Propuesta

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Fuimos a beber al bar debajo del hotel el mismo día que se cumplía un año de habernos conocido. Bebimos tanto que no recuerdo lo que pasó esa noche, o más bien no quiero recordarlo. Ahogué en la bebida mis penas y le dije sobre cómo me sentía, aunque me había prometido guardar estos sentimientos. Él se me quedó mirando fijamente, luego agachó la cabeza. Hay comprendí que no sentía lo mismo. Me apresuré a salir lo más rápido que pude. Avergonzado, trato de detenerme, más no lo escuché. De seguro siente lástima, yo no quiero que me digan una respuesta.

-¿Qué es este sentimiento? -Dije en susurros mientras camino por la calle desolada.

Nunca antes había experimentado algo así. Tengo miedo, miedo de enamorarme y salir herido. Por eso creo mejor esconder este pesar q me pone feliz y a la vez tan triste. El invierno no me gusta, odio tener que salir con este frío. Habían pasado dos horas desde que salí del bar, mi cabeza era un lío. Miré el cielo estrellado, por delante de mí pasó una estrella fugaz. No soy un niño para creer que los deseos que le pides a los meteoritos cruzando la atmósfera se hacen realidad. Sin embargo, aproveché que estaba solo en medio de la calle para juntar las manos y pedir mi deseo. ¿Cuál es mi deseo? Deseaba tantas cosas que una sola estrella no sería capaz de cumplirlo. Esbocé una sonrisa al ver en donde estaba. Me encontraba frente a frente a la tienda del tonto que es mi mejor amigo. Un poco de calor me haría sentirme mejor, odiaría tener que pasarme días en cama por un resfriado. Entré a la tienda, a esa hora aún seguía abierta. Ver tantos gatos me recordó porque no le visito. Estornudé a causa de que un felino me pasó la cola por la nariz cuando cruzaba por una cuerda. Volví a estornudar, más, mi objetivo era llegar a la recepción. Con cuidado de no lastimar a ningún travieso que pasara corriendo entre mis pies, pude tocar la campana que cuelga de un farol.

-Voy enseguida-habló una voz desde el otro pasillo.

-Apurate tonto, me muero de alergia-le grité para que supiera de quién se trataba.

-¿Vanitas?-mi amigo tonto se asomó al escucharme.

-Cuando tiempo Noé-le saludé y estornudé.

-Es raro que vengas por aquí.

-¿Podemos hablar en un lugar que no esté contaminado de pelos de gatos?

-Por supuesto. Ven conmigo.

Le seguí a una habitación donde pude quitarme el abrigo para entrar en calor frente al fuego de la chimenea. Me senté en un sillón mientras Noé preparaba té. Acepté la taza que me dió, pero no creo que sea buena idea mezclar té con el alcohol que llevo en el cuerpo. Suspiré, necesitaba calentarme. Un solo sorbo me descongeló el cuerpo, sonreí de recordar que este era el mismo té que bebía en su casa.

-¿Vanitas porqué lloras?

Toqué mis mejillas, lágrimas traicioneras se desbordaban. No me detuve a limpiarlas, solo dejé la taza en el suelo para cubrir mi rostro. Noé no me hizo más preguntas, solo esperó que me sintiera mejor. Cuando lo estuve, limpié mi cara con mis manos y seguí bebiendo el té que ya estaba frío. De seguro sabe porque estoy así. Noé puede ser tonto, pero siempre ha tenido un sexto sentido cuando se trata de mí. Terminé mi bebida, el calor empezaba a sofocarme. Sabía que no podía mezclar ambas cosas. Corrí directo al baño a vomitar, pero si solo fueron dos copas. Noé me ofreció una toalla desde la puerta, no debería de haberle esperar y acabar de desahogarme. Con su sonrisa sincera puso su la mano sobre mi hombro, trata de levantarme el ánimo.

-Mezclar alcohol y té no funciona-me dijo con un pulgar arriba.

-Ya lo sé tonto-le devolví la toalla-Al menos salió un mal de vida. Noé, fui rechazado.

-¿Quieres pasar la noche en mi casa?

-¿No puedes ser un poco más sensible?-le miré con una ceja levantada-No gracias, no quiero problemas con Dominic.

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora