Capítulo 25

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El frio se acentuaba cada día más, la falta de costumbre a temperaturas tan bajas recalcaba los malestares que Sofia había comenzado a sentir semanas atrás, la tristeza de la navidad tan profundamente solitaria, la falta de valor para escapar, la esperanza de que Marco apareciera pronto para terminar con esa sensación de vacío que se había instalado en su espíritu hacían que los días fueran cada vez más largos. No habían sido semanas realmente del todo malas, Francesca se había encargado de su bienestar tal cual se lo habían ordenado, no le faltaba comida ni ropa apropiada para la estación, sólo deseaba con locura no tener tanto miedo a las amenazas hechas por ese hombre que la había sorprendido en su habitación y que luego vio aparecer varias veces, oportunidades en las que no cruzó palabra con ella, simplemente se limitaba a entregar algunas provisiones y por lo que Sofía  habría imaginado  verificar si todo estaba en orden, nunca hizo el intento de hablar o acercarse a ella, cosa que agradeció profundamente.
Ya había olvidado lo que se sentía sentarse a ver televisión, o leer esas viejas novelas que se sabía casi de memoria antes de que su vida cambiara tan radicalmente, como única distracción tenía la radio, un pequeño aparato que Francesca encendía todas las mañanas mientras hacia las labores de la casa, se había vuelto una joven y hermosa huésped taciturna e insegura de todo lo que podría estarla esperando fuera de las paredes de la vieja casa frente al mar, mil veces se preguntó el por qué no había intentado escapar de nuevo, la única respuesta era el recuerdo de la tortura en Rusia, el hambre, el miedo, la humillación que vivió durante esos días, el engaño de las personas en las que había confiado, luego estaba el recuerdo de las fotos que Marco le había mostrado que acompañaban a cada plan que elaboraba para evadir su situación invalidando y menospreciando cada uno de ellos por sencillo o complicado que su imaginación elaboraba. La respuesta a tanta confusión siempre era que lo mejor era permanecer protegida en donde nadie pudiera hacerle daño. Pero ¿qué iba a pasar cuando Marco regresara? Quizá ya no la quería a su lado, y si así era... ¿Qué haría? Su situación había cambiado, ella había cambiado.
Las mañanas eran un verdadero suplicio, el peor momento del día sin duda, lo bueno era que el malestar duraba apenas unos minutos así que luego de vomitar hasta quedarse sin aliento nada más debía esperar un momento a que su cuerpo volviera a la calma para poder bajar a desayunar, pero se estaba tardando más de lo normal, poderosas arcadas sacudían su cuerpo apoyado sobre el lavamanos una y otra vez hasta que comenzó a sentirse mareada e inestable, sus piernas se negaban a sostenerla con firmeza, Sofía comenzó a sospechar que si seguía así iba a perder la consciencia de un momento a otro, respiró de nuevo con profundidad sólo para ganar más arcadas vacías y dolorosas. Sus rodillas se doblaban lentamente mientras sus manos se aferraban a cada lado del mueble de baño en un intento de disminuir el golpe que con seguridad se daría contra el piso en una caída que vivió en cámara lenta hasta que sintió que se sintió repentinamente sostenida, no llegó al piso ni hubo golpes, estaba a salvo en unos brazos masculinos que la llevaron alzada hasta la cama.
- ¡Sofia! Vamos, abre los ojos... -escuchó decir a lo lejos mientras sentía suaves palmadas en su rostro.
- Ya... ya me siento mejor. -dijo por fin cobrando consciencia del todo, sin saber si por que el malestar ya se había ido o si fue por la impresión de ver a Marco frente a ella.
- ¿Qué te pasó? Estas muy pálida.
Sofia trató de incorporase, pero Marco no se lo permitió empujándola delicadamente por los hombros para que volviera a recostarse, no estaba preparada para afrontar lo que venía a pesar de haber practicado las palabras más acertadas para cuando llegara el momento.
- Estoy bien.
- No, no lo estas, estas muy pálida y estabas vomitando. ¿Estas intoxicada? ¿desde cuándo estás así?
- No es nada, ¡déjeme levantar!
Sofia trató de nuevo de escapar de Marco, esta vez con más fuerzas, hizo lo que pudo por evadirlo y salir de la cama por el lado contrario a él, pero fue peor, Marco pasó un brazo por su cintura para retenerla, en su intento usó algo más de fuerza de lo que ella esperaba haciéndola reaccionar por instinto defendiendo su vientre con agresividad.
- ¡No me apreté así! – dijo tocándose la parte baja de su abdomen.
- ¿Qué pasa? Quítate las manos de allí. -rugió.
- No.
La negativa ya era inútil, Marco tenía la seguridad de lo que la reacción de Sofía quería decir, lo había estudiado en cursos de criminalística, lo había visto infinidad de veces en las cárceles, conocía el lenguaje corporal sirviéndole este conocimiento para saber cuándo un cliente o un adversario le mentía o le ocultaba algo.
- No lo puedes ocultar, sé que te está pasando. -dijo Marco tratando de asimilar lo que estaba pasando.
- No sabe, no lo puede saber... ¡nadie lo sabe!
- Estas... estas... Es obvio. -dijo señalando el vientre de Sofia mientras ella seguía protegiéndolo con sus brazos.
- Por favor... no me haga daño. -suplicó.
- ¿Daño?
- Yo no se lo cuento a nadie, déjeme seguir adelante por favor.
La expresión de miedo de Sofía, el hecho de verla rogar por la vida de su hijo lo hizo sentir confundido, en medio de un torbellino de pensamientos se defendió.
- ¿Qué crees que voy a hacer? -preguntó incrédulo a las sospechas de Sofia.
- Querrá hacerme abortar.
El silencio se apoderó de los dos, nada había preparado a Marco para lo que encontró en Amalfi, todo cambió en un segundo, el vuelo con destino a Venezuela programado para una semana después despegaría con un pasajero menos, con dos pasajeros menos. No iba a dejarla ir, no dejaría ir a su hijo, quizá al único hijo que tendría en su vida.
- Estas equivocada. No quiero que abortes.
- ¿No? -preguntó levantando la mirada con interés.
- No, mi hijo nacerá.
La expresión de Marco desordeno más aun los sentimientos de Sofía, en su rostro se revelaba frialdad, pero en sus ojos había un brillo especial que le dio un pequeño soplo de esperanza con respecto al futuro, de nuevo su captor se convertía en su cuidador.
- ¿De cuánto crees que estas?
- Dos meses. No he menstruado desde noviembre.
- Estamos en enero. -dijo pensativo.
Para la joven era muy duro exponer su situación hasta con el mismo culpable de ella, se sentía solitaria, fuera de lugar, pero estaba segura de que, así como ese hombre tan extraño y misterioso se había ocupado de ella y de su bienestar de la misma manera se ocuparía de su hijo.
- Ya me siento mejor.
- Vamos abajo, quiero que te alimentes bien.
- Lo hago.
- Francesca, ¿lo sabe?
- No. Ella nunca me ha visto vomitando, y no se me ve nada, así que no debe sospecharlo todavía.
- Está bien, te espero abajo.
Sofia se quedó de nuevo a solas, una agradable sensación de agradecimiento y calidez se apoderó de ella, puso sus manos sobre su vientre mínimamente abultado sonriendo por la felicidad de saber que Marco no la obligaría a abortar "mi hijo nacerá" recordó que dijo con ese destello escondido en el fondo de sus ojos, ¿desearía él ese hijo? Esa sola pregunta desató muchas interrogantes más, ¿tendría hijos ya? ¿Cuántos? ¿Qué pasará con ella y con el bebé una vez nazca? ¿la dejara ir? Demasiadas preguntas sin respuestas, demasiada incertidumbre que lo único que hacía era terminar con el pequeño momento de paz que sentía al saber que su criatura no estaba en peligro de morir antes de nacer, ya habría tiempo para averiguar lo que le depararía el futuro pues fuera lo que fuera estaría dispuesta a luchar por él o por ella con las fuerzas que no tuvo para luchar por sí misma.
Para Marco la situación era muy diferente, el embarazo de su cautiva, de la mujer que había comprado en el mercado ilegal de personas a quien había violado y retenido en contra de su voluntad le suponía problemas todavía más profundos de los que ya significaba su presencia en esa casa, ¿Por qué en ese momento? -pensó- Giannina se había mejorado significativamente, él había encontrado la voluntad de dejar ir a esa pobre mujer... pero ¿podría dejar ir a su hijo con ella? El hijo que su esposa, el amor de su vida no le había podido dar y que probablemente nunca le daría. ¿Qué haría después? no podía confinar a la criatura al encierro, algún día debía ir a la escuela, tener una vida normal, pero ¿y la madre? ¿sería ella capaz de llevar una vida normal perdonando todo lo que le habían hecho? ¿será capaz de perdonarlo a él? "tengo que buscar soluciones inmediatas" pensaba tratando de trazar un plan para mantener todo bajo control, "para comenzar, debe ir a un médico" proyectándose en el futuro inmediato tomó su teléfono móvil para realizar una llamada.
En poco tiempo Marco tenía todo pensado, sería algo difícil de hacer, pero debía intentarlo, debía someter a la futura madre a una revisión con un amigo médico que estando también involucrado con la casa de Pavel aceptó cuidar de su salud. El día siguiente de su llegada Marco le explicó a Sofía que alguien vendría a verla, para su impresión ella lo tomó de la manera más inesperada.
- ¿Quién?
- Es un amigo mío, un doctor que te va a revisar a ver cómo está tu salud.
- ¿Me está diciendo la verdad?
- Claro que si Sofía, ¿Por qué te mentiría?
- Tengo miedo, no quiero perder al bebé.
- Nadie te hará daño, por el contrario, vendrá para asegurarte de que estarás bien.
- ¿Estarás aquí?
- Si, voy a quedarme un par de días -dijo sin comprender por completo lo que quería decir.
- Me dejaras de nuevo. ¿Estas casado verdad?
- Eso no importa.
- A mí me importa. He estado sola durante semanas, y sé que yo no importo en tu vida, pero, me siento muy sola.
La confesión de Sofía taladró la consciencia de Marco que deseó consolarla, pero ¿cómo? No sabía que la hacía feliz, no sabía qué hacer para expiar la culpa que sentía por ser parte de la causa del sufrimiento de la joven.
- ¿Qué puedo hacer por ti para que te sientas mejor?
- Pudiste haber dicho que si importo en tu vida. -dijo bajando los ojos para ocultar las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
- Sofia... si me importas. -confesó apoyando las manos sobre los hombros de ella- cuando tomé la decisión de traerte aquí asumí que todo lo tuyo me importaría.
- ¿Qué soy? ¿en qué me convertí?
- Eres una mujer fuerte que ha superado muchas pruebas, una mujer que tuvo la suerte de encontrarme para protegerte y cuidar de ti.
- Un trozo de carne que se vendió en el mercado.
- Mírame a los ojos Sofía. Una mujer que me complace al hacerme compañía, una hermosa mujer que va a dar a luz a mi hijo.
Marco sabía que si quería que ese hijo pudiera llegar al mundo sano debía brindarle a la madre algo más que sustento, también debía mejorar su salud emocional y para eso tenía que reconfortarla, pero en eso momento no se ocurría más que llevarla a la cama y hacerla suya de una manera diferente, quizá hasta podría llegar a poner algún sentimiento en el acto.
Sofia como siempre se dejó llevar, recibió las caricias de su captor al principio con algo de recelo para luego darle rienda suelta a la pasión que Marco siempre supo desatar, en esa ocasión con el poder que un poco de ternura le puso fin a la poca resistencia que la joven aún mantenía.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora