Capítulo 26

114 8 0
                                    

Un nuevo día comenzaba, el frio de los días anteriores había quedado atrás reemplazado por la tibieza del cuerpo masculino al que se había abrazado durante toda la noche, por primera vez Sofía pudo descansar siendo acunada por fuertes brazos que sintió como una fortaleza inexpugnable ante cualquier peligro que le acechara fuera de las paredes de la antigua casa que ya se había convertido en su único y verdadero hogar, sonrió para sí misma disfrutando de lo más parecido al amor que jamás había experimentado. Marco en cambio pensaba en estrategias para sobre llevar la situación, ¿Qué haría con el bebé? Lo primero era comprobar el embarazo, lo de los vómitos podrían ser síntoma de cualquier otra cosa, además el cuerpo de la joven no había cambiado prácticamente nada a excepción de una ligera redondez en sus curvas y eso era lógico, había estado bien alimentada y cuidada, era normal que aumentara algo de peso, pero... ¿y si se confirmaba el embarazo? Debía estar más pendiente, eso representaría más viajes; dejar a Giannina más tiempo sola era algo que no se podía permitir en ese momento que parecía estar mejorando, era sólo cuestión de poco tiempo para que su esposa pensara con cordura lo referente a los medicamentos y comenzara de nuevo el tratamiento, por fin estar estable de nuevo. Que injusta se estaba comportando la vida para él, deseaba tanto un hijo como lo deseaba su esposa, pero llegaría de la mujer incorrecta dejando a la pobre de Gia excluida de tan deseada experiencia. Sofia se removió entre sus brazos.
- Buenos días, Sofía. -saludó con suavidad.
- Buenos días.
Sofia se veía diferente esa mañana, Marco pudo apreciar un brillo que lo sorprendió agradablemente. Quizá su cabello desordenado, o la sonrisa que iluminaba su rostro, algo había cambiado en ella que la hacía ver serena. Pero la serenidad y la placidez le duró poco, segundos después de darse los buenos días, Sofía corrió al baño urgida por las náuseas, Marco la esperó hasta que la vio regresar envuelta en una toalla.
- ¿Estas mejor? -preguntó observando la palidez de la joven que volvía para sentarse a su lado en la cama.
- Si. Apenas dura unos minutos, y se me pasa.
- Te ves bien a pesar de todo. -Sofía quedó en silencio sin saber cómo tomar el cumplido.
- Dormiste aquí, conmigo.
- Me pareció que lo necesitabas.
- Anoche no sentí frio.
La inocente confesión de Sofía hizo estragos con la consciencia de Marco imaginando la inmensa soledad e incertidumbre que ella había tenido que superar no sólo durante su ausencia si no en los días previos a su llegada a Italia, pensó en lo que debió sufrir en manos de los delincuentes que la tuvieron encerrada en Rusia, se sintió culpable y de cierta manera responsable "el mercado de personas no existiera si no tuviera demanda" "por personas como yo hay tanto sufrimiento" -pensó.
- No debes tener miedo. Cofia en mí, quiero que estés bien y que mi hijo esté bien. Quiero que me prometas algo.
- ¿Qué puedo prometer yo? No hay nada que yo pueda hacer por nadie, menos por ti.
- Si hay. Quiero que me prometas que, llegado el día, aceptes quedarte cerca de mí. Sin cadenas. Que llegado el día que seas libre aceptes quedarte con mi hijo en algún sitio cercano para poder ser parte de su vida. No quiero que seas una prisionera de por vida y menos aún quiero eso para el bebé.
- Pero Venezuela está muy lejos.
- De eso se trata, de que una vez que haya nacido te traslades a otro lugar en donde puedas hacer una vida normal, pero cerca de aquí en donde yo pueda verlos y cuidarlos a los dos.
Sofia no se esperaba ni en el mejor de los casos una propuesta semejante, pero, no volver a su país, al lado de su gente también era una especie de encierro, le estaba ofreciendo algo que ella tomó como una libertad condicional de la que no sabía que pensar, ni podía medir sus consecuencias a futuro, en todo caso ¿sería eso posible? Vivir por siempre en un país extraño no era lo que ella esperaba.
- Que me quede cerca... ¿en dónde? Pero ¿Cómo subsistiría?
- Todavía no he pensado en donde, te trasladarías una vez haya nacido el niño así que todavía tengo tiempo para pensar en el mejor lugar para ustedes, por tu manutención no te preocupes, yo les daría todo, estarían bajo mi cuidado desde todos los puntos de vista. Lo único que necesito es tu palabra de que nunca dirías nada a nadie de lo que te pasó, de cómo llegaste aquí y lo que te hicieron.
Sofia sabía que era una buena oferta, pero era de igual manera un sacrificio para ella, Marco le estaba ofreciendo seguridad, cuidado y manutención, pero eso la llevaría de ser una cautiva, a venderse voluntariamente perdiendo su dignidad si es que le quedaba algo de ella. Pero también estaba el asunto de la inseguridad, donde quiera que fuera sentiría que la mafia rusa la estaría vigilándola, sólo en esa casa antigua se sentía segura y lejos de Pavel y su gente.
- Yo quisiera quedarme aquí. La verdad quisiera volver a mi casa, pero con esto del bebé las cosas cambiaron... ¿Cómo haría para darle una vida digna a mi hijo? Por eso, si tengo que renunciar a volver, prefiero quedarme aquí.
- No. Aquí no te puedes quedar. Es peligroso, ya hay quienes están al tanto de tu estadía en mi casa.
- ¿Los rusos? ¿acaso estoy en peligro?
- No. Te dije que ya tú no tienes nada que ver con ellos, yo pagué por ti. A menos que seas una amenaza para ellos. -dijo buscando la mirada baja de la joven- ¿te atreverías a ponerte en riesgo?
- No.
- Debes ser sincera Sofia, porque si te convirtieras en una amenaza, entonces deberé cambiar todos los planes que estoy haciendo para ti.
La advertencia fue lo bastante clara como para que Sofía la comprendiera el peligro encerrada en ella.
- No, no quiero hacer nada en contra de nadie. -dijo bajando de nuevo la mirada.
- Perfecto, por lo pronto me ocuparé de que seas atendida, comprobaré que todo está bien con tu salud, luego haré los arreglos que se necesiten para que puedan cambiarse de sitio una vez mi hijo llegue. -continuó luego de una pausa- deberás confiar en mí.
- Quizá ya lo hago. No tengo opción.
Para la tarde del día siguiente de la llegada de Marco a Amalfi ya había hecho presencia el medico que él había llamado, un hombre entrado en años bien conocido en los bajos fondos como "el doctor de los errores" haciendo vida activa en el círculo de amistades de los asiduos a las nefastas fiestas y negocios que tenían que ver con la trata de personas. En la vida social y familiar era conocido como Giacomo Fanconi, un conocido medico dueño de una gran clínica privada en Roma.
Sofia había sido sometida a extracciones de sangre, y a un meticuloso chequeo físico y ginecológico, todo en presencia de Marco siendo lo único que le impedía a la joven desfallecer del temor que sentía en presencia del casi anciano especialista de la salud que parecía despreciarla con su trato tan impersonal hacia ella. Terminado el reconocimiento los dos hombres la dejaron de nuevo sola en su habitación, Marco prometió volver a su lado apenas hubiera despedido al visitante.
- Entonces, ¿está todo bien? -indagó Marco ansioso por la respuesta del doctor.
- La mujer está sana, hay que esperar los resultados de los análisis de sangre para corroborarlo, pero creo que no vamos a tener ninguna sorpresa allí. Si preguntas por lo del embarazo, sí. Ella está embarazada, lo pude palpar al momento de la revisión ginecológica, de entre nueve o diez semanas.
La certeza de saber que iba a ser padre enmudeció a Marco, le pesaba la circunstancia y deseaba con toda su alma estar viviendo ese momento al lado de su esposa, pero aun así sintió algo parecido al agradecimiento por la vida que venía a pesar de estar creciendo en el vientre equivocado. El doctor Fanconi malinterpreto el silencio ofreciéndose para lo que ya había hecho tantas veces en casos similares.
- Podemos proceder en cualquier momento.
- ¿Proceder? -dijo pensando en voz alta mientras se esforzaba en descifrar su significado.
- Con el aborto. No hace falta que ella sea trasladada, yo tengo lo necesario para hacerlo aquí, puedo mandar a buscar por las cosas en este momento.
- No. -puntualizó- no habrá aborto. Por el contrario, usted va a asegurarse de que el embarazo llegue a término de la forma más saludable posible.
- ¿Está seguro?
- Si.
- Sabe que le puede traer consecuencias.
- Eso déjelo en mis manos.
- Como usted quiera. Es la primera vez que alguien en sus circunstancias me pide algo así. Por lo general sólo los jefes de la organización quieren mantener el producto, y eso cuando ya tienen buenas ofertas por ellos.
- Ellos no tienen nada que ver en esto. La mujer es mía, el producto es mío, yo decido que hacer con ellos.
- Está bien por mí. Pero debe saber que hay cosas que debe organizar para el momento del alumbramiento.
- ¿Cómo qué cosas doctor?
- La documentación, no sé qué planes tiene, pero si se trata de quedárselo, de cualquier manera, debe haber registros del nacimiento, deben existir un padre y una madre.
- Está bien. Eso se arreglará.
- Entonces terminamos por hoy, mañana tendré los resultados de los análisis y me pondré en contacto, si seguirá adelante con la gravidez habrá que repetirlos cada cierto tiempo, puede comprarle vitaminas, cualquiera de las que se consiguen sin prescripción estarán bien, que coma saludable y listo, no hay mucho más que hacer.
- Gracias. Espero su llamada entonces.
- Hasta luego.
- Lo acompaño.
Luego de que el doctor se marchara Marco subió las escaleras lleno de preguntas a las que el mismo debía buscar respuestas, debía asegurar una identificación para Sofia con la que aparecería en el registro de nacimiento, ¿se pondría el cómo el padre? Reconocer legalmente a su hijo sería un arma de doble filo, no sólo le estaría dando su apellido, también estaría dejándole derechos sobre lo que es suyo, suyo y de su esposa...
Encontró a Sofía recostada, su semblante era triste y se veía demacrada.
- ¿Estás bien?
- Si. -aseguró incorporándose- sólo tengo el cuerpo pesado.
- ¿A qué te refieres?
- Es cuando te sientes sin fuerzas... -explicó sonriendo- como cuando tus brazos y piernas no quieren hacer nada de lo que tu cerebro les ordena. ¿comprendes?
- Comprendo.
Marco había llegado hasta la ventana, su mirada fija en el horizonte le dio oportunidad a Sofía de preguntar.
- ¿Qué dijo el doctor?
- Que estas embarazada y que está todo bien.
- Eso lo sabía.
- Entonces... que otra cosa podía decir.
- Y los análisis... ¿Cuándo estarán?
- Mañana quizá.
- Estás molesto. ¿Si tanto te desagrada mi situación? ¡Mándame de vuelta a mi país! -suplicó pensando que podría ganar algo en ese momento en el que Marco parecía de alguna manera vulnerable.
Marco pensó por un segundo que ella tenía razón, las palabras del doctor rondaban aun en su cabeza "es la primera vez que alguien en sus circunstancias me pide algo así" recordó que entre sus cosas había un boleto de avión que lo liberaría de su error con ella, sintió que lo mejor era dejarla ir, a ella y a bebé, que vivan como puedan y donde quieran para él poder volver a su casa con su esposa y pretender que su delito fue algo menos que un mal sueño. Pero ya no había vuelta atrás, debía seguir con lo que había planeado hasta el final.
- No iras a ningún lado. Te quedarás aquí, tendrás el niño y después veremos. Levántate y ven a comer conmigo.
- No tengo hambre.
- No me importa, baja y comes.
- Y si no lo hago... ¿Qué vas a hacer? -preguntó retándolo.
El ambiente se tornó tenso entre ellos, ninguno de los dos sabía reconocer que tenía tanta frustración acumulada, nada más sabían que sentían algo en el pecho que debían dejar salir o implorarían, por primera vez se sentían igual de mal, ninguno tenía ventaja.
- ¡No me retes Sofía! -rugió.
- O ¿Qué? ¡Acaso me vas a encerrar! O me vas a violar... te recuerdo que eso ya lo hiciste.
La actitud altanera de la joven estaba sacando peligrosamente de control a Marco que trataba a toda costa de contenerse.
- Cállate porque no quiero discutir.
- ¡No! -gritó casi histérica- no me voy a callar, ¡no quiero! Voy a decir lo que quiera, ¡voy a gritar lo que quiera!
- ¡Tienes una última oportunidad! -advirtió señalándola amenazadoramente- No soporto los espectáculos...
- ¡Y yo no te soporto a ti! ¡No soporto esta casa, no soporto esto que me hicieron, no soporto este embarazo que no es sino el fruto de un secuestro y violaciones!
El llanto cegaba la visión de Sofía, imposibilitada de ver el dolor y la culpa que sentía el culpable de su aflicción, siguió desahogando sus sentimientos.
- Esto es una pesadilla y ya creo que no voy a despertar jamás, eres lo peor que me pudo pasar en la vida.
- En eso te equivocas. Te pudo ir mucho peor. A esta hora podrías estar muerta.
- ¡Eso sería maravilloso! -seguía gritando mientras gesticulaba con las manos- así no hubiera conocido tanta maldad ni tanto dolor...
- ¿Tú crees que para mí ha sido fácil? O que me gusta esta situación, ¡debí pagar por tenerte sólo un día o dos y deshacerme de ti!
- ¡Maldito!
Con la fuerza nacida de la indignación que sentía, Sofía se lanzó contra Marco llena de rabia, lo golpeó en el pecho repetidas veces con las manos cerradas en puños duramente apretado, al darse cuenta de que no le hacía daño y que él no necesitaba siquiera defenderse su frustración creció y trató de arañarle el rostro, en ese momento Marco decidió detenerla, su paciencia se había acabado y su autocontrol se había perdido, con un movimiento rápido la tomó por las muñecas llevándoselas a la espalda para sostenérselas con una mano mientras que con la otra la tomaba fuertemente por el cabello obligándola a mantener la cabeza levantada.
- ¿Tú crees que a mí me gusta todo esto?
- ¡Suéltame!
- ¡Responde! ¿acaso tú de verdad crees que me gusta?
- Suéltame por favor... me haces daño.
- Yo no lo busqué, ¡no quería nada siquiera parecido en mí vida!
- ¡Mentira! Estabas esa noche allí, querías comprar y querías violar... ¡eres un malnacido, un delincuente igual que los que me sacaron de mi país!
- ¡No sabes nada de mí! Tú también me haces daño Sofía. -dijo soltándole el cabello con suavidad- me dueles, me duele dejarte aquí encerrada, me duele lo que te pasó...
- Mentira... -dijo llena de derrota mientras sentía como la mano que la sostenía con fuerza por sus muñecas también se abría suavemente- tú no sabes nada de lo que me pasó, no sabes del frio, del hambre, del miedo, nada de eso le importa la gente como tu...
- Yo sólo quise evitar que te fuera peor.
- Y para cobrártelo me encerraste y me usaste.
Las palabras cargadas de dolor que salían de la boca de Sofía estaban acompañadas de sollozos y lágrimas que descomponían su rostro, Marco cedió en su propia furia para abrazarla ofreciéndole su pecho como paño de lágrimas, en su cansancio ella accedió a la oferta dejándose consolar con los brazos que la rodearon gentilmente descargando todo lo que sentía.
- Llora. Llora porque eso te hace bien.
- No sabes nada de lo que pasó. Yo sólo quería trabajar, tener un mejor futuro, quería seguir estudiando ser mejor persona...
- Lo sé.
- Ellos me ofrecieron un trabajo, me dijeron que era seguro... yo confié. Fui más que estúpida, no sospeché nada. Esa mujer me tomó fotos, me dijo que las borraría. -hizo una pausa para respirar con profundidad, siguieron los sollozos.
- Ven. Sentémonos, cuéntame todo.
Marco la guío hasta la silla de madera, se sentó en ella instando a Sofía a sentarse en sus piernas, la joven no opuso resistencia acomodándose en su regazo como si fuera una niña a la que había que consolar.
- Yo cuidaba al anciano, supuestamente era el padre de ella. -contaba mientras sentía el calor del cuerpo de marco que la iba relajando poco a poco- ellos se dieron cuenta de que soy muy pobre, me hacían preguntas... después me ofrecieron el trabajo.
- En Europa.
- Si. Me dijeron que trabajaría cuidando niños o ancianos.
- ¿Qué pasó cuando llegaron?
Sofia se estremeció al recordar el miedo que sintió en ese momento, se apretó más al pecho de Marco y continuó su relato.
- Cuando llegamos a Rusia ellos se pusieron muy extraños, ya casi no me hablaban y cuando nos subimos al auto que nos esperaba en el aeropuerto fue cuando me comenzaron a tratar como si fuera una mercancía. Después llegamos a ese sitio, esa casa en donde fue la fiesta, en donde me encontraste.
- ¿Pasaste muchos días allí?
- No lo sé. Solamente recuerdo que tenía frio, hambre y sed. Primero estaba sola, después me llevaron con las otras chicas. Una niña murió porque la golpearon y la violaron durante toda la anoche... ¡era una niña!
De nuevo el llanto se apoderó de Sofía, gemidos de dolor salían de su garganta depurando su alma del sufrimiento que tenía represado en su pecho desde que había comenzado el viaje al infierno en que se había convertido su vida.
- Ya pasó.  Tranquila.
- No ha pasado... ¡sigo estando presa!
- No. No estas presa. Yo nada más quiero protegerte.
- Eso no es verdad, lo acabas de decir... dijiste que debiste devolverme a esa gente.
- No quise decir eso. No lo haré nunca.
- Mi vida no tiene sentido.
- Si lo tiene. -aseguró posando suavemente una mano sobre el vientre de ella- está aquí, dentro de ti.
- ¿Qué vida le puedo dar? No soy nadie, no valgo nada.
- Eres una buena y hermosa mujer que le dará amor y cuidado.
- No pude cuidar de mí misma...
- Yo estaré contigo.
Sofia levantó la mirada para encontrarse con los ojos grises que la veían llenos de promesas que parecían sinceras.
- No voy a abandonarte. Estarás siempre cerca de mí, sólo necesito estar seguro de que estarás tranquila, de que dejarás de sentirte presa y de que comprendas que lo mejor es que nadie sepa lo que pasó, debes entender que si alguien sabe cómo han sido las cosas entre nosotros, no voy a poder cuidar de ustedes.  ¿Comprendes?
Los ojos de la joven se clavaron con más intensidad en los del hombre que la sostenía, no comprendía con claridad el ofrecimiento, pero no podía negarse, estaba en desventaja.
- Creo que sí.
- Necesito más que eso. Necesito que entiendas que si alguien conoce tu historia podría llegar a los oídos de los rusos y entonces estaríamos en peligro tú, el bebé y hasta yo. ¿comprendes eso Sofía?
- Si.
- Bien. -dijo Marco en tono suave y complacido- ¿te sientes mejor?
- Si, estoy más tranquila.
- Entonces bajemos, Francesca debe tener todo listo para que comamos.
En Amalfi no hubo más peleas, Marco logró aplacar los temores de la joven con palabras suaves y respuestas lógicas a cada una de sus preguntas con respecto a los planes que él estaba forjando para ella y su hijo que nacería en el verano, al final de la semana parecía que el futuro no era tan incierto para ellos y hasta prometía ser esperanzador.
- Me iré al amanecer.
Sofia envuelta entre las sabanas de la cama que compartía con Marco desde su llegada se llenó de espantó, no quería estar de nuevo sola, lo miró esperando una explicación, Marco acaricio su rostro con suavidad para explicar con paciencia.
- Sabes que no me puedo quedar.
- Solo sé que no te quedas. Pero la verdad es que no sé por qué, no sé nada de ti, no sé dónde vives o cosas tan simples como tu apellido.
- Eso no tiene importancia. -dijo con suavidad evitando ofenderla.
- Para mí lo tiene, yo estoy dispuesta a ir contigo donde sea que estés planeado llevarme a pesar de haberme traído aquí en contra de mi voluntad. Tú también puedes confiar en mí, aunque sea un poco.
Marco lo pensó unos segundos, ¿Qué mal podría hacer si ella sabe un poco de mí?
- Vivo en Roma.
- Roma. -repitió Sofia pensativa- se habla mucho de roma. El vaticano está allí, ¿verdad?
- Si. -respondió interesado en la inocencia y la ignorancia con la que ella hablaba, cuantas cosas podría ensenarle... ella podría ser su diamante en bruto- de hecho, está dentro de roma.
- ¿Está muy lejos de aquí?
- Unas horas en auto.
- ¿Estas casado?
La pregunta se sintió pesada en la consciencia de Marco, su cuerpo se tensó separándose del de Sofia al girarse sobre su espalada quedando con los ojos clavados en el techo.
- Sofia, no quiero que mi vida personal se mezcle con esto que estoy planeando para nosotros.
- No te molestes. Siempre lo he sospechado. Si estas casado o no, no es algo que cambie mi situación. Nunca me metería en tu vida, podrías matarme y nadie se enteraría.
Marco comprendió el significado de las dolientes palabras, se sintió culpable de nuevo.
- No te voy a hacer daño, ya te lo he dicho un millón de veces.
- Yo tampoco te haría daño, eres el único que puede protegerme, y uno más de los que podrían acabar con mi vida.
- Sofia, no soy un asesino ni nada por el estilo.
- Yo tampoco soy prostituta y aun así pagaste por mí para tenerme tener sexo conmigo, la vida cambia en un segundo y lo hace de las maneras más inesperadas. -Sofía bajo la irada, cuando levanto los ojos de nuevo insistió- Solo quédate un día más. Quizá no vuelvas en mucho tiempo, quizá tu esposa te retenga meses enteros y yo sufro mucho la soledad. Solo un día más por favor.
Marco no pudo negarse, sólo sería un día más.
Por la mañana todo parecía haber entrado en una tregua que nadie había planeado, un día inesperadamente tibio permitió un paseo por el acantilado, Marco llevó a Sofía hasta el sitio entre las rocas en donde ella lo descubrió tocando el violín, allí tomó de nuevo el instrumento y tocó una suave melodía bajo la mirada absorta de la joven.
- Que hermoso suena. Se siente dulce y suave.
- ¿De verdad te gusta? Si, mucho.
- Sólo lo toco cuando estoy aquí.
- ¿No tienes uno en casa? en Roma.
- Si, pero casi no lo uso.
- ¿Por qué?
Marco desvió la mirada hacia el horizonte, ¿Cómo explicar la verdad? No era prudente confesar que a Giannina muchas veces le molestaba, sus altos y bajos de humor la alteraban tanto que incluso el dulce violín la alternaba todavía más, o que el trabajo en la oficina no le dejaba tiempo, o que simplemente se sentía tan abrumado que no quería hacerlo.
- Me inspira el mar.
- Entiendo. ¿tienes una canción favorita?
- Si, se llama marechiare.
- ¿Qué significa?
- Mar claro.
- ¿Qué dice? ¿de qué habla?
- Del amor, de la luna sobre el mar, de un hombre que ve a todas las estrellas en los ojos de su amada.
La tristeza se apodero de los ojos de Sofia, quiso ocultarlo bajando la mirada, pero fue inútil.
- ¿Por qué la tristeza?
- Debe ser hermoso ser amada. -confesó forzando una sonrisa.
- Puedo regalarte un poco de ese amor. Por medio del violín. -dijo elevando un poco los brazos mostrando el instrumento.
Marco sabía que lo que le ofrecía eran sólo limosnas, pero era todo lo que le podía dar, era el pobre consuelo de un degenerado que quería hacerla sentir mejor. Ella se dispuso a escucharlo sabiendo que no podría esperar nada diferente.
La melodía era suave, hermosa, aunque no conocía la letra podía adivinar que era una verdadera confesión de amor en la que se entregaba el más puro sentimiento, Sofia quiso imaginar que envuelto en la dulzura de la melodía Marco pudiera albergar algún sentimiento por ella, que en ese ondear de su cuerpo mientras tocaba el violín desprendía una energía que la envolvía, que la arropaba desde adentro, de sus entrañas en donde crecía el hijo de los dos hasta su piel que le había pertenecido solo a él, era una simple fantasía, pero le daba consuelo y un escueto tipo de esperanza.
Mas tarde frente al fuego del hogar el ambiente se tornó más íntimo, Francesca se había ido y estando solos se abrieron un poco más uno al otro.
- Cuéntame de la vida en tu país. ¿Cómo es?
- Es un país muy alegre. -dijo sin pensar iluminándosele el rostro- hay risas por todas partes, mi gente siempre consigue una buena excusa para celebrar.
- Es extraño.
- ¿Qué es lo extraño?
- Pensé que era un sitio más bien triste, con problemas. He escuchado algunas noticias y por lo que parece están muy mal en este momento.
- Si, es verdad, todo está de cabeza, escasea la comida y las medicinas, hay mucha corrupción y la delincuencia es de las peores en el mundo.
- Y entonces... ¿cómo pueden estar alegres en un sitio así?
- Porque eso no tiene nada que ver con el espíritu bonchon del venezolano.
- Bonachón.
- No, bonchon.
- ¿Qué es eso?
Sofia se revolvió acomodándose en su asiento pensando en las palabras que debía utilizar para explicar lo que significaba.
- Yo no sé de dónde viene la palabra, pero significa algo así como... espíritu alegre, pero con más ánimo de fiesta. Porque se puede tener el espíritu alegre, pero ser tranquilo, en cambio en mi país siempre estamos pensando en la próxima excusa para celebrar, aunque tengamos miles de problemas. ¿me explico?
- Suena algo incongruente. ¿Cómo se puede celebrar si se tiene problemas tan serios como los que acabas de mencionar?
- ¡Porque somos bonchones!
Marco pensó por un segundo la respuesta, el argumento era incompresible, pero de alguna manera tenía sentido, se parecía mucho a su situación con ella, Sofía representaba problemas en su vida, pero aun así le hacía sentir algo parecido a la libertad, a una celebración, ¿le hacía sentir bonchon?
- ¿Qué hacías allá?
- Tú lo sabes. Era enfermera.
- No me refiero a eso, me refiero a tus costumbres, a tus gustos. ¿Qué hacías para divertirte?
- No mucho en realidad, para divertirse hace falta dinero y de eso nunca he tenido. A veces iba al cine con una amiga, pero no era frecuente.
- Eso es increíble.
- ¿Por qué?
- Es que siendo tan bonita debías de tener un montón de pretendientes que te invitaran a salir.
- Me invitaban, pero querían más que salir. Yo nunca quise meterme con nadie.
Recordar dolía, recordar sus días de libertad era triste y deprimente, su mirada lo dijo por ella.
- Debe ser difícil para ti.
- Lo es. Quiero ser libre de nuevo.
- Lo serás. Te lo prometo.
- ¿Sabes por qué no tenía novios? -Marco negó con el movimiento de su cabeza- porque quería superarme, porque de lo contrario tenía que hacerme amante de algún hombre casado o de algún delincuente que terminaría preso o muerto.  Para las mujeres pobres como yo no hay opción.
- Ahora estas aquí, conmigo que soy las dos cosas, sólo espero no terminar preso ni muerto.
- ¿Me voy a quedar aquí para siempre?
- Te explique que no. voy a buscar un sitio para que puedas vivir cómodamente con el niño ¿no me crees?
- ¿Pero podré hacer una vida normal? Mejor déjame volver.
- Mejor déjame cuidar de ustedes. Quiero enmendar todo lo que te hice.
La voluntad perdida de Sofía, junto con la mirada sincera de Marco sumado a la falta de opciones decidieron por ella, entregó lo que quedaba de resistencia para nunca más dudar de su futuro, se haría lo que él dijera, el mundo era demasiado peligroso como para enfrentarlo sola.
- No me gusta estar sola, Francesca me cuida y es muy buena conmigo, pero me siento sola.
- Me imagino. Pero sabes que no puedo estar todo el tiempo aquí.
- Podrías mudarnos antes de que el niño nazca.
- Ya veremos.
Marco dio un sorbo a su copa pensando que la idea no era tan mala como había pensado antes, podría sacar a Sofía de Amalfi antes de que diera a luz, podría instalarla en algún sitio seguro, pero eso significaría que dejaría de estar vigilada y todavía no creía que estuviera preparada, tenía que estar seguro de que su falta de malicia no la haría equivocarse.
Verla calmada, con el rostro sereno le hizo bien, encontraba en ella y en su compañía una paz perdida desde hacía tiempo, el embarazo le daba una luz mística que se reflejaba en su mirada haciéndola más atractiva que antes, más deseable.
- Vamos arriba.
- ¿A dónde?
- A la cama. -respondió poniéndose de pie y extendiéndole una mano.
No hubo rechazo, por el contrario, en lo más profundo de la joven nacieron pequeñas mariposas que de inmediato comenzaron a volar haciéndole sentir un exquisito cosquilleo en su estómago, ruborizada como una adolescente aceptó la mano que Marco le ofrecía siguiéndolo hasta el piso superior. Una vez dentro de la habitación y sabiendo lo que vendría Sofía se dejó llevar, quería un momento así desde hacía mucho tiempo, desde cuando en medio de las viajas páginas de una novela rosa de su tía le hacían soñar con el amor, con el romance y con el príncipe azul que llegaría a cambiarle la vida, estaba consiente que eso no era amor, que lo que le sucedía con Marco estaba muy lejos de ser un romance y que su aparición cambio su vida de la manera más inesperada. Pero no le importaba, sentía que merecía un momento bonito en su pobre existencia y que él estaba dispuesto a dárselo así que dejo envolver en los fuertes brazos que sutilmente la guiaban en delicados y suaves pasos de baile.
- No tenemos música. -dijo Sofía descansando su cabeza en el pecho de Marco.
- ¿Recuerdas la música del violín esta tarde?
- Si.
- Piensa en ella, piensa en la melodía y déjate llevar por mí.
De la entrega nació la pasión, llegaron los besos que por esa primera vez supieron a deseo, los labios de Marco se posaban con suavidad en el rostro de Sofía, en su cuello, en sus hombros... dentro de la mente de ella todo era discordante con lo que anteriormente había sentido por él, esa vez no era simple sumisión, no era el miedo lo que la hacía dejarse tocar, no había asco ni rechazo, solo una nube blanca que la envolvía llevándola a desear cada vez más la humedad de la boca de su captor por todo su cuerpo, de sus manos por toda su piel. La ropa de ambos quedo en el suelo regada en desorden mientras sus cuerpos se acoplaron fundiéndose en un mismo sentimiento impreciso que para ninguno de los dos tenía nombre.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora