Capítulo 39

64 3 0
                                    

Amalfi era un verdadero paraíso incluso en reclusión, el aire salubre llenaba los pulmones de sus lugareños dándoles quizá esperanza, quizá alegría, quizá vida... en el caso de Sofia quien ya se sentía como una lugareña más de esas indómitas tierras, las tres cosas. Inexplicablemente su mente se había abierto a las posibilidades que la vida le estaba ofreciendo, de la manera más inesperada la última visita de Marco fue para ella decisiva.
El sin duda representaba todo lo que había querido tener en la vida, alguien que cuidara de ella, que viera por sus necesidades y por consecuencia del hijo que tendrían en común. El, la había hecho sentir diferente a lo que era antes de que llegara a su vida, había descubierto algo en ella que no sabía que tenía, ganas de vivir, de amar, de ser amada y de descubrir las bondades que ese extraño amor le brindaba a su cuerpo no solo haciéndolo florecer con la maternidad, también haciéndolo florecer en el placer de ser mujer deseando con ansias el día en que pudieran comenzar una historia juntos en el lugar escogido.
Su vientre tenso la estaba haciendo sentir muy incómoda, la cama en la que dormía sola desde que Marco se marchara días atrás se hacía cada vez más incómoda, una brisa suave entraba por la ventana estrellada acariciando su piel apenas cubierta con un camisón ligero y el desorden de las sabanas que se enrollaban por segmentos en sus piernas.
Acostumbrada a esa antigua casa, conocía cada ruido que hacía el aire cando se colaba por las ventanas silbando esa tenebrosa melodía que por mucho tiempo la hizo llorar de miedo hasta vencerlo a fuerza de costumbre, así como el chirrido de las viejas tuberías cada vez que Francesca usaba el agua en el piso de debajo de la casa... pero ese ruido que acababa de escuchar a modo de un murmullo casi imperceptible sin duda alguna era de alguien caminando por el pasillo muy cerca de su habitación.
Por instinto Sofia se puso de pie muy lentamente cuidando de no hacer ningún tipo de ruido que le indicara al intruso que ella ya se había percatado de su presencia mientras pensaba con rapidez en las posibilidades descartando en primer lugar a Marco, de ser él hubiera escuchado el auto y con seguridad no hubiera entrado con sigilo, Francesca quedó también descartada recordando que la robusta señora no era capaz ni tan siquiera de pensar sin ser evidente por sus maneras tan brusca de hacer las cosas.  ¿Los vigilantes armados? Ellos siempre paseaban de noche por los alrededores de la propiedad... no, no se atreverían a entrar a la casa, menos sin anunciarse. Solo podrían ser ellos, los rusos, ¡venían por ella y por su hijo! Un instinto animal surgió desde lo más profundo de sus entrañas transformándola en un animal furioso, ¿querían cazarla de nuevo como presa de comercio? No se dejaría, estaba dispuesta a luchar hasta el final con uñas y dientes para defenderse de esos asesinos, no tocarían a su hijo, aunque le costara la vida.
La noche había caído, no había luz encendida que alumbrara la habitación dándole a Sofia la impresión de que nada de lo que estaba sucediendo era real, que se trataba de un sueño, una pesadilla de la que pronto regresaría cuando abriera lo ojos y se encontrara a sí misma en su cama como estaba unos instantes atrás. Pero su mente le hacía reaccionar no importa si era un sueño o la realidad, su corazón latía galopante en respuesta a la adrenalina agudizando todos sus sentidos a la espera del peligro que estaba segura se presentaría en cualquier momento, sus manos buscaban a tientas cualquier cosa que pudiera servirle como arma, aunque lo más peligroso que tuviera en su habitación eran sus artículos personales.
De nuevo un ruido en el pasillo, eran pasos y estaban frente a su puerta, inhalaba y exhalaba con peligrosa rapidez, pasaba sus ojos de un lado a otro buscando alguna vía de escape, aunque sabía de sobra que no existía... la puerta se abrió suavemente, la joven se sentía en pánico pero preparada para defenderse, una figura delgada apareció de entre las sombras, al principio Sofia reprimió un grito a la espera de poder ver quién era el intruso.
- No temas. -dijo una voz femenina.
- ¿Quién es? ¿Qué quiere? -preguntó Sofia sorprendida sacando fuerzas de lo más profundo de su ser.
- Cálmate. -dijo tranquilizadoramente- le vas a hacer daño al niño.
- ¡No se acerque más!
- No vengo a hacerte daño -dijo la mujer parándose frente a la ventana permitiendo que la luz de la luna alumbrara sus facciones.
Sofia miró a la mujer con detenimiento, tenía la sensación de haberla visto anteriormente. Pero no era posible, no había tenido acercamiento con nadie desde su llegada a Amalfi. De pronto una imagen le llegó a la cabeza, si la había visto, había ido una vez con Antonio en una oportunidad en la que él fue a llevarle un envío de parte de Marco, ella no se bajó del auto, pero recordaba ese perfil tan altivo, el peinado impecable y las facciones finas y hermosas.
- Yo la vi una vez... con Antonio. ¿Qué quiere de mí? -dijo con un poco más de valentía, pero manteniendo la mayor distancia posible.
- Es verdad, más de una vez vine hasta aquí para verte.
- ¡Diga de una vez que es lo que quiere!
- Hablar contigo. Sofia, ese es tu nombre ¿verdad?
- ¿Qué tiene que hablar conmigo? No sé nada de usted y usted no sabe nada de mí.
- Eso no es cierto. -dijo moviéndose lentamente hacia la ventana pareciendo cada vez más inofensiva- sé cómo llegaste aquí, sé lo que eres para Marco y sé también cuál es tu futuro próximo.
- ¿De qué habla?
- De su conexión con la gente en Rusia, de cómo te trajo aquí y para qué. Créeme niña te conviene escuchar lo que tengo que decirte antes de que ese niño nazca.
Parecía no haber un peligro inminente en esa mujer, al menos no uno que pusiera en riesgo su vida o ya la hubiera atacado, además se veía que era una mujer de buenos modales, bien criada, una señora madura y educada en todo el sentido de la palabra. ¿Qué la había llevado hasta la casa del acantilado? ¿Qué era eso que ella sabía? Sofia relajó un poco sus hombros llevando su respiración a un ritmo regular que le permitía pensar con más claridad.
- ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama? ¿Qué relación tiene con Marco?
- Muchas preguntas al mismo tiempo. -dijo sonriendo sin gracia- soy la mujer de Marco.
- Eso no es cierto.
- Lo es en algún sentido, no soy su esposa, pero soy la mujer a la que él ama.
Algo se revolvió dentro de Sofia, un nudo en su estómago le provocó nauseas.
- No pongas esa cara niña, no creo que en algún momento hayas pensado que entre ustedes pudo haber algún sentimiento, si así fuera imagina cuantas mujeres estarían llorando por él. Pero no lo hacen porque tarde o temprano todas han descubierto la verdadera cara de ese hombre.
- No entiendo nada, mejor lárguese de aquí y déjeme sola. Afuera hay hombres armados que están dispuestos a disparar para protegerme.
La cara de la mujer se volvió colorada de tanto reírse a mandíbula batiente antes de poder hablar.
- ¡Defenderte! ¿tú crees que ellos están ahí para cuidarte? ¡Eres la más ingenua de todas las jovencitas que Marco ha traído!
- ¿De todas?
- Si linda. -afirmó la mujer más controlada- ¿Qué te dijo? que eras la primera, la única...
- ¡Termine de decir lo que vino a decir y déjeme sola! -gritó Sofia casi desesperada.
- Me voy, pero ten en cuenta que ese hombre que te tiene aquí es un mentiroso, tarde o temprano te va a dejar a tu suerte en manos de las personas que más temes y que lo más probable es que ese niño crezca muy lejos de ti. Si es que llega a crecer.
- ¿Por qué no dice de una vez a que vino?
- ¿Todavía no lo comprendes Sofia? -dijo gesticulando con las manos en señal de cansancio- vine a prevenirte, vine a decirte que Marco no es lo que seguramente te ha demostrado ¿te ofreció algo? Seguro es mentira, no deberías confiar en alguien con amigos tan... digamos tan especiales como los rusos.
- ¿Qué sabe usted de eso?
Sofia había cambiado su actitud, ya estaba segura de que esa mujer no atentaría contra su vida, además su lenguaje corporal ya no la hacía sentir amenazada, por el contrario, el de ella si evidenciaba estar pasando de estar preparada para defenderse a verse completamente indefensa, sus brazos como siempre que se sentía desamparada rodeaban su cuerpo encerrándolo en un férreo abrazo que terminaba en un par de puños enrojecidos por la presión con los que los mantenía apretados.
- Solamente sé que lo mejor para ti es que huyas antes de que tu hijo nazca, escapa lo más lejos que puedas y no te dejes encontrar.
- Ya una vez intente huir y casi muero. Además, Marco me mostró que es mejor estar aquí con el que en manos de quien sabe que enfermo mental que...
- Sofia. -interrumpió la mujer con gesto cansado- es mejor estar muerta antes de aceptar un futuro como el que te espera si no sales de aquí lo antes posible.
Esas últimas palabras impresionaron a Sofia al punto de cortarle el habla, quería pensar que lo que esa extraña decía era una vil mentira, pero, la conciencia le gritaba que debía créele, había confiado antes en las personas equivocadas y había perdido su libertad, su derecho a ser un ser humano para ser poco más que mercancía de feria ¿Quién mentía en esta oportunidad? ¿era Marco quien le mentía o era esta mujer espectral quien la engañaba con algún fin desconocido?
- ¿Quién es usted? ¿Cuál es su nombre?
- Eso no importa. Soy la mujer de Marco y mi nombre es cualquiera que quieras ponerme. -dijo comenzando a verse inquieta- vine a ayudarte niña, ya te di mi mejor consejo, ya me voy, Adiós.
La mujer caminó lentamente hacia la puerta segura de que Sofia no sería capaz de moverse del sitio en donde parecía haberse quedado petrificada, salió de la habitación en medio de un silencio aterrador quebrado únicamente por el rechinar de los goznes de la puerta al cerrarla.
En un intento casi infantil de busca protección Sofia caminó rápidamente hasta la puerta arrastrando consigo la única silla de madera que completaba el mobiliario de esa habitación asegurándola firmemente contra la cerradura, una vez creyó que la puerta estaba asegurada sintió como el pánico se apoderó de ella, las manos le sudaban considerablemente mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Lloraba por el temor que sintió al creer que su vida y la de su hijo no nacido estaban en manos de una desconocida, lloraba por la incertidumbre que esa misma mujer logró sembrar en su corazón... ¿y si era todo cierto? ¿Qué estaría planeando Marco para ellos? No. No podía creer nada de lo que ella dijo, quizá era alguien enviado por los rusos para hacerla salir de la casa y poder atraparla cuando se alejara de la protección de Marco... ¿Cuáles eran sus opciones? ¿Quién demonios era ella?
Pequeños pasos nerviosos acompañaban sus reflexiones, ir de un lado para otro parecía ayudar a aclarar las incertidumbres que se habían colado en sus pensamientos cuando su pie descalzo aplastó dolorosamente algo al parecer metálico y puntiagudo.
Un grito ahogado se escapó de su garganta junto con el movimiento instintivo de tocarse la zona adolorida, en la planta de su pie había comenzado a aparecer una brillante gota de sangre que rápidamente alarmó los ya exaltados nervios de Sofia. Con una agilidad impropia de su cuerpo sobrecargado dio brincos sobre su otro pie hasta llegar a la cama donde se sentó a revisar la magnitud del daño que le había sucedido.
No era grave, apenas un invisible pinchazo más doloroso por los sucesos anteriores que por la importancia del accidente. Siguió la natural curiosidad, ¿Qué la había pinchado? No tenía en su poder nada que pudiera hacerle semejante lesión, no tenía agujas, ni alhajas que hubiera podido dejar caer... fue de nuevo hasta el lugar en donde había pisado lo que fuera que la había pinchado, casualmente el mismo lugar muy cerca de la ventana en la que había estado parada la misteriosa mujer.
Escudriñó por unos segundos sin saber qué era lo que debía buscar, la habitación estaba oscura dificultándole la visión, pero la escasez de muebles hacía que el trabajo fuera fácil y sin muchas posibilidades de fracasar, pero, ya cuando estaba por darse por vencida un brillo metálico destelló el reflejo de la luz de la luna llamando su atención de inmediato.
Dos pasos la separaban de su hallazgo, con manos temblorosas tomó del piso el objeto que de antemano sabia a quién le pertenecía, lo levantó con cuidado para ponerlo frente a sus ojos en donde la luna llena pudiera alumbrar suficiente como para observarlo con detenimiento.
Era un lujoso arete dorado del tamaño de una moneda, como broche tenía una trabilla en forma de aguja que dedujo era lo que se había clavado en su pie, la joya era pesada para su tamaño dándole la certeza a Sofia que su portadora era una persona acaudalada, pero ¿Quién era? ¿Qué interés podía tener en ella? Era seguro que mentía cuando afirmaba ser la mujer de Marco porque a pesar de su belleza era notorio que era considerablemente mayor que él.
Sofia perdida en sus preocupantes pensamientos, en la ansiedad que tanta angustia le causaba obviaba los signos de tención que su vientre había comenzado a manifestar.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora