Capítulo 41

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Las noches se hicieron muy largas para Sofia, la angustia hacía bullir sus más oscuros sentimientos por el temor de ser visitada de nuevo por la mujer misteriosa era tan profundo su pesar que no le daba reposo ni a su mente ni a su cuerpo que ya estaba bastante sobrecargado por su embarazo de termino casi completo, apenas unas semanas la separaban del parto, pero ella daba más importancia a su seguridad que a los temores normales de las primerizas. 
Esa mañana recibiría una de las frecuentes visitas de Antonio, que ya no le eran tan desagradables gracias a las conversaciones que habían tenido durante horas cada vez que el llevaba cosas para ella por encargo de Marco, lo sabía porque cada vez que la visitaba antes de irse le daba una fecha para su próxima visita y nunca había fallado a ninguna eso la hacía sentir un poco más tranquila, apenas el joven abogado llegara podría contarle lo que sucedió unas noches atrás, estaba segura de que la ayudaría a comprender la razón de la visita de esa mujer, al fin y al cabo el venía de afuera y parecía conocer bastante bien a Marco, tenía que saber  quién era la misteriosa mujer y que quería con ella esa noche, al menos tendría una pista que la ayudara a saber si debía temer por ella.
Mas tarde cuando el sol estaba en lo alto mientras Sofia tomaba su almuerzo en compañía de Francesca, pudo escuchar con claridad un automóvil pararse del lado del frente de la casa, Antonio había llegado, sin perder tiempo la joven se levantó de la silla lo más rápido que su pesado vientre le permitió caminando hasta la puerta para recibirlo.
- ¡Sofia cariño! Cada vez que te veo estas más grande. -dijo bromeando a lo que Sofia respondió bajando los ojos con vergüenza- no, no... ¿qué te he dicho? No te avergüences, estás hermosa con tu panza, levanta la mirada y sonríe.
- Me confundes con tus bromas. Pasa, estamos almorzando.
- ¿Está Chichina contigo?
- Si.
- Entonces dejémosla almorzar tranquila, vamos mejor a la terraza, Marco te envió algunas cosas, te las doy antes de irme, pero ahora déjame descansar un rato, no me gusta conducir tan lejos.
Sofia condujo a Antonio hasta la terraza, a pesar de que el sol brillaba con todas sus fuerzas en aquel espacio se sentía una brisa marina que hacía agradable la estancia, Sofía escogió sentarse en una de las sillas que estaba más a la sombra y Antonio lo hizo frente a ella.
- ¿Cómo te sientes? Te ves algo demacrada.
- Estoy muy pesada. Además de eso paso algo que me tiene muy preocupada, esperaba que vinieras para contártelo, Marco no ha vuelto, y no sé qué hacer.
- Te he dicho varias veces que puedes confiar en mí. yo sé que al principio fui muy rudo contigo, pero cuando entendí que no eras una amenaza he tratado de ser lo más parecido a un amigo.
El rostro de la joven traslucía tristeza y preocupación, si bien era cierto que Antonio había cambiado su actitud con ella con el pasar del tiempo no estaba completamente segura de confiar al cien por ciento en el, pero no le quedaba de otra, no había nadie más.
- Hace unas noches, vino una mujer. Tú la conoces porque la vi en tu auto hace tiempo una vez que viniste. No sé si me estoy poniendo la soga al cuello contándote esto porque no sé qué relación tienes con ella o qué relación tiene Marco con ella... pero ya estoy cansada de esto así que ya casi no me importa lo que suceda.
Antonio escuchaba sin interrumpir, de ante mano sabía a qué mujer se refería Sofia puesto que la única persona que lo había acompañado a Amalfi era Martina, recordó ese día en que Martina fue a buscarlo desesperada con la certeza de lo que Marco escondía en Amalfi.
- Vamos Martina... -recordaba Antonio mientras ataba cabos- ¿cómo
- sabes todo eso?
- Me lo confirmó un investigador privado.
- Es la vida de Marco, no podemos intervenir...
- Y Marco es mi vida. Tú lo sabes todo de él y por consecuencia de mí también, solo quiero que me lleves a donde la tiene, solo quiero verla.
Recordó casi con asco y arrepentido haberla llevado allí y escuchar durante horas las letanías llenas de celos que Martina enumeró durante el viaje.
Pero en ese momento ya no valía de nada el arrepentimiento, debía concentrarse en Sofia.
- ¿Qué te dijo? ¿Te hizo daño?
- No, solo me dijo que me cuidara de Marco, que nada de lo que me había dicho era verdad y que cuidara de mi hijo. Tengo mucho miedo, no sé si puedo creer en él, no sé si puedo esperar que sea cierto lo de comenzar de nuevo en otro sitio... pero es que se suponía que nos íbamos a trasladar antes de que el bebé naciera y para eso falta muy poco y yo sigo aquí sin noticias suyas desde hace días.
- Quédate tranquila. -dijo con tono sereno inclinándose hacia ella- vas a estar bien, pero dime ¿Cómo sabes que es la misma mujer?
- Tengo esto. -explicó sacando del bolsillo de su amplio vestido el arete que consiguiera en el suelo después de que la mujer saliera de la habitación- no se si tú puedes recordar que ella usaba esto, no es prueba de que sea la misma mujer, pero yo si sé que es ella.
Antonio tomó delicadamente el arete de las manos de Sofia, por supuesto que lo recordaba, lo había visto durante muchos años siendo usados por Martina. ¿Qué estaba buscando al ir a ver a Sofia? ¿de verdad los celos la estaban volviendo loca?
- Sofia, tengo que saber algo y debes contestarme con toda sinceridad.
- Ya no tengo nada que ocultar y menos aún nada que perder. -respondió la joven desanimada.
- ¿Confías en mí?
La joven se tomó su tiempo para responder, mientras pensaba su respuesta miraba a los ojos al Antonio tratando de descifrar su acertijo, ¿debía confiar? Como ella misma había declarado ya no tenía nada que perder, su libertad y su seguridad, así como la de su hijo estaban únicamente en manos del destino.
- Si. -dijo como si con esa sola afirmación estuviera entregando su alma.
- Entonces vas a hacer lo que yo diga. ¿está bien?
- Está bien. Pero ¿qué tengo que hacer?
- Absolutamente nada. Vas a esperarme aquí, pero cuando vuelva harás exactamente lo que yo te diga, sé que no vas a creer esto, pero de verdad quiero ayudarte y protegerte, a ti y a tu hijo.
Antonio se encerró en el pequeño estudio que había en la planta baja de la casa, necesitaba privacidad para tener las conversaciones que tenía que tener para aclarar un poco el panorama.
- ¡Maldita seas Martina contesta el teléfono! -siseaba mientras conducía.
Intentó varias veces sin parar de insistir, algo desconocido en su mente lo empujaba a tomar acciones ante los hechos, ¿Qué buscaba Martina al ir a ver a Sofia? Quizá solo asustarla, pero ¿acaso no era cierto que Marco tendría que haber trasladado ya a Sofia a la nueva casa que se suponía ya tenía dispuesta? Estaba dejándola de lado sin importarle realmente lo que podría pasarle a ella y al niño. El abogado obraba por instinto porque al final de cuentas ¿Qué era lo que estaba haciendo que se preocupaba tanto por ella? De donde salía esa necesidad que lo había empujado una y otra vez a visitarla, a hablar con ella, a asegurarse de que estuviera bien... a mentirle con excusas y agradecerle que ella no le dijera nada a Marco de sus frecuentes visitas.
- Hola, Antonio... -respondió por fin Martina el teléfono.
- ¿Qué hacías en Amalfi? -preguntó evitando delatar su paradero.
- Querido, no sé de qué me estás hablando. 
- Si lo sabes. Amenazaste a Sofia.
- Eso no es verdad. Solamente quería ponerla en conocimiento de su verdadera situación.
- ¿Qué querías ganar? Si Marco se entera de que estuviste aquí, que fui yo quién te trajo...
- No se va a enterar, esa mujer no será capaz de decirle nada, y si se lo dice no me importa. Tengo derecho a cuidar por los intereses de mi hija. Además, tu no me dijiste nada, fue el investigador quien me revelo su existencia y su paradero, tu solamente me acompañaste.
- Y fue una estupidez.
- ¿Estas preocupado?
- Por supuesto que lo estoy... todos tenemos algo que perder en este caso, Marco y yo, así como mucha gente tiene el pellejo en juego.
- Eso no será problema, ya me ocupé de acabar con esa amenaza.
- ¿De qué hablas? -preguntó capcioso.
- Quitar del medio a alguien que estorba es muy fácil querido Antonio, solamente tienes que hablar con alguien de confianza, negociar el precio y el problema desaparece. Así que espero que hayas despedido del problema porque esta misma noche, en pocas horas desaparecerá sin dejar rastros.
Antonio comprendió de inmediato el mensaje, Martina había pagado para que alguien asesinara a Sofia, tenía impedirlo a como diera lugar, pero necesitaba más información, debía calcular cada palabra para que ella dijera lo que necesitaba saber.
- Entonces voy a deberte un favor.
- Si. -afirmo- pero tranquilo que no me voy a cobrar nada, me conformo con limpiar el camino.
- Todavía tienes esperanzas con Marco...
- La esperanza nunca muere en un corazón enamorado querido.
- No lo sé, nunca he sufrido de eso que llaman amor. Espero que hayas contratado gente de confianza.
- Por supuesto, esas cosas no deben salir de la familia.
Esas palabras fueron suficientes para descubrir lo que Martina planeaba, Roberto era el único hombre en el mundo capaz de hacer algo tan cruel y ser considerado como de la familia, Martina le había pagado a él para encargarse de eliminar a Sofia esa misma noche aprovechando que Marco estaba en Roma, ¿quién más que Roberto que era su mano derecha sabría si él tenía planes de movilizarse hasta Amalfi?
- Pero dime algo, ¿Cuándo estuviste con ella? Porque debiste ir a verla, ¿Cómo más pudiste enterarte de mi visita?
- Estuve allí ayer. Recuerda que tengo la odiosa tarea de llevarle lo que necesite.
- Siempre fuiste cómplice de Marco. Las estupideces que hace uno, el otro las copia.
- Espero que todo salga bien esta noche.
- Saldrá.
- Avísame como va todo.
- Te avisaré cuando estemos libres del problema.
- Eso espero. Adiós.
- Adiós querido.
Tenía que sacar a Sofia de allí lo antes posible, tenía que hacerlo antes de que Roberto llegara, en la mente de Antonio se construía un plan para evitar que los planes de Martina se materializaran, pero... ¿se lo diría a Marco? ¿O debía obrar por su cuenta? Al fin y al cabo, podría poner a Sofia a buen resguardo y después decirle a Marco a donde la había llevado.
Lo llamaría, debía decirle a Marco que estaba pasando, tomó de nuevo su teléfono móvil para marcarle cuando escuchó un grito desgarrador desde el piso de arriba, desde donde estaba la habitación de Sofia, desistió de la llamada, salió de la pequeña habitación a toda prisa hacia donde se escuchaba de nuevo otro desgarrador grito de Sofia.
- ¡Sofia! -grito mientras subía las escaleras a toda prisa- ¡Sofia!
Esperaba lo peor, quizá hallarla mortalmente herida, la puerta de la habitación de la joven estaba asegurada por el lado de adentro impidiéndole la entrada.
- ¡Sofia abre la puerta! ¿Qué pasa? -gritaba mientras trataba de forzar la cerradura.
- Antonio... -llamó la joven retorciéndose del dolor.
- ¡Abre la maldita puerta!
- No puedo caminar...
En ese momento apareció el ama de llaves acercándose al abogado lo más rápido que podía.
- ¿Qué está pasando? -preguntó asustada.
- La puerta está cerrada, ¡ella está gritando y no sé qué le pasa! ¿alguien entro a la casa?
- No que yo sepa, aquí no ha venido nade más que usted...
- Busca la llave de esta habitación... ¡rápido!
La mujer regresó sobre sus pasos hacia piso de abajo para buscar las llaves dejando a Antonio que seguía intentando con todas sus fuerzas abrir la puerta.
- Sofia... espera un poco, ya Francesca fue por la llave.
La vieja ama de llaves corrió con toda la rapidez que sus pesadas piernas le permitían, entró en la cocina y fue directo al cajón en donde estaban guardadas todas las llaves de la casa, luego de revolver con insistencia encontró el juego de llaves en donde había atado las que abrían las habitaciones del piso superior.
Un momento después la puerta estaba abierta y Antonio entraba desesperado en la habitación encontrando a Sofia tirada en el suelo sobre un charco de sangre.
- ¡Sofia! ¿Qué pasó? -preguntó poniéndose de rodillas en el suelo intentando levantar a la joven.
- ¡No! -gritó- no me puedo mover... me duele.
Apenas un momento hizo falta para que Antonio comprendiera que lo que le estaba sucediendo a Sofia no tenía nada que ver la amenaza que pesaba sobre ella, lo que le estaba sucediendo era ajeno a la sentencia de muerte que estaba a punto de ejecutársele.
- No estas heridas, ¿Qué paso?
- Es el niño, algo malo está pasando... -gritó Francesca entrando en pánico. 
Al ver la reacción de la mujer, Antonio se vio en la necesidad de hacerla entrar en razón, su prioridad era ayudar a Sofia, no había tiempo que perder, tenía que sacarle de ese lugar antes de que llegara Roberto con el macabro encargo de Martina y una mujer mayor en estado de histeria no era de ninguna ayuda.
- Chichina... -llamó sorprendiéndose a sí mismo del tono de voz tan calmado con el que habló- tenemos que ayudar a Sofia, ve a buscar ayuda mientras yo me quedo con ella.
- ¡Aquí no hay nadie cerca!
- No importa. -explicó- ve a tu casa y mira si hay alguien que nos pueda ayudar.
- Ya voy...
- Apúrate Chichina.
La mujer salió de la habitación sin una idea clara de lo que iba a hacer, pero eso no era importante, estaba a solas con ella y podría decidir qué hacer.
- Sofia, ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Como te ayudo?
- Es él bebe... -dijo con dificultad- creo que se desprendió la placenta.
- No entiendo mucho de esto... pero tengo que sacarte de aquí.
- El bebé puede morir Antonio... -dijo entre lágrimas.
- Y por la cantidad de sangre que estas perdiendo creo que tú también estas en peligro. Tienes que recibir atención médica.
- Llama a Marco... el hará venir al doctor.
- Escúchame bien, no hay tiempo. Tengo que sacarte de aquí cuanto antes.
- Me voy a desangrar si me mueves.
- Tendremos que correr el riesgo.
- Pero... ¡AY!
Sofia no podía hablar, el trabajo de parto había comenzado y las contracciones eran cada vez más fuertes. Antonio miró su reloj, todavía la tarde era joven así que tendría unas horas para actuar, era necesario que Marco supiera lo que estaba pasando.
- ¿Qué pasa Antonio? Pensé que estarías demasiado ocupado hoy como para llamarme.
- Cállate y escucha. Tienes que venir a Amalfi ahora mismo.
- ¿Qué pasa? ¿Qué haces tú en Amalfi?
- Eso no importa... -manifestó mientras sostenía la cabeza de Sofía sobre su regazo intentando ponerla más cómoda- tienes que venir, ella está muy mal.
- Enviaré el medico de inmediato.
- ¡No, imbécil! Hay que sacarla de aquí. Martina mandó a alguien para matarla...
Al escuchar las palabras de Antonio, Sofia abrió los ojos como platos, el dolor y el miedo se mezclaron con la necesidad de salvar su vida y la de su hijo, pero... ¿Cómo iba a hacer para salir de allí? Durante sus años de estudio escuchó muchos casos de mujeres con desgarramiento de placenta, era una situación potencialmente mortal si no era atendida a tiempo y lo último que debía hacer era ponerse de pie y caminar, pero no había opción, tendría que huir y Marco no estaba con ella, estaba Antonio y no le quedaba de otra que confiar, hizo un enorme esfuerzo controlando su respiración y el temblor de su cuerpo para poner atención a la conversación de Antonio al teléfono.
- No importa como lo sé. -al otro lado de la línea Marco le dio su respuesta- está bien, voy a hacerlo y te avisaré a donde la voy a llevar.
- Antonio... ¿es verdad eso que dijiste? -inquirió la joven aterrada.
- Lo de que van a venir a asesinarte... sí. Por eso debemos salir de aquí, te voy a llevar a un hospital que queda cerca de aquí, allí conozco a un médico que no hace preguntas, con él no va a haber problemas por tu identificación ni por tu seguridad. Abrázate a mi cuello, voy a levantarte.
- Cuidado... me duele -dijo al sentir una contracción al mismo tiempo que la sangre brotaba de su entrepierna.
- Lo haré despacio.
La joven esperó unos segundos para buscar fuerzas, apenas el dolor descendió en su intensidad Sofia asintió con la cabeza para indicarle a Antonio que era el momento, él se acercó más a ella buscando equilibrio con sus pies mientras pasaba sus brazos por debajo de sus piernas ensangrentadas de ella y por su espalda, se puso de pie con menos esfuerzo del que pensó que iba a necesitar, con movimientos lentos estabilizó el peso de cuerpo femenino sobre sus piernas hasta sentirse seguro de que podía comenzar su largo camino hasta su auto aparcado frente a la puerta principal de la casa.
- ¿Estás bien Sofia? -preguntó a mitad de la escalera.
- Voy a morir. -dijo la joven descansando su cabeza en el hombro masculino.
- No. Vas a ver que vamos a llegar al hospital y te van a atender.
- Será tarde para mí, me estoy desangrando. Pero si llego viva quizá haya una oportunidad para mi hijo.
- Deja de decir tonterías.
- ¡AAHHH! -gritó la joven comprimiendo el abrazo que la mantenía apretada conta Antonio.
- Aguanta un poco... por favor.  Marco ya viene en camino.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora