Capítulo 40

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Como cada día la cena en el lujosos comedor en la casa de Marco y Gia transcurría en absoluto silencio, un silencio incomodo que comenzó a formarse entre ellos desde la llegada de Marco de su última visita a Amalfi, Marco no sabía cómo esconder su preocupación por Sofia, podría estar dando a luz en cualquier momento, las cosas podrían estar saliendo mal y él no estaba enterado de nada... y aun si lograra tener noticias y esas noticias no fueran buenas, ¿Cómo haría para dejar a Giannina sola en casa? ¿con que excusa saldría de viaje tan repentinamente? Las cosas estaban fuera de control y eso lo ponía muy nervioso.
- Gia, es extraño que tu madre no haya vuelto aún. Pensé que a medida que se acercara el día del nacimiento iba a pasar más tiempo aquí.
Marco realmente no deseaba la presencia de Martina en su hogar, pero tenía la sensación de estarse ahogando con las interminables quejas de su esposa, sus lloriqueos cada vez que llegaba unos minutos tarde de la oficina, con la insistencia de Giannina de estar a cada minuto pegada a él sin dejarle espacio para respirar ni para pensar. Estando Martina en casa por lo menos tendría unos momentos para descansar de tanto agobio mientras su suegra se encargará de su esposa y de sus berrinches.
- Debe estar por venir en cualquier momento, además hace apenas unos días que se fue. Tampoco es justo que tenga a mi padre tan abandonado.
- Por su puesto. Es solo esa manera tan extraña de irse apenas yo llegué...
- ¿Estas molesto con ella? -preguntó Gia con una expresión de circunstancia que casi siempre daba paso a las lágrimas.
- ¡No! -se apresuró a calmar las crecientes ansias de su esposa- es solamente que ella hace falta aquí, pienso que a ti debe hacerte falta estar con tu madre en estas últimas semanas que te quedan de embarazo. Es lo que me imagino. -concluyó Marco con la frente arrugada escondiendo su propio mal humor y fastidio causado por la tediosa situación detrás de una copa de vino.
- Por un momento pensé que estabas molesto con ella por algo en especial. O conmigo. -la falta de respuesta de Marco ido en sus propios pensamientos dio fuerza a los argumentos que pugnaban por salir de la boca de su esposa- sé que algo te pasa. Estoy segura.
La afirmación de Giannina sumada a su expresión ofendida y dispuesta a discutir hizo que para Marco fuera casi imposible contener su impaciencia, quería explorar de una vez por todas y decir por una vez lo infeliz que se había vuelto su vida desde que ella dejara la medicación. Quería gritarle al mundo que hubiera podido vivir cien años sin tener hijos si para eso tenía que sufrir el calvario de ver a su esposa consumirse en depresiones, cambios de humor y alucinaciones que le había vuelto la vida un suplicio al punto de convertirse en un criminal. Pero en cambio tomó aire por la nariz lo más lento que pudo dejando entrar concienzudamente el oxígeno a sus pulmones concentrado en el paso del vital gas en su cuerpo, cuando no tenía capacidad para más, dejó salir todo imaginando que con ese ejercicio liberaba tensión de cada uno de sus músculos para poder responder con propiedad a las inquietudes de su esposa.
- No Gia, no me pasa nada. -aseguró conteniendo su tono voz- creo que es bastante normal que este nervioso ¿o no? Estas muy avanzada con tu embarazo y... bueno creo que es normal que tenga algo de ansiedad.
- Entiendo. Quizá tienes razón amor mío. Yo también estoy un poco nerviosa. Por cierto, quería comentarte voy a comprar unos regalos especiales.
- ¿Para quién? -preguntó Marco mientras pinchaba una porción de ensalada en su tenedor.
- Para mi madre por supuesto. Quiero agasajarla por todo lo que ha hecho por nosotros durante estos meses.
- Me parece bien.
- Quiero comprarle algo que ella pueda usar por mucho tiempo.
- Bien.
- Algo muy costoso...
- Bien.
Giannina observó a Marco con insistencia, parecía que estaba esperando algo más de él que no llegaba, su atención estaba dirigida completamente al plato, a los cubiertos y a la copa de vino que tenía en frente.
- Tenías mucho apetito por lo que veo. -dijo ofendida.
- Si Gia. Estaba famélico.
Marco deseaba como nunca salir de esa habitación, comía rápidamente deseando acelerar el tiempo y darle fin a ese momento que tanto estaba detestando, no quería pelear de nuevo con su esposa, además quería ir a trabajar en su testamento, a pesar de que llevaba días elaborándolo todavía faltaban detalles por afinar antes de poder pasarlo en impío y llevarlo al notario público para que todo quedara listo por fin.

- ¿Qué te parece Antonio?
Aunque Marco no estaba de acuerdo en muchos aspectos de la personalidad de Antonio si confiaba plenamente en él para las cuestiones de trabajo, era su mejor amigo y de paso el mejor abogado que conocía aparte de él mismo. Apenas llegó ese día a la oficina no dudó ni un segundo en entrar al despacho de su amigo y mostrarle su testamento ya conforme con las cláusulas que había dispuesto.
El abogado sentado frente a su escritorio recibió de la mano de Marco el folio que contenía su voluntad en caso de que le pasara algo irreparable, lo ojeó saltando entre líneas sin saber del todo de que se trataba. No necesitó más de unos segundos para comprender la naturaleza del documento. Levantó su mirada del manojo de papeles para clavarla punzante en Marco.
- Un testamento... tu testamento.
- Si.
- ¿Estas enfermo? -preguntó palideciendo de preocupación.
- Claro que no. ¿Por qué lo piensas?
- ¿Por qué otro motivo tu harías un testamento?
- Es extraño que lo preguntes, les hacemos esa recomendación a todos nuestros clientes.
- Cuando tienen varios herederos.  Si tu llegaras a morir todo lo que tienes pasaría a manos de Giannina y del hijo que van a tener.
- Eso era antes Antonio, ahora las cosas son diferentes.
Antonio sabía exactamente a que se estaba refiriendo su amigo, pero incrédulo a la situación quería que fuera el mismo quien lo dijera.
- Puedes explicarme a que te refieres.
- A Sofia por supuesto, y a su hijo.
- ¡Vamos Marco! ¿Vas a dividir tus vienes entre Giannina y esa mujer? -exclamó casi gritando por la sorpresa.
- Abogado... lea el documento antes de rebuznar como asno.
- Aquí quien se comporta como asno eres tú, querido amigo. Te estas sobre pasando con todo este asunto de Sofia y del niño que ella va a tener. Antes de terminar de leerlo quiero recordarte que ella no es de fiar y que con darle una única cantidad de dinero y una casa lejos de aquí es más que suficiente, no entiendo por qué debes dejarle parte en tu herencia.
- Entré a esta oficina buscando el consejo de un profesional, además de que no puedo confiar en nadie más que en ti con respecto a este asunto, por favor no lo hagas difícil o tendré que prescindir de tus servicios.
- Si es así voy a tener que cobrarte esta consulta. -dijo lleno de sarcasmo.
- Déjate de estupideces y lee el maldito documento.
Minutos después ya Antonio tenía una idea precisa de que Marco había pensado hacer, más serio se dispuso a discutir lo que creía que debía ser cambiado, Marco esperaba en silencio sentado frente a el como cualquier cliente lo haría.
- Muy bien. -dijo Antonio asumiendo su papel como profesional- en primer lugar, en este documento estas asumiendo muchas cosas que no tengo idea como vas a llevar a cabo, hablas de un albacea para lo que el vástago de esa mujer va a heredar en caso de que llegaras a morir, pero no mencionas su nombre... dejaste en blanco ese espacio.
- Eso es porque todavía no se lo he dicho.
- ¿Quién es?
- Tú, si aceptas claro está. ¿Quién más podría hacerlo?
Las facciones de Antonio se volvieron el reflejo más fiel de una estatua de piedra, dudó de la veracidad de la propuesta antes de preguntar.
- ¿Estas jugando conmigo?
- No. ¿A quién más puedo confiarle esta tarea?
- ¿Es que de verdad no tienes a nadie más?
- ¡Sabes que no!
- Eres un maldito mal nacido... no lo haré.
- Por favor. Si llegara a pasarme algo, si llego a morir antes de que pasen dieciocho años... ¿Quién podría estar al pendiente de que mi última voluntad se llegara a cumplir?
- Eso no es mi problema Marco. -dijo con la misma frialdad con la que negociaba acuerdos con una contraparte.
- Eres mi único amigo. -dijo Marco sabiendo que la muralla de Antonio era fácilmente quebrantable para él.
Antonio cedió a la presión poniéndose las manos en la cabeza mientras liberaba un rugido casi animal que salía de los más profundo de su pecho.
- ¿Por qué me haces esto Marco? Sabes que te quiero como a un verdadero hermano, nos hemos salvado el pellejo varias veces el uno al otro... pero, esto es demasiado.
- Sabes que eso es solo un papel, no pienso morir en los próximos dieciocho años, el fondo que le estoy adjudicando al niño tampoco es gran cosa, es una suma apenas decente la que pondría en tus manos, si muero solo tendrás que cuidarla hasta que sea el momento. Por Dios apóyame en esto.
- No menciones a Dios, no lo merecemos.
El silencio presidio los minutos que siguieron mientras Antonio releía el documento.
- Entonces... ¿Hay algo que corregir?
- Aparte de que no estas identificando a la madre del heredero que por cierto no tiene nombre porque vale la pena destacar, no ha nacido... no. Todo está muy claro, en pocas palabras me estás dejando a mi como responsable de que si llegaras a morir antes de que ese niño sea mayor de edad yo debo encargarme de buscarlo en donde sea que esté para darle la suma de dinero que le estás dejando, de lo contrario si no te mueres, cosa que estoy deseando en este momento... tú mismo te encargarás de buscarlo y darle la suma ya mencionada quedando fuera de testamento y sin derechos alguno sobre tus vienes que pasarían enteramente a manos del hijo que tendrás con tu esposa. No creo que sea muy justo para Giannina.
- Es lo mejor.
- Mejor que no te mueras, creo que Giannina te patearía tu frio trasero al saber que la dejas por fuera.
- No la dejo por fuera de nada, ahí está muy claro que tendría una pensión bastante jugosa. Además, quedaría como albacea del niño. Y no me mires así... -dijo al darse cuenta de la mirada cargada de reproches que Antonio le dedicaba- sabes que ella está enferma, quien sabe cómo evolucione su enfermedad en el futuro.
- Si ya terminamos con tu ataque altruista te invito una copa.
- Si, te voy a dejar esto en tus manos para que hagas lo que tengas que hacer, revisa de nuevo el testamento con más calma y si tienes que cambiar algo antes de que lo firme y sea notariado pues lo haces.
- Sigo pensando que con darle el dinero ahora mismo y mandarla lejos tendrías mejores resultados.
- Déjame en paz por hoy. -pidió Marco cansado- Quizá y mañana cambio de idea y hago lo que dices.
- Sería lo mejor. Pero mañana no me busques, voy a estar ocupado fuera de la oficina.
- ¿Qué vas a hacer?
- Nada importante. Solo resolver algunas cosas... ya sabes. -dijo restando importancia a sus palabras levantando los hombros.
- Cuando hablas de esa manera, créeme que no sé. Pero si de algo estoy seguro es de que te traes algo extraño entre manos, últimamente desapareces por horas y apareces como si nada.
- Quédate tranquilo, todo está bajo control.
- Eso espero. Ya no tengo espacio para más complicaciones.
Marco sacó su teléfono móvil de su bolsillo, llamó a Roberto y se fueron a tomar ese trago que tanta falta les hacía a los dos.

Delitos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora