Capítulo 30

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Las tardes parecían alargarse conforme su peso aumentaba, el bebé que crecía dentro de ella se movía pocas veces al día, pero cuando lo hacia un malestar incomodo se apoderaba de Giannina haciéndola arrugar la frente.
- ¿Qué te pasa cariño? -preguntó Martina distrayendo su atención del programa de televisión que veía junto a su hija preocupada por el gesto de desagrado que vio repentinamente en ella.
- No sé por qué debe moverse tanto. -dijo por toda respuesta evidentemente incomoda.
- ¿El bebé?
- Claro... ¿Quién más? No soporto que se mueva, cada vez es más fuerte.
- Así debe ser hija, crece dentro de ti y se fortalece.
Martina comenzó a preocuparse por las actitudes de su hija con respecto a su embarazo días atrás cuando la encontró tratando de ocultar su vientre por medio de fajas, en ese momento le llamó la atención y por precaución la echó a la basura esperando que no tuviera más escondidas en algún lugar. Apenas llegara Marco debía ponerlo al tanto de las extrañas actitudes que había comenzado a manifestar Giannina durante su ausencia.
- Pero no me gusta. No me gusta que se mueva tanto. Siento algo muy desagradable cuando lo hace.
- Gia...
Martina se quedó de pronto sin palabras, su hija no estaba bien, tenía que comunicarse con Marco o con su médico cuanto antes, el niño y hasta ella misma podrían estar en peligro.
- Madre no me digas nada, soy yo quien está pasando por esto. -dijo señalando su vientre.
- Todas pasamos por eso... tu deseabas tanto ese hijo, luchaste tanto por poder quedar embarazada.
- Lo sé, y de verdad quiero este bebé, pero es desagradable. Además, el tiempo de espera es muy largo, con cuatro o cinco meses debería ser suficiente.
- Gia, ¿tienes cuantas? Veintiséis semanas, en once semanas más el bebé podrá nacer sin problemas, es poco tiempo. Ahora debemos preparar todo lo de su canastilla, deben ir a escoger la cuna, el color del cuarto... 
- Cuando Marco llegue.
- Pero podríamos ir nosotras a ver. Así cuando tu esposo este aquí...
- ¡Dije que no! -gritó repentinamente enfurecida- no voy a hacer nada hasta cuando Marco llegue.
- Está bien. -aceptó esperando que con su pasividad calmara el ánimo de su hija- será como tú digas hija.
- Señora Martina... -interrumpió el silencio Rosa al entrar al estudio en donde estaban mirando la televisión quedando paralizada al ver el gesto de Martina.
- Silencio Rosa, mi hija duerme. -susurró.
- ¡Ah! -bajó la voz- es que la busca un señor. Dice que usted lo está esperando, peo como no me dijo nada de que estaba esperando visitas yo le dije que se quedara detrás de la puerta.
Martina puso gesto de impaciencia por la palabrería del ama de llaves preocupada por la imprudencia al buscarla sin avisar en casa de su hija, pero mejor salía a hablar con esa persona que con seguridad ya tenía lo que le había pedido.
- Ya voy Rosa, no despiertes a tu señora. -advirtió.
- No, no la voy a despertar, pero sepa que el que la busca es una persona medio rara, no me quiso decir su nombre y eso me pareció de muy mala educación. -canturreó mientras seguía a Martina hacia la puerta- solamente me dijo que usted lo estaba esperando, pero yo no le creí, sabe que en estos tiempos se escuchan muchas historias macabras de asesinos que entran en las casas...
- Gracias Rosa. -cortó Martina a la empleada justo antes de abrir la puerta- pase por favor.
El hombre siguió a la mujer hasta otra habitación de la casa, era el estudio de Marco a que jamás se usaba en su ausencia, Rosa los siguió con la boca abierta impresionada por la osadía de Martina al meter a un desconocido en el estudio de su patrón y en compañía de un personaje tan misterioso dándole una última mirada antes de que se cerrara la puerta en su cara.
- Le dije que se tenía que comunicar conmigo antes de buscarme.
Martina se había colocado detrás del escritorio de Marco para guardar distancias, si bien había contratado a ese hombre para el trabajo con referencia de ser el mejor, no le inspiraba ninguna confianza, su mirada oscura y su rostro sibarita la intimidaban casi hasta hacerle sentir miedo.
- También dijo que quería saber lo que estaba pasando cuanto antes. -dijo con seguridad.
- Entonces dígame.
El hombre se quiso tomar un tiempo antes de contestar, evaluó su entorno con admiración asintiendo con la cabeza embelesado por el buen gusto y los lujos del lugar.
- ¿Me puedo sentar?
- Siéntese, pero no juegue más con mi paciencia y dígame que es lo que descubrió.
- El suyo es un caso inusual. Me llamó la atención de que me manda a investigar a su yerno. Casi siempre es a los esposos o a las esposas a los que tengo que seguir, a veces a socios. Pero a yernos nunca.
- Ese no es su asunto, le pague muy bien y por adelantado, no le debo nada más.
- No se desespere mi señora. -dijo con una sonrisa ladina- todo tiene una explicación.
- Eso espero que me explique. No tengo todo el día y nadie debe saber a qué vino.
- Su yerno tiene una amante. En eso tiene razón. Está viviendo en una propiedad que él posee Amalfi, ella está embarazada y él está planeando llevarla a vivir en otra ciudad más cercana a Roma.
- ¡Lo sabía! Todo eso lo sabía. Mi hija sufre mientras él se divierte. ¿Tiene fotos?
- Si. pero esas no las traje. No soy tan tonto, no me gusta correr riesgos. ¿se imagina que su hija entre en este momento y usted tenga las fotos en la mano?
- ¿Esta allá ahora?
- No lo sé, yo solamente averigüé lo que usted me pidió, una vez que tenía la información dejé de seguirlo. Pero eso no es lo malo del asunto.
- ¿Hay algo más? -peguntó Martina preocupada.
- La procedencia de esa mujer no está clara, hay algo entorno a ella que es muy sospechoso. Creo señora, y esto no lo puedo asegurar que su yerno tiene conexiones con algún tipo de mafia.
- ¿Qué dice?
Martina no podía creer lo que ese hombre le estaba diciendo, el hecho de que Marco tuviera una amante lo hacía despreciable, pero las sospechas de que pudiera estar conectado con algún tipo de red delictiva lo hacía peligroso para todos. No, no podía ser cierto.
- La mujer que está en Amalfi parece no tener a nadie, la propiedad está vigilada día y noche y lo más sospechoso es que las únicas personas que van allá además de su yerno son, su socio Antonio Rugiero y un médico obstetra al que conocen en los bajos fondos por sus conexiones con la mafia rusa, la joven no sale más allá del jardín a menos que su yerno esté con ella... no hace falta ser muy inteligente para saber que esto no es solo un caso de infidelidad normal.
- ¡Está usted imaginando cosas! -aseguró Martina ofuscada- mi yerno es uno de los abogados más importantes y reconocidos de Roma, es un defensor de la justicia... él y toda mi familia son personas correctas incapaces de tener ese tipo de "conexiones".
- Claro que sí. -dijo exagerando sus gestos- eso nadie lo pone en duda. No debe preocuparse por nada, soy discreto con mi trabajo. -concluyó con seriedad.
- Por la suma que me cobró debería ser mudo.
- Y ciego, se lo aseguro.
- Creo que ya dijo todo lo que vino a decir.
- Por su puesto. Le haré llegar todo el material lo antes posible. Buenas noches.
Por fin sola Martina no paraba de darle vueltas a cada una de las palabras del investigador privado, la certeza de que Marco tuviera una amante no era ninguna novedad para ella, estaba segura de que engañaba a Giannina desde hacía tiempo, lo que realmente la atormentaba eran las sospechas sobre la procedencia de la mujer, o mejor dicho la falta de datos sobre ese tema en particular. De ser cierto que Marco tenía algún tipo de conexión con alguna mafia local o extranjera entonces todos estaban en peligro y esa mujer que tenía en Amalfi representaba un peligro potencial. Tenía que averiguar sobre ella, tenía que saber quién era y si de verdad tenía que ver con alguna red delictiva, pero ¿Cómo iba a hacerlo? Tendría que ir ella misma si no quería que nadie supiera sobre ese asunto, ni si quiera el investigador que le había dado la información... tendría que pensar en algo antes de que Marco volviera, no debía perder tiempo.

Cuando abrió los ojos la tarde ya estaba avanzada desde que se embarazara era capaz de dormir por horas sin que le incomodara ni el frio, ni el calor... nada la podía mantener despierta cada vez que sentía esas inmensas ganas de dormir. Lentamente se desperezó bostezando profundamente, hubiera querido seguir durmiendo, pero recordó que Marco estaba en casa, ese recuerdo la espabiló haciéndola prácticamente saltar de la cama con la mayor velocidad que su cuerpo hinchado le permitió.  Dio una rápida visita al baño, lavó su rostro con agua fría para terminar de quitarse esa sensación de pesadez, sentía apetito, tenía antojo de ese delicioso pan que horneaba Francesca y de un vaso de leche, si Marco no la había ido a buscar en toda la tarde quizá podría comer sin la presión que representaba su presencia, después lo buscaría.
Alisó un poco su cabello frente al espejo, examinó críticamente sus mejillas redondeadas y sonrió para si recordando que nunca en su vida se había visto el rostro tan redondo y sonrojado, claro que nunca en su vida había tenido tanta abundancia de comida y nadie con quien compartirla. Salió de la habitación mirando hacia los lados, la casa parecía estar vacía como cuando Marco no está, era normal que a esa hora Francesca se hubiera ido, pero... ¿y él?  Sofia no escuchaba nada, ni el violín que había tocado por las tardes durante sus anteriores visitas, ni su voz al teléfono... quizá estaba en la terraza, era frecuente verlo allí sentado pensando en quien sabe que cosas que Sofía desconocía. Pero antes de cerciorarse de que hubiera acertado con esta última teoría debía ir a la cocina por su merienda.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora