No sirvo para ser escritor

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Un escritor y un doctor decidieron escribir una historia. Quizás la trama pudiera tener escenarios de hospitales, a los personajes como enfermeros; y las explicaciones científicas sobre las diferentes enfermedades que tienen los secundarios. El doctor era poco visto por los pasillos, solo su nombre resonaba de boca en boca. Alguien misterioso y a la vez extraño. Se la pasaba leyendo el mismo libro en su oficina una y otra vez. Debía de ser una excelente novela para releerla sin cansancio.
¿Qué historia fascinante fuera de este mundo contendría para tener una cadena que apresara la muñeca de su lector? Solo el doctor Vicente lo sabría.
A su oficina llegó un hombre extraño, una sombra negra que tomó asiento frente a él. Vicente cerró la puerta como quien que ya recibió la visita inesperada. Volvió a sentarse en un sillón frente a la ventana admirando las gotas de lluvia deslizarse por el cristal. El hombre sacó un cuaderno, unos lápices y escribió el nombre de “Vicente” tal y como este lo pidió. 

–No hablaré de mi vida, ni de mi pasado, ni de mi presente y menos un futuro que desconozco–hizo una pausa–No tengo sueños, no tengo esperanzas, no tengo dinero, ni siquiera sé que me convenció para ser parte de su literatura–dijo el doctor con una sonrisa–Escriba mi amigo, escriba la historia que contaré.

Al escritor le parecía raro que le dictara su nombre si no era el protagonista. Preguntó curioso, pero la respuesta fue una inesperada. Vicente le aclaró que no era el chico de la historia porque el protagonista representaba un joven que conoció hace un par de días. El escritor tomó por casualidad que los dos tuvieran el mismo nombre, más, al escuchar que el personaje principal representaba el pasado sonrió de que escribir algo de lo que nadie habla.

– ¿Cómo describe usted a este Vicente?

–Como el océano–Vicente hizo girar el globo terreáco de su mesa–A veces calmado cuando hay silencio–colocó su dedo en medio de sus labios–Malvado como si estuvieras adentro de una tormenta–cerró el puño junto a sus ojos haciendo una pausa larga–El agua puede ser el principal ingrediente en las escenas románticas. Puede ser claro en los días y oscuro en las noches–abrió los ojos soltando una risita–Este mar necesita una sirena.

–No quiero escribir una historia de amor. 

–Es interés. Las sirenas necesitan del agua, y esta sirena se moría por tener el misterioso libro que está encadenado a mi brazo.

– ¿Habla que este chico tenía el mismo libro que usted? –el hombre miró el libro con repugnancia. 

–Yo le dejé a este chico mi libro, supe desde el primer momento que era el indicado.

– ¿Qué contiene el libro?

Vicente no se inmutó a responder aquella pregunta. Pensó en la sirena y pidió cambiarla por una gata. El escritor volvió a quedarse sorprendido, lógicamente los felinos le tendrían miedo al agua, pero otra vez volvía a caer en los juegos de palabra del doctor. Le era gracioso que tuviera tanta creatividad para describir la actitud arisca de la chica en lugar de una joven enamorada. Observó un pequeño cuadro en la mesa comprendiendo el físico femenino.

–Entonces será una gata de pelaje blanco y ojos dorados.

–No tuvo que estar presente para adivinar de qué color la quería. Voy a contar que…

“Tanta era la lluvia de aquella noche que no se podía distinguir si era una farola, o el reflejo de la luna lo que veía la gata escurridiza. Aferrada a vigilar mi casa se mantuvo con su sombrilla bajo la tormenta en espera de alguna señal que le dijera que había alguien adentro. Obviamente no hay nadie, mis amigos aún no regresaban de su fiesta, pero tenemos la costumbre de dejar la luz de la cocina encendida. La gata desafío las leyes al cruzar la cerca llegando al patio trasero. Caminé hacia el portón con ganas de saber que sus intenciones. Gracias a su interrupción descubrí que la puerta quedó abierta. ¡Malditos idiotas! Entré con sigilo, el ruido del agua y su concentración era mucho más fuertes que mis pasos. Tan cerca y no puede verme, adoro estos juegos. La gata abrió la puerta con cuidado. Dejó sus zapatos embarrados de fango y su sombrilla en la entrada. Descalza caminó por el corredor con la mirada en la puerta principal. Efectivamente, su corazonada se hizo realidad si es que tenía alguna. No iba a estar sola por mucho tiempo; yo iba a entrar pronto.”

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora