Antiguo, era el nombre de la sala, o al menos lo que decía el cartel. Un vestido rojo de terciopelo colgado de una percha de plata encerrado en una caja de cristal. Dicen los que saben que proviene de la era medieval por el bordado a mano de los sastres. Otros lo consideran una joya importada debido a que la tela contenía demasiados diamantes incrustados. Aquella prenda merecía estar a vista de todos, aunque fuera una mínima parte de la verdadera historia que ocultaba.
Pequeña ladrona cuya vida te ha hecho sufrir. Llegaste a este museo con la esperanza de robar algún objeto que eleve tu economía. Detuviste tus pasos al pie de la caja que guarda el vestido. Dijiste que era lo que buscabas, pero el escudo colgado en la pared lateral provenía de la misma época que la prenda colgada. Fue allí donde aquel salón de luces apagadas reveló a su guardián. En silencio, oculto en las sombras vió como la intrusa gobernada por la codicia agarró una tabla de las habían caído del techo hace unos días. Insultado al ver como hizo de una obra perfectamente fabricada millones de pedazos con diferentes formas, usó las cuchillas que adornaban el escudo para crear una pintura realista. Puede que las alarmas no sonaran, pero hubo una cámara que presenció a su dueño proteger la pertenencia. Una cámara vieja conocida como "polaroid" cementada a su base de madera oculta con un diseño abstracto, la segunda pieza más magnífica de la colección. Un lente que puede estar polvoriento, lleno de humedad, hongo, o quizás es el hábitat de algún insecto; pero lo interesante era que ambos objetos estuvieran uno frente a otro. Para cuando la mañana se alzó en alto, frente al vestido se encontraba el cuerpo de una joven decapitada, y si miraban donde estaba la cámara, la silueta del guardián del museo sentado en el taburente. Como el museo había cerrado nadie iba a revisar el cuarto de objetos antiguos. ¿Quién iba a enterrar el cadáver? Nadie. El cuerpo iba a permanecer sobre su charco de sangre que mancha la alfombra amarilla hasta que los años fueran testigos de como el viento se llevó las cenizas.
Una noche de luna llena con pocas nubes, un rayo de luna entró como si la cámara lo hubiese llamado. Subió por las patas de la base, y después al lente. Si alguien hubiese estado, hubiera visto el flash, y la foto que cayó al suelo tras ser impresa. La luz desapareció cuando la fuente fue cubierta por las masas de vapor, y el flash volvió a verse. Otra foto cayó a pie de la base, y así prosiguió hasta que la mañana. Las casualidades no existen, esa obra necesitaba de algo más. Las cuchillas manchadas cayeron de la pared donde quedaron incrustadas porque así lo quiso el guardián.
El sonido fue bastante opaco por la alfombra, pero con obediencia rodaron hasta los pies del vestido. Otra foto, un guardián silencioso y la sala intacta durante todo el día.
Por supuesto, al pasar el tiempo el olor a descomposición se hizo notable. ¿Había alguien allí aparte de ese misterioso ser? No, la sala seguía sin ser visitada, ni siquiera los animales se atrevían. Enormes moscas entraban por la ventana, el sol y la luna también lo hicieron; daba igual que ocurriera, las puertas nunca hicieron de lado su cierre. Lo único que hizo desaparecer al cadáver fue una tormenta de aquellas que pasan por julio o septiembre, y porque la lluvia provocó una inundación. El agua fue generosa en dejar en lugar de un cadáver descompuesto lleno de gusanos, dos maniquíes. La muñeca cayó sobre que la mancha de sangre seca. Su compañero de plástico tuvo la oportunidad de acabar a su lado como si sostuviese su mano dándole un beso. Musa, al guardián le llegó la inspiración al ver la escena. Se levantó del taburete hiendo en linea recta. Siendo una pobre sombra no pudo tocar el vestido, solo su deseo complació su fuego.
El vestido cayó de la percha hasta parecer que la propia muñeca de plástico lo vestía. Complacido, volteó a ver a las cuchillas. Nuevamente las hizo rodar, deteniendo sus giros cerca del cuello. De vuelta a su asiento, la cámara lanzó un último flash antes de hacerse polvo. En la sombra, una raya blanca donde se supone que están sus ojos se puede interpretar como una lágrima. Para completar el escenario, la fotografía dejó ver desde otro punto de vista un lienzo que por culpa del agua la pintura se corrió arruinando el rostro del chico que allí aparecía. ¿Cuál era la pintura? Un hermoso retrato de un joven duque de traje azul, cabellos blancos atados con un moño amarillo, arrodillado frente a una dama a la cuál le besaba su mano con delicadeza. La dama de corte vestida de rojo mostraba una sonrisa en sus labios, sus hermosos rizos grisáceos y ojos negros con el brillo de una mujer enamorada.
Escena reconstruida basada en los recuerdos, un lugar abandonado, nadie ni nada volvería a separarlos.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos Para Dormir
Short StoryVariedades de cuentos cortos y relatos para el gusto del lector. Muchos incluso pueden considerarlo como novelitas cortas.