Capítulo XIX: Seven (Taylor Swift).

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Te amo hasta la luna y Saturno.
Transmitido como canciones populares.
El amor dura tanto.

Quería preguntarle a Marcos qué tal la rehabilitación, pero estaba tan concentrado en el libro que no quise sacarle de él. Lo vi coger el lápiz para subrayar algo, pasó una página después, se veía guapísimo de perfil, centrado y con un libro en sus manos.

Marcos tenía dos facetas, la que se enseñaba a todo el mundo y la que solo me enseñaba a mí. Todos los demás sabían que a Marcos le encantaba el deporte, salir a correr por las mañanas, nadar, boxear, daba igual con tal de que conllevara a moverse y a no parar ni un segundo.

La otra cara era la más personal, también le gustaba tener su momento de paz y tranquilidad, aunque el deporte también se lo daba, decía que la calma venía en momentos donde el único que se movía era el cerebro. Me gustaba saber que no le contaba a nadie lo que pensaba, solo a mí.

−      Quieres preguntarme algo. −dijo sin mirarme. −Te oigo pensar. −bromeó, cerrando el libro y mirándome. −La rehabilitación ha ido bien. −contestó a mi pregunta mental. −Siempre va bien. −musitó.

−      No pasa nada si de vez en cuando no va bien. −murmuré.

−      Lo sé. −frunció las cejas, quitándole importancia. −No es como si me dolieran las piernas, es que no las siento, bueno ahora un poco. −se corrigió.

Asintí con la cabeza, pero él seguía mirándome. Me conocía mejor que yo misma, eso era obvio, y confiaba tanto en mí que, a veces, me daba miedo. Me daba miedo que yo no confiara tanto en él como para hacerle una simple pregunta.

−      Hay algo más. −me animé.

−      ¿Me va a dar miedo? −preguntó dejando el libro encima de la mesa.

−      Puede. −contesté. −Solo quiero saber qué pasó con Mario para que no le hables. −me acerqué a él en el sofá.

−      Ah, eso. −evitó mi mirada, tenso.

−      ¿Qué te pensabas que era? −quise saber.

No me contestó a ninguna de las dos preguntas. Iba a darme por vencida después de diez minutos en silencio. Esa era una de las cosas que odiaba de Marcos, que si tocabas un tema sensible no te lo decía, solo te ignoraba. Ignoraba a todos hasta que el tema se pasara. Y ese era otro de mis defectos, hacer como si nada hubiera pasado y no insistir. Quizás la Mar de quince años hubiera preferido seguir con ese silencio tan incómodo que había surgido, pero yo no.

−      ¿No vas a responderme? −pregunté.

Se sorprendió de que volviera a preguntar. Frunció el ceño ante la pregunta, ante la insistencia, y soltó una sonrisa tímida, quitándose el aire de serio que se había apoderado de él cuando le había preguntado por su tío.

−      Se me olvida que has cambiado estos años. −se acomodó en el sofá.

−      Han pasado siete años desde que no intercambiamos más que un simple "feliz cumpleaños" −indiqué. −Algo habré tenido que mejorar. −bromeé.

−      Ya. −se pasó el pulgar por el labio, intentando ocultar esa sonrisa. −Mario y mi padre se dejaron de hablar, ¿vale? −me respondió a la pregunta.

−      Ya lo sé. Pero quiero saberlo todo. −insistí.

−      ¿Por qué? −preguntó.

−      Pues porque necesito saber si estoy haciendo algo muy malo obligándote a ir con él a la rehabilitación. −contesté sincera.

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