Capítulo XXIII: Cangrinaje (Cruz Café)

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Daría la vida por ti.
Y en la siguiente buscarte
y darla otra vez.

− No me puedo creer que lleguemos tarde. −me miré en el espejo del ascensor.

− Solo son cinco minutos.

Gabi se abrochó los botones de la camisa y se intentó peinar con los dedos, mirándose al espejo también. No pude evitar lanzarle una mirada de refilón, sentí algo dentro de mí rompiéndose. Quizás era el remordimiento, la culpa de haberme acostado con él sabiendo que Marcos sentía todo eso por mí.

− Además, vienes conmigo. −me susurró al oído. −Conmigo puedes llegar tarde a todos lados. −me acarició los brazos desnudos.

Salimos del ascensor y nos encaminamos hacia el vestíbulo, Gabi preguntó algo a la recepcionista, que le indicó, muy amablemente, una puerta a su derecha que ponía en un letrero dorado "dirección". Gabi me indicó con la mirada y con un gesto de cabeza que le siguiera.

Ambos entramos en la sala. La miré asombrada. El papel de pared dorado, el suelo de mármol, las estanterías llenas de libros y revistas y unas ventanas enormes, como las de todo el edificio. Estábamos solos en la habitación, así que me permití observar con admiración todo lo que se encontraba allí.

− Y tú preocupada por llegar tarde. −se sentó en un sillón de cuero.

− Quería causar buena impresión por primera vez. −miré las estanterías con curiosidad.

La puerta se abrió de nuevo dejando ver a una mujer de mediana edad muy sonriente, que se dirigió a Gabi nada más verle. Este se levantó del sillón y la abrazó cariñosamente, abrazo que correspondió la mujer de la misma manera. Le dio un beso sonoro en la mejilla y se separó de él.

− No sabes la alegría que me dio hablar contigo. −me miró. −Tú debes de ser Mar. −se acercó a mí.

− Sí. −extendí la mano. −Encantada.

− Un placer. −me estrechó la mano. −Tomad asiento, chicos. −se sentó en un sillón detrás de su escritorio. −Me han llevado las prendas a la habitación, son geniales. −me miró por encima de las gafas. −Tienes talento, Mar.

− Gracias. −murmuré tímida.

− Está un poco nerviosa. −dijo Gabi. −Nunca ha hecho esto antes, es su primera vez. −le contó.

La mujer sonrió y se quitó las gafas, se apoyó encima de la mesa y se acercó sobre ella a nosotros, que nos habíamos sentado en los sillones que había al otro lado del escritorio donde estaba ella.

− Soy experta en contratar a jóvenes promesas. −me señaló. −Y tú eres una.

Sonreí emocionada.

− Supongo que Gabi te habrá hablado ya de los presupuestos. −se puso las gafas y miró el ordenador.

Intercambié una mirada con Gabi sin entender de qué estaba hablando.

− Sí, ya está todo hecho. −contestó él mirándome sonriente.

− Ah, sí, ya veo la cuenta aquí. −tecleó un par de veces. −Pues supongo que solo me queda decir una cosa... −me miró. −Bienvenida al equipo, Mar.

−0−

− Eres un imbécil. −cerré la puerta del coche de un portazo.

− Lo sé, pero si te lo hubiera contado no hubieras aceptado. −arrancó el coche.

Suspiré frustrada y me crucé de brazos, mirando por la ventanilla. Gabi había puesto todo el dinero para empezar a colaborar con una marca grande, dijo que era lo mejor que podía hacer al principio. Pero yo sentía que estaba pagando para que compraran mis propios diseños. Mi nombre salía como diseñadora de la submarca, y si todo saldría bien, y los beneficios eran los esperables, podría tener mi propia marca.

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