Capítulo XXXI: Love of my life (Harry Styles).

6 0 0
                                    

Cariño, eres el amor de mi vida.
Quizás no sabes qué has perdido
hasta que lo encuentras.

MESES MÁS TARDE

−      ¡Hola, hola!

Sonreí nada más escuchar a Paula detrás de la puerta principal. Me acerqué a la puerta y la vi detrás del cristal sonriendo y haciendo un mini baile al verme. Sonreí todavía más al verla. Abrí la puerta y la dejé pasar, todavía me faltaba ponerme los zapatos y peinarme un poco.

−      ¿Estamos solos? −preguntó cerrando la puerta, mirando alrededor.

−      Sí. −sonreí entrando a la habitación. − ¡No pienses cosas raras! −exclamé atándome los cordones.

−      Vaya. −apareció en el marco de la puerta. −Un dibujo que no es un culo. −señaló el cuadro apoyado en la cama.

Me reí y me levanté de la cama con cuidado, Paula me acercó las muletas dando un paso cerca de mí. Las cogí sonriente, me dio un beso cerca de los labios, y dejó sus manos detrás de mi cuello, entrelazándolas.

−      ¿Cuánto tiempo tenemos? −susurró.

−      A las diez tenemos que estar allí. −contesté nervioso.

−      Entonces muy poco. −hizo un puchero con los labios y se alejó. −Venga, vamos.

Había pasado mucho tiempo del accidente, pero todavía me costaba andar con normalidad, y para nada podía hacerlo como antes. Podía andar con muletas y muy lentamente, pero siempre tenía la silla de ruedas plegada en el maletero del coche. Paula me cogió las llaves del coche del bolsillo mientras yo cerraba la puerta de casa.

Condujo cantando todas las canciones que sonaban en la radio, se las sabía todas de memoria, sin equivocarse. Algo le pasó a mi estómago cuando llegamos al edificio de pisos. Paula aparcó cerca, nos bajamos y cuando mis pies tocaron el suelo de aquel portal, sentí que me temblaban las piernas.

−      ¿Puedes? −preguntó Paula sujetándome de un brazo con ambas manos.

−      Sí.

Aunque la pregunta no sé si era si podía andar o si podía con esto, pero para ambas cosas mi contestación fue una mentira. Apenas pude dar unos pasos dentro del portal cuando todos los recuerdos me vinieron de golpe. Las risas de Sara corriendo por las escaleras, mi madre regañándola para que bajara la voz, la puerta del piso abriéndose y el olor a café saliendo de ella. Todo eso se había acabado.

Paula me abrió la puerta del ascensor igual que la del portal, dejándome pasar primero. En total silencio, eso sí. Un silencio que lejos de incómodo me resultaba raramente acogedor, como los que tenía con Mar. Esos silencios que ya no sonaban, que se habían acabado.

Al llegar al piso tres el ascensor se paró, Paula volvió a abrir la puerta y salí después de ella. Toqué el timbre, nervioso. Las manos de Paula se acomodaron a mis hombros, acariciándolos e intentando quitarme la tensión que se había acumulado en ellos, pero resultaba una misión imposible.

−      ¡Va! −gritaron desde dentro.

−      Joder. −suspiré angustiado.

−      Tranquilo. −susurró Paula, pero no me calmó para nada.

Escuché arrastrar el andador por todo el parqué, los lentos pasos se acercaron a la puerta, y oí como se descorrían los pestillos, la puerta se abrió, solo un poco, y mi abuela se dejó ver.

−      ¡Marcos! −exclamó alegre.

Abrió la puerta al completo y dio unos pasos atrás en el estrecho vestíbulo para dejarnos pasar. Su expresión de alegría no se cambió aunque me viese dar unos pasos más lentos que ella, y sus manos en mis mejillas parecieron no notar mi cicatriz. Me dio un apretón en los cachetes y repartió miles de besos por toda mi cara, haciendo reír a Paula también.

Volver a MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora