Capítulo XV: Tu nombre (Álvaro de Luna).

9 0 0
                                    

Somos tú y yo.
Aquí no importa nadie más.
Fui buscando tu nombre,
por cada esquina de la ciudad,
y, aunque a veces te escondes,
yo sé que lo nuestro es real.

− Ya pensaba que te habías ido solo. −lo encontré vagando sin fuerzas por la acera.

Me acerqué y cogí el manillar de la silla, me aseguré que había quitado las manos de las ruedas para avanzar. Había bebido algunas copas y los tacones me estaban matando, pero todavía tenía algo de fuerzas para llevar a Marcos a casa si él estaba cansado.

− Verte bailar con otro tío es una de las cosas que no quiero volver a ver. −masculló.

− Bueno saberlo. −murmuré rodando los ojos.

− Toma. −me dio la americana del traje. −Te oigo temblar desde aquí.

− Gracias.

Me cubrí con ella, Marcos me paró antes de que pudiera volver a llevarle.

− Sube.

− ¿Dónde? −pregunté poniéndome a su lado.

Me echó una mala mirada y miró sus piernas, era lógico que quería que me subiera encima de él. Llegaríamos antes así porque no nos retrasaría por mis cortos pasos en tacones. Carraspeé un poco incómoda de sentarme en regazo, pero lo hice. Como si no lo hubiera hecho antes, pero eran en otras circunstancias.

− Te veo en el suelo si sigues andando con esos zapatos del infierno. −me miró de arriba abajo.

Me senté encima de él como buenamente pude y dejé que nos llevara a casa. Me recosté a los pocos minutos y dejé caer mi cabeza en el hueco de su cuello, pasé las manos por su hombro para sostenerme mejor y noté cómo se tensó debajo de mí ante ese gesto, como si fuera lo suficiente un leve toque para ponerle nervioso.

− Mar... −me llamó.

− ¿Mm? −cerré los ojos y me acomodé mejor.

− ¿Te lo has pasado bien en la boda?

− Seguro que mejor que tú. −bromeé. −Aunque no he cogido el ramo.

− Mejor. −se río levemente. −Odiaría que te casaras.

− Lo sé.

Recordé todas las veces que había preparado la boda mis sueños y Marcos me había quitado la idea de la cabeza en pocos segundos, alegando a que él odiaba ir a las bodas, y lo que significan, y si yo me casaba iba a tener que ir porque era mi mejor amigo y tendría que estar allí sí o sí. Ni siquiera se plantearía no ir.

− Mañana hay psicólogo, ¿no? −le pregunté.

− Sí. No hay rehabilitación de piernas, pero sí de mente. −bromeó.

Iba a seguirle la broma, pero me pareció que no era oportuno preguntarle cuándo le tocaría la rehabilitación de sus partes íntimas. Me reí yo sola al pensar que iba a preguntarle eso.

− ¿De qué te ríes? −preguntó riéndose él. −Es la verdad.

− No me río de lo que has dicho. −me alejé de él un poco para mirarle. −Solo me río de lo que he pensado.

Me miró un segundo serio y se río.

− Estás muy cuerda. −dijo irónico. −A veces me pregunto cómo hemos sido mejores amigos.

− Porque estás tan cuerdo como yo. −le di un toque en la nariz.

− Qué cursi eres, Mar. −pero se río otra vez.

Volver a MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora