Capítulo XXVI: Si tiene que ser, será (Mafalda Cardenal).

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Si tiene que ser, será.
Por ahora no, pero si tiene que ser, será.
Nos volveremos a encontrar.
Tú más mayor, yo más formal.

Había tomado por costumbre pasar la mañana en la playa desde que Marcos tenía sesiones con el psicólogo. La verdad es que era como una especie de terapia, aunque no fuera tan profesional como la de él. Me ayudaba a despejarme la mente. Además, siempre venía sola y eso me ayudaba mucho más que si viniera con alguien, aunque esa persona fuera Marcos.

Para mí, la playa estaba para disfrutarla en solitario. Y era irónico, porque solía estar llena de gente, y yo me seguía sintiendo sola, como si ella estuviera solo para mí.

Sabía que Leire tenía algunas mañanas sueltas desde que estaba la prima de Saúl en el bar, así que iba con la mentalidad de quizás me la podría encontrar, pero no era mi idea. Al igual que podría encontrarme con Gabi de la misma forma. Incluso con la ex de Marcos, puestos a encontrarme a gente.

− ¿No llegas tarde?

De todas las personas que podría haberme encontrado, ella no era una.

− ¿Qué haces aquí tan temprano? −cerré el coche.

− Pues venía a desayunar. −me dijo con una sonrisa. −Y tú... −me miró de arriba abajo. − ¿Hoy no trabajas? −preguntó confusa.

− Ya no trabajo aquí. −le contesté, dirigiéndome a la playa.

− Ah.

Helena me siguió. No iba vestida como si fuera a la playa, porque traía un vestido largo blanco y el pelo suelto perfectamente peinado, incluso con el viento que hacía, pero se quitó las sandalias justo cuando sus pies tocaron la arena, igual que yo, y me siguió de cerca hasta que dejé las cosas en el suelo para quitarme la ropa.

− ¿Qué quieres? −le pregunté.

− Bueno, quería hablar contigo sobre... −se apartó el pelo de la cara, nerviosa. −Sobre lo de mi hermano y tú.

− No hay nada que hablar de eso. −le contesté borde.

− Oye, sé que estás molesta con él, pero follártelo como venganza...

Rodé los ojos y fui directa al agua. Helena odiaba la arena mojada y que se le pegara a los pies, así que no imaginé que también me iba a seguir hasta allí, casi sin pensárselo. Supuse que tenía un motivo para continuar con la conversación, algo que no podía esperar.

− Mira, mi hermano sigue enamorado de ti después de tantos años. −confesó. −No merece que sea solo sexo por despecho, ¿vale?

− ¿Has venido hasta aquí solo para decirme eso? −pregunté girándome, para mirarle a la cara.

− Bueno...

Puso la cara que yo ya conocía. Cara de pedir favores. Sabía cómo pedirlos si que pudieras decirle que no, era una experta en manipular a las personas, incluso se manipulaba a sí misma, no sé cómo, pero era capaz de hacerlo tan perfecto que nadie se daba cuenta.

− ¿Qué pasa? −pregunté cansada.

− Venía a pedirte un favor.

Sonreí mentalmente porque había acertado. No era buena descifrando a las personas, pero con Helena llevaba ya muchos años para conocerla bien, aunque hubo un tiempo que parecía otra persona, nadie podía conocerla porque daba tantas pistas falsas sobre su personalidad que no llegabas a saber quién era de verdad.

− A ver, qué es. −me crucé de brazos.

No podía decirle que no sin saber antes qué clase de favor era.

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