Capítulo XII: Your touch (Zandros, ThemXXNlight).

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Lento,
tomando mi tiempo
para sentir
tu cuerpo temblar.

Me desvanezco
cuando follamos.
Me estás rogando
que, por favor, no pare.

−      ¿Nos vamos a su casa? −preguntó Leire en el baño. −Yo tengo ganas. −se río mirándose en el espejo. − ¿Cómo estoy? −preguntó mirándome.

−      Guapísima. −me miré al espejo. − ¿Tú quieres ir? −pregunté mirándola a través del espejo.

No hizo falta que me contestara para saber que la respuesta era un sí enorme, por su mirada lo supe. Una mirada de niña pequeña recibiendo un regalo de reyes la mañana del seis de enero, eso era esa noche para Leire. También la podía ser para mí. Un regalo de Navidad. Con el que juegas los primeros días y luego lo dejas en lo alto del armario, cogiendo polvo, termina olvidándose solo.

Leire intentaba conducir lo mejor que podía, se saltaba algún que otro semáforo en rojo con la excusa de no perder de vista el coche de los chicos, como si no nos hubieran dado la ubicación con tal de conseguir el número de teléfono de mi amiga. Aparcó cerca del coche del amigo de Manu y bajamos para encontrárnoslos.

Estábamos en uno de los edificios de apartamentos de San Juan, justo en la playa, literalmente en la playa, no cerca ni en frente, sino en. El amigo de Manu nos dio un leve recorrido por el piso, enorme y con tantas habitaciones que perdí la cuenta, supongo que serían ricos o algo así. Nos condujeron hasta la azotea, llena de plantas y adornadas con luces.

Nos sentamos en unos sillones que, lucían cómodos, pero no lo eran para nada. Leire pronto dejó el asiento para asomarse por la barandilla de metal, mientras Manu y sus amigos me hacían compañía, dejando una botella encima de la mesa con unos vasos de chupito.

−      ¿Qué sois? ¿Adolescentes? −pregunté burlona.

Para las cinco de la mañana el alcohol ya me había hecho efecto suficiente como para ponerme divertida, sin querer serlo o sonar así. Mis amigas siempre decían que coqueteaba con todo el mundo cuando eso pasaba, así que supuse que en esta ocasión también estaba coqueteando con ellos.

−      Juego de adultos. −me corrigió uno de los amigos de Manu. −Soy Jorge, por cierto. Y este es Julio. −presentó al que se había liado con Leire en la discoteca.

−      Mar. −me presenté. − ¿De qué va el juego? −pregunté sirviéndome el primer chupito.

Leire se cansó de mirar el mar y se acercó a la mesa, sentándose en el suelo, justo en frente de mí, al lado de su amigo Julio, con quien compartió una mirada cómplice. Se rieron al darse cuenta de que ambos se habían buscado con la mirada, y que se habían encontrado.

−      Tía, el yo nunca. −me dijo Jorge. − ¿Nunca has jugado? −preguntó.

No. Nunca había jugado porque me daba miedo salir perjudicada, y no hablo sobre beber o no, sino de que los demás supieran algo que yo no quería.

−      Pensaba que íbamos a jugar de adultos, no de niños. −dejé la botella en el centro de la mesa.

−      ¿Con cuántos niños has jugado tú a esto? −preguntó el mismo, interesado en la respuesta.

−      Solo con mayores de edad. −aclaré.

−      Qué suerte que todos lo seamos, entonces. −se aclaró la garganta y apartó la mirada un poco.

Si se pensaba que me iba a liar con él solo por jugar a un juego o por ir muy borracha, la llevaba clara. Suficiente había tenido con liarme con uno del grupo de amigos. Leire aplaudió emocionada y comenzó el juego. Como no teníamos ni idea de con quien estábamos realmente era más divertido, porque los conoceríamos un poco más. Igual que Leire y yo, tampoco es que nos conociéramos mucho.

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