Aún hay esperanza

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Conozco a la sirena que habita en mi casa desde que llegó a la entrada principal envuelta en unas redes. Vivo algo lejos del océano, por lo que me extrañó, y sino fuese porque escuché las quejas de un hombre a lo lejos; hubiera pensado que se trataba de un cebo. Como ser sobrenatural comprendo a las criaturas que son capturadas, de hecho, ese es mi mayor miedo. Si me capturaran a mí entonces los vampiros podemos darnos por extintos. Cargarla en mis brazos, llevarla al comedor de mi casa con intenciones de quitar las cuerdas, fue ver aquel día sus ojitos suplicando. Poco a poco la fui desenrollando, y una vez libre me di cuenta que no era cosa del destino. A partir de ese entonces vivimos juntos, pero me preocupa que no quiera volver más al océano. He hablando con ella, le he querido convencer, más, solo se queda sentada en la ventana observando a lo lejos la franja azul oscuro.

-Buenas noches-entro a su cuarto como todas las noches.

-Buenas noches-me responde zambulléndose en la piscina que le hice-¿Qué tal tú día?-me habla con la mitad del cuerpo afuera.

-Lo de siempre, todo es rutinario-tomo una bocanada de aire, la noticia que le daré no es muy buena-Va a venir una compañera de mi trabajo. Ella no sabe que soy un vampiro, por lo tanto...

-Es raro que invites a personas que no vas a comerte.

-Esto es asunto de trabajo. ¿Podrás soportarlo?

Me preocupa que se sienta mal por la visita de mi compañera. Las sirenas son sensibles, una mujer y ya piensan que las reemplazaron. Se sienten inferiores porque no tienen piernas, por lo que viven limitadas a muchas cosas. Puede que esa sea la causa de porque no quiere salir, no quiere que yo la reemplace. No me dice nada, así que procedo a quitarme la ropa menos la interior. No es raro que me sumerja y nademos juntos, más bien, es una actividad muy relajante. El estrés de ser reportero provoca muchas cosas, y a mí me está causando insomnio. Es de día, debería de estar dormido, y mírame aquí, despierto. Coloco los pies encima del escalón, y voy bajando las escaleras hasta que el agua me llega al pecho. Ella me abraza, yo le correspondo escuchando la canción que tararea. Es una suave melodía que relaja mi cuerpo. Me observa con sus ojos verdes algo inquieta, pero con el paso del tiempo he aprendido a calmarla.

-Nos quedaremos en el comedor, como las otras visitas que he recibido.

-Es tu casa, tienes derecho de invitar a quién quieras.

-También vives aquí, por lo que tengo que contar contigo.

-Eso es muy generoso, sin embargo, no soy más que una intrusa.

-No digas eso-me acerco mostrándole una sonrisa-Es gracias a ti que puedo dormir tranquilo.

-Acomodate, seguiré cantando.

Justo cuando iba a disfrutar de una siesta, se aparece el mayordomo informando sobre la llegada de mi compañera. Le ordeno que la deje pasar a la sala de espera, aunque me enoja que haya venido tan temprano. Abrazo a mi sirena otra vez, le doy un beso en la frente saliendo del agua. Mi mano es sujetada, pero antes de que me suelte, agarro la suya besando sus húmedos y fríos dedos. Es mi culpa que el agua haya pasado de caliente, a fría.
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-Ya estoy aquí-anuncié bajando las escaleras-No te esperaba tan pronto Samanta.

-No quise perder tiempo en esperar hasta la noche para trabajar juntos.

Samanta es una chica rara, divertida, y muy curiosa. Ahora mismo me encuentro entre la espada y la pared. Un sueño enorme que cae sobre mis hombros, y el evitar que vaya a cierta habitación. Le sonrío, puede que su visita sea más rápida de lo que pensé.

-Entonces, empecemos con el trabajo.

Juntos, en la sala del estar con todos los sirvientes atendiendo nuestras necesidades; hemos leído más de diez carpetas buscando algo interesante que publicar. Encontrar buenas historias es complicado. Samanta me observa, la decoración elegante de la casa parece gustarle.
Primera pregunta que hace a la que tengo respuesta, "¿Por qué todo es de color oscuro?". Mi cuento acerca del gusto de mi madre la engañó, es para evitar la penetración de la luz solar obviamente. No me hago cenizas, pero si quemaduras.
Segunda pregunta por parte de Samanta acerca de mi vida personal, "¿Tienes novia?". Niego con la cabeza, aunque si fuese a decir algo sobre parejas, creo que mi sirena es una candidata perfecta. Ambos somos seres de larga vida, no morimos por cualquier cosa.
Tras mi respuesta vi a Samanta soltar un suspiro. Se ha rumorado que yo le gusto, pero odiaría que tratara algo en mis aposentos. Un misterioso ruido interrumpe nuestro trabajo, por suerte pude ir yo primero. Conozco la voz de que se queja, así que sé a donde dirigirme. Abro un poco la puerta, la veo tendida en el suelo fuera del agua. Ya lo ha hecho antes, trata de ser independiente.

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora