Capítulo VIII: Los amigos no se besan en la boca (Lesso, Ana Guerra).

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No vengas a marearme
diciendo ser mi amigo.
Cuando te contradices
al despertar conmigo.

Cada noche ponía el no molestar en el móvil para que nada me despertara, nada salvo las llamadas de mis contactos de emergencia. Nunca me había despertado en mitad de la noche por una de ellas, pero siempre lo dejaba en sonido por si acaso alguna noche era la primera.

Marcos se despertó antes que yo por el ruido del teléfono, y eso que dormía más alejado de mi móvil que yo.

− Mar, el móvil. −me llamó.

− Sí, sí. −contesté medio dormida.

Alcancé el teléfono con una mano, sin despegarme del colchón y por supuesto sin ver quien me llamaba. No podía ser otra persona que mis padres o mi hermano, y la llamada de ninguno de los tres podía significar algo bueno.

− ¿Sí? −contesté.

− ¡Mar! −la voz de Javi me despertó de golpe. −Tienes que hacerme un favor.

− ¿Qué pasa? −me incorporé en la cama, noté como Marcos hacía lo mismo. − ¿Estáis bien? −pregunté preocupada.

− Tienes que quedarte con Rocío. −me ordenó.

− Javi, me estás preocupando.

− Estoy de camino a tu casa, ¿vale? −oí como suspiraba frustrado. −Lola ha tenido un ataque de algo que no sé qué y la estoy llevando al médico...

− ¿Dónde está Amor? −pregunté por su esposa.

− Su padre está ingresado y está en Sevilla. −me informó. −Estoy solo con las gemelas, mamá y papá se ofrecieron, pero no quiero despertarlos y que se preocupen. Sabes cómo es mamá...

− Sí, lo sé. −miré a Marcos, que no había dicho palabra alguna. −No tardes.

− No lo haré. −me colgó.

Me levanté rápido de la cama, sin saber muy bien qué hacer o a dónde ir, porque tampoco podía irme. Marcos me miraba expectante, esperando a que le dijera qué estaba pasando o por qué estaba tan nerviosa.

− Una de las hijas de mi hermano va a quedarse con nosotros hoy. −le dije.

− ¿Tu hermano ha tenido hijas? −preguntó sorprendido. −Solo es un par de años mayor que nosotros.

− Tuvo gemelas hace cuatro años. −miré el móvil, me había pasado ubicación a tiempo real. −Estarán al llegar.

Me pasé las manos por el pelo, nerviosa. No tenía ni idea de cómo íbamos a dormir esa noche. No podía echar a Marcos al sofá, tampoco a Rocío y no iba a dejar que durmieran ellos dos en la cama. Marcos iba a decir algo después de unos minutos en silencio, pero los golpes en la puerta lo interrumpieron.

Atravesé la casa entera en dos segundos y abrí la puerta. Mi hermano iba en pijama y sostenía a Rocío en brazos, con una pequeña bolsa. Eché un vistazo al coche, aparcado con el motor encendido y con Lola en la sillita con mala cara. No quise preguntar nada para no hacerle perder más tiempo.

Me pasó a Rocío y se fue, dándome un beso en la mejilla y agradeciéndome. Cerré la puerta cuando vi alejarse el coche.

− ¿Se pondrá buena mi hermana? −preguntó Rocío en mis brazos.

− Claro que sí, peque. −dejé la bolsa encima de la barra. −Y mañana tú y yo podemos pasar una tarde de chicas súper guay, ya verás. −le aseguré.

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