Capitulo 17

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La luna brillaba en lo alto del cielo, perseguía el auto en el que Marco viajaba vigilando cada kilómetro que recorría, a pesar de que no viajaba solo, ella era su única compañía, desde la parte de atrás, en el asiento trasero Marco la miraba casi pidiéndole una explicación a todo lo que le estaba pasando, quería respuestas a preguntas que él mismo no se atrevía a formular pero que su consciencia le gritaba insistentemente.
¿Por qué Gia? ¿Por qué ella debía estar enferma? ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar vivir el calvario de la negativa de ella a tomar sus medicinas? ¿Hasta cuándo tendría que vivir en esa soledad que le carcomía el alma al no poder compartir sus triunfos, sus fracasos, su vida con la mujer que amaba profundamente sin tener que cuidarse de alterar sus emociones? No quedaba de otra que reconocer por primera vez que el cansancio que sentía ante esa situación crecía peligrosamente; añoraba  a la esposa sana, alegre cuando debía serlo y que se molestar cuando realmente tuviera motivos pero que en ningún caso se excediera de los parámetros normales; se había comenzado a sentir asteado de vivir con temor de que cosas como las de ese día  sucedieran más a menudo, que el simple hecho de una llamada lo pudiera tensar sus nervios hasta hacerlo alejarse de sus recién descubierta manera de escaparse de su realidad. Esto lo llevaba hasta otro terreno cuestionándose otra vez, ¿era tan grande lo que estaba sintiendo con esa nueva situación de poder sobre Sofía que Giannina podía pasar a un segundo plano en su vida? Nunca se había sentido incomodo o mucho menos molesto por que debía ir al lado de su esposa, ella estaba destinada a ser por siempre el amor de su vida, pero en él había nacido algo nuevo, algo que lo hacía sentir vivo, ese poder de saber que tenía el control completo obre la vida y la voluntad de otra persona era energizante y no estaba dispuesto a renuncia, al menos no por ahora.
- Creo que se acerca un auto. – dijo Martina a su esposo mientras compartían una infusión en el recibidor.
- ¿Será Marco?
- Ojalá que sea él... -Martina posó la taza en la mesa frente a ella, se levantó para asomarse por la ventana – Sí, creo que es él.
Para cuando el auto se detuvo frente a la puerta de la casa, ya los padres de Gia estaban afuera para recibir al esposo de su hija, Martina fue la primera en acercarse.
- Marco, gracias a dios que ya estás aquí.
- ¿Cómo está Gia?
- No te preocupes. – se apresuró a decir Doménico – Ella está mejor, está dormida, pero ven adentro hijo.
Los tres entraron, Marco dejó en el olvido todos sus pensamientos para enfocarse en su esposa preguntando cada detalle de lo ocurrido.
- No te angusties hijo, su madre y yo la atendimos, vino el doctor y dijo que ya todo estaría bien, fue sólo un ataque de ansiedad.
- Pero ¿Por qué, que lo causó? –insistió mientras ya iba escaleras arriba.
- Lo mismo de siempre Marco. – agregó Martina mientras le seguía los pasos – ansiedad. Es que te tardaste mucho en regresar...
- Nada Marco. – interrumpió Doménico reprochando a su esposa con la mirada – Sabes cómo es, ella simplemente se puso nerviosa no pasó nada fuera de lo normal.
Al llegar frente a la puerta de la habitación en donde descansaba Giannina, los suegros de Marco se despidieron respetando la privacidad del matrimonio.
- Buenas noches, hijo. – Dijo Doménico con marcado cansancio en la voz.
- Que descanses. – saludó Martina.
- Buenas noches.
Al despedirse Marco se preparó para entrar a la habitación, suspiró profundamente buscando fuerzas para lo que sabía que vendría, llanto, miedo, ansiedad; para todo eso él tenía que servir de consuelo.
La habitación estaba a oscuras, Marco pensó en lo extraño que le había parecido siempre el hecho que de todas las fobias y temores a los que Gia debía enfrentarse, la oscuridad nunca había sido una de ellas. Ella se veía prácticamente inmóvil, solo su pecho se movía suavemente al ritmo de su respiración. La misma luna que lo acompañara en su viaje hasta el lecho de su esposa le iluminaba su rostro, para ese momento se veía serena sumida en un sueño reparador. Marco dio pequeños y silenciosos pasos hasta la cama, con cada paso alejaba más sus pensamientos anteriores en donde ella representaba un peso para él, todas las preguntas que su consciencia le había gritado se acallaron dejando el espacio libre para el amor que su corazón hacia correr por cada centímetro de su ser, amor que esa mujer débil y enferma se había ganado hace muchos años desde cuando era prácticamente una niña.
Cuidadoso de no despertarla se sentó junto a ella, no quería perturbar el descanso tan necesitado por su mente, pero cedió al impulso de tocarla acariciando su rostro con infinita delicadeza; Gia guiada por instinto más que por la sensación en su piel comenzó a abrir los ojos lentamente, sus labios se curvaron de inmediato en una sonrisa tímida que reflejaba alivio y paz, sus brazos se alzaron pidiendo con humildad un abrazo protector, Marco no se hizo de rogar, la rodeó suavemente hasta atraerla a su pecho brindando el tan necesitado calor.
- Amore mío, giogia. (amor mío, mi alegría) – dijo Marco al oído de su esposa.
En repuesta solo hubo sollozos de alivio, mezclados con temblor en todo su cuerpo.  Su esposo ya había llegado, para Gia todo estaría bien.
- Estaba tan asustada...
- Asustada Gia, ¿de qué?
- ¡No lo sé!
Gia levantó la mirada para ver a Marco a los ojos, en ellas había dolor y desconsuelo.
- A ver, dime ¿qué pasó?
- Es que... fue sólo... - Gia suspiro en un intento por controlar sus emociones – Es que pensé que ya tardabas mucho en regresar. Yo quise creer que estabas muy ocupado con trabajo.
Marco asentía con la cabeza mientras escuchaba a su esposa.

- Pero de la nada comencé a imaginarte con otra mujer. Marco no pude soportarlo.
- ¿Por qué piensas esas cosas? – preguntó arrugando la frente casi ofendido – Ay Gia, Gia, que voy a hacer contigo...
Marco la abrazo de nuevo, esta vez con más fuerza.
- Es que no pude soportarlo Marco, por más que me esforzaba en convencerme a mí misma que era todo producto de mi imaginación, no podía. Cada segundo que pasaba me convencía más de que era esa la causa por la que tú no volvías por mí. – relató renovando la fuerza de su llanto.
- Eh, eh. Basta mi amor, ya estoy aquí. Debes sacarte esas ideas de la cabeza.
- Lo sé, me siento muy mal por haberte asustado, a ti y a mis padres. Ni siquiera sé si pudiste terminar con todo el trabajo que tenías. No me gusta desconfiar de ti, menos sí no tengo ni un motivo para hacerlo.
- Pero eso es bueno. – afirmó Marco sonriendo con picardía – Sólo se sientes celos de lo que amas. Es normal que me cuides.
- ¿Tú crees?
- Estoy seguro, ¿acaso te preocuparías por algo que no quieres?
- No.
- ¿Lo ves? Algo de celos son una hermosa declaración de amor. Solo que no hace falta que te sientas mal por eso, ¡los desmayos no son buenos! – bromeó.
- Pero tú no me celas.
- ¡Claro que sí!
- No mientas Marco.
- No miento. – afirmó mirándola a los ojos –La otra noche en el restaurante había un hombre que te miraba más de la cuenta, yo sentí celos, pero me controlé. Me dije a mi mismo: "Marco, eres un hombre afortunado"
- ¿Afortunado?
- Claro, ¿cuántos hombres pueden decir que tienen a la mujer más especial y hermosa del mundo?
La sonrisa de Gia iluminó su rostro, Marco notó como el temblor de sus manos disminuía hasta desaparecer. Ya el peligro había pasado, su presencia había sido el mejor remedio para su esposa.
- Te ves cansado.
- No, solo estaba algo preocupado, sabes que no quiero que te pase nada malo.
- Siempre me estas cuidando. Recuerdo cuando me buscabas en el colegio, esperabas a que fuera la hora de salida para acompañarme a casa.
- Si, lo recuerdo. – dijo con cierto dejo de nostalgia – te acompañaba hasta una cuadra antes para que tus padres no me vieran llegar a tu lado, pero me quedaba viéndote como entrabas. Cuando estaba seguro de que todo estaba bien, entonces me iba.
- Gracias.
Marco miró a su esposa con curiosidad.
- Gracias... ¿Por qué?
- Por estar siempre allí para, mí.
- Giannina, eres lo que más amo en este mundo.
- Tú también eres lo que más amo en este mundo.
De nuevo se unieron en un profundo abrazo que paso en pocos segundos de ser tierno a ser más bien un abrazo romántico. Marco busco hambriento la boca de su esposa, recordó cuanto extrañaba hacer el amor por algo más que la simple tarea de lograr un embarazo deseaba compartir con ella un momento de intimidad, de ternura, como hacía mucho tiempo no compartían. Gia correspondió a los besos de su marido con suavidad, disfrutaba del calor que ellos le brindaban, la exigencia de Marco creció a medida que saboreaba la boca de ella que de pronto perdió su buena disposición; entregado a su deseo de estar con ella coló su lengua dentro de la de ella saboreando, exigiendo más, Pero Giannina no podía corresponderlo, Se tensó colocando sus manos sobre el pecho de su esposo apartándolo suavemente, Marco haciendo caso omiso de la situación intentó atraerla de nuevo hacia sí, pero fue inútil, las emociones de su esposa no estaban conectadas con sus necesidades.
- No, Marco. –dijo evadiendo el contacto con la boca de su esposo.
- Gia, te deseo...
- Yo también, pero no es buen momento.
Marco cerró los ojos escondiendo su frustración, suspiró profundamente aflojando el abrazo con el que tenía a Gia pegada a su pecho tan lenta como dolorosamente. El silencio hablo por él.
- Marco, mi amor... – dijo consiente de los sentimientos de su esposo.
- No digas nada. – dijo suavemente poniendo dos dedos sobre sus labios.
- Es que, son los sedantes. – dijo excusándose.
- Ssshhh... Está bien.
- ¿De verdad estás bien?
- Claro que sí. – mintió encerrando sus verdaderos sentimientos tan profundo que nadie pudiera notarlos.
- No sabes cuánto agradezco a dios por tenerte a mi lado, eres un santo amor mío.
-......-


- Señores, señores... recordemos que estamos aquí para llegar a un acuerdo en donde las dos partes salgan beneficiadas.

Antonio trataba por todos los medios de calmar los ánimos de los hermanos que peleaban por la herencia de su padre quien murió a los noventa y seis años sin haber hecho testamento dejando en disputa una fábrica de zapatos, tenía que hacerlo antes de perder por completo la posibilidad de llegar a un acuerdo pacífico evitando llegar a un juicio que con seguridad sería interminable. Mientras, Marco aconsejaba al cliente de ambos diciéndole cosas al oído que la contra parte no podía oír.
- Yo no quiero llegar a ningún acuerdo en estos términos. – decretó el hombre sentado frente a ellos con el rostro visiblemente colorado flanqueado por dos abogados de otra firma legal que lo representaba.
Marco estudió la expresión de su cliente anticipándose a su respuesta temeroso de que él interviniera y volvieran a discutir.
- Señor Fellini, usted tiene sus razones para no aceptar nuestra proposición, pero tanto mi colega y yo, así como sus representantes estamos aquí para guiarlos hasta un acuerdo en el que salgan favorecidos usted y su hermano, deben ambos darnos la oportunidad de aconsejarlos y de dales estrategias para que todo llegue a buen término.
- Abogado Motta – intervino el hombre sentado a su lado que para hacer más divertida la situación era casi idéntico a su hermano en la contraparte – este hombre de aquí no quiere acuerdos, ¡quiere la herencia completa para él!
- ¡Yo no quiero la herencia para mí!
- Señor Fellini por favor déjeme a mí. – dijo Marco tratando de retomar la batuta de la conversación.
- Pero, abogado, yo quiero lo que me corresponde por haber estado siempre al frente de la fábrica, él nunca se ocupó de ella, él tiene sus propios negocios.
- Lo sabemos. – intervino Antonio de nuevo – pero para eso estamos negociando un acuerdo.
- Sí me permiten abogados. – dijo uno de los asesores de la contraparte – yo sugiero que suspendamos esta reunión, mi cliente no se siente cómodo discutiendo de esta manera, le recuerdo que sufre de la presión arterial y no es bueno para él estar bajo esta circunstancia.
- Eso es verdad, no estoy cómodo. – aseguró el hermano en discordia.
El abogado retomó la palabra.
- Es mejor que de ahora en adelante solo nos reunamos en caso de estricta necesidad. Si ustedes están de acuerdo, creo que lo mejor será que nos entendamos nosotros cuatro para exponer las propuestas que elaboremos para nuestros clientes.
Marco y Antonio se miraron a los ojos evadiendo a su cliente.
- Estamos de acuerdo. – respondió rápidamente Marco.
- ¡Pero a mí nadie me ha preguntado sí yo estoy de acuerdo! – explotó el septuagenario- ¿Cómo voy a defenderme sí no estoy para escuchar lo que este -dijo señalando a su hermano- quiere hacer en mi contra?
- Nosotros estaremos en su lugar. – aseguró con confianza Antonio viendo como el rostro de los dos hermanos Fellini tomaban expresiones de resignación.
Por unos segundos la sala de juntas quedó en silencio. Luego de pequeños ajustes de horarios y de detalles entre colegas los hermanos en disputa se fueron sin despedirse el uno del otro, los cuatro abogados quedaron en concertar una nueva cita en privado para dos semanas después, tiempo suficiente para que ambas partes elaboraran sus propuestas.
Marco y Antonio quedaron a solas en la sala de juntas, entre los dos discutían las estrategias a seguir con respecto al caso de los hermanos Fellini quedando de acuerdo en que lo mejor sería darle unos días de tempo para que se calmaran y luego les llamarían para ofrecerle a su cliente algunas propuestas que ellos creían serian una buena salida para el problema.
Por un momento Antonio observó a su amigo con detalle, Marco tenía la frente arrugada, se veía cansado y ligeramente ojeroso, algo estaba pasando que era fuera de lo normal y estaba seguro de que ese algo tenía que ver con su última escapada a Rusia. Sin más, sacó sus propias conclusiones, pero tenía que corroborarlo.
- Te ves preocupado. – soltó sin protocolos cambiando de silla para sentarse al lado de Marco.
- No, para nada. -expresó observando con suspicacia el movimiento de Antonio- Este caso será sencillo de resolver.
- No me refiero a los Fellini. No es eso lo que te preocupa.
- Y entonces, ¿de qué hablas?
- Hablo de ti. De que estas extraño desde que volviste hace unos días. No me has contado nada de lo que te pasó después de que te fuiste de la fiesta.
Marco miró a Antonio a los ojos tratando de parecer inflexible en su decisión de no contarle nada, pero bajó la guardia al instante agradecido de poder compartir la carga en la que se había convertido su conciencia, aun así, se mantuvo en su posición por un momento más.
- No hay nada que contar.
- Ah. Conque esas tenemos, ¿te vas a aponer en esas conmigo? Por dios Marco, ¡nunca hemos tenido secretos!
Marco quedó en silencio por un par de segundos pensando en cómo comenzaría a contarle a su amigo por lo que estaba pasando.
- La verdad es que sí. -soltó en un suspiro- Estoy preocupado.
- Bueno, eso lo sabía. El asunto es el por qué estás tan preocupado.
- Por lo que pasó, por lo que hice.
La expresión de Marco le indicó a Antonio la gravedad de la situación.
- Me estas asustando. – dijo imitando la seriedad de su amigo.
- Quizá debas hacerlo.
Alguien tocó la puerta interrumpiendo la conversación, ambos hombres miraron incomodos al intruso que irrumpía sin ser invitado, era la secretaria de Antonio.
- Disculpen, vine a ver sí se les ofrece algo.
- No Meri, gracias – dijo Antonio en tono cortante.
La joven al darse cuenta de que su presencia había interrumpido algo importante dio la vuelta para irse, pero Marco la detuvo cuando ya estaba por cerrar de nuevo la puerta que había encontrado entreabierta.
- Meri, por favor que no nos interrumpan, estamos en una reunión confidencial.
- Sí señor.
La secretaria salió de la oficina cerrando la puerta detrás de sí. Los amigos quedaron solos y bajo la protección de confidencialidad de la sala de juntas que protegía a sus clientes de que lo que toda la información que allí se expusiera no tuviera manera de filtrase, desde afuera no había forma de que nadie escuchara lo que se dijeran ni aun si gritaran gracias a un revestimiento especial en las paredes.
- Ahora si Marco, me vas a decir que es lo que está pasando contigo.
Para ese momento Antonio se veía más preocupado que el mismo Marco.
- Es esa chica. La de la fiesta.
- ¿La que te llevaste contigo?
- Si.
- ¿Le hiciste algo malo? – pregunto ansioso y preocupado por la respuesta.
- No. Bueno si, no lo sé hasta donde sea malo.
- Explícate antes de que me dé un infarto. – agregó aflojándose la corbata y desabotonando el primer botón de su camisa.
- Ella está en Amalfi ahora.
- ¿En tu casa?
- Sí.
- ¿Qué demonios hace allí? Y que es lo que te preocupa tanto. ¿Qué no la hayas devuelto?
- No, la compre para mí. No tengo que llevarla de nuevo a Rusia.
La expresión de Antonio pasó de ser preocupada a ser desconcertada.
- ¿Y entonces?
- Que está en contra de su voluntad. ¿Me entiendes? Que me convertí en un secuestrador de mujeres, en violador y en cómplice de tráfico y comercio de humanos, y todo en un solo día.
Antonio quedó en silencio evaluando las acciones que su amigo le contaba que había hecho mientras Marco no tenía expresión alguna en su rostro.
- Eso es grave. – decretó Antonio – pero sólo si sale a la luz.
- Gracias. – dijo exaltando lo obvio del cometario - ¿te parece que no sé ese detalle?
- ¿Crees que escape mientras estás aquí?
- No lo creo, ella es más bien dócil, asustadiza, fácil de controlar.
- ¿Es bonita?
La pregunta morbosa de Antonio molestó a Marco.
- ¿Eso qué importa? – escupió arrugando la frente.
- ¡Claro que importa! Si ya te metiste en problemas más vale que sea por una mujer hermosa.
- Tú siempre tienes esa actitud de que nada tiene importancias. – reprochó Marco.
Antonio se levantó de la silla, se alejó de su amigo dándole la espalda hasta asomarse por el cristal de la ventana cerrada, por un segundo se dedicó a ver la gente caminando en la acera, con tono grave contestó a la acusación de su amigo.
- Yo sé perfectamente lo delicado de tu situación. Yo también he transgredido las leyes cometiendo ese mismo tipo de delitos, pero en todos esos casos he tenido la previsión de quedar limpio y fuera del peligro devolviendo a esas mujeres por las que le he pagado a un traficante de personas mucho dinero para acostarme con ellas y en algunos casos para hacer algo más que eso. Pero jamás he cometido el error de llevarlas a un sitio de mi propiedad. Fue una estupidez llevarla a tu casa.
- Lo sé. – dijo pasando los dedos de ambas manos por su cabeza, se veía pálido, casi desesperado.
- Pero ¿Por qué allí? ¿por qué ponerte en riesgo de esa manera?
- Porque ella no merecía la vida que le esperaba al lado de Pavel o de cualquier otro que se la llevara. Sabes que muchas de las personas que estaban esa noche son enfermos mentales, gente que no se detiene ante el dolor de los demás, no saben lo que es la piedad, le pueden hacerle mucho daño a las mujeres que se llevan de esas fiestas, sabes que incluso llegan a morir.
Antonio dio media vuelta para quedar frente a Marco, quiso refutar sus argumentos, pero solo consiguió ser sarcástico.
- Que buen tipo que eres... por eso te la llevaste tú, que solamente la tienes, ¿Cómo se dice en términos legales? Ah, sí. Secuestrada -explicó con la voz cargada de sarcasmo – ¡Es que ahora tú eres el Robín Hood de las prostitutas! Marco, debes dejarla ir, no sé qué vas a hacer, pero creo que la salida más conveniente es, comprarle un pasaje a su país sea cual sea, y darle dinero, mucho dinero, eso es lo que ellas buscan, por eso llegaron hasta allí.
Antonio iba perdiendo la compostura a medida que hablaba. Comenzó a caminar de una punta a la otra mientras Marco lo miraba desde la silla de la que no se había movido.
- No.
- No, ¿Qué?
- No la voy a dejar ir aún.
- ¿Te volviste loco? -decretó deteniéndose en medio de la sala de juntas mirando a Marco con asombro.
Marco se levantó para acercarse a su amigo y hablarle con toda la sinceridad con la que nunca le había hablado conteniendo lo más que pudo sus emociones.
- No, no estoy loco. Es que tú no me comprendes. Es lo que siento desde el día en que ella entró a mi vida, ese es el verdadero motivo por el que estoy preocupado. A mí no me importa lo que hice, o lo que voy a hacer... Tú no puedes comprender como me he sentido todos estos años Antonio, desde hace muchos años estoy trabajando sin descanso, haciendo cosas de las que realmente me siento avergonzado, defendiendo lo indefendible, crímenes de verdad espantosos, por Dios tú sabes de que hablo, lo hemos hecho todo juntos... Todo eso por lograr el éxito y el dinero, además he tenido que vivir presionado por los problemas de salud de Giannina, llegar a casa en busca de paz, de consuelo para mi conciencia asqueada de mí mismo y conseguir una mujer enferma con la que tengo que medir cada palabra, cada gesto. ¡he tenido que contenerme en todos los aspectos! Dejé de pensar por mí, por mis gustos, las cosas que realmente me hacen feliz y me llenan como ser humano. Con ella me siento libre.
- ¿Libre Marco?
- Si. Con ella puedo ser lo que quiera, un demonio, un santo... Lo que sea, y nadie podría reprochármelo, con ella soy el dueño de todo y yo, solo yo soy el dueño de mis acciones y mis decisiones, no importan las consecuencias. Hacía mucho que no me sentía así.
- Marco, sabes que, si tú caes, ¿serán muchos los que caigan contigo?
- Lo sé.
- Entonces sabes lo que tienes que hacer.
- Lo hare en su momento.
- Confío en ti.
- Daria mi vida antes de comprometer a alguien.
De pronto la tensión desapareció, ambos hombres relajaron sus semblantes.
- ¿Cuánto pagaste?
- ¿No lo recuerdas? Tu estabas allí.
- Estaba y no estaba. Digamos que ya había emprendido el vuelo cuando tu pujaste por ella y no tengo claros los recuerdos de esa noche después de la una de la madrugada, más o menos. Vamos... dímelo.
Marco miro a su amigo a los ojos, sonrió de soslayo y se preparó para soltar la cifra.
- Un millón de euros. – dijo como sí nada.
Antonio abrió la boca tanto como su mandíbula lo permitió, sus ojos parecían a punto de salir de sus orbitas, unos segundos después dijo lo que primero se le ocurrió.
- ¡Eres un loco de mierda! ¿Cómo vas a hacer para que Gia no se dé cuenta?
- Cálmate, hace mucho que Gia no se ocupa de las cuentas, ella no sabe cuánto dinero tengo ni cuanto gasto.
- ¡Esa mujer debe ser una diosa para que pagaras esa fortuna te arriesgues de esa manera! Por dios, debe chupártelo muy bien...
- Eso todavía no lo sé.
Antonio quedo más impresionado que segundos atrás, relajo sus brazos en señal de derrota, miro a su amigo como quien mira una pintura abstracta que no logra comprender.
- Marco...
- ¿Qué?
- Eres el más cretino e idiota de los hombres de este mundo.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora