hacía más que pensar en el dolor y a desesperación que debieron sufrir esas mujeres, sentía terror de saber que estuvo muy cerca de ser ella misma una más entre ellas, nunca, jamás en su vida pensó que tanta maldad pudiera existir, que un ser humano que tuviera madre, esposa y quizá hijas pudiera ser capaz de atrocidades como esa y andar por la vida como cualquier otro ser humano común.
Marco se acercó a ella con movimientos lentos, no quería asustarla más de lo que ya estaba, a pocos centímetros de ella comenzó a hablarle en un tono suave y calmado.
- Yo sé que preferirías volver tu casa. Sé que preferirías no haber salido nunca de tu país.
Sofía respondió sollozando con más fuerza y apretándose más a sí misma con los brazos contra su pecho.
- Pero para bien, o para mal.  – continuó Marco – ahora estás aquí conmigo, y eso en tus circunstancias era lo mejor que te podía pasar.
Sofía lo miró llena de miedo con la mente abrumada por la desconfianza.
- Y... ¿y sí usted hace lo mismo conmigo? – preguntó sin saber qué respuesta esperar.
En ese momento Marco comenzó a sentir una especie de ternura que no había sentido antes por Sofía, se veía tan desvalida, tan asustada que sembró en él una necesidad desconocida de protegerla. Sus ojos se tornaron cálidos para ella, sus brazos la atrajeron poco a poco hacia él intentando ofrecerle consuelo.
- ¡No! No me toque, suélteme... - dijo entre dientes mientras evitaba a toda costa el contacto con Marco.
- Sshh... cálmate – susurró Marco con paciencia – no voy a hacerte daño, no pienso hacer esas cosas contigo. Solo te mostré esas fotos para que vieras con tus propios ojos lo afortunada que eres por estar aquí, de que yo te haya traído, para que no intentes de nuevo la locura de escapar como lo hiciste.
La necesidad de consuelo abrió los sentidos de Sofía a las palabras suaves que dichas de esa manera cobraban algún sentido, poco a poco la joven bajó la guardia dejando de defenderse para recibir el calor de los brazos que seguían empeñados en rodearla, su mente confundida escogió sentirse protegida y cuidada, aunque fuera por unos instantes.
- Acuéstate a dormir. – ordenó Marco suavemente aflojando sus brazos – Necesitas descansar.
Con esas palabras Sofía fue devuelta rápidamente a la realidad, Marco se fue dejándola sola, sorprendida y con una extraña sensación de vacío que la hacía sentirse desorientada haciéndola dudar sobre la realidad de la presencia de Marco esa noche en su habitación, haciéndola creer que todo fue tan solo producto de su mente cansada y aturdida.
El sol comenzaba a aparecer en el horizonte, tenues rallos de luz inundaban tímidamente el cielo de Amalfi reflejándose en el mar. Sofía observaba desde su cama, pensativa reflexionaba sobre lo que debía esperar es nuevo día, con Marco en casa pesaba sobre ella una fuerte amenaza, con seguridad él tendría intenciones de tenerla íntimamente de nuevo, la suerte que la acompañó la noche anterior no le iba a durar mucho más así que debía estar preparada para defenderse.  En contraste, estaba esa sensación de seguridad que tenía al saber que él estaba allí, era como sí nadie pudiera hacerle daño estando él cerca, así que sus pensamientos cambiaron un poco frente a ese nuevo descubrimiento. "quizá debería darle una oportunidad" pensó. "no es tan malo, es... él es... ""el me salvó de cosas horribles, así que ceder un poco no estaría mal, no es un buen hombre, pero no me hará esas cosas que le hicieron a esas otras mujeres" se convenció por fin mientras era sorprendida por una dulce melodía de cuerdas que entraba por la ventana dándole de nuevo esa sensación de confort que tanto ansiaba. Esta vez el músico misterioso no se le escaparía, tenía que descubrir quién era y lo haría ese mismo momento, Sofía saltó rápidamente de la cama, corrió hasta la ventana asomando la cabeza para descubrir a su duende musical, pero desde allí no pudo ver a nadie, seguía escuchando la música con claridad, pero no lograba descubrir a tan misterioso personaje.
- ¡tengo que saber quién es! – decía para sí misma mientras corría fuera de la habitación escaleras abajo – mi cuarto da para el frente...  quien quiera que sea debe estar en la parte de atrás de la casa, por la cocina. – pensó de nuevo en voz alta.
Cruzó a paso rápido la sala, entró en la cocina emocionándose cada vez más al percibir que el misterioso violín se podía escuchar más y más fuerte, "está cerca" atravesó la estancia tropezando con Francesca que la miró extrañada por la prisa con la que pasó a su lado obviando su presencia.
- ¿Dove vai?  - preguntó el ama de llaves mientras la joven desaparecía de su vista.
Sofía siguió su camino, el camino que era trazado por la música que la guiaba en medio de un encantamiento mágico que habría ganado poder sobre ella con cada fantasía inventada por su mente ociosa durante tantos días. Su corazón latía con fuerza mientras su mente le presentaba posibles respuestas para la gran incógnita en la que se había convertido aquella música que con tan pocas ocasiones en las que la había escuchado se había convertido en todo un enigma.
A una corta distancia, bajando por un pequeño risco frente al mar estaba él, Sofía no supo sí por un momento su imaginación le jugaba una mala pasada o sí por el contrario siempre tuvo la certeza de que no podía ser nadie más, se le estaba haciendo muy difícil aunque lo tuviera frente a ella aceptar que ese hombre que la había comprado y violado fuera el mismo que tocaba el instrumento con tanta dulzura, había sentido en su propia piel los movimientos bruscos y dominantes de ese mismo cuerpo que al tocar el violín se balanceaba suavemente al ritmo de las notas que aún seguían envolviéndola, los ojos cerrados de Marco demostrando absoluta entrega al momento, la expresión doliente en el rostro masculino, su frente contrita por algo que quizá podría interpretar como sufrimiento... si, estaba sufriendo, padeciendo, era ese mismo sentimiento que ella conocía bastante bien desde que era niña y que estaba tan presente es en esos días, por eso lo reconoció, pudo comprender lo que él estaba sintiendo gracias a las semejanzas entre ellos.  Había muy poco del hombre que retenía a Sofia en contra de su voluntad en ese que veía purgar sus sufrimientos dándole vida y voz a las cuerdas del violín, confundida sintió un fuerte impulso de consolarlo al igual que lo hacía él a ella al tocar tan dulces melodías.
La música se detuvo, el instrumento fue bajando con lentitud desde el hombro de Marco hasta quedar colgando de sus manos, abrió los ojos como sí saliera en ese mismo momento de un trance, con la mirada fija en el horizonte de Amalfi el rostro del hombre volvía a tener esa expresión dura y cínica de siempre que se congeló al descubrir que estaba siendo observado por Sofía a escasos metros de distancia. Sus ojos se encontraron, pero ninguno supo que decir, fue Marco quién rompió el silencio.
- ¿Qué haces aquí, Sofía? – preguntó de forma neutral.
- Yo... Yo quería saber quién tocaba esa música. – respondió sinceramente.
- Pues, soy yo. – dijo abriendo un poco los brazos mostrando el instrumento – ¿te molesta mi música?
- ¡No! Al contrario.
Marco no esperaba esa respuesta, espero unos segundos estudiando a la joven frente a él.
- Entonces te gusta el violín. – afirmó mientras se acercaba cuidadosamente escogiendo cada paso que daba sobre las peligrosas piedras del terreno.
- Me gusta cómo suena.
- ¿No lo conocías?
- No soy experta en música. – confesó con humildad.
Una brisa fresca los acarició a los dos, Sofía cruzó sus brazos sobre su pecho un poco nerviosa por la cercanía de Marco, intentando disimularlo evadió su mirada desviando sus ojos hacia el mar.
- Haces juego con el paisaje. – admitió con admiración en el rostro.
Sofía miró de nuevo a los ojos de Marco con una interrogante que no se atrevió a exteriorizar.
- Vamos a la casa Sofía. Saliste descalza y sin nada en los hombros. La mañana está muy fresca y te puedes enfermar. – sentenció mientras tomaba con una mano el violín y el arco y con la otra a Sofía suavemente por un brazo para comenzar la marcha hasta la casa.
- ¿Por qué me cuidas? – preguntó Sofía de pronto.
Marco detuvo la caminata de inmediato para responder mirándola a los ojos.
- No comprendo a que viene esa pregunta.
- ¿Por qué te preocupas por mí? ¿te importaría de verdad sí me enfermo?
- Por supuesto que sí me importaría. – aseguró – Eres mía, y yo cuido muy bien de lo que es mío.
- ¿Y si me pasará algo?
- No te va a pasar nada, yo estoy aquí para cuidarte.
- Pero yo no quiero estar aquí...
- Pero estás. Estás aquí en mi casa y bajo mi cuidado.
- Estoy secuestrada, y tú me obligas a...
Sofía no tuvo el valor de continuar, un nudo en la garganta impidió que pronunciará las palabras que tenía en mente.
- ¿A tener sexo conmigo? – preguntó Marco levantando una ceja – eso va a mejorar, nada más debes entregarte. Entregarme lo que es mío, yo lo pagué con dinero cuando te traje aquí y ahora lo pago con gentileza y cuidados. O, ¿no estás cómoda, bien alimentada, atendida?
- Pero eso no es ...
- Justo. -interrumpió terminando la frase- Porque te traje aquí sin tu consentimiento. A ver, imagina que estuvieras en tu país, trabajando por muy poco dinero, pasando necesidades, quizá angustiada por cómo comer, cómo comprarte ropa, o donde vivir.
- Eso no es así...
- Si lo es.
- ¿Cómo lo sabe?
- Porque de otra manera no hubieras dejado lo que tenías por algo que no conocías.
- ¡A mí me ofrecieron un trabajo decente!
- Y era un engaño. Y yo te salvé de que te usaran como sí no valieras nada, de que te violaran de verdad de las maneras más sádicas y sucias hasta dejarte hecha un trapo, o hasta muerta. Así que te conviene comprender la suerte que tienes de que sea yo quien te posea, de que sea yo el que toque.
No hubo respuesta, Sofía sintió que había alguna verdad oculta en las palabras de Marco que ella se empeñaba en rechazar. Cuando entraron de nuevo a casa Francesca tenía preparada la mesa con un copioso desayuno.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora