Capítulo XVII: Play with you (Rendezvous at two).

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Solo quiero jugar con tu cuerpo,
y si juego,
¿jugarás conmigo?

Me estaba leyendo el mismo libro que se había leído Marcos. Había subrayado mil frases y había hecho corchetes en algunos párrafos. No entendía esa afición por escribir en los libros, si se suponía que le gustaba leer por qué pintaba los libros. Quise leerlo, aunque no me gustaba leer, por si entendía algo mejor a Marcos. Y por matar las horas en la sala de espera en la clínica de rehabilitación.

No había conseguido que Marcos se sentara en el coche, pero al menos me dijo que lo haría. No sabíamos cuándo, pero lo haría. Y eso significaba mucho para mí. Aunque no me terminase el plato de verduras, eso sí.

Lo vi salir de la mano del mismo celador, venían hablando animadamente. Me sorprendía ver a Marcos tan feliz. Me levanté de la silla cuando se acercaron a mí. El chico me saludó tan amable como parecía y se despidió de nosotros con un hasta mañana.

−      ¿Has avanzado? −pregunté animada. −Porque estás muy feliz. −me agaché a su altura.

−      Sí, ya siento algo más. −me dijo sonriendo. −Me alegra saber que no te vas cuando estoy dentro. −me miró a los ojos.

−      No voy a irme. −le aseguré.

Y no era solo de la sala de espera. No iba a irme de su vida nunca. Lo sabíamos tanto él como yo.

Llegamos a casa justo a la vez que Leire aparcaba detrás del coche nuevo. Se bajó rápida y vino hacía nosotros, nos saludó eufórica. Me extrañé, pero Marcos pareció apreciar esa efusividad porque se río a carcajadas.

−      ¿No trabajas hoy? −pregunté con el ceño fruncido.

−      El capullo de Saúl me ha rebajado las horas porque ha contratado a su prima pequeña. −explicó con mala cara. −La odio. −rodó los ojos.

Me quitó el manillar de las manos y condujo ella a Marcos por lo que quedaba de acera, hasta llegar a casa. Marcos dejó con la boca abierta a Leire cuando hizo las piruetas propia para subir el par de escalones él solo sin bajarse de la silla.

−      Sorprendida. −masculló ella. −Oye, ¿de quién es el coche que ha pillado mi plaza? −preguntó mirando el aparcamiento.

−      Mío. −miré a Marcos. −Nuestro. −rectifiqué.

−      No jodas.

Entramos los tres en casa. Marcos le explicaba por qué había comprado el coche a Leire mientras yo sacaba algo de comer. Leire me ayudó a hacer la comida, pero sin decirme qué estaba haciendo aquí. Porque no me creía para nada que "pasara por aquí de vuelta a casa" sabiendo que su casa pilla por el otro lado.

Comimos viendo una serie cualquiera, aunque Leire y Marcos no se callaron en toda la hora. Se habían caído, extrañamente, bien. Y eso no me sorprendía para nada porque Marcos era bastante sociable y Leire caía genial a todo el mundo. Lo que me sorprendía era la confianza que habían cogido para que Marcos le estuviera contando lo del coche.

−      No es mala idea. −dijo Leire. −Vamos, ¿de verdad crees que no puedes ni siquiera sentarte en el asiento del copiloto? −preguntó mirándolo.

−      Pues no lo sé. −susurró él.

−      Hoy Marcos ha sentido las piernas. −cambié de tema. − ¿Verdad? −le miré.

−      Sí. −asintió contento. −De hecho, si me tocáis de la rodilla para arriba, lo siento.

Leire fue la primera en hacerlo. Intercambié una mirada con Marcos al instante. Sí que había surgido confianza en poco tiempo.

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