Capítulo 33

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La voz cargada del más profundo rencor alarmó a Marco, debía encontrar las palabras correctas para hacerle entender lo que realmente había sucedido.
- Si me importan. Pero la situación es delicada para nosotros.
- ¿Para nosotros? -preguntó tratando de incorporarse- ¿acaso tú tienes algo que perder en todo esto?
- Si tengo mucho que perder...
- Claro, tu esposa embarazada, algún tipo de reputación me imagino.
- No debiste espiar mis mensajes.
- No debiste comprarme.
- ¡Pero lo hice y con eso me hice responsable de ti! -dijo impaciente, se sentía mal, estaba cansado y preocupado- si quiero que tengas la atención que necesitas, pero es peligroso, al menos es peligroso que ese doctor sepa que me importan.
- ¿Por qué? -preguntó confundida- acaso tiene que ver con...
El rostro de Sofia palideció solamente de pensar que el viejo doctor tenía algo que ver con los rusos. Dejó que Marco explicara lo obvio.
- Siempre ha sido él quien se encarga de las chicas de Pavel cuando están en esta zona.
Sofia sintió que el mundo se le vino abajo, con seguridad Pavel y su gente sabia en donde estaba y que tendría un hijo de Marco, estaba por completo a merced de la mafia rusa de nuevo y Marco no la estaba protegiendo.
- Van a venir por mi... -dijo pensando en voz alta como en un trace- ¡el bebé, se lo van a llevar!
- ¡No! -se apresuró en decir Marco llegando hasta ella para tomarla de las manos- mírame, Sofia...
La joven logró dominarse un poco para mirarlo y esperar a que él la convenciera de que todo iba a estar bajo control, SU control.
- Ellos no te están buscando, no lo han hecho y no lo harán. Para eso pagué por ti mucho dinero. ¿Lo entiendes?
- ¿Cómo estás tan seguro de que no querrán más?
Sofia temblaba como nunca, sus manos se pusieron frías y sus ojos parecían salir de sus orbitas, Marco trataba de calmarla con caricias y argumentos que ella pudiera entender.
- Debes calmarte linda, no le hace bien al bebé que estés así. ¿O quieres comenzar a sangrar de nuevo?
- No.
- Bien, entonces cálmate y déjame explicarte.
- No hay nada que explicar... ellos saben en dónde estoy.
- Siempre lo han sabido.
Sofia clavó sus ojos en los de Marco buscando la lógica de sus palabras.
- Sofia, el día de la subasta te viniste conmigo y para nadie es un secreto el lugar a donde te traje.
- Entonces han podido llegar en cualquier momento.
- No van a venir. No tienen nada que buscar aquí.
- ¡A mí!
- Tu eres mía. Eso no tiene discusión, ni con los rusos ni con nadie.
Era demasiada información para procesar.
- Todo es una pesadilla... -dijo tapándose el rostro con las manos.
- Ey... no hagas eso. -pidió suavemente mientras tomaba sus manos bajándolas hasta sus rodillas- yo sé que todo esto ha sido muy difícil, es de verdad comprensible tu desespero, pero tienes que seguir confiando en mí.
- ¿Cómo se supone que tengo que confiar en ti cuando no eres claro conmigo? Primero dices que ese doctor no debe saber que te preocupas por mí y después que ellos saben todo. No entiendo.
Marco estaba agotado, necesitaba descansar, pero para eso debía estar seguro de que Sofia no haría una locura.
- Ciertamente ellos, y cuando digo ellos me refiero a Pavel, saben que te traje a Italia, pero no van a venir por ti porque muy a pesar de lo que crees, los mafiosos también tienen códigos que respetan a cabalidad. Yo hice negocios con ellos, esa es una de las cosas que respetan, los pactos. No quise demostrar preocupación de más por lo que te está sucediendo frente al doctor para que se mantengan al margen, si llegaran a sospechar que me importas más de lo que se considera debido entonces si pondrían sus ojos en mí. Pero solo en mí, tu no estarías en riesgo.
- Nada de lo que dices tiene sentido.
- Por Dios... -exclamó cansado- si ellos saben que eres importante para mí podrían usarte en mi contra si lo llegaran a necesitar algún día. Estoy estrechamente ligado con esa gente y si algún día me negara a algo ellos sabrían como presionarme.
- Sigues diciendo disparates. Si quisieran presionarte lo harían con tu familia.
- No se atreverían. Yo puedo hundir a muchos de ellos.
- Entonces soy algo así como lo sacrificable.
- Sofia... vamos a descansar un poco, te prometo que si tienes el más mínimo síntoma te llevo al hospital más cercano. ¿está bien?
La joven pensó por unos segundos en su situación, pero por más vueltas que le dio no consiguió solución alguna.
- No tengo opciones.
- Las tendrás. Te prometo que todo va a cambiar cuando te traslades a otro lugar. Vivirás con normalidad.
- Ya olvidé lo que es la normalidad Marco, así que no hace falta que te esfuerces mucho.


Pensativa frente a una taza de café Martina esperaba por su hija en la cocina, juntas habían planeado ir de compras para su nieto próximo en nacer. Se sentía cansada, la noche no había sido para nada reparadora, luego de la pequeña discusión con Marco se había quedado cavilando en sus recuerdos, esos que en vez de hacerle sentir culpable le hacían sentir acompañada de nuevo. Giannina por fin se reunió con su madre casi media hora después cuando la segunda taza de café también se había acabado dejando el fondo vacío y frio, justo como debía estar para seguir adelante.
- ¡Vamos madre! -apuró Giannina con una energía avasallante- apúrate...
- ¿Qué me apure? Si tengo rato aquí sentada esperando a que bajes. Ya iba a mandar a Rosa por ti.
Giannina hizo una expresión de impaciencia mientas se servía ella misma un poco de café, su madre observaba sus movimientos, la expresión de su rostro más explícito de lo habitual, todo indicaba que iba a ser una tarde difícil.
- Quiero ir a esa tienda que está en Vía condotti...  esa que vimos una vez cuando buscábamos el regalo de cumpleaños de Marco, ¿la recuerdas?
- Gia, hay muchas tiendas allí y siempre vamos a comprar regalos, ¿Cómo voy a recordar cuál es?
- Claro. Es que como tú nunca le das importancia a lo que haces conmigo...
- ¿Por qué dices eso? -preguntó preocupada, sabía lo que vendría luego- sabes que eso no es verdad.
- ¿También me llamas mentirosa?
Una indignación repentina se apoderó de Giannina amenazando con hacerla llorar perdiendo en un instante toda su euforia. Martina experta en palear ese tipo de situaciones con su hija buscó las palabras exactas que la sacarían del apuro.
- Por supuesto que no. No me hagas caso hija. -dijo desvirtuando sus palabras- sabes que últimamente no recuerdo nada. Pero creo que estoy recordando -mintió- y tienes razón, esa tienda es perfecta, seguro conseguimos allí lo que tienes en mente.
- Vamos madre, antes de que me arrepienta de haberte pedido que me acompañes.
El comercio en Roma era vibrante, edificios de apariencia antiguos encerraban en sus paredes tiendas de la más variadas marcas y estilos, las casas de modas más famosas mezcladas con otras más exclusivas y hasta artesanales ofrecían a Giannina un sinfín de opciones para escoger lo que necesitaba.
- Me faltan tantas cosas... no sé por dónde comenzar. -dijo con preocupación mientras veía las vitrinas.
- No te preocupes Gia. Mira, esa tienda se ve hermosa, ¿entramos?
- Eh... bueno.
Apenas dieron un paso dentro de la una dependienta se acercó a las dos mujeres, era una mujer de mediana edad con una sonrisa muy dulce y evidentemente dispuesta a ganar una buena comisión.
- ¡Buenas tardes! -dijo al abordarlas- ¿en qué puedo ayudarlas?
- Hola. -saludó Gia mirándola con desconfianza- estoy comprando el ajuar para mi bebé.
- ¡Felicidades! Aquí tenemos muchas cosas hermosas para bebés, contamos con una línea completa que abarca desde la ropita del niño hasta la ropa de cama, todo en algodón orgánico antialérgico.
La sonrisa de la empleada era dulce y amable a los ojos de Martina que había olvidado casi por competo la mala noche pasada, a diferencia de Giannina que había sentido una antipatía instantánea por ella. Su humor ya no era tan bueno como cuando salieron de la casa. Martina al darse cuenta de la situación tomó la iniciativa.
- Muchas gracias, nos encantaría ver lo que tienen.
- Perfecto, síganme por favor.
Madre e hija seguían a la empleada, Gia comenzó a caminar más lento para que su madre para alejarse un poco segura de que su madre adoptaría su velocidad.
- No me gusta esa mujer. -declaró Giannina.
- ¿Por qué? Es muy amable.
- ¿Te pareció amable la manera como me miró?
Para Martina ya no había dudas, los rasgos paranoides de su hija se hacían cada vez más evidentes, era cuestión de tiempo para que cualquier cosa, incluso las inexistentes desataran en ella una crisis emocional.
- Si quieres nos vamos a otra tienda.
- No. Esa mujer no va a amedrentarme con sus miradas.
- Gia, amore... quizá te equivoques. La señora ha sido muy gentil.
- ¿Estás diciendo que estoy loca? -preguntó deteniéndose en medio de la tienda para mirar con enfado a su madre.
- Gia, solamente estoy diciendo que a mí no me parece antipática pero que si no te sientes cómoda podemos ir a otro lugar. -susurró tratando en lo posible de disimular ante la gente que podía verlas.
De súbito Giannina cambió su actitud por una casi infantil.
- ¡No madre! -rogó- me gusta esta tienda, ¿nos podemos quedar por favor?
"Dios mío, está peor de lo que yo creía" pensó Martina sabiendo que lo mejor que podía hacer era seguirle la corriente para evitar un estallido emocional de su hija que pudiera exponerlas en público.
- Está bien Gia. Nos quedaremos. Vamos -dijo tomándola del brazo con suavidad- creo que aquí podemos comprar algunas cosas.
Mas tarde la empleada había sacado para ellas infinidades de artículos; frente a Giannina había crecido una montaña de ropa para bebé, ropa de cuna, paquetes de medias, escarpines tejidos a mano, baberos, pañuelos... había hecho ir y venir a la pobre empleada durante más de una hora sin decidirse a comprar nada en específico.
- Gia, amore. -increpó suavemente Martina- debes decidir qué es lo que vas a comprar, creo que ya viste todo lo que hay en la tienda y aun no veo que prefieras nada.
Giannina respondió sin mirar a su madre ocupada en examinar un pequeño conjunto de ropa para recién nacido.
- No pienso comprar nada que no me fascine madre.
- Pero hay muchas cosas bellas... ¿nada te fascinado? -dijo tratando de contener su impaciencia.
- No puedo creerlo. -rugió mirando a su madre- ¿Cómo puedes apurarme en algo tan delicado?
- Gia... no te estoy apurando. -siseó percatándose de que la empleada no podía escucharlas- Es solamente que te han traído media tienda y no compras nada, si no hay nada que te "fascine" podemos ir a otro lugar y dejar a esa señora en paz. 
- ¿Sabes una cosa? Estoy cansada de que prefieras a los demás por encima de mí.
- ¿De qué hablas? -preguntó sorprendida.
- De que siempre defiendes a los demás. -aclaró soltando de golpe la ropita que tenía entre sus manos- ¡es increíble como nunca haces ni el más mínimo esfuerzo por comprenderme, por apoyarme!
- Sabes que no es cierto...
- Si lo es. Yo no soy una mentirosa como haces creer a todos, no soy una inútil como haces creer a todos, ¡no soy una enferma como disfrutas haciéndole creer a todos!
Los gritos de Giannina se escucharon a varios metros de distancia llamando la atención de los compradores que voltearon en busca de la situación que los había promovido y de sus protagonistas. Martina avergonzada vio a su hija salir de la tienda con el paso apresurado, Giannina sabía que dejarla enfrentando una situación tan vergonzosa como esa sería el peor castigo para su madre.
Pero Martina aguantó el mal rato con la mejor actitud que pudo, por un momento quiso salir detrás de su hija temerosa de que pudiera hacerse daño, por el contrario, se quedó allí, dio la cara a la empleada que se acercaba con más cosas por pedido de Giannina. Suspiró, esperó a que la agradable pero ya impaciente empleada estuviera lo bastante cerca para explicarse sin necesidad de levantar demasiado la voz, había tomado una decisión y la llevaría a cabo.
- No hace falta que nos muestre nada más. -dijo haciendo un gesto con las manos para que quedara más clara su intención- llevaremos estos de aquí.
- Disculpe señora, no comprendo. ¿Dónde está su hija?
- Se fue. Está cansada. Vamos a llevar esto... -dijo tomando mercancía al azar- y esto... y estos otros. -finalizo tomando varias prendas al mismo tiempo sin siquiera verlas.
La expresión de incredulidad de la empleada no tenía disimulo, era la primera vez que alguien que parecía tan quisquilloso para escoger terminaba comprando sin siquiera ver lo que llevaría a casa, antes de que Martina se pudiera arrepentir llevó todo a la caja registradora y facturó lo más rápido que pudo bajo la mirada impaciente de Martina que terminó por arrancarle las bolsas de las manos.
La distancia hacia la calle parecía alargarse con cada paso en vez de acortarse como indica la lógica, en un malévolo juego de la mente de Martina el tiempo parecía haberse detenido para agravar sus nervios, pensaba que no debió perder tanto tiempo pagando las cosas que había comprado solamente para tratar de ocultar el arranque de Giannina.
A primera vista Giannina no estaba en las inmediaciones del edificio, Martina buscaba a su hija entre la gente que caminaba en las aceras, entre los que estaban sentados en los cafés más cercanos... pero no podía encontrarla, quería correr, pero ¿A dónde? Presa de angustia por lo que pudiera haber hecho Giannina comenzó una caminata sin rumbo mientras gritaba su nombre.
- ¡Giannina! -gritaba agudizando su mirada atenta de donde podría estar su hija- Giannina...
Pasos al garete la hacían caminar sin rumbo mientras la poca paciencia que había tenido hasta ese momento desaparecía haciéndola presa del pánico que estuvo a punto de desequilibrarla por completo cuando por fin la vio, nada de lo que se pudo imaginar en los minutos durante los que estuvo buscándola se parecía a la realidad, Giannina estaba adentro de una tienda a escasos metros de donde estaba su madre viendo sonriente la colección de ropa para bebes de una famosa marca italiana, Martina se quedó observándola con detenimiento para estar segura de que esa sonriente mujer embarazada era su hija, la misma que acababa de salir corriendo de la tienda de al lado con una crisis de nervios. Se molestó, se sintió burlada por Giannina que parecía saber manipularla a la perfección para hacer de su vida un completo desorden emocional, guiada por un impulso entró en la tienda y enfrentó a su hija.
- ¿Por qué me haces esto Giannina? -rugió lo más bajo que pudo evitando un nuevo espectáculo.
- ¿Qué te hago madre? -dijo sin desviar la mirada de las pequeñas piezas que seleccionaba.
- Estoy harta de que me hagas quedar mal en público. Hiciste un espectáculo en la tienda de al lado, me preocupaste cuando no te encontré en la calle y todo para encontrarte aquí como si nada, ¿acaso no tienes conciencia de lo que haces?
- Solo sé que tu exageras y que lo único que te importa eres tú misma. Si no te molesta te agradezco que me dejes escoger la ropa de mi bebé en paz.
- ¿Yo exagero?
- Si. -la miró a los ojos agudamente- exageras para hacerme quedar mal con todo el mundo, en especial con Marco, te avergüenzas de mí y quieres que mi marido también lo haga. Quieres que todos lo hagan.
- ¡Eso no es verdad!
- Tanto es verdad que en este momento estas tratando a toda costa de que me altere y te grite frente a todos para después culparme por mi enfermedad.
- Giannina...
- Giannina... Giannina... -se mofó- no sabes que decir.
El cambio de actitud de su hija era demasiado evidente, había pasado de un estado de ánimo a otro en segundos, era mejor no decir nada que empeorara la situación, guardó para sí misma sus emociones y pensamientos, con un suspiro cambió su expresión facial dedicándose a observar aun temblorosa la ropita de bebé que tenía frente a ella.
- Es toda azul. -observó- ¿crees que será un niño?
- Estoy segura.
- Pensé que no quería saber.
- Llamé al doctor a escondidas de Marco.
Las compras duraron más de lo que Martina había previsto, Giannina había escogido y comprado por horas casi todo lo que su futuro hijo necesitaría por varios meses. Llegaron a la casa con infinidades de bolsas y cajas que dejaron en el cuarto que estaba siendo remodelado para el bebé, Giannina se veía eufórica, hablaba sin parar de los planes que tenía para el cuarto del bebé mientras se movía de un lado a otro señalando cómo distribuiría los muebles al mismo tiempo que sorteaba los botes de pintura y escaleras que habían dejado allí las personas que había contratado Marco para la tarea, de la decoración que usaría en las paredes; comenzó a sacar de las bolsas todo lo que había comparado dejándolo todo tirado por el suelo mientras que Martina le seguía el ritmo recogiendo las cosas para colocarlas de nuevo dentro tratando de evitar a toda costa que su hija continuara con el episodio de euforia.
- ¡Gia se van a ensuciar!
- No se ensuciarán... deja de ser tan dramática, de todas formas, hay que lavarlos antes de ponerlos en su sitio.
- Yo me encargaré de eso, pero si alguna se ensucia de pintura será imposible de recuperar. 
- No. Lo haré yo misma. -dijo en un arranque de celos que no se molestó en disimular- no hace falta que intentes suplirme madre.
- Yo no intento suplirte, quiero ayudarte.
- Ayudarme...no, quieres anularme, lo hiciste antes y lo quieres hacer de nuevo. 

El rostro de Giannina se transformó mientras se acercaba a Martina. Por primera vez el miedo hizo presa a la madre con sus frías garras de culpa y temor a ser descubierta en sus pecados ocultos.
- ¿De qué estás hablando Giannina?
- De todas las veces que quisiste hacerme quedar mal ante todos, de las veces que quisiste suplirme en mi hogar con la excusa de mis depresiones. ¿Acaso crees que no te vi dando órdenes contrarias mis deseos en mi propia casa? ¿acaso alguien sabe la causa de mi enfermedad? -la frustración y la rabia salían de su garganta haciendo de las palabras peligrosas armas contra su madre.
- ¡Giannina basta ya!
Los argumentos carentes de precisión de Gia fortalecieron el valor de Martina, en los recamos de su hija no estaban sus culpas secretas, nadie además de Marco y ella supieron de su amorío.
- ¿Sabes cuantas veces te vi diciéndole a Marco que estoy loca?
- No levantes la voz... Rosa puede oírte. -dijo cerrando la puerta de la habitación, no sin antes cerciorarse que la empleada no estuviera lo suficientemente cerca como para escuchar la discusión.
- Eso madre, eso es lo único que te ha importado desde siempre, que nadie me oiga, que nadie descubra las verdades que tiene que decir tu hija la desquiciada. Te esforzaste para que mis palabras, mi voz se queden para siempre en el vacío. 
En los ojos de Giannina se podían ver el desamparo y el dolor escondidos en su alma.
- Creo que mejor nos vamos a descansar, el día ha sido largo y...
- ¿Puedes descansar madre? ¿Acaso puedes dormir tranquila después de todo lo que has hecho?
- Yo solamente he hecho lo que he tenido que hacer para conservar la paz de esta familia.
- A costa mía.
- No has sido solo tu quien ha sufrido.
- Pero me llevo siempre la peor parte madre.
- Es hora de que lo superes. -ordenó altiva.
- Superarlo... ¿Sabes algo? He creído supéralo varias veces, pero los recuerdos de tu sobrino favorito metiéndose en mi cama cuando era apenas una niña, sus manos tocándome mientras me decía que si le contaba algo a alguien me podía pasar algo muy malo, y que además nadie me creería...
- ¡Basta Giannina! -siseó.
- ¿Sabes que fue lo que más me dolió?  Que siempre lo supiste y no hiciste nada.
- Sabes lo que significa una cosa como esa para una familia como la nuestra. ¿Lo sabes? -Preguntó en un grito ahogado que quemaba su garganta.
- Que la gente se enteraría... que sería una vergüenza que la gente nunca olvidaría... que mi primo le diría a mi padre que te había descubierto con tu amante.
- ¡No te permito...!
- ¿Qué? -gritó perdiendo el control- ¿Qué es lo que o me vas a permitir? ¿Que sufra el resto de mi vida por tu egoísmo? no puedes hacer nada para borrar el pasado, nada va a reparar el daño que me hicieron entre los dos.
- Las cosas no fueron como las recuerdas Giannina. Tu mente trastornada empeora todo exagerando los sucesos. Quizá ni si quiera fue abuso, quizá lo que recuerdas tan retorcidamente no fueron más demostraciones de cariño por parte de tu primo. -dijo tratando de demostrar seguridad y confianza en sus propias palabras.
Giannina quedó de pie frente a su madre, en un momento de silencio en el que Martina creyó tener la situación controlada; su mente confundida, alterada comenzó a buscar entre sus recuerdos aquellas noches que había intentado borrar a toda costa, no, no podía estar equivocada, las caricias lascivas de su primo diez años mayor que ella no eran exageraciones, su mare trataba de confundirla, pero no lo permitiría.
- Madre -continuó con un filo hilo de voz- hay miles de maneras de demostrar cariño a una niña de once años. Ninguna de ellas es a media noche entrando en su cama y metiéndole la mano en la entrepierna mientas se masturba.
Una sonora bofetada terminó con la intención de Giannina de continuar con la discusión, la embarazada se llevó rápidamente una mano a su mejilla adolorida abriendo los ojos como platos incrédula a lo que su madre acababa de hacerle.
- Ni una palabra más. -advirtió con la voz cargada de cólera- te prohíbo que sigas diciendo estupideces.
- ¡Es verdad!
- Estás loca.
- ¡No!
De pronto Martina cambio la expresión de su rostro, relajó su cuerpo a pesar de la tensión que sentía en cada uno de los músculos de su cuerpo logrando obtener una postura más suave ante su hija, casi sonriente y condescendiente. Con suavidad llevó sus manos a los hombros de Giannina acariciándolos ignorando la tensión que producía el rechazo hacia ella.
- Pobre de mi niña, tan disturbada. Con esa enfermedad que te hace vivir entre la realidad y la fantasía... ¿Qué pensaría tu esposo si le contáramos esas locas historias?
- No te atreverías.
El temor se apoderó de Giannina, la sola posibilidad de que Marco supiera ese terrible episodio de su pasado la aterraba, ¿la rechazaría? ¿sentiría asco de ella? Quizá ni si quiera le creería.
- Estas cansada cariño. El día ha sido largo, y tu enfermedad se apodera de ti haciéndote creer cosas que no son ciertas. -se acercó más a su hija rodeándola con sus brazos mientras la otra se dejaba hacer acostumbrada a que su madre manipulara la situación- verás que mañana ni recordaras todo esto, esas fantasías se borrarán de tu mente y estarás más tranquila sin la posibilidad de que Marco tenga que escuchar tantas atrocidades.
- Sabes que no son fantasías. -aseguró en un último intento de defender sus recuerdos.
- Si lo son. Ahora deja de hacer berrinches y déjame que te lleve a tu habitación para que puedas descansar, esta clase de estrés no es bueno para el bebé. ¿quieres que la criatura se haga daño con tu actitud?
- ¡No! no quiero hacerle daño... -dijo abrazando protectoramente su vientre.
- Entonces dejemos todo atrás y olvidemos esta tonta discusión, mañana ordenaremos un poco todo este desorden, y por supuesto que no contaremos nada a tu esposo. No queremos que crea que estas recayendo.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora