Capitulo 3

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La casa estaba silenciosa, el anciano dormía bajo el cuidado de otra enfermera que pernoctaba a diario, Sofía dio por sentado que los señores dormían también puesto que no había señales de ellos en la planta alta de la casa. Sola y todavía exaltada por los hechos recientes, se sentó en la mesa de desayuno de la cocina meditando acerca de sí sería un abuso de su parte tomar algo de la despensa para comer, su estómago crujía recordándole que debido a las emociones de esas últimas horas casi no había ingerido alimento. Unos minutos después decidió que tomar un trozo de pan no sería motivo de vergüenza, se dispuso a levantarse para esta tarea cuando oyó voces que la hicieron retroceder en sus intenciones.
- Te digo que será muy bien vendida en la subasta, ¡es casi una rareza!
Sofía reconoció la voz de Nora que se acercaba aparentemente desde la escalera.
- ¿Y si mintió? – pregunto José.
- No creo.
- Es peligroso para nosotros, podrían pensar que estamos estafándolos.
- No te preocupes, Pavel sabe hacer muy bien su trabajo, él se cerciorará de si es verdad o no, de todas maneras, aunque no lo sea, tiene las características que necesitamos.
- Sólo recuerda cuanto nos ha costado llegar hasta donde hemos llegado, hacer negocios con Pavel no es cosa de juego.
- Te angustias demasiado, ya fueron enviadas las fotos y...
Nora dejo de hablar de golpe cuando vio a Sofía en la cocina.
- ¡Buenos días! – saludó José más efusivo de lo normal mientras que a Nora se le notaba un poco pálida.
- Buenos días, señor José. – respondió la joven.
- Buenos días. – dijo escuetamente Nora.
- Te levantaste temprano.
- Sí señor, yo siempre me levanto en la madrugada.
Sofía se sentía incomoda, pensaba que estaba robando la intimidad de la pareja al estar allí cuando ellos llegaron, la expresión incomoda de Nora se lo confirmaba.
- Sabes Sofía, Nora y yo hablábamos de que debemos irnos antes de lo que habíamos planeado. ¿Verdad Nora?
- Sí, claro. José me decía eso. – afirmó Nora mientras estudiaba con disimulo la reacción de la joven.
- ¿Antes?
Entró en una especie de pánico, estaba a punto de escuchar la fecha de su primer viaje al exterior, sus sueños tendrían el día y la hora.
- En cuatro días. – Sentencio José.
Se hizo el silencio, el aire se tornó pesado de pronto en la estancia, Sofía palideció, luego pensó que se trataba de una broma y suavizó su rostro.
- ¡Casi que me lo creo! – dijo la joven riendo con alivio.
- No es broma Sofía. –intervino Nora – tenemos que salir del país lo más pronto posible, o sí no perderemos la oportunidad de un negocio excelente.
- Pero eso es esta misma semana... - dijo pensando en voz alta – pero yo no estoy lista, no podré ir con ustedes.
- Claro que puedes ir, ¿cuál es el problema? – preguntó José desestimando los temores de Sofía.
- Es que no tengo el pasaporte, ni le he hablado a mi tía del viaje...
- Por eso no te preocupes – interrumpió de nuevo José – te dije que tengo los contactos para eso, de hecho, ya tu pasaporte está listo.                                                             
Nora permanecía en silencio, temía que la joven se arrepintiera de viajar con ellos.
- Bueno, en ese caso me voy a hora mismo a mi casa a hablar con mi tía, tengo que explicarle. ¿Podrían decirme a donde vamos exactamente para que no se preocupe?
- No.
- ¿Por qué no? – Pregunto Sofía angustiada.
- No será necesario linda. – interrumpió Nora justo antes de que José respondiera – Nosotros nos ocuparemos de todo, perderías todo el día y quizá no vuelvas hasta mañana o pasado mañana. Tenemos mucho que hacer antes de salir y cada día cuenta.
Nora tomó lo que Sofía interpretó como una actitud protectora hacia ella calmando así sus dudas, tranquilizándose. La emoción por el viaje volvió avasallante, su corazón latía de nuevo con furia dentro de su pecho, las manos le comenzaron a sudar y su mente la bombardeaba de preguntas que no se atrevía a hacer. "¿Cómo era eso del pasaporte? ¿Cómo consiguieron tan rápido los pasajes?" Todas las dudas encontraron la respuesta más conveniente, ellos eran personas ricas, para los ricos todo es fácil.

José desapareció el resto del día con le excusa de alistar algunos detalles que tenía pendientes antes del viaje. Las dos mujeres quedaron solas en lo que sería los últimos preparativos para ellas antes de la inminente partida, de nuevo en la habitación principal revisaban el closet de Nora escogiendo lo que debía llevarse en la maleta de ella y de su esposo.
- Señora Nora... - dijo pensativa luego de unos minutos en el tema.
- Dime Sofía. 
- Es que, si me doy prisa aún tengo tiempo de ir hasta mi casa y hablar con mi tía.
- No creo que sea buena idea, ya habíamos hablado de eso.
- Pero ¿por qué?
- Es sólo que no quiero que te pase nada, sabes cómo es de peligroso el barrio donde vives.
- Disculpe, pero si no me ha pasado nada en todo este tiempo, no creo que me pasa algo justo hoy...
- Sofía. – interrumpió Nora con rudeza – Sí no quieres venir con nosotros entonces sólo dilo. La oportunidad que te estamos ofreciendo nosotros es única en la vida, pero si tú la quieres desperdiciar por ir a hablar con tu tía, entonces bien, vete.
Sofía quedo petrificada ante la reacción de Nora, sintió como si algo frio le subiera por los pies para convertirse en un intenso calor al legar a su rostro, tanto que temió sonrojarse y hacerlo evidente, no sabía que la había asustado más, la reacción en sí de su patrona, el brillo tenebroso que vio en sus ojos por unos segundos, o la posibilidad de perder la oportunidad de viajar.
- Yo sólo quiero hablar con mi tía, explicarle personalmente lo que voy a hacer.
- Lo sé Sofía. – Afirmó Nora controlando su impaciencia – Pero debes entender que quizá no hay tiempo suficiente para que puedas ir a tu casa y volver a tiempo, el día antes de viajar debes acostarte temprano y descansar, el viaje hasta Rusia es largo y agotador, más aún para ti que es la primera vez que viajas.
Nora se esforzó en cambiar su semblante, sabía que estuvo a punto de asustar a Sofía, tenía que tratarla con delicadeza o se arrepentiría de ir con ellos al otro lado del mundo, en ese caso sería ella misma quien pagaría las consecuencias.
- Vamos a hacer algo, llamaremos de nuevo a tu vecina y le pediremos que le avise a tu tía para que puedas hablar con ella. ¿Está bien?
- Está bien... - dijo la joven resignada.
Sofía ya se sentía en deuda, se sentía culpable por desconfiar de las buenas intenciones de su patrona, habían sido tan generosos con ella... Se sintió mal por haber sido tan insistente con el asunto de ir hasta su casa, las cosas eran así y punto, su vida estaba a punto de cambiar gracias a esas buenas personas y ella no tenía derecho a exigirles nada.
- Es más linda, deberías darme el número de teléfono de tus parientes en tu pueblo, podríamos llamarlos a ellos también.
- Allá solo tengo a mis hermanos.
- No importa, los llamaremos y les explicaremos.
Partirían el día siguiente en las primeras horas de la madrugada, José le explico a Sofía que debían estar allí varias horas antes de abordar el avión que los llevaría hasta Alemania, allí abordarían otro hasta Moscú en donde su vida daría un giro de ciento ochenta grados.
La mandaron a descansar temprano, Nora le aconsejó que durmiera todo lo que pudiera puesto que el viaje seria largo y agotador, pero a pesar de la advertencia no pudo conciliar el sueño, por el contrario la adrenalina que corría por sus venas haciendo galopar su sangre le impedía relajarse, en pocas horas se iría del país donde nació, donde había vivido toda su vida y donde estaban las personas que quería, por otro lado sentía euforia por conocer el mundo, por  tener la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida y de hacer realidad todas las promesas que le habían hecho Nora y José, entre tantas cosas le dijeron que podría trabajar como niñera, que el idioma no sería problema porque podría trabajar con parientes de ellos que hablaban español... Tantas ilusiones, tantos planes. Después estaba el asunto del avión, jamás había visto uno de cerca, sólo cuando los veía volar sobre su cabeza y en esas oportunidades nunca se llegó a preguntar cómo eran por dentro, era tan remota la posibilidad de viajar en uno que no había querido ni siquiera perder el tiempo en preguntarse cómo se sentiría volar por encima de las nubes. Desde la cama observaba la pequeña maleta que Nora le había preparado para ella.
- No te preocupes sí parece poca ropa – le dijo mientras cerraban la maleta de Sofía – con el dinero que comenzaras a ganar podrás comprarte mucha más.
Sofía trató de hacerle caso, pero realmente consideraba muy poca cosa la que habían puesto dentro, apenas dos pantalones de jean, cuatro blusas, un vestido corto y tres conjuntos de lencería parecidos al que le había dado antes, a todo esto, agregó aun en contra de lo que Nora opinaba, su viejo uniforme de enfermera.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora