A Sofía no le quedó más remedio que obedecer, al menos esta vez ese hombre podría comprenderla cuando explicara que todo había sido una equivocación, ella revelaría como fue víctima del engaño que la llevó a Rusia y la dejarían en libertad, quizá y hasta la podría ayudar a volver a su hogar.
La casa le pareció bastante simple por su escases de muebles y decoración, adentro había apenas lo justo para decir que estaba habitable, un sofá y tres sillas rusticas en la sala, un par de mesas pequeñas y poco más, el conjunto le indicó a la joven que aquella no podía ser la residencia permanente de un hombre que a simple vista se veía tan refinado y elegante. Del fondo, por una estrecha puerta apareció una mujer entrada en años, bastante robusta vestida de amarillo y un delantal blanco con el que se secaba las manos mientras hablaba en italiano sorprendida por la llegada de ambos.
- ¡Señor Marco! ¿Por qué no aviso que venía?
La mujer fijó su mirada en la joven que acompañaba al amo de la casa, observó de pies a cabeza la beldad que esperaba de pie en el centro de la estancia. Como si fuera habitual ese tipo de visitas, la ignoró esperando ordenes de su patrón.
- No había planeado venir Francesca. -Respondió Marco con notoria consideración hacia la mujer.
- ¿Comerán algo? Parecen cansados. -agregó paseando rápidamente su mirada escrutadora sobre los recién llegados.
Observó de nuevo con mirada aguda y experta a Sofía que permanecía en silencio temblorosa dando la impresión de ser un pajarillo asustado.
- Si. Prepara algo, cualquier cosa estará bien.
- Denme unos minutos.
Sofía no lograba comprender del todo lo que decían, algunas palabras del idioma le eran familiares por su semejanza al español, pero no alcanzaba a comprender el significado de las frases completas que eran dichas con un fuerte acento que complicaba su comprensión, siguió con la mirada a la robusta mujer hasta que se perdió de vista tras la misma puerta por la que apareciera un momento atrás.
- Siéntate, Sofía. –ordenó fríamente Marco.
A la joven no le quedó de otra más que obedecer, temblorosa escogió la silla más alejada a la que había escogido su anfitrión quedando sentada frente a él con los brazos cruzados sobre su pecho como los había mantenido casi todo el tiempo desde que salió de la casa de Pavel.
- Como ya te dije, estas en mi casa. – dijo Marco con seriedad- vas a estar aquí por un tiempo.
- Señor... - intervino Sofía pensando que ese era el momento propicio para abogar por su causa – Todo esto es una confusión, mire... yo soy enfermera, Salí de mi país engañada... a mí me prometieron un trabajo decente, soy venezolana y...
- Y yo pague por ti. Ahora me perteneces. – interrumpió Marco mirando a la joven directamente a los ojos.
Sofía no sabía si en realidad ese hombre estaba diciendo lo que ella había escuchado, quizá no dominaba por completo el idioma y se había equivocado, debía intentar explicarle de nuevo la situación.
- No. Señor escúcheme bien, yo no debo estar aquí...
Las lágrimas afloraban en los ojos de la joven, ante esto sólo un rostro inexpresivo que parecía no comprender la apremiante situación.
- Piensa lo que quieras, estarás aquí el tiempo que yo decida. Solamente para que estés más tranquila quiero que sepas que pagué por ti por tiempo indefinido, eso quiere decir que cuando yo decida dejarte ir, serás libre de volver a tu hogar, las otras chicas que estaban contigo serán devueltas a Pavel para seguir trabajando para él, tu no.
Sofía trataba de reaccionar ante lo que acababa de escuchar, ¿eran buenas noticias? No lo sabía, igualmente era un objeto comprado por un hombre con propósitos que aún no tenía claros.
- Señor – suplicó casi en un susurro – por favor, déjeme ir a mi casa, o por lo menos déjeme pagarle con trabajo...
- Tardarías varias vidas en pagarme con trabajo.
- Pero yo sé hacer muchas cosas...
- Por ahora comerás algo, luego te mostrare la casa. Tienes que saber que no podrás salir a los jardines sin compañía, no trates de escapar, solo hay dos puertas, una la que ya conoces y otra en la cocina, ambas están vigiladas. ¿Comprendes?
Sofía bajó la cabeza derrotada.
- ¿Comprendes Sofía?
- Si. – susurró asintiendo con la cabeza.
- Señor... - interrumpió Francesca asomándose por la puerta – Ya pueden pasar a la cocina.
La comida fue tomada en silencio, Francesca había puesto sobre la mesa una variedad de quesos y embutidos acompañados de frutas, pan fresco y vino tinto con fuerte aroma a madera que hizo que Sofía se relajara un poco, además del vino la comida por si misma logró distraer a la joven de sus desgracias, hacía semanas que no comía en una mesa y menos comidas tan agradables, sabores nuevos y deliciosos sedujeron su paladar haciéndola comer con evidente apetito bajo la mirada inescrutable del hombre que había pagado por ella.
- ¿Quieres algo más? – Preguntó marco al final de la comida.
Sofía negó con la cabeza tratando de tener la fuerza suficiente para mirarlo a los ojos de manera retadora fallando patéticamente en su intento. Marco se puso de pie sorprendiéndola a lo que la joven de nuevo se quedó inmóvil sin saber que debía hacer, sólo cuando le hizo señas de seguirlo comprendió que debía acompañarlo. En el camino pudo ver la puerta por donde había entrado con intenciones de escapar, pero se percató que el hombre que les hizo de chofer hasta ese lugar estaba sentado muy cerca de ella, con seguridad le cerraría el paso impidiendo su huida, "De todas formas, ¿para dónde iría?" pensó al darse cuenta de que su idea no funcionaria. Se dirigieron a una escalera que llevaba al piso de arriba.
- ¿En dónde estamos? – preguntó asustada.
- Ya te lo dije, en mi casa.
Cada peldaño hacía que Sofía se asustara más, no sabía dónde la llevaba y menos aún cuales eran sus planes para ella.
- ¿Pero, donde es esto?
- En Italia... - respondió impaciente por el interrogatorio.
- ¿Pero en qué parte?
- Eso no importa.
- ¡Claro que sí importa, tengo derecho a saber en dónde estoy! – gritó deteniéndose, giró y comenzó a caminar escaleras abajo.
Marco la tomó de un brazo con violencia obligándola a subir de nuevo hasta tenerla arrinconada contra la pared.
- ¡Suéltame! No tienes derecho a tocarme. – gritó de nuevo intentando escapar de la presión que ahora tenía sobre sus dos brazos.
Por única respuesta un fuerte golpe sobre su rostro, en su impresión Sofía miró a Marco con odio mientras tocaba su rostro adolorido.
- Aquí yo soy el amo de todo, todo te incluye a ti. – dijo Marco muy cerca de su rostro escupiendo cada palabra...
- ¡No! Yo no pertenezco a nadie...
- Ya te demostrare lo contrario.
Abusando de su fuerza Marco Motta tomó a la joven Sofía halándola de los cabellos mientras la arrastraba hasta una habitación cercana, abrió la puerta con una patada arrojándola adentro, Sofía trastabilló y cayó de bruces al suelo, trató de ponerse de pie, pero antes de lograrlo Marco la cogió del escote del vestido rompiendo la tela dando inicio una lucha entre los dos, él pasó de la necesidad de demostrar autoridad al deseo de jugar lascivamente con ella. El desespero de Sofía por liberarse del contacto de Marco no hacía más que encender aún más su pasión por poseerla, cada movimiento de sus caderas batiéndose para liberarse, cada roce de sus pechos desnudos en su propio pecho, los movimientos violentos que ella hacía en buscando zafarse de su contacto sólo lograban hacer rodar lo poco que quedaba de su vestido hacho harapos, las manos de Marco lograron enardecer la furia nacida del temor y la necesidad de defenderse en la sangre que corría por sus venas como nunca en su vida.
- No... por favor. ¡No me haga esto! – suplicaba la joven al sentir las manos de Marco recorrer su cuerpo - ¡Auxilio, ayúdenme por favor!
Marco perdido en su lujuria a niveles desconocidos la tomó por el cuello limitando la entrada de aire a sus pulmones.
- Tú decides si quieres que esto sea fácil para ti o no, a mí no me importa que grites, nadie va a venir.
El pánico se apropió de ella por completo, tras la aclaratoria de su agresor no le quedó más remedio que comenzar a ceder en sus intenciones, se obligó a relajarse conteniendo el terror que sentía y dejó de gritar jadeando con fuerza, Marco al notar la cooperación de su víctima se dedicó a explorar con más detenimiento el cuerpo desnudo frente a él. La joven vivía la peor experiencia de su vida, las manos calientes de un extraño recorrían su cuerpo sin pudor alguno y sin tomar en cuenta el que ella no estaba dispuesta a recibir esas caricias, esas manos fuertes profanaban sus pechos, su espalda, sus nalgas, su entrepierna que se negaba a aceptar la intromisión de esos dedos deseosos del calor de sus entrañas, comenzó a pensar en que viviría ese calvario el resto de su vida en un sin fin de caricias obscenas que laceraban su alma , nadie la ayudaría, nadie la salvaría de ser violada, todo su cuerpo se tensó anticipándose a lo inevitable. La humedad de la boca de Marco regó de saliva su cuello, esa humedad caliente e incómoda bajó hasta sus pezones haciendo insoportable la sensación, por instinto apartó aquella boca de su cuerpo tapándose con los brazos, Marco la tomo por las muñecas obligándola a exponerse de nuevo a él, la impotencia se convirtió en asco, sollozó sin consuelo mezclando las lágrimas que caían en su piel con el sudor que perlaba todo su cuerpo – no más por favor... – suplicaba sin que esas suplicas fueran tomadas en cuenta, Marco aun aferrado a las muñecas de Sofía para impedir que se alejara las soltó unos instantes instándola a darse la vuelta, una vez de espaldas a él, retomó el control de sus brazos uniendo fuertemente ambas muñecas en su espalda, así inmovilizada por completo la empujó para hacer que arqueara su espalda hasta que su rostro tocara la superficie de un tocador que complementaba el mobiliario de la habitación.
- Sei bellísima... (eres bellísima) – dijo Marco en italiano en el momento que tocó las partes más íntimas de Sofía con su miembro erecto.
- Por favor... - suplicó por última vez ahogada en su propio llanto – déjeme ir...
Lo siguiente para la joven fue sentirse dolorosamente invadida en su sexo por su atacante. La estrechez y la calidez de Sofía junto con la larga temporada de abstinencia obligada hizo que todo terminara muy pronto, un par de minutos de fuertes envestidas fue lo que necesito marco para desahogar su carga seminal dentro de la joven enfermera a la que ya no le quedaban fuerzas para pedir clemencia.
El hombre detrás de ella se separó de su cuerpo con deliberada lentitud, subió el cierre de su fino pantalón de gabardina aparentemente satisfecho, Sofía al sentirse liberada cayó de rodillas al suelo presa de la debilidad que atacó su cuerpo dejando sus piernas sin fuerzas para sostenerla, avergonzada y asqueada pensó en que la muerte era lo mejor que le podría pasar. Perdida en esos pensamientos suicidas sintió como era gentilmente levantada en brazos, sin voluntad para rechazar ese contacto dejó que Marco la elevara sin protestar, la llevó hasta la cama en donde la acostó con delicadeza y la cubrió con sábanas y cobijas que despedían un olor fresco y limpio.***Gracias por tu apoyo, recuerda dejar tu estrella y tu comentario***
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Delitos del alma
General FictionQue pasa cuando la inocencia se consigue con la avaricia? Sofía, una joven con muchos sueños y ganas de superarse confía en las personas equivocadas. Es engañada llevada fuera de su país con la promesa de trabajo honesto y bien remunerado pero, nada...