Capítulo XXXIII: Quédate conmigo (Pastora Soler)

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Perdón si no supe decir
que lo eras todo para mí.
Perdón por el dolor.

−      Estás actuando como una puta loca. −me dijo Gabi sentándose en el sofá. −Solo es un desfile.

−      ¿Solo? −pregunté gritándole. −Gabi para ti puede ser solo un desfile, pero para mí... −me dejé caer a su lado, suspirando. −Es la presentación de la marca en la puta Fashion Week de Madrid. −le miré.

Gabi había estado conmigo desde que empezamos a trabajar para la firma, había confiado tanto en mí que me daba miedo desilusionarle, que todo se fuera a la mierda por un fallo mío o que nada funcionaria, ya fuera por mi culpa o no, lo iba a sentir como si lo fuera.

No quería que nadie que hubiera trabajado tanto en mi marca acabara dándose cuenta de que no tenía tanto talento como me aseguraban.

−      Todos estamos contigo, Mar. −me intentó tranquilizar. −Es como cuando te vas a casar y el mismo día tienes unas dudas increíbles.

−      No es la mejor comparación en estos momentos, Gabi. −me levanté del sofá.

No necesitaba que me sacara el tema boda justo después de que Marcos me rechazara, justo después de que me pidiera ir a casa, cuando yo ya estaba en casa porque estaba con él. Quizás tendría que habérselo pedido de otra forma más romántica, pero pensaba que Marcos hubiera odiado eso, aunque me hubiera encantado verlo con la cara de roja de la vergüenza.

Tal vez Marcos era tan fiel a sus principios, y a sus gustos, que no iba a casarse con nadie, ni siquiera conmigo. Porque, pese a quien le pese, en ese nadie entraba yo, y me tenía que hacer una idea de que había vuelto de un día para otro, de que no había hecho las cosas bien. Había pasado estas dos semanas dándole vueltas a la cabeza sobre aquella metida de pata en el puénting.

Con la cabeza entre la Fashion Week y el puénting, y de nuevo me veía en una encrucijada entre el trabajo de mi vida, mi sueño hecho realidad, y el amor de mi vida. Porque de eso también era consciente. De que Marcos era el amor de mi vida, de lo que no estaba tan segura era si yo era el suyo. Verlo con otra chica, aunque solo había sido un segundo, había abierto todas las heridas de la Mar adolescente, de una Mar de la que no me había despojado después de tanto tiempo.

−      Vale, no pienses en bodas, piensa en que vas a cumplir un sueño. −sonrió Gabi, levantándose del sofá, imitándome. −Te has podido permitir esta pedazo de casa... −observó el salón alzando los brazos. −Desfilar en la Fashion Week de Madrid. Era todo lo que querías cuando nos conocimos. −recordó. −El amor no entraba en tus planes hasta que llegué yo. −bromeó más sonriente que antes.

−      Lo sé. −suspiré apoyándome en el respaldo del sofá. −Creo que ese es el problema. −me miró confuso. −Que ahora tengo todo lo que siempre quise. Y no es suficiente. −me sinceré. −Tienes razón, siempre he querido esto, pero ahora que lo tengo...

−      Quieres algo más. −terminó por mí.

Asentí en silencio, porque decirlo en voz alta sería hacerlo realidad de inmediato, y eso me daba un miedo atroz.

−      No es malo no conformarse. −me miró serio. −Mar, eres ambiciosa, no es malo.

−      ¿No? −pregunté irónica. −Lo dices porque tú eres otro.

−      Sí. −contestó sonriendo.

Otra cosa que envidiaba de los hermanos Hidalgo es que siempre tenían una sonrisa en la cara, aunque les hubieran insultado. Incluso en los malos momentos solían sonreír, aunque fuera una sonrisa de pena o tímida. Supongo que venía de familia.

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