Capítulo XXV: La canción del verano (Lalalove You, Buffetlibre).

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La noche más corta del año
se me hace muy larga
si no estás aquí.
Porque tú eres esa melodía
que nunca se olvida.

− ¿Has ido a casa de tu hermano? −preguntó Marcos al verme llegar.

Le miré confundida y negué con la cabeza.

− Lo digo porque vienes empapada. −se río y se acercó a mí. −Agáchate. −susurró. −Quiero besarte.

Me reí un poco, pero le hice caso. Me agaché a su altura para besarle.

− Vengo de casa de Gabi. −me separé de él.

− ¿Y eso? −frunció el ceño.

− Le he contado que no tengo una máquina.

− Ah.

Fui hacia la cocina y empecé a hacer la comida, con las indicaciones de Marcos sobre cómo hacer perfectamente el sofrito, aunque yo nunca había hecho uno y Marcos solo un par de veces, tuvo que mirar la receta en internet porque no se acordaba y ni siquiera se acordaba de cómo hacerlo.

No me comentó nada sobre por qué había llegado mojada de casa de Gabi, y casi que lo preferí, pero por otra parte quería contarle todo sobre lo que había pasado con él los últimos días. Quería decirle que nos habíamos acostado, que no iba a volver a pasar.

− Oye, Marcos...

Intenté contárselo cuando terminé de fregar, pero mi móvil sonó desde mi bolso, ni siquiera lo había sacado de ahí cuando había llegado de casa de Gabi.

− ¿Lo coges tú? −le pregunté a Marcos, enseñándole las manos mojadas.

− Claro. −sonrió cogiéndolo. −Tu hermano. −deslizó y descolgó la llamada. −Eh, Javi, ¿qué pasa? −le saludó divertido. −Pues... −me miró. −Ah, no. No te preocupes. −sonrió mirándome. −Sí, vale, estaremos ahí. Hasta luego. −colgó la llamada.

Le miré con el ceño fruncido y me apoyé en la encimera, secándome las manos con un trapo que había en la barra. Marcos dejó el móvil en el bolso y se fue hacia la habitación, dejándome con la pregunta en la mente.

− Oye... −volví a intentar decir.

− Ponte un buen bikini que nos vamos a la piscina de tu hermano.

Me acerqué a él, estaba batallando contra sus propios pantalones, maldiciéndolos. Me agaché a su altura y le ayudé a ponérselos con una sonrisa, me la devolvió al instante.

− No tienes ningún bañador. −le pasé una camiseta sin mangas.

− Tu hermano me dejará uno.

Abrí la cómoda y me metí en el baño para cambiarme, escuchando como Marcos volvía a maldecir, esta vez por mi acto y no por sus pantalones, pero terminó riéndose. Sé que nos habíamos visto desnudos muchas veces, pero aún seguía sintiéndome pequeña a su lado, bajo su mirada. Y eso iba a seguir siendo así por algún tiempo.

Salí del baño y metí una muda en mi bolso de la playa. Marcos me daba su libro para que lo metiera también, aunque no sabía si iba a sacarlo porque íbamos a estar muy distraídos allí. Seguramente estarían mis padres también, así que no iba a haber ni un segundo de descanso. Sobre todo para Marcos, teniendo en cuenta de que las gemelas iban a querer jugar con él.

Marcos abrió la puerta de casa y yo salí detrás de él, la cerré con llave y bajé los escalones a la misma vez que Marcos. Desbloqueé el coche y Marcos abrió la puerta, indeciso. No le culpaba, habíamos hecho un gran paso en un segundo, pero eso no significaba que ya no pasara nada. Habíamos estado en la cima de la montaña rusa que era la vida, y ahora nos tocaría algún giro.

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