Capítulo 2

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Esa noche no podía dormir, hacía calor y el pequeño ventilador que tenía frente a ella parecía soplar fuego haciendo que su cuerpo se sintiera pegajoso sobre el colchón, en la oscuridad de su pequeña habitación meditaba sobre la palabras de Nora, "en otro país" se decía a sí misma, recordaba la cantidad de veces que había escuchado decir lo mismo a otras personas, recordaba anécdotas de gente que conocía a terceros que hablaban de  los triunfos económicos de emigrantes venezolanos en otros países, todos los días resonaba con más fuerza la opción de salir a trabajar en el extranjero, el éxodo de gente joven dispuesta a trabajar en lo que fuera para garantizar lo básico a sus familia era cada vez más grande.
Pero ¿cómo podría ella tan siquiera soñar con salir del país? ¿cómo? sí ella apenas podía proveerse de lo básico. Le haría falta un pasaporte, visas, dinero para comer mientras conseguía un trabajo, un sitio donde vivir... Para Sofía sería imposible viajar, su vida se había reducido a estudiar y trabajar para compensar a su tía por tenerla en su casa. En medio de la decepción y la impotencia concluyó que jamás podría hacer de sus pensamientos una realidad, para ella no había viajes al extranjero ni un futuro diferente.
Los días siguientes los enfrentó con un aire de tristeza al que trataba de huir entregándose con esfuerzo a los quehaceres diarios, hacía todo lo que estaba en sus manos para no hacer germinar la semilla de inconformidad que su patrona había sembrado en ella, ese era su país, esa era su vida, su verdad y tendría que vivirla tal y como estaba, lo quisiera o no.
Luego de hacer una larga cola tras las puertas de un supermercado por varias horas, finalmente Sofía pudo comprar algunos víveres, caminaba de vuelta a casa de su tía en compañía de una vecina igual de joven que ella, pero con la diferencia de que la joven lucía una prominente panza de embarazada y además en sus brazos llevaba a un pequeño en edad de comenzar a caminar. En compañía de la joven madre Sofía se hacía notar aún más por su estilizada figura, volviéndose blanco de la mirada grosera de los hombres que la veían pasar.
- ¿Y cómo te va en tu trabajo?
- Bien. – respondió Sofía – es un trabajo fácil, el señor al que cuido no da que hacer, el pobre está muy enfermo.
- ¿Pero te pagan bien?
- Si, pero que es medio tiempo y eso no me alcanza.
- ¿Y cómo podrías tu trabajar tiempo completo? el resto del día te la pasas atendiendo a tu tía, limpiando la casa...
- ¿Y qué otra cosa puedo hacer Yoli? Ella me deja vivir en su casa de gratis.
- ¿De gratis? – preguntó Yoli asombrada por la ingenuidad de su amiga – yo no creo que sea de gratis, tu  limpias su casa, cocinas para ella, la atiendes en sus necesidades, eso es más que un pago para dejarte dormir en ese hueco.
- Es mi manera de colaborar, sí ella no me hubiera recibido, yo no hubiera podido estudiar. – dijo convencida.
- Bueno Sofí, tú lo ves así.
Las peligrosas calles del barrio de Petare en Caracas se erguían coloridas y ruidosas en torno a ellas, precarias construcciones sin ningún método especifico de construcción más que pegar bloque sobre bloque formando casas improvisadas servían de residencias, abastos y comercios informales, infinidad de variados establecimientos daban vida a la zona convirtiéndola en uno de los barrios más grandes y peligrosos de Latinoamérica. En las aceras las personas de mayor edad vigilaban con ojo agudo a todos aquellos que pasaban por sus calles, niños mal vestidos jugaban con tapas de botellas y palos simulando que eran pelotas y bates de beisbol, todo el paisaje se había vuelto normal para ellas a fuerza de costumbre y de falta de opciones.
Esa misma tarde de nuevo sentada frente a la cama del anciano recibía de nuevo la visita de Nora, esta vez la elegante señora traía en sus manos dos tazas de una perfumada infusión, ofreció una a Sofía que aceptó con timidez y gratitud quedándose la otra para ella.
- Me da tanta lastima verlo así.  – confesó Nora sentándose junto a la enfermera.
- Me imagino.
- No pensé que iba a resistir tanto tiempo, los doctores dijeron que sería cosa de días y ya han pasado semanas desde que está en ese estado.
- Se ve que es un hombre fuerte. – acotó Sofía para luego probar la infusión que tenía en sus manos.
- Lo que es complicado para mí, tenía que viajar dentro de muy poco tiempo y ahora no sé cómo hacer.
- El señor Alejandro no puede viajar en esas condiciones. – dijo Sofía sintiendo una punzada de envidia al escuchar hablar de viajes nada propia de ella.
- Tenemos que viajar a Rusia, José tiene negocios que atender allá, tiene mucho tiempo que no va y ya es imperativo que revise él mismo como van las cosas. La última vez fue hace más de un año.
Sofía escuchaba por cortesía lo que Nora le contaba, no quería oír hablar de viajes al extranjero ni de vidas esplendidas de gente adinerada, hasta que un comentario la hizo mirar a su patrona con interés.
- Espera y te muestro las fotos de nuestro último viaje.
Nora sacó de su bolsillo un teléfono celular de última generación que llamó de inmediato la atención de Sofía que miró fijamente el aparato con los ojos llenos de admiración, verlo en manos de Nora la hizo sentirse muy pobre tirando la precaria fortaleza que había construido para contener su autoestima. En la pantalla había fotos de paisajes de ensueño, calles pulcras y bien organizadas, edificios majestuosos, Sofía soñó despierta viéndose retratada en cada una de esas imágenes.
- Y esta última fue en Suiza. ¿Te digo algo? Todo muy bello, pero es mentira que el mejor chocolate es de ellos, ¡para mí el mejor es el venezolano!
Sofía salió de su ensoñación para volver a su realidad tratando de sonreír a lo que dedujo era una broma de su patrona.
- El único problema es mi padre. – continuó Nora con preocupación.
- No puede viajar mientras el señor Alejandro este así ¿verdad?
- Así es, pero ya veremos. El viaje es casi un hecho.
- Me encantaría estar en esos sitios tan bellos.
Sofía pensaba en voz alta sin darse cuenta de que Nora la observaba con suspicacia.
- ¿Quisieras venir con nosotros Sofía?
- ¿A dónde? – preguntó Sofía con los ojos abiertos como platos.
- ¡A Europa claro!
Sofía se tomó un segundo para responder en el que se permitió soñar con la posibilidad de hacer su sueño realidad, pero con la misma rapidez retomó la cordura.
- Ay, señora Nora, no juegue conmigo, por mucho que quisiera para mí sería imposible.
- ¿Por qué? Es más, se me ocurre que pudieras venir cómo mi asistente... o algo así.
Sofía lo pensó mejor, creyó ver una pequeña posibilidad de poder viajar con sus patronos, pero recordó que sus limitaciones iban más allá de lo económico.
- No. Serían muchas las trabas. – sentencio Sofía convencida.
Como por arte de magia apareció el señor José en la habitación, saludó a Sofía con una educada sonrisa y una mirada cómplice a su esposa.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes, señor José. – respondió Sofía.
- Cariño, le contaba a Sofía sobre nuestros planes de viajar dentro de poco.
- Ah, ¿sí?
- Sí. – admitió Nora. – Y se me ocurrió una idea.
Sofía abrió los ojos como platos, ¿sería posible que de verdad la invitaran a ir con ellos a ese viaje?
- ¿Qué se te ocurrió?
- ¡Qué Sofía venga con nosotros!
La joven enfermera se fijó en el rostro del ruso esperando que se negara de inmediato, pero para su sorpresa parecía estar evaluando las posibilidades de llevarla con ellos.
- Si. ¿Por qué no?
No podía creer lo que había escuchado, ¡la querían llevar con ellos! Su corazón latía fuertemente, sus manos comenzaron a sudar y sus ojos brillaron llenos de ilusión.
- Gracias. – dijo tratando de ser realista – Pero yo no tengo las posibilidades de pagar ese viaje, ni siquiera tengo pasaporte.
- Eso no es problema Sofía. – dijo tranquilizadoramente José – viajarías con nosotros como empleada, así que correríamos con los gastos de viaje y hospedaje. Por lo del pasaporte, no te preocupes, yo tengo contactos que nos pueden ayudar a gestionarlo en muy poco tiempo. Nos pagarías trabajando para nosotros. ¿Qué dices Sofía vendría con nosotros?
Sofía se sentía mareada, la emoción de ser invitada ya era suficiente para elevarla en un torbellino de pensamientos que la aturdían, pero el hecho de creerlo viable era demasiado para ella, ahora su corazón amenazaba con salírsele del pecho ganándole la partida al cerebro que insistía en pensarlo mejor.
- Pero ¿sería posible eso? – preguntó conteniendo sus emociones.
- Por su puesto Sofía. – dijo José mirándola a los ojos atrayendo toda su atención – Mira lo que vamos a hacer, yo me ocupo de cubrir tus gastos de pasaje y de los documentos, puedes trabajar medio tiempo en casa con Nora ayudándola con lo que se le ofrezca, con eso nos pagarías la deuda, y en la tarde podrías buscar algún otro trabajo que te ayude con tus gastos personales.
Sofía se asustó un poco al escuchar lo de la deuda ¿a cuánto ascendería el monto? Ella había escuchado que los pasajes eran muy costosos, ¿Y cómo trabajaría en un país que no conocía su idioma?
- Eso suena muy bien señor, pero creo que es mucho dinero... Y yo no hablo ningún idioma más que el español, comprendo algo de inglés por qué lo estudie un poco durante mi carrera, pero nada más.
- Te estipularíamos un sueldo en euros, así tu deuda sería mucho más fácil de pagarla, por el idioma no te preocupes, siempre se consigue algo que hacer, te podríamos contactar con familia que también hable español.
- Entonces Sofía ¿vienes? - preguntó Nora con emoción.
- ¡Si! – respondió luego de mirarlos a ambos a los ojos en busca de confianza
Con lágrimas de emoción una Sofía confiada en un futuro mejor, lleno de paisajes hermosos, calles pulcras y edificios majestuosos aceptó cambiar su vida para siempre.
Se sentía feliz, de pronto se había llenado de ilusiones, por primera vez tenía esperanzas para ella más allá de las sucias calles de su barrio o como mujer de cualquier delincuente, Nora le hablaba sin cesar de las ciudades que conocería, de la gente, de las comidas...  José se retiró sigilosamente escondiendo de ella una mirada ambiciosa y altiva de la que Sofía no tuvo oportunidad de percatarse.
El resto de la tarde no hizo más que soñar con su viaje, en él tenía puesto todas sus esperanzas de tener una nueva vida, planeaba como iba a comportarse durante el tiempo que permaneciera en el extranjero que por lo que había dicho Nora serian varios meses, quizá hasta un año, pondría todo su empeño en trabajar fuertemente para poder pagar sus deudas en el menor tiempo posible. La fecha de salida se la darían en los próximos días así que tenía que tener todo bien organizado en su mente, por eso los días sucesivos se quedó más tiempo de lo normal en casa de la pareja.
- Es muy tarde Sofía, mejor quédate esta noche a dormir aquí. – le aconsejó su jefe durante la cena.
Sofía lo miro dubitativa.
- No se señor José...
- Claro que sí. –intervino Nora – Mejor te quedas, podrías ayudarme a comenzar con los preparativos, tengo alguna ropa que te puede quedar que yo no uso, quédate y te la pruebas, te puedo prestar una maleta para que comiences a hacer tu equipaje.
Sofía se sentía abrumada, de pronto el vuelco que había dado su vida se volvía tangible, cosas como viajes y ropa nueva eran prioridad en sus planes inmediatos, ni si quiera en sus más remotos sueños imaginó que algo así podía ser posible y en ese momento eran una realidad, pero sabía que no debía alejarse por completo de su presente, tenía que avisarle a su tía, ella se preocuparía si no llegaba a casa.
- Está bien, me quedo. Pero tengo que avisarle a mi tía que no voy a llegar a casa esta noche.
- Claro que sí. Es lo justo, toma mi celular y marca desde aquí a tu tía.
José le extendió el aparato a Sofía, ella lo tomó con algo de vergüenza sonrojada por la intensa mirada del ruso sobre ella, marcó el número de su vecina explicando que en su casa no había teléfono, que la única manera de comunicarse con su tía era avisarle a la señora que vivía al lado.
- Alo, ¿señora Indira?... como está, soy Sofía...
Bajo la mirada escrutadora de Nora y de José, Sofía explico a la mujer al otro lado del teléfono su situación y le pidió que le diera la información a su tía. Luego de terminar devolvió el teléfono a su dueño que lo recibió sonriendo cortésmente.
- Bueno, ahora sí. Vamos sofí, ¡tenemos que vaciar el closet y probarte mucha ropa! Es importante hacer bien una maleta. – sentenció Nora.
- Pero... ¿tan pronto las maletas?
- Claro que sí, el viaje será muy pronto linda, tenemos que estar preparadas.
Solas en la habitación principal, Nora sonreía mientras miraba a Sofía desvestirse con vergüenza, José había salido de la casa luego de la cena.
- Deja la timidez Sofía, estamos entre mujeres. – Dijo Nora sentada en su amplia cama tratando de sembrar confianza en la joven enfermera.
- Es que no estoy acostumbrada...
Además de la falta de costumbre Sofía se sentía profundamente avergonzada por su ropa interior evidentemente vieja y remendada, la mujer mayor comprendiendo las circunstancias se acercó a ella y la tomó de las manos tranquilizándola.
- No te preocupes por nada. Es más, vas a quitarte esa ropa interior y te vas a poner una que te voy a regalar ahora mismo.
Nora fue hasta su peinadora, de un cajón sacó un hermoso conjunto de lencería de encaje color blanco que aún tenía las etiquetas, Sofía la observó acercarse con las prendas mirándolas como si fueran algo nunca visto, en las manos de la rusa parecían prendas tan finas, tan delicadas que no parecían que fueran un simple panty y un sujetador, usarlos le pareció un acto casi sacrílego.
- Vamos Sofía, no pongas esa cara, entra al baño y cámbiate. – Ordenó suavemente Nora.
Poco después del baño salió una Sofía muy distinta a la que había entrado, el conjunto de encaje parecía haber sido hecho pensando en las tentadoras curvas de su cuerpo que se revelaban redondeadas donde debían y estrechas donde debían estrecharse.
La mirada escrutadora de Nora hizo sentir incomoda a la joven haciéndola taparse con sus brazos en un intento de cubrir su piel expuesta.
- ¿Qué te pasa sofí?
- Es que...
- Es que nada, ven acá. Date una vuelta para ver cómo te queda.
Sofía respiró profundo tratando de olvidar sus temores, se relajó decidiendo confiar en la sonrisa de su patrona.
- Seguro que no eres así de tímida con tus novios. – aseveró Nora.
- Nada de eso, no tengo novios.
- Pero... Enamorados entonces.
- No señora, nunca he estado con un hombre. – se apresuró a responder sonrojada.
Nora observó por unos segundos a la joven buscando la verdad de sus palabras en sus ojos.
- Bueno, no se hable más, mira lo que vamos a hacer... - dijo caminando hacia una mesita de noche a un lado de la cama de dónde sacó una cámara fotográfica. – tomemos unas fotos tuyas ahora que te ves tan hermosa.
- ¡No! – gritó espantada por la iniciativa de Nora – Fotos no señora Nora, ¿cómo me va a tomar fotos así?
- Tranquila linda, no lo sabes, pero soy experta en terapias de autoestima, he ayudado a muchas chicas como tú a sentirse mejor con ellas mismas, serán nada más para que tú misma veas lo bien que luces con ropa nueva, después las borro, te prometo que nadie las verá. – aseguró calmando los temores de Sofía – suéltate el cabello y párate en esa esquina en donde está el diván, allí me da mejor luz.
Sofía se sintió apenada, esta vez por su reacción infantil ante el interés de Nora en ayudarla, no tenía idea de la profesión de su patrona y decidió confiar en ella sin reservas. Respiró profundo, relajó sus hombros y bajó los brazos en señal de aprobación. Mientras caminaba al sitio indicado, iba soltando su cabello hasta dejarlo caer libre sobre su espalda.
- Entonces... - continúo Nora mientras encendía la cámara fotográfica y buscaba ángulo para comenzar a la sesión de fotos. – Nunca has estado con hombre... eso es extraño.
- ¿Extraño? – inquirió Sofía mientras observaba los movimientos de la otra alrededor de ella.
- Claro, una joven como tú, hermosa, inteligente. ¡No comprendo cómo puede ser posible que ningún hombre te haya convencido!
- Es que siempre he tratado de alejarme de ellos, en donde yo vivo son muy pocos los hombres que valen la pena, la mayoría son delincuentes, desde jovencitos se meten en problemas, o si no, entonces están casados y con hijos.  Yo preferí dedicarme a estudiar.
- Entiendo. -dijo cambiando abruptamente el tema- A ver niña, ¡vamos a ver cómo eres de modelo!
Sofía se dejó llevar, ciertamente se sentía expuesta, pero el suave encaje en su piel la hacía sentir diferente, se sentía hermosa como nunca en su vida, poco a poco se entregó a la ilusión de ser una verdadera modelo, las palabras alentadoras de Nora la hacían creer que de verdad estaba posando para una sesión de foto como las que había visto en la televisión alguna vez donde las jóvenes como ella se convertían en famosas modelos de un día para otro. Del otro lado del lente Nora se esforzaba en capturar imágenes sugestivas y eróticas de Sofía, jugaba con los ángulos buscando resaltar su figura que poco necesitaba de artificios para revelar todo su encanto.
La sesión de fotos no terminó con la ropa interior, Nora insistió en varios cambios de ropa, reveladores minivestidos que mostraban más piel de la que cubría, fotos jugando con su cabello, fotos acostada sobre la cama, y para culminar una foto de su rostro que según Nora iba a ser utilizada para su pasaporte.
Esa noche Sofía se quedó en el cuarto de huéspedes llena de planes para su futuro, por más que quisiera dormir, la adrenalina en su sangre lo impedía, como dijo Nora las fotos le habían servido para aumentar considerablemente su autoestima y con ello su seguridad en que iba a poder enfrentar cualquier desafío que se le presentara en el exterior, tenía a Nora y a José como a unos ángeles guardianes que Dios le había mandado para solucionar todos sus problemas, se sentía afortunada. En su mente una revolución de pensamientos la llevaba siempre a la misma conclusión, "debo hacer lo que sea para pagar tanta bendición."
Acostumbrada a levantarse antes que el sol, bajó las escaleras silenciosamente, de nuevo llevaba puesto su uniforme de enfermera a pesar de la insistencia de Nora en que usara alguna de la ropa que le había regalado, prendas de vestir nuevas que ella había comprado, pero jamás había usado, por ese mismo motivo Sofía no las quiso estrenar, quería dejarlas intactas par el viaje.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora