Capítulo XXXV: Santorini (Enol, Marmi).

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Si pudiera cambiar todo
lo que he vivido a tu lao',
por millones en el banco
y un coche descapotao',
no.

Mar.

Lista de Invitados.

Paula ¿?

Jugaba con el capuchón del bolígrafo entre mis manos mirando una y otra vez la lista de invitados, que estaba hecha desde los primeros días casi. A penas faltaban días para la boda y yo aun estaba pensando en si debería invitar a mis amigas del instituto o no, aunque solo habíamos hablado un par de veces este año, y solo para felicitarnos el cumpleaños y las navidades. Ni siquiera me habían felicitado por la firma.

Marcos me había pasado su lista de literalmente cuatro personas, aunque la mía tampoco es que tuviera cien. De hecho, habíamos estado discutiendo desde que la hicimos porque a mí me parecen poquísimas personas y a él las suficientes. Decía que si no habíamos hablado con algunas personas en un año entero para qué los íbamos a invitar a comer gratis. Y en cierta parte tenía razón.

Una parte de mí quería que todo el mundo supiera lo bien que me iba últimamente, y parecía que iba a ser eterno. Y Marcos se empeñaba en que era mejor una boda íntima, con los que siempre habían estado ahí. Con los que se habían tragado nuestros dolores de cabeza sobre el otro. Y yo no podía dejar de darle la razón.

Así que no insistí más y la boda se quedó en diecinueve personas más el cura. Porque sí, Marcos quería casarse por la iglesia, no se lo cuestioné, aunque me tuve que bautizar para ello. Pese a que la ceremonia iba a ser por la iglesia, nos habíamos puesto de acuerdo en que no podía ser dentro de una, sino al aire libre. Igual que la cena.

−      Dame eso.

Leire me quitó el papel de las manos y lo hizo una bola. Se sentó a mi lado en el sofá.

−      ¿Para qué le das más vueltas? −preguntó. −La boda es literalmente en dos días...

−      ¿Dos días ya? −pregunté preocupada.

−      Sí, Mar. Dos días. −repitió. − ¿Se te había olvidado? −río. −Se te había olvidado. −se respondió mirándome seria. −No me sorprende.

−      Sabes que he estado liada en la nueva colección. −me excusé.

−      Sí, claro.

Leire se acercó a mí, aun sentada en el sofá, y me miró como si estuviera leyéndome la mente. Era una persona muy fácil de leer, me lo habían dicho en repetidas ocasiones, incluso ella misma me lo había comentado más de una vez. Sabía que aunque no le dijera nada ella iba a saber lo que me pasaba.

−      Es normal tener nervios. −me dijo. −O dudas.

−      No son dudas de mí. −me intenté expresar. −A ver. −la miré. −Yo tengo muy claro que quiero a Marcos y que quiero estar con él, pero... Mi duda es si él piensa como yo o si solo voy a ser un capítulo más en su historia.

Mi amiga sonrió, me miró con cariño y soltó una leve risita, lejos de molestarme, me quitó un poco los nervios del momento.

−      No eres un capítulo en su historia, eres la historia completa, Mar. −se río. −Te lo digo yo, que he estado escuchando cada lamento de su parte cuando estabais separados.

−      Hija de puta. −le di un golpe con el cojín. −Y me decías que no te contaba nada.

Nos reímos cuando me dio con otro cojín en la cara, y se me olvidó cualquier otro tipo de duda en el momento en el que me di cuenta de que Leire siempre había estado desde que nos conocimos en un bar a pie de playa donde currábamos de sol a sombra por una mierda de sueldo. Cuando necesité su ayuda con Marcos o cuando quería salir de fiesta en Valencia. Había estado en las buenas y en las malas.

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