Capítulo XVIII: Due Vite (Marco Mengoni).

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Somos los únicos despiertos en todo el universo.
Y, aunque no conozco bien tu desierto,
tal vez esté en un lugar de mi corazón
donde siempre sale el Sol.

−      No entiendo por qué no le dices que no. −volvió a decir. −Te odiaré si me dejas en sus manos. −me señaló con el dedo.

−      Sabes que no podrás hacerlo. −le di un manotazo en el dedo. −Vas con él porque es tu tío y lo dejó muy clarito cuando vino a traerte. −me agaché a su altura. −Dos días a la semana, Mar. −imité su voz.

Marcos emitió una risa, pero se obligó a ponerse serio cuando vio que a mí también se me escapa una sonrisa. El timbre sonó justo a tiempo, me levanté y abrí la puerta para sonreírle a Mario.

−      Buenos días. −dije animada.

−      Buenas. −masculló Marcos. − ¿De verdad me tienes que llevar tú? −preguntó mirándole.

−      Creí que ya habíamos tenido esta conversación. −lo miró. −Buenos días. −nos saludó serio. −Oye, Mar... ¿Puedo hablar contigo un momento? −preguntó acercándose a mí.

La mano de Marcos se interpuso entre nosotros, ambos agachamos la cabeza para mirarlo. Estaba serio, casi enfadado, no quería que su tío y yo habláramos, me lo había dejado claro en varias ocasiones, ni siquiera lo llamaba tío o algo así. Solo ese tipo o ese hombre. Creo que tampoco oí ninguna vez su nombre de sus labios.

−      Lo que le tengas que decir a Mar se lo dices conmigo delante. −dijo firme.

Pese a que estaba sentado en una silla de ruedas seguía intimidando igual de bien que de adolescente. La tensión se podía cortar un cuchillo, aunque no conocía a Mario en absoluto y no confiaba en él, hablar a solas no me suponía un problema para nada.

−      Solo será un momento. −le dije a Marcos.

−      Genial. −murmuró Marcos, saliendo de la casa. −Os esperaré fuera.

Mario esperó hasta que Marcos cerró la puerta de un portazo.

−      No puedo recogerlo luego. −dijo rápido. −Tengo que recoger a mi hija de clases, mi mujer está trabajando. −se excusó.

−      ¿Recoge a su hija de clase a las doce todos los días? −pregunté cruzándome de brazos.

−      Tenemos cita para una vacuna a las doce y media. −me contestó. − ¿Puedes ir a recogerle tú? −preguntó.

−      Sí. −respondí segura. −Le dejo venir a mi casa y estar con Marcos porque es su tío, pero él no quiere ni verle. −di un paso hasta la puerta. −Así que si no tiene tiempo, no vuelva a venir. −salí de casa.

Marcos estaba ya abajo del porche, jugaba con sus manos sin dejar de mirar la puerta. Soltó un poco el aire, aliviado, cuando me vio salir y bajar los escalones para darle un beso en la mejilla como despedida. Mario no tardó en salir y en ponerse a nuestra altura.

Vi como se llevó a Marcos hasta que doblaron la esquina, me metí en el coche y fui dirección al bar. Como estaba a pie de playa, podría aparcar en los aparcamientos del bar y bajarme un rato a nadar. Hacía tiempo que no nadaba y que no iba a la playa, porque no tenía casi tiempo, pero supongo que ahora las cosas habían cambiado.

Me quité la ropa y la dejé en el bolso en la arena, solo había traído un bolso y la toalla para secarme, aunque si no fuera porque llevaba el bikini cualquiera diría que no venía preparada para venir a la playa. Adoraba el mes de junio porque, además de que no hacía tanta calor como en agosto, no había tantos turistas como en ese mes y la playa, pese a que no estaba vacía, no estaba a reventar.

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