En Roma la calma había reinado sin contratiempo durante los últimos días, pero mientras trabajaba en el estudio que tenía dispuesto en su casa Marco había recibido la llamada de Antonio poniéndolo al tanto de la peligrosa situación que estaba enfrentando con Sofia, debía salir de inmediato sin levantar sospecha, pero ¿Cómo lo haría? Giannina dormía una siesta en su habitación y su suegra estaba en alguna parte de la casa, ¿debía salir sin decir a nadie? Si, lo haría de esa manera, no quería levantar sospechas o estaba seguro de que las dos mujeres por motivos diferentes harían lo que fuera para detenerlo dificultándole su salida.
A toda prisa Marco fue hasta la caja fuerte que guardaba escondida detrás de su escritorio, pulsó los diez dígitos de la clave que haría que la pequeña puerta abriera para poder sacar el dinero en efectivo que con seguridad necesitaría y el arma que guardaba en caso de que debiera defenderse, metió el dinero en un bolsillo de su pantalón y el arma la calzó en su cintura, cerró de nuevo la caja fuerte sintiéndose listo para salir sin que nadie sospechara.
- ¿Vas a salir querido? -dijo Martina deteniéndolo cuando tomaba las llaves de su auto.
Marco levanto la mirada para encontrar a su suegra bajo el marco de la puerta de su estudio mirándolo con desconfianza.
- Si. Voy a salir, un cliente tiene una emergencia. -dijo escondiendo la verdadera razón inútilmente mientras ambos se envolvían en una batalla de miradas en la que no cabían las mentiras.
- No creo que debas ir.
El rostro de su suegra cambió de una falsa inocencia en maldad y amenaza.
- ¿Te asustas de algo? ¿escondes algo?
A pesar de que Martina sospechaba que Marco iría a Amalfi no estaba completamente segura de que el supiera lo que iba a pasar esa noche, midió sus palabras evitando ser demasiado obvia, siempre existía la posibilidad de que la joven tuviera alguna emergencia.
- Tú eres quien se esconde. ¡Tienes a esa mujer en tu casa mientras mi hija sufre un tormento para poder darte un hijo!
Para Marco era muy difícil contenerse, saber que ella había preparado todo para que esa misma noche le dieran muerte a una inocente que además estaba embarazada para calmar sus celos enfermizos hacía que se le revolviera el estómago.
- ¡Y a ti eso te vale una mierda! -gritó- No vengas a tratar de convencerme de que te duelen los cuernos que le estoy poniendo a Giannina. Lo que de verdad te duele es que no se los ponga contigo.
La verdad se estrelló en la cara de Martina como si fuera tangible, el dolor se apoderó de su alma enferma del amor insano que sentía por su yerno desde hacía muchos años elevando el odio por la joven que había mandado a asesinar esa noche, ella tenía que morir y eso no sucedería si Marco llegaba tiempo para estar con ella, quizá hasta él podría resultar herido.
- No salgas de aquí... -dijo sin poder contener el volumen de su voz amenazante.
- ¿Acaso me lo vas a impedir?
- Marco... -llamó Giannina angustiada desde el piso superior- ¿Qué pasa que los escucho gritar?
Apenas escucharon la voz de Giannina ambos quedaron en silencio, sus miradas volvieron a ser su sistema de comunicación mientras pensaban cualquier excusa que pudieran decirle Giannina.
- No pasa nada cariño. -contestó por fin Marco observando con recelo a su suegra que seguía parada frente al a una corta distancia que parecía alargarse cada vez más.
Con pasos cortos y cuidadosos Martina se alejaba de Marco hasta que muy cerca de la puerta se dio la vuelta para correr hasta estar a unos metros de su hija que esperaba al pie de la escalera, en ese momento todo estuvo muy claro para él, Martina iba a impedir que saliera de la casa a toda costa, incluso utilizando a su hija para lograrlo, pero... ¿Cómo impedir que ella lograra su cometido? Tendría que darle explicaciones a su esposa, y aunque eso no representaría problema porque ya había sucedido anteriormente que un cliente tuviera alguna emergencia, ¿cómo haría para que Martina no utilizara a su hija? Marco decidió actuar con cautela, a fin de cuentas, ya Sofia estaría saliendo de la propiedad con Antonio, pero aun así debía ir lo antes posible para resolver lo del parto que por lo había logrado comprender de su conversación con Antonio la situación se había tornado en algo muy delicado.
- Querida Gia... -intervino Martina esforzándose en parecer que sentía algún tipo de angustia mientras llegaba al lado de su hija.
- ¿Pasa algo? ¿es que no me van a decir?
El rostro de Giannina comenzaba a mostrar la angustia que nacía de la incertidumbre y era exaltada de manera irracional por su enfermedad.
Marco pensó rápidamente en una historia que contarle a su esposa, pero Martina se adelantó ganando el control del camino que tomaría la discusión.
- Yo no quería decirte nada amore... ¡pero tu marido está peleando conmigo!
Marco sabía que algo así podría suceder, Martina iba a utilizar la mente enferma de su hija para detenerlo.
- ¿Marco qué? -dijo la futura madre mientras iba al encuentro de su progenitora unos escalones más abajo sin quitarle la mirada a su marido.
- No así Gia...
- ¡Te atreves a negarlo! -gritó Martina furiosa clavándole los ojos cargados de celos y rencor.
- Por dios Martina, deja el teatrito de lado que no estas ganando nada.
- No sé a qué te refieres, yo no busco ganancia de ningún tipo, para mí ya todo está arreglado.
- ¡Que es lo que está sucediendo! -gritó de nuevo Giannina que se aferraba con fuerza a la barandilla de la escalera.
- Yo no quería decirte nada hija, pero creo que lo mejor es que te enteres de una vez por todas lo que tu marido esconde.
Marco tomó la delantera para debilitar cualquier confesión por parte de Martina, tantas cosas podrían ser dichas partidas de una confesión de boca de su suegra que prefirió no dejar que la locura que parecía haberse apoderado de la mujer le hiciera cometer una equivocación que resultara irreparable.
- ¡Yo le diré a Gia todo lo que ella tiene que saber!
Las dos mujeres quedaron paralizadas ante lo que había parecido un rugido animalesco salido de la garganta de Marco que furioso ya casi no le quedaban ánimos de mentir, por un fugaz segundo quiso gritar la verdad, su verdad, pero conservo la calma e ideó una historia que contar para acabar de una vez con la incómoda situación, ya se encargaría de Martina en otra ocasión.
- Giannina, tu madre descubrió que yo tengo asuntos de trabajo pendientes afuera de Roma, debo salir de nuevo y ella insiste en que no debo dejarte en este momento. Lo que provocó la pelea fue que en un momento de nervios le dije que no se metiera en mi vida laboral. Quizá fui muy grosero y por eso pido disculpas, pero un cliente necesita que este a su lado para sacarlo de un lio monumental. Voy a ir, pero a más tardar dos días voy a estar de vuelta.
Ninguna de las dos mujeres dijo nada, pero el rostro de Martina bullía en furia porque Marco parecía salirse con la suya, iría a Amalfi, se pondría en peligro para salvar a su amante.
- ¿Vas a permitirlo? -inquirió calvando los ojos llenos de furia en su hija haciendo que la joven se espabilara.
Giannina cayó en la trampa, su reacción no se hizo esperar.
- ¡Prometiste que no saldrías más hasta que el niño naciera! -dijo sumergiéndose poco a poco en un llanto desesperado que acompañaban a sus paranoicos pensamientos.
- Por favor, Giannina... -rogó Marco observándola lo bajo de la escalera- ¡estoy cansado de que armes estas tragedias cada vez que algo no te conviene!
Inmediatamente después de pronunciar tan amaras palabras el arrepentimiento se apoderó de él, ¿Cómo había sido capaz de decir tal cosa? El efecto no tardó en ser visible, los verdaderos problemas habían comenzado.
- ¿Estás cansado? ¿estás cansado de mi Marco?
En medio de los dos pasaba desapercibida la maldad que brillaba en los ojos de Martina, quizá el riesgo de que Marco se fuera al lado de Sofia había desaparecido casi del todo por la crisis que con seguridad tendría Giannina, y aparte de eso ellos peleaban, para su mente enferma la situación le otorgaba más posibilidades a ella de Marco la buscara de nuevo como lo hizo en su juventud.
Giannina estaba entrando a un estado de histeria incontrolable, sus manos temblaban al igual que su boca, sus ojos rojos y vidriosos le daban un aspecto terrorífico que asustó a Marco haciendo que pensara en llamar a su médico por temor de que el bebé pudiese salir dañado.
- No quise decir eso... cálmate.
- ¡Basta de mentirle a mi hija Marco!
Lo siguiente sucedió muy rápido, la furia de la joven embarazada no le permitió medir sus pasos, quería golpear a Marco con todas sus fuerzas para que le doliera tanto como le dolía a ella sus palabras, quería hacerle daño y a la vez quería envolverse en sus brazos buscando el consuelo que nada más que su calor podría brindarle, pero en su camino tropezó desplomándose hacia abajo golpeando su cuerpo con cada escalón hasta llegar a los pies de su esposo.
El trayecto en auto estaba siendo una tortura para ambos, Sofia sentada en el asiento del copiloto seguía sangrando empapando el fino cuero del asiento, se quejaba lamentándose en susurros cada vez más débiles haciendo que Antonio se preocupara cada vez más por la debilidad que se apoderaba de su cuerpo robándole el color en su rostro transformándolo con velocidad impresionante en la viva imagen de la muerte, sus ojos hundidos, rodeados de una sombra negra solo eran signos de perdería la batalla. Pero estaba dispuesto a todo por ayudarla y eso incluía correr el riesgo de llevarla al hospital, era imperativo que el medico que conocía estuviera allí, de lo contario no sabría cómo explicar la situación de la joven.
- Sofia... Sofia... -llamó tratando de mantener a la joven consciente sin quitar las manos del volante.
- Ya... ya... casi no me duele. -logró decir a duras penas.
- Estamos muy cerca. Resiste.
La joven no respondió, apenas abrió los ojos llenos de dolor y angustia para hacerle saber a su conductor que seguía viva, de pronto un alarido salió de su garganta, un grito de dolor que espantó a Antonio que no le quedo otra opción que dirigir su auto a la orilla del camino para detenerse.
- ¿Qué pasa Sofia? -preguntó casi al borde del pánico apartando el cabello de la joven que caía desordenado en su rostro.
- Ya está aquí... -dijo entre dientes con renovada fuerza mientras se removía en el asiento.
- Dios mío... ¿Es el niño?
- Ya va a nacer...
- Tengo que sacarte de aquí... el hospital todavía está muy lejos.
En un acto reflejo Antonio salió del auto rápidamente rodeándolo hasta llegar a la puerta del copiloto para intentar sacar a Sofia muy lentamente, pero fue inútil, la joven sufría más de lo que él había visto nunca sufrir a ninguna otra persona en el mundo, se estaba desangrando y estaba dando a luz al mismo tiempo, desistió dejándola donde estaba.
Sofia intentaba mantenerse cuerda, pero el dolor, la angustia y el temor eran una mezcla demasiado difícil de tolerar, su cabeza parecía estar dando vueltas en un torbellino en el que se perdía con cada latido de su corazón que la hacía perder la vida gota a gota. El dolor que sentía en su vientre era casi insoportable, sus músculos se tensaban con cada contracción presionando a su bebe hacia el canal de parto acelerando el momento del alumbramiento, si tan solo naciera antes de que su cuerpo sucumbiera a la hemorragia... trató de respirar lo más lento que pudo ahorrando cada molécula de oxígeno para que su hijo tuviera mejor oportunidad de sobrevivir, pensó en lo triste que iba a ser no conocerlo, no verlo crecer, quizá ni siquiera tuviera tiempo de descubrir si era un niño o una niña, lo único realmente importante era que al menos tuviera la oportunidad de sobrevivir y eso no sería posible si daba a luz sola en ese auto en medio de la carretera, ¿Dónde se había ido Antonio? Si al menos tuviera fuerzas de salir a buscarlo.
Antonio miró a su alrededor buscando un sitio en donde poder más cómoda a la joven, pero nada parecía apropiado las carreteras de la zona eran estrechas y mayormente rodeadas de montañas pero ellos ya estaban algo apartados, los alrededores eran más boscosos en ese punto dándolo alguna esperanza de conseguir un sitio medianamente adecuado para la comodidad de Sofia, se alejó unos metros adentrándose en el terreno frondoso, a corta distancia descubrió que había un claro rodeado de árboles y pequeños arbustos que se abrían en una especie de trinchera haciendo un perfecto escondite que podrían servir para recostarla aprovechando que el sitio estaba apartado de la vista de los transeúntes. A su vuelta al auto intentó ayudarla para ponerla de pie, pero fue imposible, Sofia tenía fuerzas únicamente para respirar y solo Dios sabe si para terminar con el proceso de traer su hijo al mundo. tomó en sus brazos como hiciera antes para llevarla a ese único espacio que podrían aprovechar.
- Aww... -se quejó Sofia ahogando un grito de dolor mientras Antonio la llevaba en sus brazos.
- Aguanta un poco más... ya vamos a llegar.
- Quiero pujar...
- Unos segundos más... -dijo apresurando su paso- por favor temo que si voy más rápido no podemos caer y eso sí sería muy malo para los dos. Aguanta linda.
- ¡No puedo más! -se lamentó casi sin fuerzas.
- Ya llegamos...
Antonio se arrodilló con la mayor suavidad que sus cansadas piernas le permitían, apoyó sus rodillas en la tierra deslizando su carga sobre ellas para depositar a la joven sobre la hierba, allí tomó verdadera consciencia de la imagen que tenían, los dos estaban dramáticamente ensangrentados de la cintura hacia abajo en total discordancia con el verde y hermoso entorno lleno de naturaleza y los últimos rayos de sol que caía en el horizonte, era increíble que un paisaje tan relajante y alentador enmarcara una situación trágica y con tan pocas posibilidades desenvolverse para bien ya que después de tal hemorragia el que ella siguiera con vida era casi un milagro, lo que el abogado no sabía era que la vida se abre paso en cualquier circunstancia.
- Ayúdame... -pidió Sofía casi inaudible mientras se retorcía del dolor.
- ¿Qué hago?
- Recíbelo...
Comprender estas palabras no fue fácil, el abogado no asimilaba siquiera la posibilidad de ser quien asistiera el parto, un parto que además tenía todas las posibilidades de terminar en una tragedia.
- ¡No sé qué hacer! -soltó aterrado.
- Por favor... -suplicó.
No había otra opción, estaba muy lejos de cualquiera que lo pudiera escuchar así que gritar por ayuda no serviría y dejarla sola en ese sitio tan apartado era condenarla a la muerte y no es que creyera que tenía muchas posibilidades de salvarse, pero aún tenía algo de moral en su consciencia. Controló sus nervios usando toda su fuerza de voluntad y se dejó guiar.
- Solo quédate conmigo y dime que hacer.
Antonio esperó la respuesta mientras pedía al cielo que Sofia no perdiera la consciencia antes de que pudiera darle indicaciones mínimas de lo que debía hacer, actuó guiado por la lógica, acomodó a la parturienta con delicadeza usando su americana como soporte para su cabeza, sacudió las hojas alrededor cerciorándose que no hubieran nidos de insectos debajo de ella que pudieran pincharla, alzó la mirada el cielo para asegurarse de que no estaba nublado así que no debía temer por lluvia, ese niño o niña nacería bajo el cielo en un atardecer cerca de la costa del mar tirreno.
- Vamos Sofia... ¡dime que debo hacer! -exhortó a Sofía mientras se colocaba frente a ella levantando su falda.
El panorama no era para nada alentador, la joven frente a sus ojos sollozaba de dolor casi sin fuerzas, el sudor corría por su frente a pesar de que no hacía calor, la sangre seguía saliendo de su cuerpo y aun así parecía estar decidida a dar a luz a su hijo. Antonio hizo acopio de valor para retirarle la ropa interior empapada de sangre esperando la súbita llegada del bebé que ya asomaba su cabeza. Al momento la contracción se detuvo dándole chance a Sofia de musitar algunas palabras.
- Debes... -dijo con dificultad respirando con agitación entre cada palabra- debes... el cuello.
- Todavía no sale toda la cabeza... -dijo sin apartar la vista de la entrepierna de Sofia tratando de mantener un tono de voz sereno.
- Cuidado... con... el... cordón. Puede ahogarse.
- Está bien, yo voy a revisar apenas salga la cabeza. -aseguró sin saber realmente lo que debía hacer ni cómo resolver el problema en caso de que se presentara, quizá no haría falta la preocupación, no era médico, pero era difícil pensar que nacería con vida, lo más probable era que ya se habría ahogado con la sangre de la madre.
- ¡Aaawww! -gruñó de nuevo Sofía mientras pujaba con todas sus fuerzas para terminar de expulsar a su hijo.
Antonio no tuvo tiempo de revisar el cordón umbilical que tanto preocupaba a la madre, el pequeño cuerpecito fue expulsado con una rapidez dándole apenas chance a Antonio de tomarlo en los brazos, de súbito del cuerpo de Sofia comenzó a brotar más sangre mezclada con fluidos mientras pedía ver a su hijo.
- Quiero verlo...
Antonio no sabía nada de recién nacidos, pero sabía que era de esperarse que lloraran, o que por lo menos se movieran, ¡debían hacer algo! Pero este bebé se tomaba su tiempo haciendole pensar a Antonio que había llegado a este mundo sin vida ¿Cómo decírselo a Sofia? Ella insistía con los brazos dificultosamente levantados hacia él con el rostro desfigurado por la angustia.
- Quiero verlo...
- No llora... -se atrevió a decir por fin.
- Amárrale el cordón... y... -trago con dificultad sintiendo que su garganta se quemaba- masajéalo.
Sin ánimo y ya convencido de que el pequeño cuerpo que tenía en sus brazos carecía de vida hizo lo que Sofia le indicó. Sin mucha prisa desató un zapato para retirar el cordón usándolo como bloqueo entre el cuerpo de la madre y el del bebé.
- Por... favor... ayúdalo.
- Es que... no llora, Sofía lo lamento, pero no se mueve.
- Haz lo que te digo... -ordenó con las escasas fuerzas que le quedaban ya casi perdida en el desespero.
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Delitos del alma
General FictionQue pasa cuando la inocencia se consigue con la avaricia? Sofía, una joven con muchos sueños y ganas de superarse confía en las personas equivocadas. Es engañada llevada fuera de su país con la promesa de trabajo honesto y bien remunerado pero, nada...