The king of the north; yoonmin.

51 [epílogo]

Park se vio a sí mismo en el espejo durante algunos segundos, pensando en que de alguna manera estaba mirando a una persona completamente diferente a la que había llegado al reino. Un simple sirviente que terminó en el palacio sin nada más que la ropa que llevaba puesta pero que a palabras del Rey, se había convertido en todo y en ese momento, por primera vez, podría decir con toda firmeza que se veía hermoso.

Con su atuendo rojo, los ornamentos dorados adornando su recogido cabello azabache, las joyas colgando de su cuello y el anillo de la dinastía Min que llevaba perfecto y orgulloso en su mano. Dahyun y Hye se habían encargado prácticamente de todo, y de verdad se los agradecía porque estuvo muy ocupado con asuntos del reino que ni siquiera había pensado en qué iba ponerse con detenimiento y tuvo que pedir un poco de ayuda.

—Te ves hermoso, Jimin.— Dahyun fue la primera en romper el silencio y él le sonrió a través del espejo. Su amiga ya no era una sirvienta, ahora estaba aprendiendo el arte de enseñar con el joven maestro Jungkook para que ella pudiera hacer lo mismo en el futuro.—Estoy muy feliz por ti.

—Gracias, Dahyun.— La sonrisa parecía haber sido pegada a su rostro pero simplemente no podía dejar de hacerlo.—A ti también, Hye. No podría haber hecho esto solo.

Para ese momento, Hye tenía los ojos cristalinos por las lágrimas retenidas y dijo en voz baja.—Yoongi es tan afortunado.

—Yo soy afortunado de tenerlo.— Respondió Park, mientras se levantaba cuidadosamente. Todas las piezas de oro que llevaba puestas habían sido regalos de su pronto esposo y si era sincero adoraba todos esos detalles claramente opulentos pero algunas piezas eran un tanto delicadas y sentía que si se movía demasiado brusco podría o tirarlas o romperlas, especialmente las que adornaban su cabello. 

Dos toques en la puerta bastaron para que ambas mujeres se pusieran frente a Jimin, pensando que se trataba del Rey pero quien entró fue el general, vestido completamente para la ocasión. Seokjin observó extrañado a las chicas, era claro que habían hecho algún tipo de barrera para que no pudiera ver bien a Jimin pero decidió dejarlo pasar. 

—Tu padre finalmente ha llegado, Park.— Avisó el general.—Y todo esta listo, sólo falta tu presencia en el salón del trono. 

La ceremonia iba a ser simbólica y privada, debido a situaciones políticas que Jimin había descubierto recién pues nadie de la realeza cercana había desposado a un hombre antes, así que le pidió a Yoongi que todo fuera bastante pequeño y aunque el Rey se negó al principio, objetando que él era dueño de casi todo el país y que nadie se opondría a lo que quisiera hacer porque entonces serían ejecutados, Park finalmente lo convenció porque no era necesario tener conflictos con nadie al respecto, en especial ahora que alguien más dependía de ellos. 

—Oh y llego esta carta para ti.— Comentó Seokjin mientras dejaba el pedazo de papel sobre la mesa de madera al centro de la habitación.—Hay que darle un poco de privacidad, mujeres.

Las jóvenes se despidieron con una reverencia rápida y Jimin ni siquiera tuvo tiempo de decirles que no hicieran eso porque salieron de inmediato. El general Kim se las había llevado para que pudiera leer la carta en paz, sin ojos llenos de lástima a su alrededor y de verdad lo apreciaba. Su madre en cuanto se enteró de todo le dijo que estaba cometiendo un error, que Min Yoongi era un Rey terrible, prácticamente un monstruo hecho hombre y que estaba completamente en contra de su unión. Ahora al parecer, sólo llego su padre. 

Park tomó la carta sin miramientos, quería terminar con eso pronto y volver a lo que le hacía feliz. Sin embargo jamás creyó que la carta se la había mandado otra persona. 

Siento que han pasado años desde la última vez que te vi. Lamento escribirte ahora, sé que puedes odiarme después de todo lo que pasó, de todo lo que te hice pasar y en verdad te pido perdón desde el fondo de mi corazón.