❪ 𝟏𝟐 ❫

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CAPÍTULO DOCE| PINTURA Y PREOCUPACIONES !


EMMA

Recuerdo exactamente el momento en que comencé a pintar. Habría tenido unos cinco años. Siempre fui una niña inquieta, mi atención duraba muy poco ya que me distraía con cualquier mínima cosa que pasaba por en frente de mis ojos. Cada vez que comía jugaba con ella, dibujaba en el puré con el tenedor o cortaba pedacitos de pollo para hacer formas. Rayaba las paredes a pesar de que mi progenitora me gritaba hasta el cansancio por ello. Un día mi padre vino del trabajo con tres cosas claves; hojas, un pincel y acuarelas.

Cuando lo colocó en frente de mis ojos me acuerdo de haberlo visto con detalle. Yo me estaba mandando de las mías pero en cuánto él me mostró las cosas, dejé todo lo que estaba haciendo.

Él me explicó un poco de como iba la cosa y como funcionaban las acuarelas. Fue la primera vez que estuve quieta por más de veinte minutos. Papá no podía creer el silencio que habitaba en la casa, y yo estaba encantada.

Desde ese momento no he parado. Ya gasté tantos lienzos, acrílicos y pinceles que no llevaba la cuenta. Pintaba cuando me sentía mal, cuando me sentía bien, cuando sentía no sentir nada, cuando me enojaba. Formaba parte de mi vida, era inevitable. Creo que la vida tiene demasiadas cosas para ser pintadas... tantas que ni siquiera en esta vida llegaría a pintarlas todas. En mi habitación guardaba cuadros de todo tipo, la vista principal de una cabaña en donde vacacionamos el año pasado en medio de una tormenta, con las gotas resbalando por las maderas viejas y humedeciéndolas a su paso, la antigua casa de mis abuelos, el sentimiento que tuve cuando ellos murieron. El patio de mi casa a la mañana, donde los débiles rayos del alba delineaban el cielo ligeramente mezclando sus colores amarillentos, anaranjados y rosados en las primeras luces del día. El lago a donde fuimos con Lexi en una de nuestras escapadas, visto desde la ventana de su auto, cuando el atardecer estaba en su punto justo, y tuve esa escena por unos minutos para lograr mantenerlo en mi memoria.

Tantas cosas...

Alexa siempre me decía que no entendía como podía lograr sacar belleza de cosas tan insípidas y aburridas, ni mucho menos porqué eso me inspiraba a pintar, pero lo cierto es que yo creía que para hacerlo debes sentirlo, la inspiración tarde o temprano llega, pero eso; el sentirlo es más difícil, más complicado.

Percibir cada pincelada suave en el lienzo y como colorea el blanco del mismo para convertirlo en algo. Hacerla tuya. Adueñarse de los trazos salpicados en la blancura dibujando una cosa. Sentir las emociones que te causa imaginarte el escenario y llevarlo a cabo sin pensar demasiado, sin preocuparse por si sale mal o bien, por si queda como te lo esperabas. De eso se trataba, plasmar todos y cada uno de tus sentimientos allí.

Dios, lo cursi que me ponía no tenía sentido.

Suspiré recogiendo mi cabello castaño en un moño desordenado ya que comenzaba a molestarme demasiado y eso no evitó que rebeldes mechones se escaparan rozando mis mejillas haciéndome cosquillas. Observé el vacío lienzo sobre el caballete frente a mí. Me había despertado con ganas de pintar, hacía unos días no lo hacía y teniendo en cuenta que en un mes comenzaría la Universidad quería ejercitar un poco mi mano, ya saben.

No se me ocurrió tan rápido que podía pintar. A veces me pasaba, tenía demasiadas ideas en mi cabeza que luchaban por salir a la intemperie que me costaba demasiado volcar en una pintura.

Finalmente me decidí por ponerme a prueba a mí misma. Pintaría la vista desde mi ventana hacia el patio trasero, pero sin observarlo mientras lo hacía. Solo buscar entre mis recuerdos más profundos y pintarlo, para ver que tan bien recordaba las cosas más cotidianas como la imagen de mi ventana.

shameless ;  ❪   tom kaulitz.   ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora