Capítulo 31

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El pan era crocante por fuera y deliciosamente suave por dentro, la leche se sentía fresca en su garganta y el conjunto caía en su estómago como un regalo de los dioses para los simples mortales. Casi terminando con el vaso de leche escuchó un estrepitoso ruido en el piso superior, fue rápido, como si hubiera caído algo pesado al suelo, esperó unos segundos, si hubiera sido Marco con seguridad se escucharían nuevos movimientos... pero reinó el silencio.
Un nudo en su estómago imposibilitó a Sofia a seguir comiendo, algo no estaba bien, el sentido de alerta agudizado por las recientes vivencias la puso en guardia sintiendo que debía estar preparada para el peligro, con sigilo buscó entre los gabinetes de la cocina el cuchillo más grande y filoso, el que usaba Francesca para la carne.
Pequeños y silenciosos pasos llevaron a Sofia hasta la escalera, cuchillo en mano, listo para defenderse se asomó lo más que pudo tratando de divisar si alguien había podido entrar en la casa mientras ella dormía, su sueño era tan profundo por esos días que no era de dudar que cualquier mafioso ruso pudo entrar a la casa sin que ella se diera cuenta. No había nadie, no se escuchaba nada.
La incertidumbre, el temor... sentimientos negativos se apoderaban de la joven mientras temblado hizo acopio de toda su valentía para subir escalón por escalón la estrecha escalinata esperando que algún gigante ruso apareciera en cualquier momento. Pero llegó hasta el final, el último peldaño muy cerca de su habitación y todo se veía despejada, tal cual como se veía minutos antes cuando ella despertara.
- Señor... -llamó caminando hacia la habitación de Marco- ¿está aquí?
La puerta entreabierta era una clara señal de que, si estaba dentro de la habitación, al asomarse mientras lo seguía llamaba comprendió lo que había sucedido. Rápidamente desechó el cuchillo dejándolo sobre una mesita cerca de la puerta corriendo al lado Marco que yacía inconsciente en el suelo.
- ¡Marco! -gritó mirando a su alrededor en busca de algún atacante al mismo tiempo que lo sacudía por el pecho intentando hacerlo volver en si- ¿Qué pasó?
El temor más fuerte de Sofia parecía estar haciéndose realidad ante sus ojos, estaba convencida que algún ruso había atacado a Marco y que en cualquier momento esa misma persona aparecería para atacarla a ella también, en su desespero sacudía cada vez con más fuerza al hombre en el suelo que había comenzado a moverse quejándose y balbuceando palabras incompresibles.
- ¡Levántese que nos van a matar! -siseó Sofía dejando de buscar por un segundo a su alrededor y fijándose en el rostro de Marco.
De inmediato paró de sacudirlo, tenía el rostro descompuesto y se veía mojado por el sudor, para ella con su experiencia con sus pacientes en ese momento fue evidente que no había sido atacado por ningún ruso escondido en la habitación que esperaba por ella para asesinarla... estaba enfermo.
Le tomó unos segundos concientizar la información y entrar en acción, con las manos aun temblorosas por el miedo recién experimentado, tocó la frente de Marco sorprendida por lo extremadamente alto de su temperatura, el instinto profesional emergió haciéndola sentir agradecida porque comprendió que su vida no estaba en peligro, pero que la de la única persona en el mundo que podría protegerla a ella y a su hijo quizá si lo estaba, debía poner todo su empeño y sus conocimientos en atender la fiebre con los pocos recursos con los que contaba.
- Ay, Dios mío... -dijo llevándose las manos a la cabeza- ¿Qué voy a hacer?
Trató de aclarar sus pensamientos en busca de una solución, necesitaba medicinas para bajarle la fiebre, pañitos de agua fría para ponérselos en la frente en la nuca y en las inglés, y por su puesto un termómetro... se levantó rápidamente del suelo, debía ponerlo lo más cómodo que fuera posible, pensó que sería ideal poderlo llevar hasta la cama pero era muy pesado para que ella si quiera lo intentara, por un segundo lo vio desde toda su altura... era tan diferente desde esa perspectiva, su cuerpo tembloroso y mojado en sudor no parecía para nada amenazador, por el contrario se veía indefenso, pequeño... un pensamiento oscuro lleno de rabia se apoderó de Sofia haciendo que su premura por ayudarlo quedara en segundo plano. En su imaginación se desarrollaba una escena diferente a la de la realidad, en ese pequeño y oscuro espacio dentro de ella Sofia provechaba la oportunidad para golpear al enfermo fuertemente en las costillas pateándolo con todas sus fuerza, le escupía en la cara palabras soeces con las que le hacía entender cuanto odiaba la situación en la que se encontraba por su culpa y la de sus amigos mafiosos que la sacaron de su casa con engaños, luego de dejarlo solo ella salía hacia la libertad, por arte de magia llegaba hasta su amada tierra en donde podía seguir viviendo como antes, sin dinero, precariamente pero libre.
Durante toda esa fantasía había olvidado su estado, olvidó por completo el hijo que crecía en su vientre fruto de esa relación tan extraña a la que se había vuelto adicta recordándolo de golpe con los movimientos del hijo que le pateaba desde adentro.
De nuevo su conciencia le recordó que ese hombre al que había pateado en su mente era el único que podía protegerla, que era el padre de su hijo y que si le pasaba algo con seguridad alguien vendría a cobrárselo. Sacudió su cabeza espantando definitivamente esos pensamientos volviendo a concentrarse en lo que le haría falta para atenderlo.
Recordó que entre las medicinas que le había llevado el medico durante su última visita había visto unas pastillas para el dolor de cabeza que ella misma le mandara a pedir, no serían las mejores para bajar una fiebre tan agresiva, pero con seguridad ayudarían. Menos atemorizada tomó una almohada de la cama de Marco, la colocó en el suelo junto a él, acomodó su cabeza mojada en sudor sobre el mullido cojín esperando con eso darle un poco de comodidad, a pesar de que ella sabía que Marco debía estar sintiendo mucho frio abrió su camisa esperando que con eso pudiera de alguna manera ayudar a enfriar su cuerpo, tocó su pecho sintiendo la respiración del enfermo agitada, su corazón galopante a ritmo frenético... debía buscar las pastillas y los lienzos para bajarle la temperatura, debía hacerlo pronto.
Horas más tarde, luego de haberle hecho tragar las pastillas pulverizadas y disueltas en agua, de haber cambiados los lienzos mojados en agua fría y mojar sus labios regularmente, Marco parecía estar respondiendo a los cuidados, su piel ya no se sentía tan caliente y su respiración y pálpitos eran más regulares, ahora parecía estar profundamente dormido. Sofia se sentía agotada, sus piernas estaban entumecidas por las horas sentada en el suelo, pero esa era la labor de una buena enfermera, atender la comodidad el paciente hasta su recuperación. En varias oportunidades quiso moverlo hasta la cama, pero el peso de Marco completamente laxo lo hacia una misión imposible, dejó de insistir cuando comprobó que estaba mejorando y que tenía mejor color en sus mejillas, era mejor para él dejarlo descansar, aunque fuera en el piso, pero no para ella, le dolía la espalda, las caderas y por un par de minutos sintió una extraña presión en el bajo vientre.
- Bonita la hora de tener contracciones Braxton Hicks... -dijo para sí misma para luego dirigirse a Marco- bonita la hora de enfermarte.
Monitoreó de nuevo a Marco revisando sus pulsaciones, luego tocó su frente cerciorándose de que la temperatura no volviera a subir, complacida se dio cuenta de que la fiebre había bajado casi por completo sintiéndose apenas algo tibio al tacto.
La noche ya estaba avanzada, Sofia seguía sintiendo como su vientre se contraía a ratos para luego relajarse, a veces con un poco de dolor, otras por completo indoloras. Pensó que lo mejor era descasar más cómodamente en la cama y dejar al enfermo dormir sin más monitoreos, nunca había deseado tanto descansar cómodamente, le dolían la espalda y el cuello contorsionándose en infructuosos intentos de aplacar la tensión que se había acumulado en esas zonas. Con dificultad y sonoras quejas logró ponerse de pie para sentarse más cómodamente en la cama, miró de nuevo a Marco, ya no como paciente, esa vez sus ojos se posaron en él sin ningún sentimiento especial, era su captor, la tenía secuestrada y a la vez era el único que la podía proteger, información demasiado contradictoria para que pudiera encajar en ningún sentimiento, además estaba cansada y comenzaba a preocuparse por la presión en su vientre.
Sofia se acostó lentamente apoyando su cabeza en la almohada que usaba Marco cuando pasaba las noches en Amalfi, olía a él, a esa loción fresca que usaba a diario, poco a poco sus pensamientos fueron cambiando, en su mente el aroma se registraba limpio, sereno, como una de esas tardes en Ávila* (parque natural en Caracas) en las que apreciaba el verdor del paisaje y la brisa acariciaba su rostro mientras unos enamorados se besaban bajo la sombra de un árbol y ella se preguntaba...  ¿Cómo será sentirse enamorada? ¿Quién será el que me bese así? De pronto era ella la que era besada bajo la sombra de un gran árbol; en su sueño era Marco quien la tomaba entre sus brazos acariciando su cabello con suavidad, besándola con infinita dulzura...
Pero la realidad la despertó de pronto, una repicar insistente la sacó de su mundo de fantasía, abrió los ojos un poco desorientada para darse cuenta de que el molesto ruido venia del mismo sitio de donde procedía una pequeña y también muy molesta luz blanca que titilaba al ritmo del repique. Era el teléfono móvil de Marco.
Sofia miró al hombre que dormía en el suelo, el ruido no lo había despertado, de hecho, parecía no haberse disturbado de ninguna manera por la alarma. Tentada por la curiosidad Sofia vio en el momento una oportunidad de fisgonear en la vida de Marco sin que él se diera cuenta. Tomó el teléfono que seguía titilando a un lado en la mesita de noche mirando con el rabillo del ojo a Marco, conteniendo la respiración leyó lo que decía la pantalla "cinco mensajes de Martina" el aparato volvió a chillan entre sus manos, asustada pensó que Marco despertaría y la descubriría en su abusada empresa, ¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionaría si la viera haciendo lo que hacía? Pero de nuevo ni se movió, unos segundos después más calmada se sintió más segura, llena de valentía volvió toda su atención al aparato entre sus manos para ver que había un nuevo mensaje, seis en total, seis mensajes en los que posiblemente podría descubrir quién era ese hombre tan misterioso y a la vez tan cercano para ella. Tocó cuidadosamente la pantalla, no había tenido la oportunidad de tener un aparato tan sofisticado para ella misma, pero tampoco era tan ignorante como para no saber que lo más seguro era que estuviera bloqueado con alguna clave que ella siquiera soñaba en adivinar, pero para su sorpresa no estaba, de inmediato frente a ella tenía toda la información que podría desear, acceso a internet, a las embajadas... pero no sabía no donde estaba, ¿a quién iba a llamar? Las manos comenzaron a temblarle, la adrenalina hacia estragos en su cuerpo tensándola más de lo que estaba antes del descubrimiento, antes de poder reaccionar entró otro mensaje, rápidamente desvió sus ojos hacia Marco, parecía estar más muerto que dormido puesto que no se movía, solamente se veía subir y bajar su pecho en una lenta y profunda respiración, sin pensarlo tocó suavemente el recuadro que anunciaba el mensaje, frente a ella aparecieron las siete misivas que "Martina" quien quiera que ella fuera le habían enviado.
- Llámame. -era lo único que decía el primer mensaje.
- Marco, necesito hablar contigo. Llámame.
- Estoy preocupada por Gia, algo no está bien desde que te fuiste.
Luego de los tres primeros mensajes Sofia se sentía decepcionada, no decían nada que le suministrara ninguna información, esa mujer podría ser cualquiera; quizá era una hermana, o su madre... pero siguió leyendo esperanzada de que en los siguientes mensajes habría algo más de información. Antes de continuar, dio una ojeada al suelo para asegurarse de que Marco siguiera en el letargo en el que se había mantenido hasta ese momento, una vez segura siguió husmeando en la pantalla, con dedos inseguros pero suertudamente certeros continuó buscando eso que ni ella misma sabía que era, quizá un nombre, quizá una pista de la vida de ese hombre que la ayudara a saber más sobre el sitio en donde la retenida prisionera, cualquier cosa era suficiente para alimentar esa necesidad de saber algo más de su propia vida.
- Marco, espero que tu amante no te tenga tan distraído como para que ni siquiera puedas leer estos mensajes, Giannina está demostrando actitudes nada normales con respecto a su embarazo, necesito que me lames para explicarte o mejor aún, vente, Giannina necesita que vuelvas de inmediato.
- Lo sé todo. Se que tienes una mujer en Amalfi y que por eso te vas tantos días. No le voy a decir nada a tu esposa por su delicado estado de salud, ¡pero te exijo que vuelvas de inmediato!
- No es mi asunto, no me importa cuántas mujerzuelas tengas, pero mi hija te necesita, está a punto de sufrir una recaída y eso no es bueno para el niño que está esperando, sabes que eres el único que puede controlarla. Regresa de inmediato.

Amalfi... ahora Sofia sabía que estaba en un sitio llamado Amalfi seguramente en la costa italiana puesto que estaban a la orilla del mar, opero... ¿a qué altura exactamente? ¿estaría muy lejos de alguna ciudad en donde ella pudiera pedir ayuda? Olvidando por completo la sumisión en la que había depositado su destino y el de su hijo a Marco cerro la ventana de mensajes pidiendo a dios que no fuera muy complicado encontrar el buscador de internet. Deslizó un dedo sobre la pantalla del teléfono esperando que apareciera el famoso icono que le abriría el mundo ante sus ojos, presa del nerviosismo se inquietaba más y más a cada segundo que seguía sin encontrar lo que buscaba, indecisa pulsó un icono con forma de brújula... ¡allí estaba! En medio de lo que parecía un laberinto cibernético estaba la pequeña lupa que indudablemente era la entrada a la red; escribió rápidamente Amalfi, miró por un segundo al piso en donde un movimiento llamó su atención, Marco se movía poco a poco como si quisiera cambiar de posición, Sofia sentía como si el mundo dependiera de la información que estaba abriendo frente a sus ojos, "abre de una vez por favor" pensó casi desesperada escuchando como su paciente se quejaba haciendo suave sonidos guturales, claras manifestaciones de estar a punto de despertar.
De nuevo el dolor, un dolor sordo se apoderó de su vientre haciéndola doblar sobre sí misma, aun así, no era capaz de dejar a un lado el aparato que estaba a punto de decirle en que punto del planeta había estado esos últimos meses de su vida. Pasó, el dolor pasó dejando una incómoda sensación de presión a la que Sofia no hizo caso limitándose a poner una mano sobre su vientre endurecido mientras con la otra sostenía el teléfono que, por fin, después de lo que le parecieron años abrió una página en donde le daba la información que había pedido.
Lo que vio en el encabezado de la página fue una foto magnifica de la costa, un atardecer paradisíaco que había visto tantas veces como días llevaba bajo la vigilancia de Marco, eso no le servía, ella quería datos concretos. Wikipedia le ofreció más información, datos del lugar, cantidad de habitantes, clima, días festivos... nada que realmente le ayudara en su empresa; escribió de nuevo en el buscador: -embajada venezolana en Amalfi- esperó, pero otra vez los movimientos de Marco llamaron su atención, esta vez parecía que despertaría por completo, petrificada vio desde la cama como él se llevaba las manos a la cabeza mientras parecía retorcerse del dolor, ¿Qué le dolía tanto? ¿Cuál era su mal? Para ese momento las preguntas sobre la salud de Marco carecían de importancia frente a la posibilidad de poder escapar más de los rusos que de él.
De nuevo el hombre quedó inerte sobre el suelo, algo parecido a la culpa comenzó a correr el corazón de Sofia, sentimiento desconocido para ella que hasta ese momento había sido la victima que debía causar la culpabilidad en sus captores. Envuelta en esas nuevas sensaciones comenzó a pensar... ¿Qué pasa si logro escapar? La desilusión ante la posibilidad de no verlo más la sorprendió junto con la certeza de no querer alejarse de él por completo, por el contrario no quería dejar de verlo, durante el tiempo en el que Marco no iba a verla la soledad la había consumido pensando en sus brazos para calentarla y hacerle compañía durante la noche; no sentía amor, no era una necesidad romántica lo que hacía que sintiera su falta, era más  bien la sensación de seguridad que tenía cuando Marco estaba a su lado, en esos momentos no había peligro de que los rusos aparecieran para hacerle daño, ni temía pasar de nuevo hambre ni frio, pudo haber sido cualquiera, podría haber sido un hombre de avanzada edad, quizá un hombre poco agraciado... lo único importante para ella era que la cuidaba y que había prometido cuidar también del bebé que iban a tener juntos.
Una vez más puso toda su atención en la pantalla del teléfono que ya había arrojado los resultados que le dirían a Sofia lo lejos o lo cerca que estaba de un pedacito de su casa. Pero el resultado fue por completo desalentador, no había embajadas de Venezuela en Amalfi, tanteando las letras casi borradas por las caprichosas e inesperadas lagrimas que se empañaban en salir conoció que solo había tres en todo el país y que estaban por demás bastante lejos de donde ella se encontraba; desesperanzada cerró la página de internet volviendo a dejar el teléfono sobre la mesita de noche de donde lo había tomado justo a tiempo para darse cuenta de que Marco abría los ojos.
- ¿Qué me pasó? -preguntó desorientado.
Sofia se movió lentamente tratando de obviar la presión que tenía en su vientre hasta llegar al lado de Marco, con movimientos suaves se acercó a él explicándole lo que había ocurrió mientras le tocaba la frente asegurándose de que la temperatura no hubiera vuelto a subir.
- Te encontré en el piso. Estabas ardiendo en fiebre.
- Me sentí muy mal, recuerdo que quería ir al baño a darme una ducha a ver si me bajaba la temperatura, pero de pronto todo se volvió negro... no recuerdo más nada. -dijo con voz ronca mientras se retorcía por la incómoda dureza del piso.
- Me asustaste.
Marco giró la cabeza para mirar a la joven junto a él, se veía cansada además de tener un semblante indescifrable ¿tristeza, rabia? Sus ojos ardientes por la fiebre no lograban distinguir con exactitud lo que tenían en frente.
- Te quedaste a mi lado. -afirmó cargado de agradecimiento.
- Si. no me he movido de aquí, te veías muy mal y la verdad no cuento con muchas opciones para cuidar de ningún paciente así que preferí quedarme para hacer lo poco que podía.
- No hay muchas medicinas en esta casa. Menos mal que fui yo quien enfermó y no tú.
- ¿Qué síntomas tienes?
- Yo sufro de la garganta. -respondió tragando con dificultad- hace años debí operarme, pero con un tratamiento que hice había estado bastante bien, algún virus quizá.
- Entonces necesitas antibióticos.
- Haré que Roberto los traiga mañana.
Una contracción distorsionó las facciones de Sofia de manera tan evidente que aun con el cansancio por la fiebre Marco pudo darse cuenta. Sofia trato de esconder su rostro girando su cabeza a un lado con esperanza de esconder lo obvio sin éxito.
- ¿Qué te pasa Sofia?
- Nada... -respondió con un hilo de voz apenas audible.
Marco comprendió de inmediato la situación, Sofia había palidecido en segundos frente a sus ojos y por instinto había llevado sus manos a su abultado vientre, con dificultad y peleando contra la debilidad y el mareo que sentía, Marco se puso de pie para ayudar a la embarazada que aceptó la ayuda aferrándose a los brazos masculinos con todas sus fuerzas para levantarse del suelo dejándose guiar hasta quedar recostada sobre la cama. Cuando Marco se aseguró de que estaba cómoda tuvo que tomarse unos segundos para respirar profundamente por el esfuerzo que le había costado la aceleración de su pulso de manera casi peligrosa.
- No debiste hacer eso. –dijo Sofia en tono de reproche- tú estás débil.
- Y tú tienes dolores y eso no es normal a estas alturas, te faltan al menos dos meses para dar a luz.
Sofia sintió ternura por las emociones que reflejaba Marco en su rostro al preocuparse por su salud y la del bebé, una cálida sensación se apoderó de ella ablandando su corazón y olvidando los mensajes que acababa de leer y la decepción por la ausencia de una embajada de Venezuela cercana a ella. Marco se sentó con delicadeza a su lado mal disimulando su malestar para poner una mano sobre el vientre de la joven notándolo más duro y contraído de lo habitual.
- ¿Desde cuando tienes estos dolores?
- No te preocupes... es normal. Mi cuerpo se prepara para el parto.
- Tú debes saber de eso. -dijo reflexionando sobre sus propias palabras- pero de todas maneras le voy a avisar al doctor para que venga de inmediato.
- No hace fal... -dijo tratando de calmar los temores de Marco cuando una violenta contracción impidió que siguiera hablando.
- Voy a llamarlo. Quédate quieta.
Con movimientos pesados Marco hizo uso de sus pocas fuerzas para ocuparse de Sofia, se levantó de la cama tomando su teléfono móvil para llamar al médico mientras que a ella se le detenía el corazón por el miedo solo de pensar que él descubriría que estuvo mirando los mensajes que habían llegado además de buscar información para poder huir.
En efecto Marco pudo percatarse de la osadía de Sofia al abrir el último de los mensajes de Martina y ver que había mensajes anteriores que ya habían sido leídos, Sofia sin pérdida de tiempo reacciono ante el cambio de expresión del rostro del hombre frente a ella.
- Yo los leí.  -dijo en un susurro.
Marco no respondió, su rostro se volvió inexpresivo negándole a ella la posibilidad de adelantarse a una posible reacción.
- Quería saber...
- ¿Qué es lo que quieres saber?
- Si alguien podía ayudarme.
- El medico te ayudará. Voy a llamarlo.
- Pero...
Las palabras se quedaron en la boca de Sofia sin ser pronunciadas, Marco se alejó de ella ocupado con la llamada que debía hacer al doctor.
Sofia comenzó a sentirse más triste, si cabía, de lo que se había sentido en días, una especie de soledad muy profunda se apoderó de ella tan solo con pensar que Marco estaba de alguna manera molesto o decepcionado de ella. ¿Qué haría si él ya no quería apoyarla? ¿la devolvería a los rusos? Atenta escuchó la conversación que tuvo con el doctor, Marco le explicó lo que le estaba sucediendo y entendió que el mismo doctor le explicaba lo que ella suponía, que las contracciones eran relativamente normales en la etapa del embarazo que ella estaba transitando pero que iría a verla. Al terminar con la llamada Marco se salió de la habitación en silencio dejándola sola con sus pensamientos.
Cuando despertó ya había salido el sol, era temprano aun, pero el día había comenzado, el sueño había sido profundo, pero no tranquilizante. Lo primero que pensó al despertar fue en Marco, ¿Dónde había dormido? ¿Qué estaría pensando con respecto a ella y los mensajes que vio en su teléfono? Dejó las preguntas a un lado para darse cuenta de que las molestas contracciones que había sufrido horas atrás habían desaparecido casi por completo, apenas sentía su vientre un poco tenso, pero sin dolor, debía buscar a Marco para decirle, pero antes iría al baño.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora