Capítulo XXXII: Drivers license (Olivia Rodrigo).

8 0 0
                                    

Sé que no éramos perfectos,
pero nunca he sentido algo así con nadie.
Y no puedo imaginarme
cómo podrías estar tan bien,
ahora que me he ido.

Mar.

− No te imaginaba a ti comprándote esto.

Gabi me imprimió los tickets y los dobló por la mitad, mirándome sorprendido, casi sin creérselo. Yo no era nada de fan de las atracciones fuertes, ni de las atracciones a secas, así que no se podía imaginar ni por asomo que yo pudiera estar comprando un par de tickets para hacer puénting.

− Tú estás loca. −me dejó los billetes encima del escritorio. −Oye, ¿vas a ir a mirar la casa? −preguntó cerrando el portátil.

− Sí. −contesté peinándome un poco. −Leire va a acompañarme, pero si quieres venir... −lo dejé en el aire.

− ¿Interrumpir otra cita entre tú y Leire? −preguntó burlón, levantándose y cogiendo su chaqueta. −No quiero que tu amiga me saque los ojos.

Reí ante el comentario. Leire siempre amenazaba a Gabi con eso, aunque nunca lo fuera a hacer. No se terminaba de fiar de él, pese a que yo le había aclarado que no había nada de malos rollos entre nosotros, y que él se había convertido en un gran amigo durante estos meses en Valencia. Mi único amigo, de hecho.

Gabi me había demostrado que se podían dar las segundas oportunidades, y que gracias a ellas se ganan a personas nuevas, se cambia. Jamás me hubiera podido imaginar que me estaría llevando tan bien con el chico que me puso los cuernos, pero es que Gabi ha pasado de ser eso a ser mi amigo.

− Leire está celosa de que le haya quitado el puesto. −bromeó Gabi, abriendo la puerta.

− Sí, seguro que es eso. −dije irónica, saliendo de casa.

Gabi cerró la puerta con llave y se subió a su coche, mientras yo me metía en el mío. Suspiré, esperando a que Gabi saliera para poder salir yo. Observé mi pequeña casa, que me había parecido siempre la cosa más acogedora del mundo, mi lugar seguro, pero había cambiado de aires y me había venido genial. No iba a estar siempre en el mismo lugar. No me iba a pasar la vida en esa pequeña casa para una persona, cuando yo quería otra cosa.

Gabi pitó despidiéndose de mí, sonreí y alcé la mano, sacándola por la ventana para que me viera. Lo perdí de vista en poco tiempo. Cuando me quedaba sola venían las caras largas, los pensamientos de "¿y si no me hubiera ido?". Sobre todo cuando pasé por la casa de mi hermano para mirar una casa.

Vi a Marcos jugando con las gemes desde que me acerqué, con intención de bajarme, pero cuando los vi tan en su mundo, tan paralelos a mí, no pude hacerlo. Aceleré todo lo que pude en un segundo, rezando para que no reconocieran el coche. Ni siquiera vi la casa. No podría estar viviendo en la casa de al lado de mi hermano mientras Marcos estuviera ahí.

Lo había estado viendo por las historias de Instagram, como si estuviera en Málaga y yo en Alicante, pero la que no estaba en Alicante era yo. Quería haber estado con él cuando dio el primero paso, quería haberle ayudado como lo estuve haciendo esos dos meses. Todo había pasado tan rápido entre nosotros que no le presté la atención que se merecía, y me arrepentí cuando pisé Valencia.

− Tarde, Mar. −Leire se subió a mi coche.

− Lo sé, lo sé. −arranqué cuando cerró la puerta. −Se me hizo un poco tarde.

− ¿No has visto mis miles de mensajes? −preguntó histérica.

− No he cogido el móvil en toda la mañana. −le contesté.

Volver a MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora