- Señor abogado, usted debe comprender mi situación... - dijo casi suplicando la cliente frente Antonio.
El la observaba con discreción y profesionalismo, era una mujer relativamente joven, bastante agraciada y muy bien arreglada, con ropa costosa y de muy buenos modales. Ella lloraba, aparentaba estar sufriendo por la pena que la aquejaba como lo hacían todas las "victimas" de las injusticias que el abogado había escuchado una infinidad de veces antes de esa.
- Él me engañó abogado. – siguió diciendo la mujer – me prometió que sería un esposo dedicado y amoroso, que nunca me faltaría nada a su lado...
- Comprendo. – afirmó Antonio mientras hacía anotaciones en una hoja de hilo frente a él.
- Luego de unos meses todo cambió. – continuó relatando mientras sacaba un pañuelo de papel de su cartera – dejo de ser el marido que prometió para dejarme a un lado, lo más importante era siempre el equipo, las prácticas. Hasta lo complací de inmediato cuando quiso tener hijos. ¿Qué más puede hacer una esposa?
- Comprendo lo que me dice señora. Ahora dígame, ¿Qué aspira usted ganar llevando su divorcio a un juicio?
- Quiero la mitad de los bienes. – sentenció duramente.
- Pero por lo que veo, usted firmó un acuerdo prenupcial.
- Eso lo sé. Pero para eso está usted señor abogado. No me importa el costo, sé de buena fuente que en esta oficina trabajan los mejores abogados de Italia, y hasta de Europa. Sé que han conseguido ganar casos imposibles. Así que estoy segura de que un simple acuerdo prenupcial no será de gran dificultad. Yo lo hice todo por ese hombre, lo apoyé, le di un hijo, así que merezco la mitad de lo que tiene independientemente de lo que diga cualquier papel.
- Voy a necesitar pruebas de sus alegatos.
- Tengo fotos de sus enredos con mujeres, de su vicio por el juego y de otras cosas más.
Antonio se tomó unos segundos para pensar.
- Hagamos algo. Voy a estudiar su caso con detenimiento, voy a pedirle a uno de mis colegas que me ayude a buscar la mejor solución para usted y sí está de acuerdo con nosotros, entonces comenzaremos a trabajar. ¿Está usted de acuerdo?
- Sí, claro. Sólo necesito la seguridad de que van a tomar el caso.
- Vamos a plantearle una posible solución, usted decidirá si nos contrata. – dijo Antonio sonriendo con galantería - No se preocupe por nada. Déjelo todo en mis manos, haremos que la justicia este de su lado.
- ¡Muchas gracias! – dijo sonriendo ampliamente – siento que estoy en buenas manos...
- No lo dude.
Minutos después el abogado se encontraba solo en su oficina reflexionando sobre el nuevo caso que le había presentado esta posible cliente, apenas podía creer que se tratara de la esposa del famoso futbolista de élite que se había ganado el balón de oro ese mismo año, en su mente se comenzaba a formar una leve idea de cómo sería ese divorcio, y de cómo debía manejarlo en caso de que tomaran el caso, con seguridad estaría involucrada la prensa amarillista que solía empeorar y distorsionar por completo los sucesos de los famosos dificultando el trabajo de los abogados y por su puesto el resultado de las querellas legales, situación con la que nunca se había sentido cómodo, debía conversar todo eso con Marco, había que estar preparado cuanto antes.
Antonio tomó el teléfono sobre su escritorio, marco en número de su colega dejándolo repicar hasta escuchar la contestadora automática, repitió el proceso dos veces más con el mismo resultado, la siguiente vez lo hizo ya algo extrañado, sí no se podía comunicar llamaría a su casa. Un último intento y Marco por fin respondió.
- Hola.
- ¿Marco?
- Claro que soy yo, o ¿llamaste a alguien más?
- No, claro que te llamé a ti. ¿Por qué no respondías?
- Estoy ocupado.
- Tengo que hablar contigo de algo importante. Estaba por llamar a tu casa.
- No lo hagas. Se supone que estoy contigo. – dijo Marco de forma fría.
- Oh. Y sí estás conmigo... ¿en dónde se supone que estamos?
- Trabajando.
- Ok. ¿y tú donde se supone que no estás?
- En Amalfi.
Antonio miró el techo de su oficina y suspiró profundamente en busca de paciencia.
- No te has desecho de eso. – afirmó.
- No.
Ambos callaron por un segundo.
- Necesito hablarte de un nuevo caso. Algo grueso.
- ¿No puede esperar?
- Gente famosa y de mucho dinero... No, no puede esperar.
- Estaré allá en dos días. Eso fue lo que le dije a Gia, no puedo llegar antes.
- Esto no puede esperar dos días Marco. ¡En dos días podemos armar el caso!
Antonio escuchó el suspiró de Marco al otro lado de la línea, esperó por la respuesta.
- Ven hasta aquí.
- ¿A Amalfi?
- Si. – respondió Marco con frialdad.
- ¡Son casi cuatro horas de camino!
- Sí no quieres manejar, dile a Roberto que te traiga.
- Y sí no quiero.
- Te esperas dos días.
- Eres una desgracia.
- Concedido. Te espero aquí entonces. Francesca se alegrará de verte.
- Chao, Marco. – dijo casi perdiendo la paciencia para cerrar el teléfono son esperar el saludo de su colega.
Antonio posó de nuevo el teléfono sobre su escritorio, se quedó viendo el aparato que recién había puesto el mismo maldiciendo mentalmente a su amigo que siempre se salía con la suya con ese carácter frío prepotente que tanto le molestaba a veces "prepotente, cretino, parece hipnotizado por esa mujer" pensó para darse cuenta de que sus propias palabras le revelaban un buen motivo para ir hasta Amalfi, ESA mujer. Podría ver con sus propios ojos y satisfacer esa curiosidad morbosa que le causaba la prostituta latina que había hechizado a su amigo y colega, cómo amigo él se sentía en la obligación de saber lo que estaba pasando en su vida, y de que la situación estuviera realmente bajo control ya que el mismo se vería involucrado peligrosamente sí la mujer en cuestión escapara y denunciara a Marco.
En Amalfi el desayuno fue tomado en silencio, Sofía esperaba que Marco la tomara en cuenta de alguna manera luego de que terminara su conversación telefónica, sin saber cómo ni por qué había nacido en ella una tranquilidad reconfortante con la presencia de él en la casa, recordaba una ay otra vez la expresión del rostro de su captor mientras tocaba el violín minutos atrás frente al mar, cuando parecía otro hombre, luego esa agradable sensación de sentirse protegida, no recordaba que nadie la hubiera cuidado, nadie se habría preocupado por cuidar que no enfermarse; no, ese hombre no podía ser tan malo, para Sofía pasó a ser sólo un hombre diferente a los otros, él cumpliría la promesa de liberarla en algún momento, nada más debía ser paciente y esperar.
- ¡Sofía! - llamó Marco por tercera vez levantando un poco la voz
La Joven lo miró rápidamente saliendo del ensimismamiento en el que se había sumergido.
- ¿Sigues aquí? – preguntó Marco con sarcasmo.
- Si. Claro. – respondió tímidamente temerosa de que por alguna extraña razón sus pensamientos hubieran sido escuchados.
- Voy a estar ocupado el día de hoy. Quiero que permanezcas en tu cuarto.
- ¿Voy a estar encerrada? – inquirió con los ojos muy abiertos.
- No. – negó rápidamente buscando las palabras más adecuadas para hacer entender a Sofía lo que realmente quería decir – no quiero que estés encerrada, es sólo que permanezcas en tu cuarto hasta que yo te avise.
- ¿Por qué?
- Porque yo lo digo.
Sofía sintió como su sangre comenzó a hervir dentro de sus venas, todos los pensamientos que había tenido sobre Marco en donde ella misma trataba de convencerse que él no era tan malo desaparecieron en un instante para ser reemplazados por otros muy distintos, de hecho, casi tan malos como los anteriores convirtiéndolo de nuevo dentro de su mente en un tirano.
- ¿Tengo que retirarme ahora mismo? – preguntó retadora.
La intención de Marco no había sido ofenderla, pero en vista de su actitud cambió de opinión.
- Si. Termina tu comida y sube a tu cuarto.
- terminé. – sentenció poniéndose de pie.
Marco la siguió con la mirada mientras ella salía de la estancia, segundos después escuchó un portazo el piso superior que le indicó que la joven ya estaba en su habitación.
- ¿Qué se habrá creído este idiota? – gritó Sofía mientras caminaba de un lado a otro - ¡mandarme a encerrar! nada más esto me faltaba...
- Yo no te mandé a encerrar. – replicó Marco al entrar en la habitación con más calma de la que sus ojos aparentaban – Te dije que iba a estar ocupado y que mientras tanto tu debías esperarme aquí, solo hasta que terminara con lo que iba a estar haciendo.
Sofía se detuvo frente a él estudiando sus gestos, su mirada. Al parecer Marco tenía razón, por un segundo se sintió infantil, cruzó sus brazos sobre su pecho. Más calmada continuó con su reproche.
- Como sea. No puedes decirme lo que tengo que hacer. Ya es suficiente con tenerme aquí.
- El que tenga derecho o no realmente no importa en lo absoluto. Sólo sé que eso es lo que quiero de ti y es lo que voy a obtener
- Pues eso lo hace despreciable.
Marco escuchó lo que le pareció un divertido intento de ataque verbal por parte de Sofía, cada vez más disfrutaba el verla rabiar, verla defenderse, más aún porque no tenía la obligación de consolarla ni de cuidar de su estado emocional, sólo era cuestión de tiempo para que se le pasara la rabieta y quedaría impune, eso era bastante bueno para él; según su criterio era sólo un juego en donde no había ni ganador ni perdedor, muy por el contrario para Sofía que con cada día que pasaba en cautiverio perdía un poco más la esperanza y con ella las ganas de seguir luchando.
- Acércate, Sofía. – ordenó suavemente con voz grave como un trueno y ojos llenos de pasión.
Sofía se negó dando un paso atrás.
- No. No quiero.
- Sabes que no me importa. Acércate sin pelear y hazlo más fácil para los dos.
No había escapatoria, Marco se acercó a ella mirándola con esos ojos tan azules, tan hermosos y profundos. Quiso evadirlos, correr, pero no había a donde, ya su cercanía se delataba con el perfume de la piel varonil, ese perfume fresco, y su aroma personal que ya en otras ocasiones se arrancó de su propia piel a fuerza de frotarse con agua y jabón.
¿Quería correr, escapar? Sí, con seguridad Sofía quería huir, pero entonces ¿por qué no reaccionaba? ¿Por qué sus pies se negaban a tomar distancia? ¿Por qué demonios sus brazos se aflojaban a los lados exponiendo su pecho? ¿Por qué su boca se abría en anticipación a un beso? Las preguntas de su conciencia quedaron atrás, relegadas, las sensaciones ganaron espacio a la incertidumbre a medida que Marco, su captor y protector poseía cada centímetro de su cuerpo con caricias y besos que, aunque no eran besos de amor era lo más parecido que Sofía había sentido a ese sobrevalorado sentimiento.
Por primera vez Sofía acarició el cuerpo de Marco, pasó la mano abierta por su espalda sintiéndose reconfortada al pensar que esa misma espalda y esos brazos le brindaban cobijo y protección, pero ¿cuidarían realmente de ella? Y como si sus pensamientos hubieran sido audibles Marco respondió a sus preguntas.
- No te preocupes por nada, yo voy a estar aquí para cuidarte.
Para ella no hubo más dudas ni incertidumbres, la seguridad de que el la cuidaría hizo que entregara por completo su voluntad, sin luchar, sin pensar.
Luego de una corta siesta Sofía abrió los ojos para comprobar que lo que había en su memora reciente no había sido un sueño, lo que había pasado entre ella y Marco había sido real y aun lo estaba viviendo, su cabeza descansaba sobre el pecho desnudo de él mientras ella lo envolvía con sus brazos y piernas. Mas despierta y consiente de lo que había pasado quiso corregir su postura con la esperanza de que Marco durmiera con la profundidad suficiente como para no haberse dado cuenta de cómo ella lo estaba abrazando, trató de moverse con cuidado, pero se detuvo al escuchar la voz roca muy cerca de su oído.
- Quédate en donde estás. O, ¿no estás cómoda?
Sofía cerró de nuevo los ojos avergonzada.
- Quiero levantarme.
- Todavía tenemos tiempo. – aseguró Marco apretándola con fuerza a su pecho.
- Tengo que ir al baño. – inventó rápidamente para escapar del momento que se había vuelto tan incómodo para ella.
- Está bien. Ve.
Escapar no sirvió de nada, parecía llevar a Marco pegado en la piel, de pie en el centro de la sala de baño la joven enfermera intentaba descifrar ese sentimiento que la embargaba en discordancia total con su conciencia que le gritaba que todo aquello que había sucedido entre ella y su captor era malo, sucio y que debía sentirse violada al igual que las otras veces que Marco había logrado someterla. Por el contrario, había germinado dentro de ella una semilla de plenitud que se imponía ante los gritos cada vez más lejanos de su ya casi inexistente conciencia. Avergonzada con ella misma se aventuró a mirarse en el espejo, en él vio su rostro aun sonrojado, su cabello en desorden le daba una imagen de sensualidad que junto al brillo de sus ojos hacían imposible negar la rebeldía de su cuerpo ante lo que se suponía debía se correcto. Pero eso nada tenía que ver con hacerlo evidente a los ojos de Marco, él debía seguir creyendo que sentía repulsión y asco ante esa situación, lo que su cuerpo había hecho momentos atrás no significaba en lo absoluto su deseo de ser libre de nuevo para poder volver a su país, a su casa. Sofía se vistió con la ropa que había recogido del suelo camino al baño, pensó que Marco seguiría esperándola en la cama, pero para su sorpresa él ya estaba vestido y listo para ir a hacer eso que le impedía a ella salir de su habitación en el resto del día.
- Francesca te subirá comida más tarde. Te va a caer bien descansar.
Sofia se limitó a moverse incomoda mientras se abrazaba a sí misma en un gesto ya conocido por Marco.
- ¿Hasta qué hora debo estar aquí? – preguntó.
- No lo sé. No pienses que me gusta pedirte esto. Pero es lo mejor, debes confiar en mí será solo por unas horas.
Para Sofía no había opciones, no le quedó más remedio que aceptar y obedecer sin discutir, además... si hasta el momento Marco la había tratado aceptablemente bien y la había protegido, entonces no tenía motivos para desconfiar.
El aroma del mar siempre había resultado energizante para Antonio, que observaba embelesado el paisaje desde la ventana trasera del auto conducido por el siempre fiel Roberto, las curvas de la estrecha carretera que llevaba a "il Bosco" como le gustaba llamar a Marco su casa en Amalfi haciendo referencia de la hermosa vegetación que había en la zona complementando a las olas del mar que rompían incesantemente contra las rocas milenarias deformadas por la fuerza del agua al chocarlas le ofrecía un espectáculo visual que hizo sentir a Antonio un lave punzada de envidia al no poder disfrutar de tanta belleza tan a menudo como su amigo. Antonio bajo el vidrio esperando que la tibieza del aire salado que a pesar de estarse acercando el invierno seguía siendo agradable y sensual recordándole estas sensaciones que en gran parte el motivo de ese viaje era la mujer que tenía su amigo "hospedada" allí, quería cerciorarse con sus propios ojos que la mujer en cuestión era tan inofensiva como Marco le había hecho creer, era difícil dejar de pensar que ella representaba una amenaza no solo para Marco, también para él y para muchas otras personas que estaban relacionadas con Pavel
- Anto ¡llegaste por fin! – dijo Marco a modo de saludo al recibir a su colega con los brazos abiertos.
- Fratello... -respondió el recién llegado.
- Vamos adentro, Chichina cocinó algo para nosotros.
- ¡Roberto! – Llamó Marco para captar la atención del empleado que recién había aparcado el auto a cierta distancia – Te esperamos adentro...
Como toda respuesta el siempre taciturno Roberto le respondió con un gesto de manos indicándoles que en efecto había escuchado el mensaje.
- ¡Señor Antonio! – saludó efusivamente Francesca al ver al abogado entrar en la casa – ¡Hace mucho que no venía por aquí!
- Es verdad. – dijo con zalamería mientras y daba un sonoro beso en el rostro que hizo que la mujer se sonrojara – pero como ya no aguantaba más tiempo sin verte, pues le dije a este tonto de Marco "yo voy a Amalfi a ver a Francesca"
Los tres rieron sinceramente, mientras, Roberto entraba en el salón.
- Siempre igual... - aseguró Francesca refiriéndose a las palabras juguetonas del recién llegado - ¿es que no sabe que a las viejas como yo se les respeta? O, ¿crees que es muy bonito estame ilusionando de esa manera?
- Vamos Chichina, sabes que de verdad te quiero mucho.
- Bueno, bueno... - interrumpió Marco – ya basta de charlas y vamos a almorzar. Esperábamos por ustedes y ya muero de hambre.
Antonio se sentó al lado de Marco en la mesa, Roberto prefirió hacerlo en el otro extremo para darle especio a los abogados para así tratar sus temas. Minutos después la curiosidad se hacía evidente en Antonio que fijaba con insistencia a la puerta esperando la aparición de la supuesta "invitada" de Marco.
- ¿Dónde está? – preguntó finalmente.
- ¿Dónde está quién?
- No te hagas el inocente... La prostituta que compraste en Rusia. – concluyó en voz muy baja evitando que lo escucharan.
Marco clavó sus ojos en su amigo en un mudo reproche, sin intención de responder a la pregunta, enderezó su espalda suspirando profundamente en busca de paciencia.
- Ah, si te acuerdas. - afirmó Antonio - pensé que te había dado amnesia.
- No sufro de amnesia. Puedes estar tranquilo.
Un par de segundos después en los que Antonio trató de controlar inútilmente su curiosidad pregunto de nuevo siendo aún más directo que la primera vez.
- Entonces. ¿está aquí o no?
- Así que viniste por eso. O, de ¿verdad hay un caso importante?
- Claro que hay un caso importante, ¡importantísimo! -respondió el visitante medio ofendido.
- Terminemos con la comida y luego hablamos de eso.
De inmediato el ambiente volvió a ser ligero, Marco relajó su frente dándole de nuevo as importancia a la comida que Francesca había preparado para ellos. Ambos abogados tenían fuertes personalidades en muchas ocasiones habían tenido enérgicas disputas laborales y hasta personales aprendiendo de ellas cuales eran los límites que cada uno no debía traspasar con el otro evitando peleas innecesarias entre ellos; así Antonio sabía que mientras esa mujer no hiciera nada que pudiera perjudicarlo él no podía meterse en los asuntos personales de su amigo, sabía de sobra que si quería averiguar algo sobre la mujer en cuestión debía ser más prudente.
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Delitos del alma
General FictionQue pasa cuando la inocencia se consigue con la avaricia? Sofía, una joven con muchos sueños y ganas de superarse confía en las personas equivocadas. Es engañada llevada fuera de su país con la promesa de trabajo honesto y bien remunerado pero, nada...