Capítulo II: Otra vez (Herd GZ - Dualy).

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Te estoy buscando en las expresiones del resto.
Busco tu acento porque a ti no te encuentro.
Mirando a las estrellas, haciendo el recuento
de los días que faltan para el reencuentro.

− ¿Crees que se acordará de ti? −me preguntó Leire al cerrar el bar.

− El accidente no ha sido tan grave como para perder la memoria. −tiré el cigarro para apagarlo.

− Ah, ¿no? −puso el candando en la parte baja de la chapa.

− Creo que no.

Leire se incorporó y me miró con desaprobación, suspiró y recogió el cigarro del suelo para tirarlo a una papelera que estaba al lado de la puerta del bar. La había conocido cuando empecé a trabajar aquí, y, aunque ella fuera un par de años más pequeña, había estado trabajando en el bar desde antes que yo. No soportaba que fumase y siempre debatía conmigo horas y horas, sin cansarse, del por qué lo hacía.

− Debe estar pasándolo fatal. −murmuró entristecida. −No soportaría perder a toda mi familia, hubiera preferido morirme yo.

− No digas eso, Leire. −rodé los ojos.

− Es la verdad. ¿Te acerco a casa? −me preguntó amable.

− Sí.

Cada vez que le tocaba cerrar a Leire o a mí nos quedábamos hasta tarde, aunque no nos pagasen las horas extras, para poder volver juntas a casa. Leire tenía coche y eso me favorecía a la hora de volver, porque vivía en las afueras de la ciudad. Podía ir andando por la avenida junto a la playa, pero tardaría demasiado y siendo de noche nunca me fiaba.

− Supongo que mañana no vienes, ¿no? −me preguntó cuando me bajé del coche, frente a mi casa.

− No sé ni cómo Saúl me ha dado el día libre.

− Lo vas a tener que compensar de alguna forma. −suspiró. −Intentaré que no te toque trabajar por las noches, como hoy. −sonrío amable.

− Eres la mejor. −sonreí cerrando la puerta del coche. −Nos vemos.

− Adiós, guapa. −sonrío y arrancó.

La perdí de vista en menos de un minuto, subí el par de escalones que tenía el porche y entré en casa. Me dejé caer en la puerta después de cerrarla con llave y la miré desde la entrada. No había pensado en que tendría que comprar un colchón para tirarlo en el suelo del salón, porque ni siquiera tenía uno.

Me pasé casi media madrugada arreglando a la perfección la casa. Tenía todo desordenado y sabía lo mucho que le molestaba a Marcos el desorden, se veía algo descolocado era capaz de intentar ponerlo todo en su sitio, y lo veía capaz de hacerlo aun estando en estas condiciones. Así que, me tomé el tiempo necesario para ordenar todos y cada uno de los rincones. Por su seguridad y por la mía.

Casi no me di cuenta cuando me sonó el teléfono. Me había quedado dormida en la cama, pero sin quitar la colcha siquiera. Había caído literalmente rendida encima de ella.

− ¿Sí? −pregunté al número desconocido.

− Hola, ¿Mar? −preguntó la voz del tío de Marcos. −Soy Mario, te llamaba para confirmar que estás preparada, estamos teniendo un pequeño problema para trasladarlo.

− Sí, sí. Estoy lista. −me incorporé en la cama. − ¿Problema? ¿Qué pasa? −pregunté preocupada.

Oía las quejas de una voz masculina, tenía que ser la de Marcos, aunque casi no la reconociera, y el suspiro pesado por parte de Mario.

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