Capítulo XXI: Las dudas (Sebastián Yatra y Aitana).

6 0 0
                                    

No quiero hacerte decidir, pero es jodido.
Me rompería el corazón quedarnos de amigos.

Mar

− ¿Seguro que no pasó nada más con Gabi? −preguntó Leire, limpiando la barra.

− Lo que ya te he contado. −le di un sorbo a mi café.

− ¿Y Marcos qué opina de todo esto? −se acercó a mí a través de la barra.

Le di un bocado a la tostada mientras le daba una mirada seria. Leire me sonrió socarrona y esperó, impacientemente, a que terminase de comer.

− Mastica, mastica. −dijo divertida. −Va, ¿se puso modo hermano protector o mejor amigo que quiere acostarse contigo? −preguntó curiosa, moviendo las cejas arriba y abajo.

− Como un mejor amigo protector. −fundí las dos opciones.

Leire negó con la cabeza y levantó el índice para negar a la misma vez, pero sin quitar la sonrisa de pilla que, desde hace unos días, siempre traía puesta. Sabía lo que pensaba a la perfección y antes de que me dijera nada. Una parde mí pensaba exactamente igual a ella, la parte sentimental, la no razonal.

− Deja de pensar eso. −insistió. −Lo que tienes que hacer ya es hablar con Marcos sobre lo que sentís. −dijo rotundamente. −Parecéis dos adolescentes, no tenéis quince años. −me recordó.

− Es complicado. −me excusé.

− No. −negó de nuevo. −No es nada complicado.

− Si no sale bien...

− ¿Y si sí? −preguntó interrumpiéndome.

Se fue a atender a una mesa dejándome sola con su pregunta al aire e intentando responderla en mi cabeza. Hice una lista mental automáticamente sobre todas las posibles situaciones que podrían pasar si hablaba con Marcos del tema, si por fin le confesaba que yo sentía lo mismo que él me estaba demostrando sentir. Que tenía razón y había cambiado, pero que una parte de mí siempre será la Mar de quince años. Y esa parte todavía está enamorada de él.

− Sabía que estabas aquí.

Me giré en el taburete para mirarlo. Rodé los ojos y volví a mi posición inicial dándole la espalda, centrándome en el desayuno. Sentí como daba un par de pasos y vi por el rabillo del ojo que se sentaba a mi lado.

Suspiré pesadamente.

− Gabi, no tenemos nada más que hablar. −le dije franca. −Lo de...

− Sé que me vas a decir que no significó nada. −me interrumpió. −Pero estás mintiendo, Mar. −sonrió de lado. −Sabes que todavía hay algo entre nosotros. −se acercó a mí.

Ahogué una carcajada y me llevé la taza de café a los labios para reprimirme las que me iban a salir después de esa.

− No sé cuántas veces te lo tengo que repetir. −le dije fría. −Entre tú y yo no hay nada. −sentencié. −Tú, por alguna razón, quieres putear a tu hermana, por eso me ayudas.

− Y tú aceptas mi ayuda. −concluyó.

− Eso no quiere decir que me quiera acostar contigo. −le miré a los ojos.

Eran tan parecidos a los de Helena que en ocasiones tenía que apartar la mirada de ellos porque no hacía otra cosa que recordarla. Mirarle a los ojos era recordar lo que había pasado en la universidad con su hermana y lo que había pasado después con él. Acordándome de la historia que teníamos en común.

Volver a MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora